“Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.
Mateo 5:2-12
Introducción
El
Sermón del monte registrado por Mateo 5 es diferente al Sermón del Llano
predicado a la multitud en Lucas 6. El Sermón del Monte no se pronunció como
una manera de salvar a los perdidos, sino como un estilo de vida para los
verdaderos hijos del Reino. Era necesario para todos aquellos que habrían de
responder a este sermón el arrepentimiento (Mateo 4:17). En el capítulo 4 vemos
a Jesús predicando, enseñando y sanando las dolencias del pueblo, ahora que las
multitudes lo siguen toma la iniciativa de ir a un monte para impartirles las
verdades solemnes del Reino de Dios, tal y como Moisés lo hizo con Israel
cuando lo llevo al Monte Sinaí para entregarle los mandamientos y leyes del
Señor. Inmediatamente Jesús abriendo su boca les enseñaba.
Las Bienaventuranzas |
La
palabra bienaventurado viene del griego makários
(μακάριος), que significa felicísimo, supremamente
dichoso. Jesús se refiere al bienestar y gozo espiritual de los que participan
en la salvación del Reino de Dios. Esta es una felicidad que es inalterable y
autosuficiente, completamente independiente de todas las circunstancias
externas de la vida. La felicidad del mundo depende de los factores externos
que lo rodean; pero cuando su seguridad es quebrantada ésta desaparece. La
palabra española bienaventuranza delata su origen. Contiene la palabra ventura,
que indica que es algo que depende de las circunstancias cambiantes de la
vida, algo que la vida puede dar pero puede igualmente destruir. La bendición
cristiana es totalmente inquebrantable e
indestructible. Es interesante observar que todas las bienaventuranzas
no comienzan con verbos, ya que no son simplemente afirmaciones de promesas
futuras, sino exclamaciones de cosas que ya son. La bienaventuranza que
pertenece al cristiano no se pospone a algún futuro reino de gloria; es una
bienaventuranza que existe aquí y ahora. No es algo en lo que el cristiano entrará;
es algo donde ya ha entrado. La grandeza de las bienaventuranzas es
que no son vislumbres imaginadas de alguna futura belleza; no son promesas
doradas de alguna gloria distante; son gritos triunfantes de bendición por un
gozo permanente que nada en el mundo puede arrebatar.
Bienaventurados los pobres de espíritu
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino
de los cielos”.
Mateo 5:3
Todas
las bienaventuranzas hacen eco a las palabras dichas por los profetas del
Antiguo Testamento, especialmente Isaías 61 que alentaban a los más
necesitados: “El
Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha
enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de
corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la
cárcel”, (Isaías 61:1-3). La palabra pobre en este pasaje de Mateo
5:3 proviene del griego ptojós (πτωχός) y se refiere a
una persona que carece de posibilidades de vivir dignamente y no tiene
absolutamente nada, ni siquiera un trabajo para proveerse. Es un verdadero
indigente. En este sentido son las personas podres
que por su misma situación de escasez, generalmente, aunque no siempre, deciden
poner toda su confianza en Dios. Por tanto las palabras “podres en espíritu” se refiere a aquellas personas que no tienen
orgullo espiritual ni dependen de sí mismos, sino que ponen toda su confianza
en Dios para vivir. En la Biblia Dios siempre tiene en gran estima a los
pobres:
“porque no
para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres
perecerá perpetuamente”.
Salmo 9:18
“Todos
mis huesos dirán: Jehová, ¿quién como tú, que libras al afligido del más fuerte
que él, y al pobre y menesteroso del que le despoja?”.
Salmo 35:10
Por tanto Jesús está diciendo
que son bienaventurados aquellos desposeídos que no confían en sí mismos sino
que han puesto toda su confianza en Dios. Las personas que comprenden este gran
principio espiritual ya no confían en nada de este mundo, ni siquiera en ellos
mismos, su confianza está en Dios, no viven aferrados a las posesiones
materiales ya que entienden que no les darán la verdadera felicidad y su única
posesión es el Reino de los Cielos. Contrariamente el mundo considera que los
verdaderos dichosos de este mundo son aquellos que son los más fuertes y que no
necesitan de nadie para vivir, viven confiados en sus riquezas; pero Jesús
contrasta este pensamiento. Esta bienaventuranza implica el hecho de que el
hombre reconozca su profunda necesidad y dependencia de Dios, solo cuando esto
ocurre, el hombre puede acercarse a Dios y ser ciudadano del reine de los
cielos. William Barclay lo dice de la siguiente manera:
“¡Ah,
la bienaventuranza del que es consciente de su propio y total desamparo, y que
ha puesto toda su confianza en Dios porque sólo así puede rendirle aquella
perfecta obediencia que le hará ciudadano del Reino del Cielo!”
