“Palabra fiel: Si alguno
anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso,
hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de
ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus
hijos en sujeción con toda honestidad
(pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la
iglesia de Dios?); no un neófito, no sea
que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen
testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del
diablo”.
1Timoteo
3:1-7 (RV60)
INTRODUCCIÓN
Si
existe algo que sea determinante en el éxito de la carrera de un líder, eso
sería el carácter del mismo. Las cualidades personales del líder son
importantes ya que estas contribuyen a su buena relación con los demás, pueden
inspirar, comprometer y conducir a sus seguidores al éxito, o todo lo
contrario. John Maxwell lo dice de esta forma: “¿Qué es lo que hace que una persona quiera
seguir a un líder? ¿Por qué la gente obedece a regañadientes a uno mientras que
a otro lo sigue apasionadamente hasta el fin de la tierra? ¿Qué es lo que
diferencia a los líderes teóricos de los líderes que dirigen con efectividad en
un mundo real? La respuesta está en las cualidades del carácter de la persona”[1].
Por tanto, los líderes deben interesarse en desarrollar las mejores cualidades
que les ayuden a influir de manera eficaz en la gente así como deben estar
dispuestos a abandonar aquellas que lo entorpezcan. Nadie debe pensar que no
necesita cambiar nada más sin antes evaluarse porque de ello depende todo su
éxito. Stephen Covey lo dice así: “La ética del carácter enseñaba que existen principios
básicos para vivir con efectividad, y que las personas sólo pueden experimentar
un verdadero éxito y una felicidad duradera cuando aprenden esos principios y
los integran en su carácter básico”[2].
Ahora bien, para el líder cristiano las características de su carácter deben
estar en armonía con los principios bíblicos, y en la Biblia podemos
encontrarlo de manera muy detallada en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-9, donde el apóstol Pablo nos
enumera al menos 19 de ellas. Pretender ser un líder cristiano y carecer de
ellas no solo es una ofensa para nuestro Dios, sino nos volverá ineficaces en
nuestra labor. Veamos cada una de ellas.
Las 19 Características Bíblicas de un Líder |
Generalmente
cuando se piensa en el liderazgo de la iglesia se viene a la mente el
ministerio de pastor, por ser el más común, pero no debemos olvidar que en una
iglesia pueden existir otros cargos de liderazgo que apoyan al pastor general
en sus tareas principales: pastorear, administrar y generar nuevos líderes, y
por tanto, las cualidades descritas tanto en 1 Timoteo 3 y Tito 1 pueden
aplicarse a estos puestos de liderazgo. Si observamos la lista de cualidades de
Tito 1 podemos encontrar muchas similitudes con 1 Timoteo a excepción de pocos
casos.
“Por
esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y
establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere
irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén
acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea
irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al
vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador,
amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido
enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los
que contradicen”.
Tito
1:5-9 (RV60)
En tanto en 1 Timoteo 3 como en
Tito aparece una palabra para dirigirse al liderazgo cristiano y es obispo, y
en Tito se usa otra de manera indistinta que es anciano. La palabra obispo proviene del griego episcopé (ἐπισκοπή)
que literalmente se traduce como superintendente o supervisor. El uso de esta
palabra era ya común en el mundo secular y se le daba a aquellas personas
encargadas de realizar tareas de supervisión y liderazgo, y fue adoptada por la
iglesia cristiana. El otro termino con el que se referían a este noble oficio
era el de anciano el cual proviene del griego presbúteros (πρεσβύτερος). En la mayoría de las civilizaciones antiguas
se ha creído que las personas más capaces de gobernar son las ancianas y en
este sentido generalmente las personas que ocupaban este puesto de liderazgo
dentro de la iglesia eran personas mayores con algunas pocas excepciones: “Ninguno tenga en
poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor,
espíritu, fe y pureza”, (1 Timoteo 4:12, RV60). En el libro de
Hechos se utiliza indistintamente ambos términos llamándolos primeramente
ancianos: “Enviando,
pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia”,
(Hechos 20:17, RV60), para luego llamar al mismo grupo obispos: “Por tanto, mirad
por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre”, (Hecho 20:27, RV60). Posiblemente el termino obispo hacia
referente a la función en sí que realizaba, mientras que el de anciano hacía
referencia a su estatus de dignidad y liderazgo. Sus cualidades de maestro,
pastor y administrador se detallan en 1 Timoteo 3:2-7 y Tito 1:5-9. En las
Escrituras encontramos como las iglesias eran supervisadas por un grupo de
obispos o ancianos. Por ejemplo, después de haber hecho muchos discípulos en Iconio,
Listra y Antioquia, Pablo y Bernabé instituyeron ancianos para su cuidado: “Y constituyeron
ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al
Señor en quien habían creído”, (Hechos 14:23, RV60). Cuando Pablo y
Bernabé tuvieron una discusión con algunos discípulos de Judea en cuanto a la
salvación por gracia y no por las obras de la ley, los apóstoles y ancianos
decidieron llamarlos a Jerusalén para resolver esta contienda: “Como Pablo y
Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que
subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles
y a los ancianos, para tratar esta cuestión”, (Hechos 15:2, RV60).
Cuando la iglesia de Jerusalén se enteró que Pablo se encontraba entre ellos,
sus dirigentes, Jacobo (el hermano de Jesús) y los ancianos lo mandaron a
llamar: “Y al día
siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos
los ancianos”, (Hechos 21:18). En la iglesia de Filipos el liderazgo
estaba a cargo de los obispos: “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos
en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos”,
(Filipenses 1:1, RV60). Aparte del testimonio de las Escrituras, fuentes extra
bíblicas confirman mucho acerca de este hecho. Por ejemplo, las cartas de
Ignacio de Antioquia a inicios del siglo II después de Cristo y en las de
Hipólito a finales del mismo siglo recalcan el gobierno episcopal (ancianos u
obispos) de la iglesia. El mismo Jerónimo hablo del liderazgo de la iglesia a
través de estos como una costumbre entre ellos.
Por
tanto, podemos estar seguros que esta lista de características puede ser
aplicable no solo a los pastores, sino a todos los puestos de liderazgo dentro
de la iglesia que tengan a su cargo la supervisión de un área específica.
Comencemos a estudia estas características indispensables para el liderazgo
cristiano.
IRREPRENSIBLE: SIN BUEN TESTIMONIO NO HAY LIDERAZGO CRISTIANO
“Pero
es necesario que el obispo sea irreprensible…”
1
Timoteo 3:2(RV60)
La
primera característica que Pablo enumera es ser irreprensible. La palabra
irreprensible se traduce la palabra griega anepileptos (ἀνεπίληπτος) que
literalmente significa sin acusación alguna como resultado de una
investigación pública. Esto significa que el líder cristiano debe ser
una persona que goce de una buena reputación. Hoy en día vivimos en un mundo de
doble moral, donde la integridad se ha abandonado pero para el cristiano el
testimonio o la buena reputación son indispensables para tener un liderazgo
efectivo, de hecho es tan importante que figuran entre las cualidades que la
iglesia primitiva buscaba para los diferentes ministerios que tenían. Lo vemos
en los requisitos para el obispo en 1 Timoteo 3:2, y lo vuelve a presentar en
Tito: “Porque es necesario que el obispo sea irreprensible…”, (Tito
1:7; RV60), lo vemos entre los requisitos para elegir a los diáconos: “Y éstos también
sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son
irreprensibles”, (1 Timoteo 3:10). Aun cuando escogieron a los
primeros siete diáconos este requisito no quedo fuera: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a
siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a
quienes encarguemos de este trabajo”, (Hechos 6:3). John Maxwell nos
dice que la integridad en el liderazgo es indispensable para las personas que
quieran ser influyentes en una organización: “Es posible que hoy la integridad haga
tanta falta como nunca antes. Y es absolutamente esencial para cualquiera que
desee convertirse en una persona influyente”[3].
Por tanto, el buen testimonio tiene que ser una característica indispensable en
el líder cristiano. El buen testimonio no es algo que se crea de la noche a la
mañana, de hecho lleva tiempo y trabajo el hacerlo, comienza desde el momento
que aceptamos sujetarnos a la soberanía de Cristo, cuando renunciamos a
nosotros mismos y tomamos nuestra propia cruz, cuando iniciamos un proceso que día
a día prueba nuestra fidelidad a Dios, cuando soportamos la tentaciones y somos
responsables en su obra, cuando aprendemos el significado de servir a los demás
y nos dejamos guiar por el Espíritu Santo moldeando nuestro carácter a su
voluntad. Por ello, edificar un buen testimonio lleva tiempo, pero basta un
momento de locura para perderlo.
La cualidad del buen testimonio
es el resultado de cultivar las otras que aparecen en 1 Timoteo 3 y Tito 1, y
al respecto Gene A. Getz dice: “Pablo pone esta característica en primer lugar en las
dos cartas (1 Timoteo 3:2 y Tito 1:6-7) que escribió a Timoteo y a Tito y tenía
buenas razones para hacerlo, porque esta característica abarca las otras. Es un
atributo exclusivo y resultado de vivir las otras características que el
apóstol menciona en sus dos listas”[4].
Esto quiere decir que el buen testimonio es el resultado de cultivar día tras
día las características de no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso
de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo,
santo, dueño de sí mismo, retenedor de
la palabra fiel tal como ha sido enseñada. Es
grupo de cualidades como otras virtudes convierten al líder cristiano
irreprensible y a su vez lo vuelven en un mayordomo completamente fiel la cual
es la plataforma para ganar el respaldo de Dios: “La base del ministerio es la fidelidad, y
no los talentos ni la habilidad que usted tenga ante Dios. El carácter es mucho
más importante que la capacidad. Esta, así como las habilidades, puede
enseñarse, pero el carácter demostrado por la fidelidad es evidencia del fruto
de Dios en la vida del creyente”[5].
