“Digo,
pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero
si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse
quemando. Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el
Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar,
o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. Y a los
demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y
ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que
no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el
marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido;
pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son
santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la
hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.
Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes
tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?
1 Corintios 7:8-16
INTRODUCCIÓN
En
esta sección Pablo dirige su consejo a tres grupos diferentes: Los solteros y las viudas, los que están casados y los
que están casados con incrédulos. Posiblemente sus instrucciones son
consecuencia de las preguntas que le habían hecho en una carta anterior. En
esta parte Pablo hace uso de los dichos de Jesús como de su calidad de apóstol para
darle mayor autoridad a sus palabras. En tal caso su énfasis estará en mantener
el vínculo del matrimonio unido repudiando el divorcio.
La Unión que no debe Romperse |
LA OPINIÓN PERSONAL DE PABLO
“Digo,
pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero
si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse
quemando”.
1
Corintios 7:8-9
En cuanto al primer grupo, los solteros y viudos, Pablo les dice desde su
punto de vista y no como mandamiento del Señor, que no se casen, pero si no
tienen el don para soportar las tentaciones sexuales que mejor lo hagan. El
punto principal de Pablo no es decir que el ser soltero o casado es mejor, sino
aquel estado al cual Dios los ha llamado de acuerdo a sus dones. Obviamente,
nuestro ministerio es exitoso en la medida que nos desempeñemos en ellos de
acuerdo a nuestros dones. Alguien que no tenga una buena voz y aptitudes para
la música debería olvidarse de desarrollarse en el canto, de lo contrario sus
resultados serán terribles ya que su ministerio no está de acuerdo a sus dones.
De igual manera para Pablo era posible permanecer sin casarse ya que tenía el
don de continencia y podía resistir mejor las tentaciones de origen sexual;
pero para aquellos que no lo tienen sería imposible y terminarían
contaminándose de pasiones ilícitas. Al final les dice que cada quien viva
según el don que Dios les ha dado, para Pablo era mejor no casarse; pero eso
era bueno para él, que cada quien considere su propia situación.
QUE EL VINCULO NO SE ROMPA
“Pero a
los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer
no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con
su marido; y que el marido no abandone a su mujer”.
1 Corintios 7:10-11
En estos versículos el apóstol Pablo recalca una verdad bíblica: El vínculo
del matrimonio no debe romperse. En este caso el apóstol nos deja claro que el
mandamiento no viene de él, sino de las enseñanzas del Señor y por ello les
dice a los casados que no se separen. Fue nuestro Señor Jesús que enseño el
hecho de que el vínculo del matrimonio tiene que ser para siempre: “Por tanto, lo que
Dios juntó, no lo separe el hombre”. (Marcos 10:9). Y por ello
advirtió que todo aquel que repudia a su mujer para casarse con otra comete el
pecado de adulterio y cualquiera que se case con la repudiada también adultera:
“Todo el que
repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la
repudiada del marido, adultera”. (Lucas 16:18). En los tiempos de
Jesús el divorcio era muy común y el problema es que los judíos habían mal
interpretado el pasaje de Deuteronomio: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le
agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de
divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa”, (Deuteronomio
24:1). Con este mandamiento Moisés quería regular una práctica que ya existía
en su tiempo, los divorcios por cualquier motivo, y con eso proteger el matrimonio
más que antes. Sin embargo, con el tiempo los rabinos trataron de interpretar bajo
qué condiciones se podía dar carta de divorcio a una mujer por encontrar algo “indecente” en ella, y así surgieron las
siguientes escuelas de interpretación en base a los que ellos interpretaban por
“indecente”:
1. Aklba: Decía que bastaba
que el esposo viera a una mujer más hermosa para que tuviera razones para
divorciarse. Este rabino vivió antes de Cristo.
2. Hillel: Llamado el
viejo o sabio, vivió del 70 a.C-10 d.C. Fundo una escuela liberal de
interpretación de las Escrituras y enseñaba que cualquier cosa que el marido
descubriera en su mujer que no le pareciera como por ejemplo no poder cocinar,
volverse demasiado vieja o considerarla incapaz para los quehaceres del hogar
podía ser una causa de divorcio.
3. Shamai: Vivió del
50 a.C. al 30 d.C. y estuvo involucrado en la edición de la Mishná. Contrario
al pensamiento de Hillel, éste se apegó a las enseñanzas de Jesús referentes al
divorcio y afirmaba que se podía divorciar únicamente por causa de adulterio.
3.
Ahora bien, este mismo punto en cuanto al divorcio fue
considerado por Jesucristo:
“Entonces
vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre
repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis
leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por
esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una
sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que
Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés
dar carta de divorcio, y repudiarla? El les dijo: Por la dureza de vuestro
corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue
así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de
fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada,
adultera. Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su
mujer, no conviene casarse. Entonces él
les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es
dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos
que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se
hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir
esto, que lo reciba”.