William Barclay
Bienaventurados los que lloran
“Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación”.
Mateo 5:4
La palabra que aquí se traduce como lloro es penzéo (πενθέω)
que
se traduce como llorar con gran pesar, como cuando se muere un ser querido,
llorar por luto. Esta bienaventuranza se puede entender desde el punto de vista
de aquellos que sufren ante las injusticias de este mundo con la esperanza que
recibirán la consolación de Dios. Esta bienaventuranza, como todas las demás,
lanza una paradoja para este mundo. En el cristianismo las grandes recompensas
vienen después de un tiempo de prueba y angustia, será imposible recibir la
consolación de la respuesta de Dios a nuestras angustias si no atravesamos por
el valle sombra y muerte, si no somos bautizado con el dolor y la angustia. El
mismo Señor Jesús en el monte Getsemaní sabía que no podía evitar el tomar su
amarga copa si quería completar su gloriosa misión.
“De
cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”.
Juan 12:24
De
igual manera son bienaventurados aquellos que lloran por sus propios pecados.
Solo a través del arrepentimiento el ser humano puede alcanzar el perdón de sus
pecados. Cuando una persona llora por su maldad como símbolo de arrepentimiento
recibe la consolación de Dios a través del perdón de toda su deuda.
“Los
sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y
humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
Salmo 51:17
“Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron,
dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que
tiembla a mi palabra”.
Isaías 66:2
Una
vez más las Sagradas Escrituras nos presentan el mismo concepto: El Dios
Omnipotente que creo todas las cosas mirará a los pobre (los que reconocen su necesidad
de Dios) y humildes (los que expresan su dolor y llanto por su pecado) y a los
que tiemblan a su palabra.
Bienaventurados los Mansos
“Bienaventurados
los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”.
Mateo 5:5
La palabra manso proviene del griego praus (πραΰς) la cual en
ocasiones se traduce como humilde en otras versiones de la Biblia. Realmente la
humildad no era una virtud sobresaliente para los griegos en los tiempos de
Jesús, más bien era una característica que expresaba cobardía e inferioridad
por lo que a nadie le gustaba de ser llamado humilde o manso. Sin embargo ahora
viene Jesús introduciéndola como una de las más grandes virtudes en la vida de
los seres humanos. En
este pasaje Jesús está citando el Salmo 37:11 que dice: “pero los mansos heredarán la tierra
y se recrearán con abundancia de paz”, (Salmo
37:11), y en el hebreo la palabra manso es anáv
(עָנָו), palabra que se usaba para referirse a los
afligidos y desposeídos cuya única esperanza estaba en Dios. En los tiempos de
Jesús eran muchos los desposeídos y afligidos que sufrían la opresión de los
romanos y otros malvados que se aprovechaban de la situación política del país
para sacar provecho. Sin embargo, Jesús les dice bienaventurados a éstos que la
sociedad puede llamar los desposeídos y desgraciados. Los que son considerados desposeídos
Jesús les dice: recibirán
la tierra por heredad. Una vez más Jesús contrasta la
realidad de los seres humano al decir que los únicos que tienen una verdadera
herencia son aquellos que a los ojos de la humanidad son pobres y desposeídos.
Los ricos y poderosos pueden llamarse dichosos porque creen que tiene su existencia
segura en este mundo al creerse dueños de todo lo que tienen, pero los
verdaderos dichosos son los manso que esperan en Dios su herencia. En el Nuevo Testamento hay dos
palabras que se usan para describir la virtud de la humildad y aparecen juntas
en un versículo donde Jesús nos invita a imitarlo.
En este texto aparecen dos palabras que describen la personalidad de Jesús y que aparentemente son sinónimos en nuestro idioma, mas no en el griego. La primera es praus (πραΰς), la cual ya hemos considerado anteriormente, sin embargo, hay un detalle importante en cuanto al uso que frecuentemente se le daba en el griego. Praus llego a ser una palabra que en ocasiones también se utilizaba para describir a un animal que había sido domesticado y entrenado para obedecer a sus amos sin el peligro de que respondiera con agresividad. En el cristiano esta cualidad de mansedumbre describe a una persona completamente sujeta a Dios, que ha crucificado todos sus bajos instintos, que no reniega, sino que está pronta a obedecer lo que su Señor le dice.