Resumiendo podemos decir que el buen testimonio es el reflejo de todas las
buenas características bíblicas del carácter cristiano que prueban nuestra
fidelidad a Dios y es la base para recibir la autoridad y respaldo del Espíritu
Santo para realizar nuestro ministerio. Todo lo contrario sucede cuando en un
líder cristiano no existe el buen testimonio. Un mal testimonio refleja delante
de la congregación un desprestigio de la imagen del líder, su relación con Dios
se rompe por su falta de integridad, esto produce una falta de autoridad y
efectividad en su ministerio, y en consecuencia el diablo toma ventaja de todo
esto. Por esta razón, cuando Pablo habla de la armadura del cristiano con la
cual podemos enfrentar a Satanás y sus demonios nos presenta el cinturón de la
verdad, que es la integridad, ya que una vida santa e irreprensible goza del
respaldo absoluto del Espíritu Santo y es un arma poderosa y efectiva en contra
del reino de las tinieblas: “Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad…”,
(Efesios 6:14, NVI).
MARIDO DE UNA SOLA MUJER: EL LIDERAZGO CRISTIANO DEMANDA PUREZA SEXUAL
“Pero
es necesario que el obispo sea… marido
de una sola mujer…”
1
Timoteo 3:2 (RV60)
La
segunda característica indispensable en el liderazgo cristiano es que el líder
sea marido de una sola mujer. Literalmente en el original griego el texto se
lee: áner mía
guné (ἀνήρ μία γυνή),
la cual efectivamente la mayoría de versiones bíblicas traducen como “esposo de una sola
mujer”, (1 Timoteo 3:2, NVI) o “marido de una sola mujer”, (1 Timoteo 3:2, RV60).
Esta declaración se puede evaluar desde tres puntos de vistas diferentes. La
primera es referente a la importancia de que el líder cristiano sea de
preferencia casado. Al respecto William Barclay dice: “Algunos
interpretan que esto quiere decir que el dirigente cristiano debe ser casado, y
es posible que ése sea un sentido legítimo. Es indudablemente cierto que un
hombre casado puede recibir confidencias y aportar ayudas de una manera que un
soltero no puede, y que puede aportar una comprensión y simpatía especiales a
muchas situaciones”[6].
Si bien es cierto que un hombre casado sugiere alguien con mayor experiencia en
las cuestiones de la familia y matrimonio, también es cierto que no es una
regla absoluta ya que aunque muy pocos, un soltero también puede desempeñar
cargo de liderazgo, y a veces mucho más efectivas que un casado. Un ejemplo de
esto es el apóstol Pablo del cual no existe evidencia contundente que nos
revele que estuvo casado. Una segunda opinión, aunque menos aceptada, nos
sugiere que lo que Pablo quería decir era que el líder cristiano tenía que ser
casado una sola vez. Esto significa que un hombre divorciado y casado por segunda
vez no podría desempeñar la posición de líder principal en una iglesia,
específicamente el de pastor. Esta interpretación se desprende de otra
traducción que se le da a la palabra griega mía
(μία),
la cual no solo se puede traducir como “una”, sino también, “primera”, por lo que el texto podría
leerse: esposo de su primera mujer, y
en este sentido, algunas versiones como la Jerusalén traducen el griego áner mía guné (ἀνήρ
μία γυνή) como “casado una sola vez…”, (1 Timoteo
2:2, JER3). Basado en este punto de vista algunos comentaristas bíblicos
opinan: “Esta
expresión se interpreta como un exclusión general del oficio a todos aquellos
que son sexualmente inmorales o polígamos, o como refiriéndose específicamente
a aquellos que se han vuelto a casar después de un divorcio”[7].
Debido a esta interpretación algunas congregaciones no permiten que alguien
divorciado y vuelto a casar pastoree en sus iglesias. No obstantes, una gran
parte de los comentaristas apoyan la tercera perspectiva de interpretación que
afirma que el líder cristiano debe poseer pureza sexual. El comentarista
bíblico William Barclay dice al respecto: “Unos pocos interpretan que quiere decir que el dirigente
cristiano no puede casarse por segunda vez, ni siquiera después de la muerte de
su primera esposa. Citan en apoyo de esta idea la enseñanza de Pablo en 1
Corintios 7. Pero, por su contexto aquí, podemos estar seguros de que la frase
quiere decir que el dirigente cristiano debe ser un marido fiel, que mantenga
el matrimonio en toda su pureza”[8].
En el mundo antiguo existía una
costumbre que avalaba la poligamia, es decir, que un hombre pudiera tener más
de una mujer. Esta costumbre incluso fue practicada por muchos hombres de Dios,
como Abraham, Jacob, David y Salomón, pero por lo que se logra ver en las
historias de estos hombres, nunca fue la voluntad de Dios. Hoy en día vivimos
en un mundo donde los pecados sexuales han corrompido a nuestros líderes.
Presidentes de grandes naciones, oficiales de alto rango, líderes de empresas e
incluso pastores y evangelistas se han visto involucrados en grandes escándalos
sexuales. Los pecados sexuales figuran en las primeras causas por la cuales un
ministro del evangelio cae: “Hay tres tipos de pecados que pueden producirla caída de
cualquier líder. La inmoralidad sexual, el amor al dinero y el amor a la
prominencia (soberbia). De cualquier manera que las llamemos, ya sea faldas,
fama y fortuna; lujuria, riquezas y gloria; sexo, dinero y orgullo; significan
lo mismo”.[9]
Los pecados sexuales tales
como el adulterio, la fornicación, lascivia, la pornografía, entre otros figuran entre las
primeras los pecados sexuales por los cuales los lideres caen, estos los
ensucian sus vidas, les restan autoridad hasta que finalmente los precipitan a
su caída, por lo que la pureza sexual es
una característica indispensable en el liderazgo cristiano. Esta cualidad es
sumamente importante en la vida del líder, especialmente porque la naturaleza
sexual del hombre y el ambiente sexualmente degenerado que lo rodea es altamente
peligrosa para su integridad. “Casi todos los hombres, casados o solteros, son tentados
sexualmente. Nadie puede evitar por completo ver los mensajes eróticos que
aparecen en las portadas de revistas, anuncios de películas y comerciales de
televisión. Añada a esto la multitud de mujeres vestidas provocativamente que
deambulan por las calles, así como aquellas que quieren exhibirse y que abundan
en nuestra cultura y verá que no es difícil entender por qué muchos hombres son
tentados todos os días de su vida. Pero ser tentado no es pecar”[10].
Para contrarrestar la tentación sexual y
no caer en ella los expertos recomiendan lo siguiente:
Mantener nuestra mente limpia.
El primer consejo para no caer en este
tipo de pecados es mantener la mente libre de toda inmoralidad. Enfocar nuestra
atención en cosas de provecho y no en cosas inmorales ayuda mucho,
especialmente porque estos pecados suelen entran al corazón a través de los
ojos, tal y como le paso al rey David con Betsabé: “Y sucedió un día, al caer la tarde, que se
levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio
desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.
Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé
hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y
vino a él, y él durmió con ella”, (2 Samuel 11: 2-4, RV60). Por eso
debemos huir de dirigir nuestros ojos a cualquier mujer deshonestamente
vestida, a pornografía o cualquier cosa inmortal. Martin Lutero decía que no
podía evitar que los pájaros volaran sobre su cabeza, que si podía evitar que
anidaran en su cabeza, de igual forma, no podemos evitar que la inmoralidad
sexual deambule por este mundo, pero podemos evitar que nuestra cabeza se llene
con esta basura. En lugar de eso nuestra vida debe estar ocupada en cosas de
provecho que edifican nuestra vida: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto,
todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si
hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. (Filipenses
4:8, RV60). El mantener nuestra mente limpia es clave ya que estos pecados
ensucian terriblemente la mente y los impulsan a los peores pecados sexuales, y
por ello Rick Warren dijo: “Puesto que la tentación siempre empieza con un pensamiento, la
manera más rápida de neutralizar su atracción es dirigir su atención a otra
cosa. No luche con el pensamiento, sólo cambie de canal en su mente (como lo
hace con la televisión) y ponga su interés en otra idea. Este es el primer paso
para vencer la tentación. La batalla contra el pecado se pierde o se gana en su
mente. Lo que capte su atención lo hará su cautivo”[11].
No exponerse deliberadamente a la
tentación.
El segundo consejo es no
exponerse deliberadamente a la tentación sexual. Al vivir en este mundo nos
vamos a ver expuestos a ciertas situaciones que nos tentaran, y si sabemos eso,
lo más recomendable es huir de esos lugares donde está la tentación. La
historia de José y la mujer de Potifar es muy apropiada para lo que estamos
hablando. José conocía las intenciones de esta mujer y procuraba evadirla y no
propiciar situaciones en las cuales los dos estuvieran juntos, sin embargo, un
día sin darse cuenta estuvieron ambos a solas y cuando la mujer se le insinuó
no le quedó más que huir de la tentación: “Aconteció después de
esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. Y
él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa
conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. No hay
otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por
cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría
contra Dios? Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse
al lado de ella, para estar con ella, aconteció que entró él un día en casa
para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí. Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme
conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió”,
(Génesis 39:7-12, RV60). El acoso sexual y las insinuaciones sexuales son muy
comunes en esta sociedad obsesionada con el sexo, pero como José debemos
resistir huyendo de estos tipos de tentaciones y no exponiéndose
deliberadamente:
“Los hombres no deben propiciar situaciones conflictivas ni exponerse
deliberadamente a la tentación”[12].
El apóstol Pablo le recomendó a Timoteo a huir de las pasiones juveniles, que
gran parte de ellas están influenciadas por las tentaciones sexuales: “Huye también de
las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los
que de corazón limpio invocan al Señor”. (Timoteo
2:22, RV60). La clave para poder resistir y
apartarse de toda tentación sexual o cualquier otro pecado está en llenar
nuestra vida de toda virtud espiritual: justicia, la fe, el amor y la paz,
así estaremos espiritualmente fuertes para resistir el mal y apartarnos de él.
El mutuo apoyo en el matrimonio.