Mateo
19:3-12
Estas palabras de
Jesús concuerdan con los consejos que Pablo les da a los corintios, el soltero
quédese así si tiene el don de continencia, sino que se case para evitar la
fornicación y los casados que no se separen. Sin embargo, si se separan, el
apóstol les recomienda no volver a casarse sino quedarse solos: y si se separa,
quédese sin casar, o reconcíliese con su marido. Únicamente en
Mateo, que es posterior a 1 Corintios, se establece una cláusula que permite el
divorcio, la fornicación: Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por
causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la
repudiada, adultera. Este versículo exclusivo de Mateo crea una
fuerte diferencia de opinión donde muchos han llegado a permitir un nuevo
matrimonio autorizando el divorcio solo en casos de fornicación, sin embargo,
no podemos olvidar que el Antiguo Testamento y pasajes del Nuevo Testamento
como este están en contra del divorcio. Lo cierto es que el deseo de Dios es
que el vínculo del matrimonio sea para siempre.
EL CREYENTE SANTIFICA SU MATRIMONIO
“Y a los
demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y
ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que
no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el
marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido;
pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son
santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la
hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.
Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes
tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?”.
1
Corintios 7:12-16
En tercer lugar Pablo les habla a los que están casados
con incrédulos, siendo la fuente de su autoridad su calidad como apóstol y no
los dichos de Jesús: Y a los demás yo digo, no el Señor. El apóstol
aquí no está exhortando a casarse con un incrédulo, ya que lo condena más
adelante: “No os
unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la
justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”, (2
Corintios 6:14). Lo que el apóstol dice aquí es que si al convertirse alguien a
Cristo ya estaba casado y su cónyuge es incrédulo, que no lo abandone, siempre
y cuando éste consienta en vivir con él; y a través de su testimonio éste será
ganado para Cristo. En Corinto muchos enseñaban que si alguien ya casado se
convertía a Cristo, éste debía abandonar a su cónyuge incrédulo; posiblemente
por la influencia judía que se basaba en
lo que había pasado en tiempos de Esdras y Nehemías donde los obligaron
a dejar a sus cónyuges e hijos gentiles debido a la violación de la ley de no
casarse con paganos (Esdras 9-10; Nehemías 13). Sin embargo, ahora ya no
estamos en la dispensación de la ley, sino en la de la gracia, y por eso Pablo les
dice lo contrario. Algunas versiones de la Biblia traducen la palabra abandone
como divorciarse; sin embargo, consideramos que es una mala traducción ya que Dios
no consiente el divorcio (a no ser por causa de fornicación como lo declara
Jesús en Mateo 5:31-32; 19:9). No olvidemos que la causa de la separación seria
provocada por problemas de la nueva fe del creyente que el incrédulo no
toleraría, en tales casos sería imposible que Pablo recomendase el divorcio.
Además si Pablo estuviese recomendando el divorcio, hubiese utilizado la
palabra griega apostásion (ἀποστάσιον), que Jesús uso para referirse al divorcio o en su defecto,
apolúo (ἀπολύω) que era el equivalente en griego para referirse al
repudio que una mujer sufría por parte de su esposo cuando le daba carta de
divorcio. En tal caso, la palabra griega que se usa aquí es afíemi (ἀφίημι), y se usa en el sentido de alejarse o despedirse de
alguien y no en el sentido de divorciarse.
Después de recomendarle al cónyuge cristiano que no
abandone a su pareja, Pablo expone las razones: Porque el marido incrédulo es santificado en la
mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos
serían inmundos, mientras que ahora son santos. Para comprender un
poco mejor estas palabras, es importante el significado de santificado y santo. En
primer lugar la palabra santificado viene del griego jagiádso (ἁγιάζω), la cual a su vez
proviene de la raíz jágios (ἅγιος) la cual se traduce como santo. Esta palabra literalmente
significa “separados”, o “apartado para” o “sacado de en medio de”. Por tanto, tal y como en el Antiguo
Testamento santo es una persona que ha sido separado para Dios, alguien que ha
sido sacado del mundo y apartado para el Señor. Pablo no está hablando aquí de
salvación, no dice que en el cónyuge incrédulo es salvo debido a que su pareja
es cristiana ya que la salvación es personal como lo dijo Jesús: “El que creyere y
fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”,
(Marcos 16:16). A lo que se refiere es que ahora su matrimonio (su cónyuge e
hijos) son santos, es decir, ha sido dedicado a Dios, tal y como en el Antiguo
Testamento se dedicaban los utensilios del Templo, el Templo mismo y algunos
días festivos a Dios designándolos como santos. En este sentido, a partir de la
conversión de uno de los dos, su matrimonio es considerado importante por Dios
y el cónyuge incrédulo y sus hijos quedan expuestos a su gracia debido al
testimonio del creyente: Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu
marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?
Juan Calvino dijo al respecto de esto: “porque la piedad de uno hace más por ‘santificar’ el
matrimonio que lo que la impiedad del otro hace por mancillarlo”. Esto
constituye una gran promesa para el creyente ya que su testimonio, la
exposición de la palabra y sus oraciones pueden traer a los pies de Cristo a su
familia. Hay muchos que ven aquí una promesa de salvación cuando por algún
motivo un niño hijo de creyente muere antes de tener la edad de plena
conciencia de su pecado.
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