Por otra parte, la segunda palabra de
donde se traduce humilde es tapeinós (ταπεινός), la cual describe
a una persona que tiene un concepto equilibrado de sí misma. Una persona
humilde reconoce sus capacidades, cualidades así como sus limitaciones e
imperfecciones, jamás se considera estar por encima de los demás; pero tampoco
se llega a considerar inferior.
“Humildad
no es pensar menos de ti, sino menos en ti”.
Rick Warren
Estas virtudes son contrarias a
lo que el mundo suele practicar pero son de gran estima delante de Dios: “Jehová exalta a los
humildes, y humilla a los impíos hasta la tierra”, (Salmo 147:6). Ahora
Jesús, el gran Maestro estaba parado enfrente de una multitud de abatidos y
despreciada por la sociedad de su tiempo diciéndoles: Bienaventurados los mansos, porque ellos
recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
“Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.
Mateo 5:6
En esta
bienaventuranza el Señor Jesús se auxilia de dos necesidades físicas
fundamentales para la vida para enseñar una gran verdad espiritual, el hambre y
la sed. Posiblemente muchas personas de los países occidentales no conozcan lo
que es tener un hambre o sed que no se puedan saciar, pero para los habitantes
de Israel y tierras palestinas esto sería algo común, especialmente en los
tiempos en los cuales Jesús dirige estas palabras. En la época de Jesús,
especialmente en la región de Galilea donde Jesús enfoco mucho su atención, la
vida era bastante difícil. El salario de un jornalero por un día de trabajo era
de un denario, la moneda romana que equivalía al drama, la moneda griega, sin
embargo, muchas veces esto apenas alcanzaba para sobrevivir. De igual manera el
agua era un recurso bastante limitado por el hecho de estar rodeados por
tierras desérticas. Por tanto, tener hambre y sed era una cosa bastante común
entre los judíos de los tiempos de Jesús. En
el griego original las palabras que se traducen como hambre y sed son peináo(πεινάω) y dipsáo(διψάω) respectivamente los cuales representan dos
necesidades físicas comunes. No obstante, Jesús no se está refiriendo aquí a
una necesidad física sino a una espiritual. Los judíos vivían en una época de
dominio romano donde las injusticias ocurrían a cada momento. Ellos no eran una
nación independiente, sino estaban regidas por la soberanía romana, sus
autoridades no se interesaban por el bienestar de los más necesitados y sus
líderes religiosos formaban parte de esta corrupción. Era lógico pensar que
muchos de ellos estaban hambrientos y sedientos de justicia.
La verdadera justicia solo puede
encontrarse en Dios. Este atributo por medio del cual nos hace aceptos a Dios y
nos garantiza su favor debe ser una necesidad constante en la vida de aquellos
que le aman y se presentan ante Él con un corazón contrito y humillado. Las
primeras tres bienaventuranzas nos abren la puerta para experimentar las
siguientes, entre ellas el tener hambre y sed de la justicia Divina, tal y como
lo expresa el salmista: “Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo tiempo”, (Salmo 119:20). Solo un corazón quebrantado
es capaz de experimentar una necesidad grande por la justicia de su Señor, y
los que así lo hagan serán bienaventurados porque ellos serán saciados.
La palabra saciados viene del griego jortádso (χορτάζω) que da
la idea no solo de quitar una necesidad como el hambre y la sed, sino de
saciarlo hasta el máximo. Así hará Dios con sus escogidos que buscan llenar su
alma hambrienta y sedienta la cual nada de este mundo puede satisfacerla como
lo hacen las ricas y magnificas virtudes de la Santa Divinidad. Como lo dijo
San Agustín:
“Serán también saciados en la vida
presente de aquella comida de quien dice el Señor: "Mi comida es el hacer
la voluntad de mi Padre" (Juan 4:34), la cual es la justicia, y aquella
agua, de la que todo el que bebiere: "se hará en él una fuente de agua que
saltará hasta la vida eterna" (Juan 4:14)”
San
Agustín, de sermone Domini, 1,2
Bienaventurados los misericordiosos
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia”.
Mateo 5:7
Llegamos a una nueva
bienaventuranza que describe bien el carácter de aquellos que han sido
renovados al mostrar un espíritu contrito y humillado: la misericordia.