El tercer consejo para resistir
las tentaciones sexuales y no caer en ellas es buscar el apoyo en el
matrimonio. Una de las razones por las cuales Dios ha establecido la
institución del matrimonio es para gozar de manera santa el placer del sexo
entre un hombre y una mujer, de tal forma que cualquier práctica sexual fuera
del matrimonio es considerado pecado. En su primera carta a los corintios el
apóstol Pablo recomienda a los creyentes que se casen y se apoyen uno al otro
para evitar los pecados sexuales: “Pero en vista de tanta inmoralidad, cada hombre debe tener
su propia esposa, y cada mujer su propio esposo. El hombre debe cumplir su
deber conyugal con su esposa, e igualmente la mujer con su esposo. La mujer ya
no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el hombre
tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposa. No se nieguen el uno al
otro, a no ser de común acuerdo, y sólo por un tiempo, para dedicarse a la
oración. No tarden en volver a unirse nuevamente; de lo contrario, pueden caer
en tentación de Satanás, por falta de dominio propio”, (1 Corintios
7:2-5). Los corintios vivían en una ciudad plagada por el sexo, de hecho allí
estaba bien establecido el culto a Afrodita, la diosa del amor y placer, y
existía un templo lleno de sacerdotisas que ofrecían sus servicios sexuales,
por lo que la tentación era grande. De igual forma, ahora nuestra sociedad no
es muy diferente, la prostitución a todo nivel social, la pornografía, la
promiscuidad, la falta de valores morales y tantas cosas más presionan a los
cristianos y los inducen a contaminarse, pero el apoyo de ambos cónyuges en el
matrimonio puede ayudarles a vencer. “El matrimonio es una asociación. El marido no puede
actuar con total independencia de la mujer, ni la mujer del marido. Deben
actuar siempre de acuerdo. Ninguno debe considerar al otro simplemente como un
instrumento para su propia gratificación. La relación matrimonial en su
totalidad, tanto en lo físico como en lo espiritual, es algo en lo que ambos
deben encontrar su gratificación y plena satisfacción de todos sus deseos. Por
un tiempo especial de disciplina, para dedicarse más consagradamente a la
oración, puede que sea conveniente apartarse de todo lo corporal; pero debe ser
de común acuerdo y sólo durante cierto tiempo, porque si no genera situaciones
en las que se da ocasión a la tentación”[13].
Buscar la ayuda de un consejero cristiano profesional.
Finalmente, si el problema
sexual es demasiado grande y está fuera de control el creyente debe buscar la
ayuda de un consejero espiritual profesional. La consejería pastoral es
sumamente importante en todas las iglesias, y de hecho los problemas
relacionados con el sexo son de los más comunes que se tratan, y de aquí surge
también la necesidad de que existan verdaderos consejeros que apoyados en las
Sagradas Escritura, y con suma profesionalidad, sepan atender los problemas del
pueblo. El Dr. Gary Collins lo dice de esta forma: “La consejería implica una relación de
cuidado entre por lo menos dos personas. Una de ellas (el consejero) busca
ayudar a la otra (el aconsejado) a resolver y anticiparse a los problemas de su
diario vivir[14]”.
Es importante que los líderes cristianos aprendan a ser buenos consejeros para
atender los problemas del pueblo los cuales no solo son problemas relacionados
con el sexo, sino de todo índole. Ahora bien, si el problema sexual excede de
la capacidad del creyente de solucionarlo, debe buscar ayuda profesional con el
objetivo que le den todo el apoyo espiritual y orientación para salir de él.
SOBRIO: EL LÍDER DEBE SABER TENER UN DOMINIO DE SÍ MISMO
“Pero
es necesario que el obispo sea… sobrio…”
1
Timoteo 3:2 (RV60)
La
tercera característica que el apóstol Pablo menciona en cuanto a los líderes
cristianos es que deben ser sobrios. La palabra griega que se traduce en la
RV60 como sobrio es nefáleos
(νηφάλεος), la cual
no solo puede traducirse como sobrio, sino como moderado (como lo hace la NVI y
otras versiones), y literalmente significa alguien que emocionalmente se encuentra
equilibrado. Generalmente cuando se utiliza la palabra sobrio se hace
referencia a alguien que no está borracho. Sabemos que las acciones de los
borrachos están gobernadas por los efectos del alcohol, y de manera similar,
hay personas que pueden ser gobernadas por sus emociones o incluso las
tentaciones, esto provoca un punto de desventaja en el carácter del líder. Por
tanto, podemos decir que una persona sobria es alguien que siempre se
vigila a sí mismo y siempre mantiene el equilibrio de sus emociones. Gene
Getz define esta característica de la siguiente forma: “Con esta expresión, Pablo describe al
hombre que tiene una idea clara de lo que es la vida. Hablando prácticamente,
un hombre sobrio nunca pierde la orientación física, psicológica y espiritual.
Es estable y firme, y sus pensamientos son más claros”[15].
La Biblia nos exhorta a mantenernos sobrios, en nuestro sano juicio recordando
que somos luz en este mundo y nuestras acciones hablan por nosotros: “Por tanto, no
durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”, (1 Tesalonicenses 5:8, RV60). La NVI
lo traduce de esta forma: “Nosotros que somos del día, por el contrario,
estemos siempre en nuestro sano juicio…” (1 Tesalonicenses 5:8, NVI).
En su carta a Tito el apóstol Pablo nos habla
de otra característica que contribuye a nefáleos
(νηφάλεος), el usa
la palabra griega egkratés (ἐγκρατής), y la
RV60 lo traduce como “…dueño de sí mismo”, (Tito 1:8, RV60). Tambien
puede traducirse como templanza o dominio propio. egkratés (ἐγκρατής) es una
palabra que literalmente significa el dominio que el ser humano tiene para evitar
embriagarse con sentimientos o deseos. Uno de los mayores desafíos de las personas es el controlarse a sí mismos,
de allí que Platón un día dijo “La primer gran victoria es conquistarse a uno mismo”.
El mismo Pablo entendió que a pesar de su libertad en Cristo tenía que tener su
mente y cuerpo en servidumbre y completo control: “Todo me está
permitido, pero no todo es para mí
bien. Todo me está permitido, pero no dejaré que nada me domine”, (1 Corintios 6:12, NVI). Por ello el cristiano debe luchar por controlar su
mente, cuerpo y temperamento para hacer lo agradable al Señor y no ceder a los
antojos de la naturaleza pecaminosa. En general este aspecto de dominarse a sí
mismo y ser equilibrado se refleja en muchos aspectos tales como en la manera
en que comemos, la manera en que hablamos, en la forma de cómo administramos el
dinero, en el uso del tiempo, en nuestras actitudes, en levantarnos temprano
para buscar a Dios, para vencer la lentitud y la pereza, para servir a Dios, en
los deseos de la carne, en nuestros sentimientos, en la manera de vestirnos,
etc. Por tanto, el líder como figura central de la iglesia debe ser una persona
emocionalmente estable, que tenga sus emociones y actitudes en completo
control.
PRUDENTE: EL LÍDER DEBE TENER BUEN JUICIO
“Pero
es necesario que el obispo sea… prudente…”
1
Timoteo 3:2 (RV60)
La
cuarta característica que los líderes deben tener es ser prudentes. La palabra
prudente se traduce del griego sófron (σώφρων), la cual hace referencia a una persona sensata, de
buen juicio, capaz de discernir entre lo correcto y lo incorrecto, entre las
mejores opciones al momento de tomar decisiones durante un proyecto o al
momento de resolver problemas. Esta característica es sumamente
importante e indispensable para el líder debido a que dirige personas.
Constantemente está rodeado de personas las cuales observan sus acciones, las
decisiones que toma, la forma como reacciona y soluciona los problemas, y en
general, toda su conducta, de allí que el líder debe ser sensato en todo
momento. Ser prudente significa tener capacidad de discernimiento. La
capacidad de saber discernir en los momentos críticos es clave, ya que muchas
veces los líderes se enfrentan con problemas que tienen que resolver de manera
efectiva. John Maxwell nos dice: “el discernimiento puede describirse como la habilidad de
encontrar la raíz del problema, y descansa tanto en la intuición como en el
pensamiento racional”. La prudencia también hace referencia la capacidad
de pensar con cordura. El apóstol Pablo lo dice de esta forma: “Por el encargo que
Dios en su bondad me ha dado, digo a todos ustedes que ninguno piense de sí
mismo más de lo que debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí con
moderación, según los dones que Dios le haya dado junto con la fe”,
(Romanos 12:3, DHH). El hombre prudente debe pensar con moderación, es decir, sofronéo (σωφρονέω), lo cual
significa que nunca debe tener un concepto demasiado alto, ni demasiado bajo de
sí mismo, debe ser equilibrado. No debe considerarse superior a los demás solo
por el hecho de su posición ya que Dios lo ha llamado a servidumbre. Tampoco
debe tener complejo de inferioridad, porque Dios le ha dado autoridad para
guiar y bendecir a su pueblo.
DECOROSO: EL LÍDER DEBE SABER ADORNAR EL EVANGELIO
“Pero
es necesario que el obispo sea… decoroso…”
1
Timoteo 3:2 (RV60)
La quinta
característica indispensable en el liderazgo cristiano es que debe ser
decoroso. La palabra griega de donde se traduce decoroso es kosmios (κόσμιος), la cual
puede traducirse como alguien respetable, ordenado, educado o de buen
comportamiento. Esta palabra es una raíz primaria de donde deriva nuestra
palabra latica cosmética y en función de este significado etimológico Gene Getz
define de una mejor manera esta característica: “Un hombre decoroso es alguien que vive de
tal manera que su vida adorna las enseñanzas de la Biblia. Su vestido, su
palabra, la apariencia de su casa, su oficina, y su forma de conducirse en los
negocios, todo armoniza con los principios y doctrinas bíblicas… Debe ser un
caballero cristiano en todas las áreas de su vida”[16].
Por tanto, un líder debe ser alguien que con toda su vida adorne el evangelio. La
Biblia enseña que los cristianos deben saber comportarse decorosamente en todos
los aspectos de su vida para que a través de ella glorifiquen Cristo Jesús: “Por eso yo, que
estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del
llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes
unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu
mediante el vínculo de la paz”, (Efesios 4:1-3, NVI). Como
cristianos es importante reflejar esa vida que testifique lo que Dios ha hecho
en nosotros e inspire a otros a convertirse al Señor: “El comportamiento y los modales reflejan
como un espejo su hombre interior. La única forma de manifestar lo que Dios ha
hecho en nosotros es actuando como cristianos. La Biblia dice que debemos
conformamos a la imagen de Cristo (véase Filipenses 2.5) y ser imitadores de
Dios (Efesios 5.1). Si en realidad viviéramos como cristianos, conquistaríamos el
mundo para Cristo”[17].
No olvidemos que el liderazgo es influencia, y no hay mejor manera de influir
que a través del ejemplo, de ser un modelo que inspire a vivir los principios
del evangelio y por ello esta característica es indispensable en el liderazgo
cristiano.
HOSPITALARIO: EL LÍDER CRISTIANO DEBE SER GENEROSO
“Así
que el obispo debe ser… hospitalario…”
1
Timoteo 3:2 (NVI)
En sexto
lugar aparece la hospitalidad como una característica indispensable del
liderazgo cristiano. En la RV60 a esta virtud se le llama ser hospedador y su
traducción proviene del griego filóxenos
(φιλόξενος), que
literalmente significa amador de los extranjeros, y hace referencia a la
antigua virtud del medio oriente de albergar a los viajeros y forasteros o de
convidar al conocido supliendo así sus necesidades. En el Antiguo
Testamento uno puede encontrar muchos ejemplos de hospitalidad debido a que se
consideraba un gesto de gentileza que alguien podía hacer en medio del
desierto. El diccionario Nelson nos da detalles en cuanto a la forma de cómo
era practicada esta virtud: “abundan ejemplos de bienvenidas otorgadas al advenedizo
(Génesis 18:1-2). Se le trata cortésmente (Génesis 24:29-33; Éxodo 2:20), como
a huésped de honor: se debe salir a su encuentro, saludarle, lavarle los pies,
atender a sus cabalgaduras y preparar un banquete. Cuando reemprende el camino
hay que acompañarlo (Génesis 18:16)”[18].
Este pasaje bíblico nos muestra todo esto: “El Señor se le apareció a Abraham junto al encinar de Mamré,
cuando Abraham estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora más calurosa
del día. Abraham alzó la vista, y vio a tres hombres de pie cerca de él. Al
verlos, corrió desde la entrada de la carpa a saludarlos. Inclinándose hasta el
suelo, dijo: —Mi señor, si este servidor suyo cuenta con su favor, le ruego que
no me pase de largo. Haré que les traigan un poco de agua para que ustedes se
laven los pies, y luego podrán descansar bajo el árbol. Ya que han pasado por
donde está su servidor, déjenme traerles algo de comer para que se sientan
mejor antes de seguir su camino. — ¡Está bien —respondieron ellos—, hazlo
así!... Luego aquellos visitantes se levantaron y partieron de allí en
dirección a Sodoma. Abraham los acompañó para despedirlos” (Génesis
18:1-5, 16, NVI). En los tiempos del Nuevo
Testamento podemos ver como nuestro Señor Jesús también fue huésped en
diferentes ocasiones. Por ejemplo fue huésped en la casa de Simón un fariseo en
la ocasión cuando una mujer derramo un frasco de perfume sobre Él (Lucas 7:36);
o cuando posaba en la casa de Marta y María, hermanas de Lázaro (Lucas 10:38);
o cuando fu invitado a la casa de Mateo (Mateo 9:10). También vemos como la
hospitalidad era practicada durante la época de la iglesia apostólica, por
ejemplo, Pablo fue huésped de Felipe el evangelista (Hechos 21:8), de Lidia la
vendedora de purpura (Hechos 16:15) y Filemón (Filemón 22). Por tanto, aunque en
nuestros tiempos la hospitalidad es poco practicada, debemos tener en cuenta
que es una virtud cristiana que no debe abandonarse entre el pueblo de Dios y
especialmente entre el liderazgo cristiano.
APTO PARA ENSEÑAR: EL LÍDER CRISTIANO DEBE SER UN MAESTRO
“Pero
es necesario que el obispo sea… apto para enseñar…”
1
Timoteo 3:2 (RV60)
La
séptima característica indispensable para el líder cristiano es que debe ser
apto para enseñar. Las palabras apto para enseñar se traducen de una sola
palabra griega que es didaktikós
(διδακτικός), la cual
es la raíz etimológica de donde deriva nuestra palabra latina didáctica. De acuerdo a esta característica el líder
cristiano debe ser diestro en la ciencia y arte de la enseñanza bíblica, capaz de
presentar de manera clara, sistemática y diestra las verdades eternas de la
palabra de Dios. Esta característica es sumamente clave porque una de
las funciones claves del liderazgo es la enseñanza bíblica. Todos sabemos la
importancia que la palabra de Dios tiene en la vida cristiana y Pablo nos
explica esto en detalle: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, (2
Timoteo 3:16-17, RV60). La palabra de Dios ayuda al creyente a crecer en su
vida cristiana a través de enseñar, redargüir, corregir, instruir en justicia y
prepararlo para toda buena obra. Por ello es indispensable que el líder
cristiano se capaz de enseñar de manera efectiva la palabra de Dios. En Tito
también realza la importancia de que los lideres sean diestro en el uso de la
palabra del Señor: “… retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que
también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen…
Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos
sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia”.
(Tito 1:9; 2:1-2, RV60).
Al considerar todo lo anterior uno puede ver la
necesidad que el líder tiene de aprender a enseñar correctamente. Debe ser un
asiduo lector y estudioso de la Biblia, debe conocer las herramientas
pedagógicas, de oratoria, de hermenéutica, de homilética, de estudio bíblico, y
en general de las diferentes disciplinas de la teología para llegar a ser apto
para enseñar. Gene Getz hablando de esta necesidad agrega: “Un hombre apto para enseñar debe demostrar
tres cualidades importantes. Primero, debe caracterizarse por ser maduro
espiritual y emocionalmente porque se domina a sí mismo en situaciones
amenazantes. En segundo lugar, debe estar plenamente convencido de que la
palabra de Dios es la verdad. Tercero, debe entender lo suficiente la doctrina
de la palabra divina para que sea apto para enseñar a todos los hombres. Dicho
de otra manera, un cristiano maduro debe: aprender más y más de la palabra de
Dios (2 Timoteo 2:2), creer más y más en la palabra de Dios (Tito 1:9) y vivir
más y más la palabra de Dios (2 Timoteo 2:24-25)”[19].
NO BORRACHO: EL LÍDER CRISTIANO NO DEBE SER UN AMANTE DE LAS BEBIDAS ALCOHÓLICAS
“Así
que el obispo… no debe ser borracho…”
1
Timoteo 3:3 (NVI)
La
octava característica del líder cristiano es que no debe ser un borracho. La
palabra borracho proviene del griego pároinos
(πάροινος) que
literalmente significa amante del vino. Por tanto, el líder cristiano no
tiene que ser un amante del vino o cualquier bebida alcohólica, incluyendo las
drogas. Ahora vivimos en una sociedad amante de las bebidas
alcohólicas, desde la clase baja, hasta la clase alta hacen uso de ellas en sus
momentos de esparcimiento, en sus fiestas o simplemente por adicción. Para
muchos el uso de bebidas alcohólicas no constituye un pecado, y algunos de
ellos justifican sus vicios diciendo que hasta los grandes personajes bíblicos
bebían vino, incluyendo a Jesús en esta lista. Para comprender mejor la
importancia de no ser un borracho veamos lo que el diccionario bíblico Nelson
dice en cuanto a la forma de cómo el vino era preparado: “Bebida común en Palestina, producto de la
fermentación del jugo de uva. En Palestina la vendimia se hacía en agosto y
septiembre. En la vinicultura, se echaban las uvas en lagares donde hombres
descalzos las pisaban para exprimir el jugo. La primera fase de la fermentación
comenzaba unas seis horas después de exprimir las uvas. El zumo se echaba en
tinaja s (Jeremías 13:12) o en odres (Mateo 9:17) para su fermentación y
almacenaje”[20]. El beber vino se convirtió en una práctica
tradicional en el Medio Oriente, especialmente porque el agua escaseaba en el
desierto, por lo que más que ser un vicio era un aspecto cultural y de
necesidad básica, junto con el pan y el aceite: “Y el vino que alegra el corazón del hombre, el
aceite que hace brillar el rostro, y el pan que sustenta la vida del hombre”
(Salmo 104:15, RV60). Vemos también que cuando Melquisedec salió a recibir a Abrahán
le ofreció pan y vino: “Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios
Altísimo, sacó pan y vino”, (Génesis 14:18, RV60). Generalmente el
vino que se consumía no era lo suficientemente fuerte como para emborrachar a
alguien ya que era una combinación de vino con agua, así lo declara el
evangelista William Barclay: “En una fiesta judía el vino era esencial. «Sin vino
-decían los rabinos- no puede haber alegría.» No es que la gente se
emborrachara; la borrachera se miraba muy mal, y no era frecuente, porque se
mezclaban dos partes de vino con tres de agua”[21].
Gene Getz citando al Dr. Norman Geisler
compara la capacidad de embriagarse que estas bebidas de vino mezcladas con
agua tenían con respecto a las nuestras: “En vista de la evidencia histórica, debemos ser
cuidadosos y no igual el vino que se toma en la actualidad con el que se ingería
en los tiempos del Nuevo Testamento, porque hay una gran diferencia. Lo que hoy
se toma es considerado en la Biblia una bebida fuerte, el tipo de vino que
rojea, que resplandece su color en la copa (Proverbios 23:31). Un cristiano
nunca debe abusar de este tipo de bebida”[22].
Por tanto sería muy apresurado decir que el vino que todos los judíos tomaban,
o que incluso Jesús tomo tenía la capacidad para emborrachar fácilmente.