Increíblemente en esta bienaventuranza se cumple la ley de la siembra y la cosecha:
el que hace misericordia alcanza la misericordia de su Señor. La palabra
misericordia proviene del griego eleéo (ἐλεέω) que literalmente significa: la capacidad de
ponerse uno totalmente en el lugar de otro de manera que ve con sus ojos,
piensa con su mente y siente con sus sentimientos. Desde este punto de vista la
misericordia no es una simple compasión o sentir lastima por alguien, es como
dirían ponerse en la misma situación de la otra persona y percibir sus
problemas como si uno los estuviera pasando. En el Antiguo Testamento hay un versículo donde se
promete que Dios se mostrara misericordioso con los misericordiosos: “Con el misericordioso te mostrarás misericordioso…” (Salmo 18:25). En este caso la
palabra misericordia en el original hebreo es: kjasád (חָסַד), la cual tiene la
misma connotación que en el griego. Nuestro Señor Jesús es el mejor ejemplo de lo que
significa tener misericordia. Precisamente Él se humillo así mismo para
despojarse de su divinidad y tomar forma de hombre y ser expuesto a las mismas
debilidades y tentaciones que como mortales experimentamos.
La Biblia nos enseña
como Jesús se hizo Hombre:
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también
en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a
Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma
de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre,
se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
Filipenses
2:5-8
Por tanto que hoy puede
compadecerse de nosotros ya que el mismo se sometió a las mismas debilidades
que nos aquejan:
“Porque
no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,
sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.
Hebreos 4:14
El aspecto de la misericordia
está presente en el pensamiento central de toda la Biblia y en el Nuevo
Testamento se le hace un gran énfasis para que aquellos que han sido
regenerados por la misericordia de Dios reflejan la misma misericordia con
aquellos que atraviesan por grandes necesidades: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere
misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”, (Santiago 2:13). Por tanto, así como Dios
nos ha mostrado su gran misericordia al enviar a su propio Hijo, el cual tomo
forma de Hombre para someterse voluntariamente a todas las debilidades y
tentaciones que como seres humanos nos asaltan, así nosotros debemos
identificarnos con las debilidades y problemas de otros como si fuéramos
nosotros mismos los que la atraviesan. Por tal motivo William Barclay la llama “la bienaventuranza de la perfecta
simpatía”. Vivimos en un mundo de violencia
donde las personas solo se interesan por ellas misma, un mundo insensible al
dolor de los demás, sin embargo, se espera que aquellos que hemos sido
rescatados de la penumbra de nuestro pecados, no porque lo mereciéramos, sino
por la misericordia de Dios, exprese la misma misericordia que nos salvó a un
mundo moribundo, sabiendo que sus misericordias jamás terminaran en nuestra
vida. Por eso Jesús dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia”.
Bienaventurados los limpios de Corazón
Bienaventurados
los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Mateo 5:8
Una vez nuestro
Señor Jesús habla acerca de otra gran bienaventuranza relacionada con los
ciudadanos del reino de los cielos, la cual solo puede ser reproducida en el
carácter de una persona que se ha humillado y llorado sus pecados. La bienaventuranza
está dirigida a los de limpio corazón, y en este texto la palabra limpio viene
del griego kazarós (καθαρός) el cual posee un significado un poco más
profundo que el de limpio. En primer lugar, kazarós
(καθαρός), hace referente a una perfecta limpieza, pero
también nos habla de pureza, sin mezclas o adulteraciones. En este sentido, son
bienaventurados aquellos que verdaderamente poseen un corazón integro, sin
adulteraciones o mezclas de este mundo, éstos serán los que verán a Dios. En esta bienaventuranza encontramos el
anhelo de ver a Dios. Antiguamente las Escrituras habían declarado la
imposibilidad del hombre de ver a Dios: “Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá
hombre, y vivirá”, (Éxodo
33:20), sin embargo, encontramos hombres en el Antiguo Testamento que ganaron
el favor de Dios y llegaron a tener una relación muy cercana a Él (Moisés, Noé,
Enoc, Job, José, etc.). Así encontramos en las Escrituras antiguas
testamentarias el gran anhelo de los hombres piadosos por contemplar la gloria
de Dios personalmente: “Una
cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová
todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para
inquirir en su templo”,
(Salmo 27:4). Ahora bien, el
Texto Sagrado declara en el Antiguo Testamento la condición para poder gozar de
este gran privilegio: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar
santo? El limpio de manos y puro de
corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño”, (Salmo 24:3-4). Por ende, la pureza del
corazón es un requisito indispensable para poder ver a Dios, así lo declara
también el Nuevo Testamento.
“Acerquémonos
con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de
mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.