No obstante, también es cierto que no todo el
vino era combinado con agua en las proporciones suficientes para no
emborrachar. De hecho, en Israel, así como en otras partes del mundo si
existían personas que se emborrachaban hasta perder la conciencia. Por ejemplo
en Oseas aclara que había un vino que hacia perder la razón: “… y al vino, ¡al
mosto que hace perder la razón!”, (Oseas 4:11, BAD), tal y como le
paso a Noé que al emborracharse perdió su cordura al punto que quedo su
desnudez expuesta delante de sus hijos: “Un día, bebió vino y se embriagó, quedándose desnudo dentro
de su carpa”, (Génesis 9:21, NVI). También en el día de Pentecostés
cuando los judíos escucharon a los cristianos hablar en lenguas pensaron que
estaban llenos de mosto, es decir, borrachos: “Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de
mosto”, (Hechos 2:13, RV60). En el libro de Proverbios hay un
mandato claro para no emborracharse, así como declara las consecuencias
terribles de hacerlo: “¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las
rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para
quién lo amoratado de los ojos? Para los
que se detienen mucho en el vino, Para los que van buscando la mistura. No
mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra
suavemente; más al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor. Tus
ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades. Serás como el
que yace en medio del mar, o como el que está en la punta de un mastelero. Y
dirás: Me hirieron, mas no me dolió; me azotaron, mas no lo sentí; cuando
despertare, aún lo volveré a buscar”, (Proverbios 23:29-35). Y en el
Nuevo Testamento la borrachera es considerado un pecado: “ni los ladrones, ni los avaros, ni los
borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”
(1 Corintios 6:10, RV60). Por tanto, por ser considerando un pecado que ofende
a Dios y algo que hace perder la cordura si se consume excesivamente, el líder
cristiano debe abstenerse de beber cualquier bebida embriagante o consumir
cualquier droga, antes debe ser lleno del Espíritu Santo: “No se emborrachen con vino, que lleva al
desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu”, (Efesios 5:18,
NVI).
NO PENDENCIERO: EL LÍDER CRISTIANO NO DEBE AMAR LOS PLEITOS
“Así
que el obispo… no debe ser… pendenciero…”
1
Timoteo 3:3 (NVI)
La
novena característica indispensable en el liderazgo cristiano es que el líder
no debe ser pendenciero. La palabra pendenciero se traduce de la expresión
griega pléktes (πλήκτης),
la cual a su vez tiene su raíz en la palabra griega plésso (πλήσσω) que
significa herir o herida. En este sentido, pendenciero significa ser belicoso,
contencioso y propenso a las peleas. Por tanto, no ser pendenciero significa
que el
líder no debe ser una persona que ante las discusiones recure a fuertes
discusiones y es propenso a solucionar los problemas a golpes. El líder
cristiano debe saber mantener su enojo a los límites de lo razonable ya que de
lo contrario sus acciones serán erradas. Nunca deben predominar las emociones
ante el razonamiento. El liderazgo está lleno de presiones, trabajo duro, retos
impresionantes, grandes responsabilidades y todo esto y más puede traer en
ciertas ocasiones stress a la vida de los lideres, y muchas veces tendrá en
estar en discusiones y negociaciones con personas difíciles las cuales
posiblemente no sean tan sensatas y una fuerte discusión puede darse fácilmente
si el líder no posee esta característica. En la Biblia podemos encontrar como
algunas personas sufrieron por dejarse llevar por sus fuertes emociones de
enojo. Podemos recordar la historia de Caín quien gobernado por sus
sentimientos de envidia y enojo llego a aborrecer a su hermano Abel: “Entonces el Señor
le dijo: ¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo? Si hicieras lo
bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo el pecado te
acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante tú puedes dominarlo”,
(Génesis 4:6-7, NVI). Cuando una persona se deja gobernar por la ira su
conducta se vuelve belicosa y generalmente todo termina en pleitos y en
ocasiones en violencia tal y como le paso a Caín que mato a su hermano Abel: “Caín hablo con su
hermano Abel. Mientras estaba en el campo, Caín atacó a su hermano y lo mató”,
(Génesis 4:8, NVI). Vemos aquí como esta actitud pendenciera provoco la muerte
de un inocente. Podemos recordar también la historia de Moisés cuando vio la
opresión de los egipcios hacia sus hermanos hebreos decidió ayudarlos pero de
la manera equivocada, con una actitud pendenciera: “Un día, cuando ya Moisés era mayor de edad,
fue a ver a sus hermanos de sangre y pudo observar sus penurias. De pronto, vio
que un egipcio golpeaba a uno de sus hermanos, es decir, a un hebreo. Miró
entonces a uno y otro lado y, al no ver a nadie, mató al egipcio y lo escondió
en la arena. Al día siguiente volvió a salir y, al ver que dos hebreos peleaban
entre sí, le preguntó al culpable: — ¿Por qué golpeas a tu compañero? — ¿Y quién te nombró a ti gobernante y juez
sobre nosotros? —respondió aquél—. ¿Acaso piensas matarme a mí, como mataste al
egipcio? Esto le causó temor a Moisés, pues pensó: « ¡Ya se supo lo que hice!»
Y, en efecto, el faraón se enteró de lo sucedido y trató de matar a Moisés;
pero Moisés huyó del faraón y se fue a la tierra de Madián, donde se quedó a
vivir junto al pozo”, (Éxodo 2:11-15, NVI). Nunca la actitud
pendenciera puede ayudar a solucionar las cosas.
Ahora
bien, sabemos que muchas veces el líder tendrá que enfrentarse a diferentes
situaciones y personas difíciles las cuales a lo mejor no posean la sabiduría y
capacidad para evitar una fuerte discusión, pero el líder tendrá que saber cómo
solucionarlo de forma no pendenciera. Para poder evitar estas situaciones
podemos seguir los siguientes pasos. En primer lugar debemos ser sobrios.
Ya vimos en las características anteriores como la sobriedad, es decir, el
equilibrio emocional es clave para mantener la calma en situaciones difíciles y
esto aplica para aquellas que puedan conducir a los pleitos. El líder debe
luchar por mantenerse en su sano juicio, jamás deberá perder la cabeza y
dejarse gobernar por la ira: “Nosotros que somos del día, por el contrario,
estemos siempre en nuestro sano juicio…” (1 Tesalonicenses 5:8, NVI). En segundo lugar el líder debe saber
escuchar antes de hablar. Hay un dicho que haciendo referencia a
nuestras dos oreja y una boca dice que tenemos que escuchar el doble de lo que
hablamos. Si hay una técnica clave al momento de resolver problemas es saber
escuchar a la otra parte antes de irrumpir con palabras. Cuando un líder
aprende a escuchar le da tiempo de conocer bien la situación y a aquellos a
quien lidera, y al conocer a las personas a quienes lidera le da una idea de
cómo responderles para que sus palabras sean acertadas y vengan a solucionar el
problema, esto le da una ventaja competitiva: “Antes que un líder pueda tocar el corazón
de una persona, tiene que saber qué hay en él. Y eso se aprende escuchando”[23].
En
tercer lugar, debe hablar con prudencia y respeto. Muchas discusiones
se vuelven violentas porque las palabras lejos de resolver la situación la
complican más. Por ello el apóstol Pablo les pide a los cristianos que sepan
sazonar todas sus palabras: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal,
para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”, (Colosenses 4:6,
RV60). Es importante saber responder a cada persona según convenga,
especialmente si estos son necios, nuestras palabras pueden encender más su ira
o pueden hacerles ver su error, pero para ello debemos escoger las palabras
correctas: “Nunca
respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como
él. Responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su
propia opinión”, (Proverbios 26:4-5, RV60). Es importante que el
líder sepa escoger las palabras adecuadas al momento de hablar, ya que si hay
algo que hará es mantener una relación constante con las personas y la forma de
cómo se comunique con ellos es clave para construir una buena relación de
trabajo.
Por
tanto, es importante que el líder cristiano no sea pendenciero, que no recura
al pleito para resolver los problemas y mucho menos recurrir a la violencia. Si
se está en el liderazgo de algo se puede estar seguros, vendrán problemas, y
estos muchas veces estarán relacionados con la personas que se lideran, de allí
que el líder debe mantenerse sobrio, saber escuchar y hablar para llegar a un
acuerdo.
NO IRACUNDO: EL LÍDER NO DEBE GUARDAR RAÍCES DE AMARGURA
“Porque es necesario que el obispo sea… no iracundo”.
Tito 1:7 (RV60)
La décima característica indispensable del
liderazgo cristiano es que no debe ser iracundo y se encuentra en el listado de
la carta del apóstol Pablo a Tito. La palabra iracundo proviene del griego orgilos (ὀργίλος), la cual
significa alguien que es propenso a la ira. Existe una gran diferencia entre
enojarse y estar airado. El enojo tiene que ver con una emoción pasajera, pero
la ira se refiere a un estado permanente de rabia producto de fuertes
resentimientos. Por ende, esto significa que el líder cristiano no debe ser
una persona que guarde raíces de amargura. La Biblia exhorta a los
hombres a que no termine el día y sin que su enojo continúe ya que este es
considerado un pecado: “«Si se enojan, no pequen.» No dejen que el sol se ponga
estando aún enojados”, (Efesios 4:26, NVI). Si hay algo que
entorpece la carrera de un líder son las raíces de amargura. En la Biblia
encontramos la historia de una persona que fue víctima de su odio. Su nombre
fue Jefté el cual sufrió el desprecio de sus medios hermanos lo cual lo obligo
a huir de su casa y vivir con gente ociosa: “Jefté galaadita era esforzado y
valeroso; era hijo de una mujer ramera, y el padre de Jefté era Galaad. Pero la
mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a Jefté,
diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra
mujer. Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en tierra de Tob; y se
juntaron con él hombres ociosos, los cuales salían con él”, (Jueces
11:1-3, RV60). Esto lo lleno de resentimientos y un día cuando los amonitas
atacaron su tierra Galaad los ancianos lo buscaron para que fuera su caudillo y
los condujeran a la batalla: “Y cuando los hijos de Amón hicieron guerra contra Israel,
los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob; y dijeron a
Jefté: Ven, y serás nuestro jefe, para que peleemos contra los hijos de Amón.
Jefté respondió a los ancianos de Galaad: ¿No me aborrecisteis vosotros, y me
echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, venís ahora a mí cuando
estáis en aflicción? Y los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: Por esta
misma causa volvemos ahora a ti, para que vengas con nosotros y pelees contra
los hijos de Amón, y seas caudillo de todos los que moramos en Galaad”,
(Jueces 11:5-8, RV60). Podemos ver en las palabras de Jefté a los ancianos
cierta evidencia de su resentimiento, pero aun así acepto pero hizo un voto
delante de Dios que reflejaba el deseo de venganza hacia sus medios hermanos
que existía en su corazón: “Y Jefté hizo voto a Jehová, diciendo: Si entregares a los
amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a
recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo
ofreceré en holocausto”, (Jueces 11:30-31, RV60). Su objetivo era ofrecer
en sacrificio a uno de sus medios hermanos como venganza por lo que le habían
hecho, y efectivamente el Señor le dio la victoria sobre sus enemigos, pero el
primer familiar que vio no fue ninguno de sus medios hermanos, sino su amada
hija: “Entonces
volvió Jefté a Mizpa, a su casa; y he aquí su hija que salía a recibirle con
panderos y danzas, y ella era sola, su hija única; no tenía fuera de ella hijo
ni hija. Y cuando él la vio, rompió sus vestidos, diciendo: ¡Ay, hija mía! en
verdad me has abatido, y tú misma has venido a ser causa de mi dolor; porque le
he dado palabra a Jehová, y no podré retractarme. Ella entonces le respondió:
Padre mío, si le has dado palabra a Jehová, haz de mí conforme a lo que
prometiste, ya que Jehová ha hecho venganza en tus enemigos los hijos de Amón.
Y volvió a decir a su padre: Concédeme esto: déjame por dos meses que vaya y
descienda por los montes, y llore mi virginidad, yo y mis compañeras. El
entonces dijo: Vé. Y la dejó por dos meses. Y ella fue con sus compañeras, y
lloró su virginidad por los montes. Pasados los dos meses volvió a su padre,
quien hizo de ella conforme al voto que había hecho. Y ella nunca conoció
varón”, (Jueces 11:34-39, RV60). Al final de esta historia podemos
ver cómo los resentimientos hirieron más a Jefté de lo que sus medios hermanos
le habían hecho, y lastimaron a sus seres queridos y por eso un líder no debe
deshacerse de cualquier raíz de amargura. “Los resentimientos pueden quitarle aliento a nuestra
obra y en realidad entorpecer nuestra visión. Eliminan nuestra energía y roban
el gozo del trabajo en conjunto con otros. Se van enquistando con el tiempo y
rara vez se disipan por sí solos”[24].
Por tanto, es importante que el líder no tenga raíces de amargura.
NO CODICIOSO DE GANANCIAS DESHONESTAS: EL LÍDER NO DEBE SER ESCLAVO DEL DINERO
“Pero
es necesario que el obispo sea… no codicioso de ganancias deshonestas…”
1
Timoteo 3:3 (RV60)
La
onceava característica indispensable de un líder cristiano es que no debe ser
codicioso de ganancias deshonestas. En el original griego dice literalmente que
no debe hacer riquezas de manera deshonesta y se traduce de la palabra griega aisjrokerdés (αἰσχροκερδής). Por
tanto, es importante que el líder no sea codicioso de ganancias
deshonestas. El pecado de la codicia al dinero es otra de las causas
por las cuales caen los líderes en las iglesias, especialmente porque se
manejan cantidades de dinero que generalmente pasan por sus manos, de allí que
esta característica es indispensable para el líder eclesiástico. En las
Sagradas Escrituras podemos ver como el pecado del amor al dinero llevo a
muchos hombres a su ruina, como por ejemplo Balaam quien desobedeció a Dios por
la paga de Balac, o Giezi el siervo de Eliseo que recibió la lepra de Naamán
por causa de su codicia, o el mismo Judas que siendo tesorero del grupo de
apóstoles del Señor robaba de la bolsa y se atrevió a vender a su propio
Maestro por 30 monedas de plata. El mismo Señor Jesús advirtió que no se podían
servir a dos señores: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al
uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas”, (Mateo 6:24, RV60). Dios no está en
contra de que sus hijos prosperen económicamente o que tengan mucho dinero,
pero lo que si desaprueba es el amor al dinero: “porque raíz de todos los males es el amor al
dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron
traspasados de muchos dolores”, (1 Timoteo 6:10, RV60). “Cuando Jesús es
su Señor, el dinero es su siervo, pero si el dinero es su señor, se hace su esclavo. La
riqueza ciertamente no es pecado, pero fallar en usarla para la
gloria de Dios
sí lo es.
Los siervos de
Dios siempre están
más preocupados por el
ministerio que por el dinero”[25]. La
misma Biblia en el Nuevo Testamento nos enseña la forma de cómo deben ser
administradas la ofrendas en la iglesia, jamás el control del dinero debe estar
en las manos de un solo hombre, sino al menos bajo el control de dos personas
de buena reputación y bajo toda transparencia: “Gracias a Dios que puso en el corazón de Tito
la misma preocupación que yo tengo por ustedes. De hecho, cuando accedió a
nuestra petición de ir a verlos, lo hizo con mucho entusiasmo y por su propia
voluntad. Junto con él les enviamos al hermano que se ha ganado el
reconocimiento de todas las iglesias por los servicios prestados al evangelio.
Además, las iglesias lo escogieron para que nos acompañe cuando llevemos la
ofrenda, la cual administramos para honrar al Señor y demostrar nuestro
ardiente deseo de servir”, (2 Corintios 8:16-19, NVI). Por tanto, es
importante que el líder cristiano no sea codicioso de ganancias deshonestas.
NO AVARO: EL LÍDER CRISTIANO TIENE QUE SER GENEROSO
“Pero es necesario que el
obispo sea… no avaro…”
1 Timoteo 3:3 (RV60)
La décima
segunda característica indispensable del líder cristiano es que no debe ser
avaro. La palabra avaro proviene del griego afilárguros
(ἀφιλάργυρος) que literalmente significa ser amante del
dinero. Una vez más vemos el problema que el dinero puede traer a la vida del
líder si este se deja gobernar por él. Aunque sea dinero ganado honestamente si
es un avaro esto desagrada completamente a Dios. Por tanto, el
líder cristiano debe ser una persona generosa. La generosidad es una
virtud cristiana que mana de un corazón agradecido y se expresa en buenas
obras. Los cristianos tenemos que ser las personas más agradecidas del mundo
considerando que el Señor ha perdonado nuestros pecados, y en las finanzas esta
generosidad se puede expresar en beneficio del Cuerpo de Cristo. Isaías nos
dice que el generoso solo pensara generosidades y será exaltado por esa misma
actitud: “Pero
el generoso pensará generosidades, y por generosidades será exaltado”, (Isaías
32:8). Ahora bien, la generosidad puede expresarse a través de nuestras
finanzas y para que esto sea efectivo es importante que el líder cristiano no
sea un amante del dinero: “El barómetro de nuestra relación con Dios es
directamente proporcional con la mayordomía de nuestro dinero y nuestro tiempo”[26].
Lo mejor con el dinero es no permitir que se
convierta en nuestro amo, sino tenerlo como un buen siervo. John Maxwell lo
dice de esta forma: “Alguien dio que cuando se trata de dinero, no puede
ganar. Si tu meta es hacer dinero, entonces eres un materialista. Si lo
intentas pero no lo logras, eres un fracasado. Si ganas mucho dinero y lo
gastas, eres un derrochador. Si no te preocupas por tener dinero, no tienes
ambiciones. Si haces dinero y todavía lo tienes cuando mueres eres un tonto por
tratar de llevártelo contigo”[27].
Por tanto, el dinero puede ser un buen siervo a través del cual podemos ser
generosos con el ministerio al cual pertenecemos y las personas y en la
Biblia podemos encontrar tres formas de expresar nuestra generosidad por medio
de nuestras finanzas y ser exaltados por nuestro Dios.
Los diezmos.
“Traed todos los diezmos al
alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los
ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre
vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al
devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo
será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán
bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos”.
Malaquías 3:10-12
La primera
forma bíblica de expresar nuestra generosidad es a través de dar nuestros
diezmos. El concepto del diezmo es sencillo, consiste en apartar la décima
parte de lo que recibimos para Dios y con esto demostrar nuestra fidelidad a Él
y contribuir con el sostenimiento de la Iglesia del Señor. En el Antiguo
Testamento los diezmos estaban destinados a ayudar económicamente a los
levitas, ayudar a los pobres y mantenimiento del Templo. El punto aquí no es
entrar en discusión si es válido o no el diezmar, sino ver que esta es una
buena forma de expresar nuestra generosidad al Señor al ser fieles
administradores de nuestro salario, apartando la décima parte de lo que
recibimos y planeando nuestro presupuesto basado en el 90% restante.
En
Malaquías encontramos una promesa que podemos hacer nuestra. El Señor
prácticamente promete que si diezmamos Él ahuyentara todo espíritu de escasez.
Primero promete la sobreabundancia: os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre
vosotros bendición hasta que sobreabunde. Esto no significa riquezas
desmedidas, sino que lo que tenemos nos satisfará y aun quedara un poco más.
También promete reprender cualquier situación en nuestro trabajo que pueda
amenazar con destruir el fruto de nuestro trabajo: Reprenderé también por vosotros al devorador, y
no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril,
dice Jehová de los ejércitos. Esto significa que nuestros diezmos
aseguraran mes a mes nuestros ingresos y sustento, y en general, Dios promete
derramar su bendición sobre nosotros que será evidente delante de los demás: Y todas las naciones
os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los
ejércitos.
Las Limosnas.