Hebreos 10:22
Por ello es necesario que el
corazón, el cual es el centro de todas las intenciones, se encuentre limpio de
todo pecado para poder gozar de una buena comunión con Dios en esta vida, por
ello el apóstol Juan nos exhorta a vivir piadosamente y sin practicar el pecado
ya que eso nos aleja de Dios sabiendo que su sangre nos limpia de toda maldad.
“Si
decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado”.
1 Juan 1:6-7
San
Jerónimo dijo: “Por ser Dios limpio solo puede conocerse por los que son limpios
de corazón. No puede ser templo de Dios el que no está completamente limpio, y
esto es lo que se expresa cuando dice: Porque ellos verán a Dios”, recordándonos aquel pasaje que dice: “Seguid la
paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”, (Hebreos 12:14). Finalmente las Escrituras nos prometen a todos los cristianos
que un día veremos cara a cara a Dios en la persona de nuestro Señor Jesucristo
el cual ha redimido nuestras almas del pecado.
“Amados,
ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es”.
1 Juan 3:2
Bienaventurados los pacificadores
“Bienaventurados
los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Mateo 5:9
Llegamos a la
séptima bienaventuranza: la de los pacificadores. En el griego eirenopoiós (εἰρηνοποιός)
es la palabra que se traduce como pacificadores en la Reina Valera versión 60.
Comúnmente se piensa que un pacificador es una persona que no se mete en
problemas, que ama la soledad y no busca problemas; pero esta palabra griega
expresa un significado más profundo. La idea principal de esta palabra es
describir a una persona que no solo ama la paz, sino que está dispuesta a
trabajar y sacrificarse con tal de que sus semejantes la alcancen. Los
verdaderos pacificadores son aquellos que luchan por llevar la paz entre sus
semejantes, aunque esto paradójicamente provoque en ocasiones la oposición de
otros segmentos sociales que afecte sus intereses personales. Esto lo podemos
ver bien en la vida de nuestro Señor Jesús el cual traía la verdadera paz a
este mundo cargado y atribulado, sin embargo, esto le provoco problemas con las
tradiciones religiosas de su tiempo las cuales solo se enfocaban en lo externo
y cargaban más a las atribuladas almas. Por ello hubo un constante conflicto
entre Jesús y las facciones religiosas. Alguien dijo en cierta ocasión que no
hay que sacrificar la verdad por la tranquilidad, esto significa que en ocasiones
el hacer lo correcto traerá conflictos con aquellos que viven en las tinieblas
pero al mismo tiempo llevará la perfecta paz a aquellos que estén atribulados y
dispuestos a descansar en sus promesas. En el hebreo la
palabra paz es shalóm (שָׁלוֹם)
y su significado no solo implica que la persona tenga ausencia de problemas,
sino que goce de salud y de todas las bendiciones materiales y espirituales que
Dios le pueda otorgar. Ese es el verdadero anhelo de Dios para con nuestra
vida. Por eso Juan le decía a Gallo en su tercera epístola: “Amado, yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”, (3 Juan 2). Dios quiere que gocemos de la
verdadera paz, pero al mismo tiempo somos responsables de trabajar para que
otros puedan gozar de ella. En la Escritura vemos el ejemplo de Bernabé, el
cual estuvo dispuesto a vender sus propiedades para bendecir la vida de los
cristianos más necesitados:
“Entonces
José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es,
Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el
precio y lo puso a los pies de los apóstoles”.
Hechos 4:36-37
Para ser promotores de esta
gloriosa paz debemos ser proclamadores de la verdad del Evangelio de Jesucristo
el cual murió para reconciliar al mundo con su Padre y esto es un privilegio
exclusivo de aquellos ciudadanos del reino que son llamado hijos de Dios, no
por el hecho de que se ganaron el privilegio, sino por la infinita misericordia
que nos hace aceptos y herederos de su reino.
“Se
llaman pacíficos los que no pelean ni se aborrecen mutuamente, sino que se
reconcilian con los adversarios, éstos se llaman con propiedad hijos de Dios.
Esta es la misión del Unigénito: reunir las cosas separadas y establecer la paz
entre los que pelean contra sí mismos”.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15:4
Bienaventurados los que padecen por causa de la justicia
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa
de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os
vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.