“Más
cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que
sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en
público”.
Mateo
6:3-4
La segunda forma de expresar
nuestra generosidad es a través de las limosnas. La palabra limosna es de
origen griego que significa misericordia, y en este sentido las limosnas son la
ayuda benéfica que les damos a los pobres en sus momentos de dificultad. Los
pobres siempre será un grupo que existirá en este mundo y a quienes debemos
prestar ayuda, así lo menciono Jesús: “Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis
les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis”, (Marcos
14:7). También una de las cosas que el apóstol Pablo procuro hacer con
diligencia fue ayudar a los pobres: “Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo
cual también procuré con diligencia hacer”, (Gálatas 2:10). Por
tanto, la iglesia del Señor debe preocuparse por ayudar a los pobres,
especialmente a la familia de la fe: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
mayormente a los de la familia de la fe”, (Gálatas 6:10). Ahora
bien, esta ayuda tiene que ser completamente desinteresada y emanar de un
corazón generoso y cuando lo hagamos Jesús nos promete que nuestro Padre
celestial nos bendecirá en público por lo que hicimos en secreto. A parte de
esto, cada vez que ayudamos a los más necesitados sin esperar nada a cambio y
por verdadero amor ganamos el favor de Dios y su perpetua providencia: “A Jehová presta el
que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”,
(Proverbios 19:17).
Las ofrendas.
“En
cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que
ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de
vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando
yo llegue no se recojan entonces ofrendas”.
1
Corintios 16:1-2
Finalmente, la tercera forma de
expresar nuestra generosidad es a través de nuestras ofrendas. Las ofrendas son
aquellas contribuciones económicas que apartamos cada semana según hayamos sido
prosperados para entregar a la iglesia. Estas también tienen una promesa de
prosperidad, y no solo en el área material, y por eso Pablo considerando la
metáfora de la siembra y la cosecha dice: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará
escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada
uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque
Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros
toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo
suficiente, abundéis para toda buena obra”, (2 Corintios 9:6-8). “La Biblia es
bastante clara sobre el principio espiritual de sembrar y cosechar. Aquellos
que dan libremente recibirán de una u otra forma. Crean un espacio positivo
para que entren más cosas cuando se deshagan de otras. Como cuando vaciamos un
armario lleno, se hace lugar para cosas nuevas. Dejan lugar libre en sus
corazones y abren para creer. Los corazones que acumulan y son codiciosos
simplemente se llenan. Sofocan los nuevos brotes”[28].
Por tanto, una característica
indispensable en el liderazgo cristiano es que no debe ser un avaro, todo lo
contrario debe ser una persona sumamente generosa.
AMABLE: EL LÍDER CRISTIANO TIENE QUE SER GENTIL EN EL TRATO CON LOS DEMÁS
“Pero es necesario que el
obispo sea…amable…”
1 Timoteo 3:3 (RV60)
Ser
amable es la décima tercera característica indispensable en el liderazgo
cristiano. La palabra amable se traduce del griego epieikés (ἐπιεικής), la cual
es una palabra muy difícil de traducir, El comentarista del Nuevo Testamento
William Barclay comenta acerca de esta palabra: “La palabra epieikés (ἐπιεικής), traducida
por modestia en la Vulgata Latina y gentileza en la RV60, es una de las
palabras griegas más intraducibles… Se han sugerido, y usado los equivalentes
en otras lenguas entre los que podemos mencionar: ser comprensivos, simpatía,
magnanimidad, autodominio, buenos modales, buena educación, cortesía, gracia.
Queda claro que no encontramos una sola palabra española que abarque todos
estos sentidos y matices”[29]. No obstante, en su significado más sencillo
hace referencia a alguien que es gentil en su trato con las personas. Por ende,
el
líder debe ser gentil en el trato con las demás personas. Una persona
amable es aquella que examina humana y razonablemente los hechos de un asunto,
que piensa bien todo lo que dice y habla con prudencia aun en medio de
negociaciones con grupos difíciles. La amabilidad es una característica que
debe ir acompañadas de otras virtudes que le ayudan en el trato con los demás
tales como la sabiduría de Dios, la bondad, la paciencia, la compasión, la
imparcialidad y sinceridad: “pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan
ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son
también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien”, (Santiago
3:17, DHH). La amabilidad en el líder es sumamente importante ya que las
personas jamás querrán tener un líder que les parezca ofensivo o gruñón, al
contrario, la gente ama a las personas carismáticas, respetuosas, consideradas
y no olvidemos que liderazgo es influencia: “El comportamiento y los modales reflejan como un espejo
su hombre interior. La única forma de manifestar lo que Dios ha hecho en
nosotros es actuando como cristianos. La Biblia dice que debemos conformamos a
la imagen de Cristo (véase Filipenses 2.5) y ser imitadores de Dios (Efesios
5.1). Si en realidad viviéramos como cristianos, conquistaríamos el mundo para
Cristo”[30].
Si hay algo por lo que las personas tienen que conocernos es por nuestra
amabilidad y en el liderazgo esto no es una excepción: “Vuestra amabilidad sea conocida por todos los hombres.
¡El Señor está cerca!”, (Filipenses 4:5, RVA).
APACIBLE: EL LÍDER CRISTIANO TIENE QUE SER UN PACIFICADOR
“Pero es necesario que el
obispo sea…apacible…”
1 Timoteo 3:3 (RV60)
La décima
cuarta característica del liderazgo cristiano es que debe ser apacible. La
palabra apacible proviene del griego amajos
(ἄμαχος), la cual
hace referencia a una persona que siempre promueve la paz entre sus semejantes.
Por tanto, el líder cristiano tiene que ser un pacificador. Uno de los
desafíos que el líder cristiano tiene es mantener la unidad dentro de la
iglesia, especialmente porque en ella se presentan problemas que amenazan
romper la comunión entre los miembros. En la Biblia encontramos ejemplos de
contienda entre los siervos de Dios que no promovía a dicha unidad, como Juan y
Jacobo a los cuales Jesús llamó los “hijos
del trueno” por su carácter explosivo: “Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes llamó
Boanerges (es decir, "Hijos del Trueno")”, (Marcos
3:17, DHH). Otro ejemplo es la discusión entre Pablo y Bernabé que termino por
separarlos: “Bernabé
quería llevar con ellos a Juan, al que también llamaban Marcos; pero a Pablo no
le pareció conveniente llevarlo, porque Marcos los había abandonado en Panfilia
y no había seguido con ellos en el trabajo. Fue tan serio el desacuerdo, que
terminaron separándose: Bernabé se llevó a Marcos y se embarcó para Chipre,
mientras Pablo, por su parte, escogió a Silas y, encomendado por los hermanos
al amor del Señor, salió de allí”, (Hechos 15:37-40, DHH). Teniendo
en cuenta esto, Jesús oro por la unidad de la iglesia en el hurto de Getsemaní
antes de ser crucificado: “No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de
creer en mí por el mensaje de ellos,
para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti,
permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado…yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la
unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos
tal como me has amado a mí”, (Juan 17:20-21, 23, NVI). De igual
manera el apóstol Pablo expreso la misma preocupación en sus diferentes cartas,
por ejemplo lo vemos en su carta a los Romanos: “Vivan en armonía los unos con los otros. No
sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los
únicos que saben… Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz
con todos”, (Romanos 12:16, 18, NVI). También exhorto a los Efesios
a mantener la unidad: “Yo, que estoy preso por servir al Señor, les ruego que vivan
como deben vivir quienes, como ustedes, han sido llamados a formar parte del
pueblo de Dios. Sean humildes, amables y pacientes, y con amor dense apoyo los
unos a los otros. Hagan todo lo posible por vivir en paz, para que
no pierdan la unidad que el Espíritu les dio”, (Efesios 4:1-3, BLS).
Por ello es clave que los líderes de la iglesia sean personas que contribuyan a
mantener
la paz y unidad dentro de la iglesia, deben convertirse en verdaderos
pacificadores sabiendo que hay una promesa para los tales: “Dios bendice a los que trabajan para que haya
paz en el mundo, pues ellos serán llamados hijos de Dios”, (Mateo
5:19, BLS).
QUE GOBIERNE BIEN SU CASA: EL LÍDER TIENE QUE TENER SU HOGAR EN ORDEN
“Pero es necesario que el
obispo… que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con
toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de
la iglesia de Dios? …”
1 Timoteo 3:4-5 (RV60)
La décima
quinta característica indispensable del liderazgo cristiano es que el líder
debe saber gobernar bien su casa. En este sentido es importante que el
líder cristiano sea un buen gobernador no solo de la obra de Dios sino también
de su hogar. Aquí se incluyen varias palabras que nos enseñan el
cuidado que el obispo debe tener respecto a su familia. En primer lugar
aparecen las palabras proísteimi ídios
oíkos (προΐστημι ἴδιος οῖ́κος) que se traducen como gobernar su propia casa. El
líder debe ser capaz de gobernar con sabiduría su propia familia, como
consecuencia de ello debe ser capaz de tener a sus hijos en completa sujeción.
La palabra jupotagé (ὑποταγή) que se
traduce como sujeción involucra la idea de alguien obediente que se somete con
respeto a la autoridad, y en ese sentido los hijos de los lideres deben ser un
ejemplo en ello. La otra palabra que llama la atención en este texto es semnótes (σεμνότης) la cual
se puede traducir como honestidad o seriedad. Es menester del líder que el
gobierno y sujeción de su hogar se haga con toda seriedad y honestidad a tal
punto que sirva de modelo para toda la iglesia.
Pablo
puso bien en claro en sus cartas a Timoteo y Tito que una señal de madurez en
el hombre es la forma de cómo funciona como padre de familia en su hogar. En
particular, sus hijos reflejarán que tan bien ha cumplido con ese rol que Dios
le ha dado: “El
anciano debe ser intachable, esposo de una sola mujer; sus hijos deben ser
creyentes, libres de sospecha de libertinaje o de desobediencia”,
(Tito 1:6, NVI). El deseo del Señor es que no descuidemos nuestra familia por
el servicio a su obra, es necesario encontrar el equilibrio perfecto: “El manejo del
hogar es un reflejo de nuestras vidas. Esto es porque el hogar es el fundamento
de la sociedad. Es más, Satanás tiene muchas estrategias para destruir el hogar
de un cristiano, y con mayor razón la de un pastor o un líder”[31].