Mateo
5:10-12
Pronto llegamos a la
última bienaventuranza: la de los que padecen persecución por causa de la
justicia. Definitivamente cada una de las bienaventuranzas describen las
características de los ciudadanos del reino de Dios: humildad, corazón
quebrantado, amantes de la justicia, misericordiosos, corazón limpio y
trabajadores de la paz. Cualquiera pensaría que estas clases de personas serian
apreciadas en cualquier sociedad ya que harían de este mundo un mejor lugar para
vivir; pero paradójicamente nunca ha sido así. Desde que el pecado se introdujo
al mundo han sido los justos los que han padecido. Desde Abel, el primer justo
en morir por su testimonio, el mundo ha perseguido a todos aquellos que viven
en justicia. Esto es así porque este mundo influenciado por Satanás y dañado
por el pecado está en oposición con los principios del evangelio. Lo podemos
ver en el Antiguo Testamento con los profetas, los cuales sufrieron el rechazo
en el tiempo de los reyes de Israel y Judá ya que sus exhortaciones
contradecían y condenaban su vida de pecado. Lo vemos en los evangelios, los
cuales describen como los líderes judíos condenaron a muerte a Jesús ya que sus
enseñanzas señalaban su pecado y en general así pasará con todos aquellos que
decidan vivir en la luz ya que este mundo es tinieblas. Jesús lo dijo de esta
manera: “Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia…” Ser testigo de Cristo nunca ha
sido una tarea fácil, de hecho la palabra testigo proviene del griego mártus (μάρτυς) de donde se deriva la
palabra española “mártir”. Por tanto
es de esperarse que todo aquel que se esfuerce por vivir de acuerdo a los
principio del evangelio sufra oposición por el falso sistema moral y filosófico
de este mundo. Este
mundo está en contra de los principios del evangelio, lo vemos así en el libro
de los Hechos de los Apóstoles los cuales recibieron la persecución de los
judíos ortodoxos, la historia eclesiásticas nos narra la persecución que los
cristianos sufrieron por el imperio romano hasta el siglo III en manos de Nerón
y los diez sádicos emperadores que le sucedieron. Las persecuciones durante la
santa inquisición tampoco son la excepción, donde millones de cristianos murieron
por causa de su fe debido a la persecución de los papas de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Las historias de misiones evangelistas
están llenas de oposiciones, martirios y persecución, ya que el reino de las
tinieblas se opondrá al avance de la luz, de allí que las escrituras testifique:
“Desde
los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre
violencia, y los violentos lo arrebatan”, (Mateo 11:12). Conociendo esto Jesús no les oculta nada a sus discípulos
ni los engaña diciéndoles que todo iba a ser fácil en la vida cristiana, al
contrario en muchos ocasiones les hablo acerca de los sufrimientos que les
esperaba a todos aquellos que quisieran seguir sus pisadas. Sin embargo, es
cierto que este padecimiento por causa de la justicia no es en vano. Nuestra
recompensa es el reino de los cielos; porque de ellos es el reino de los cielos. El apóstol Pablo estaba consciente de esto y les ensañaba
a los cristianos de Filipo que su mayor anhelo era ser semejante a Cristo en
padecimientos y muerte ya que nada se comparaba a las recompensas espirituales
que alcanzaría.
“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas
como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por
amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y
ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la
que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de
conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.
Filipenses 3:8-10
Como las demás
bienaventuranzas, ésta también incluye una promesa: porque de ellos es el reino de los cielos. Al igual que la primera, la
última bienaventuranza cambia de hablar en tercera persona “ellos”, a la segunda persona “vosotros”.
Cambia de hablar en futuro al presente. El reino de los cielos les
pertenece a aquellos que han decido seguir las pisadas de Jesús, los cuales
luchan por reflejar el carácter piadoso que las bienaventuranzas enseñan aun
cuando esto representen oposición y tribulación en su vida. Una vida así es la
que provoca el fruto del carácter que Dios anda buscando en sus hijos. Rick Warren lo ha dicho así: “Dios está más
interesado en el desarrollo de tu carácter que en tu comodidad”.
me parece muy acertado sus estudios DIOS los siga bendiciendo y derramando sabiduria sobre sus vidas.
ResponderBorrarAunque creas en la trinidad tus estudios, son muy buenos. Dios te bendiga y te de más sabiduría.
ResponderBorrarExcelente. Presenta una posicion teologica cienpociento biblica,un mensaje con vida y esperanza. Animo
ResponderBorrarExcelente. Cómo debe vivir un verdadero hijo del Reino
ResponderBorrarTus estudios han sido de mucha bendición.
ResponderBorrarDios gracias por tu siervo excelente enseñanzas
ResponderBorrarHola
BorrarHa sido una bendición en mi vida este estudio
ResponderBorrar