Para ello necesitamos la sabiduría de Dios para este trabajo vital. En
Deuteronomio el Señor nos muestra la manera de lograrlo: “Grábate en el corazón estas palabras que hoy
te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando
estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te
levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una
marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades”,
(Deuteronomio, 6:6-9, NVI). Por tanto,
la enseñanza de la palabra de Dios tiene que comenzar desde nuestro hogar, con
nuestros hijos la cual tiene una promesa de conducirlos por el buen camino: “Instruye al niño en
su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”,
(Proverbios 22:6, RV60). Por tanto, es importante que el líder sepa gobernar
bien su hogar y tenga a sus hijos en honesta sujeción.
NO SEA UN NEÓFITO: EL LÍDER CRISTIANO NO DEBE SER UN RECIÉN CONVERTIDO
“Pero es necesario que el
obispo sea… no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del
diablo…”
1 Timoteo 3:6 (RV60)
La
característica indispensable del liderazgo cristiano número dieciséis es que no
debe ser un neófito. La palabra neófito proviene del griego neófutos (νεόφυτος), que
hace referencia a alguien nuevo en un puesto o experiencia, pero en este
contexto se refiere a que no debe ser un recién convertido. Por tanto, es
importante que el líder no sea un recién convertido. En el Medio Oriente
antiguo existía la tradición de que los ancianos ocupaban los principales
puestos de liderazgo, y de aquí que el término anciano se usaba para denotar a
sus líderes. Se creía que la edad mínima para desempeñar un puesto de liderazgo
era de 40 años de edad, y por eso Pablo exhorto a Timoteo a que nadie lo viese
de menos solo por no cumplir este requisito: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los
creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”, (1
Timoteo 4:12, RV60). Sabemos que la tarea del líder no es fácil y el liderazgo
es el proceso de toda una vida por lo que la experiencia y nivel de madurez
requiere tiempo, y un recién convertido carece de estas características. En la
Biblia podemos ver como los grandes líderes pasaron un proceso de formación
antes de asumir sus puestos. Por ejemplo, Moisés paso 40 años en el desierto
antes de recibir el llamamiento del Señor, Josué paso años al servicio de Moisés
antes de ser el líder que condujo a Israel a la conquista de la tierra
prometida, Eliseo paso un buen tiempo sirviéndole a Elías antes de sucederle, aun
el mismo apóstol Pablo paso tres años en Arabia preparándose y luego acudió a
los apóstoles siendo compañero de Bernabé antes de comenzar sus viajes
misioneros: “Pero
Dios, que me escogió antes de nacer y por su gran bondad me llamó, tuvo a bien
hacerme conocer a su Hijo, para que anunciara su evangelio entre los no judíos.
Y no fui entonces a consultar con ningún ser humano; ni fui tampoco a Jerusalén a ver a los que
eran apóstoles antes que yo. Por el contrario, me dirigí sin tardar a la región
de Arabia, y luego volví a Damasco. Tres
años después fui a Jerusalén para conocer a Cefas, con quien estuve quince
días”, (Gálatas 1:15-18, DHH). Por tanto, es importante que los
aspirantes a líderes comiencen desde abajo, realizando progresivamente
actividades que les ayude a ganar experiencia y crecer en el Señor para que
sean capaces en el futuro de desempeñar mayores cargos de liderazgo sin caer en
las trampas del diablo.
AMANTE DE LO BUENO: EL LÍDER DEBE SER UN AMIGO DEL BIEN
“Porque es necesario que el obispo sea… amante de lo bueno…”
Tito 1:8 (RV60)
La décima
séptima característica del liderazgo cristiano es que debe ser amante de lo
bueno. Las palabras amante de lo bueno viene del griego filágazos (φιλάγαθος), lo
cual literalmente significa amigo del bien. Por tanto el líder tiene que ser una persona
madura cuya prioridad es tener compañerismo con la gente buena, que hace cosas
buenas y participa en actividades que reflejan la buena, agradable y perfecta
voluntad de Dios. La Biblia nos enseña que como cristianos debemos
alejarnos de toda inmundicia y practicar todo lo bueno tanto de palabra,
pensamiento y acción: “El que robaba, deje de robar y póngase a trabajar,
realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga algo que dar a los
necesitados. No digan malas palabras, sino solo palabras buenas que edifiquen
la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen”, (Efesios
4:28-29, DHH). Como hijos de Dios debemos reflejar un anhelo por practicar las
cosas buenas ya que recordemos que somos luz en medio de estas tinieblas y
nuestra vida debe estar enfocada a tener comunión con todos los santos: “Bienaventurado el
varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni
en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su
delicia, y en su ley medita de día y de noche”, (Salmo 1:1-2, RV60),
y hacer el bien a los demás: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
mayormente a los de la familia de la fe”, (Gálatas 6:10, RV60). Por
tanto, es indispensable que el líder sea amante de lo bueno.
ADMINISTRADOR DE DIOS: EL LÍDER DEBE SER UN BUEN MAYORDOMO
“Porque es necesario que el obispo sea… como administrador
de Dios…”
Tito 1:7 (RV60)
La décima
octava característica indispensable del liderazgo cristiano la encontramos en
Tito 1:7 y dice que debe ser un bien administrador. La palabra administrador
viene del griego oikodómos
(οἰκονόμος), la
cual es una palabra compuesta por oikos,
que es casa y némos que es disponer o
dirigir, y literalmente significa aquel que dirige una casa. Oikodómos es la palabra que generalmente
se traduce en la RV60 como mayordomo el cual era la persona a cargo de
administrar todos los bienes de un hogar. La historia de José en casa de
Potifar nos enseña lo que es un buen mayordomo: “Ahora bien, el SEÑOR estaba con José y las
cosas le salían muy bien. Mientras José vivía en la casa de su patrón egipcio,
éste se dio cuenta de que el SEÑOR estaba con José y lo hacía prosperar en
todo. José se ganó la confianza de Potifar, y éste lo nombró mayordomo de toda
su casa y le confió la administración de todos sus bienes. Por causa de José,
el SEÑOR bendijo la casa del egipcio Potifar a partir del momento en que puso a
José a cargo de su casa y de todos sus bienes. La bendición del SEÑOR se
extendió sobre todo lo que tenía el egipcio, tanto en la casa como en el campo.
Por esto Potifar dejó todo a cargo de José, y tan sólo se preocupaba por lo que
tenía que comer”, (Génesis 39:2-6, NVI). Por tanto, un
líder cristiano tiene que ser un buen administrador de todos los recursos de la
obra del Señor. Como José que hizo prosperar la casa de Potifar, el
líder cristiano tiene que saber administrar los recursos materiales, humanos y
financieros de tal forma que la obra del Señor se engrandezca cada día más.
Para el Señor nuestra fidelidad en la mayordomía es muy importante ya que
promete bendecirnos de acuerdo a ella: “Respondió el Señor: — ¿Dónde se halla un mayordomo fiel y
prudente a quien su señor deja encargado de los siervos para repartirles la
comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuyo señor, al regresar, lo
encuentra cumpliendo con su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos
sus bienes. Pero ¡qué tal si ese siervo se pone a pensar: “Mi señor tarda en
volver”, y luego comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y
beber y emborracharse! El señor de ese siervo volverá el día en que el siervo
menos lo espere y a la hora menos pensada. Entonces lo castigará severamente y
le impondrá la condena que reciben los incrédulos”, (Mateo 12:42-46,
NVI). No olvidemos que la capacidad de planear, organizar, dirigir y controlar
son las etapas de la administración y el líder cristiano no tiene que descuidar
ninguna de ella para cumplir con esta característica.
SANTO: LA SANTIDAD NO ES NEGOCIABLE
“Porque es necesario que el obispo sea… santo…”
Tito 1:7 (RV60)
Finalmente,
la característica indispensable numero diecinueve en el liderazgo cristiano es
que debe ser santo. La palabra santo se traduce del griego jósios (ὅσιος), la
cual literalmente significa apartado, o puesto a parte. Por tanto, es
indispensable que el líder cristiano lleve una vida completamente consagrada para Dios y
apartado de todo pecado. Como cristianos tenemos que estar conscientes
que si bien es cierto somos santos por medio del sacrificio de Cristo esto no
quita la responsabilidad que tenemos de perfeccionar nuestra santidad cada día:
“Como tenemos
estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el
cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra
santificación”, (2 Corintios 7:1, NVI). Cada día será una lucha pero
debemos esforzarnos por negar nuestra carne y satisfacer al Espíritu: “Por lo tanto, digo:
Vivan según el Espíritu, y no busquen satisfacer sus propios malos deseos.
Porque los malos deseos están en contra del Espíritu, y el Espíritu está en
contra de los malos deseos. El uno está en contra de los otros, y por eso
ustedes no pueden hacer lo que quisieran”, (Gálatas 5:16-17, DHH).
El cristiano tiene dos naturalezas, una espiritual y otra carnal, y aquella que
este mejor alimentada es la que prevalecerá y por ello es importante no
descuidar nuestra vida devocional y crecimiento en la palabra ya que esto nos
ayudara a mantener nuestra santidad delante de Dios: “Que habite en ustedes la palabra de Cristo con
toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría;
canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón.
Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor
Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él”, (Colosenses
3:16-17, NVI). Por tanto, es indispensable que el líder cristiano sea santo.
[1] Dr. John
Maxwell. “Las 21 cualidades indispensables del líder”. Editorial Caribe, EEUU, 2000. pág. IX.
[2] Stephen
Covey. “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”. Buenos Aires, Paidós,
1ª edición, 2005. Pág. 13.
[3] John Maxwell.
“Seamos personas de influencia”. Editorial Caribe, EE.UU, 1998. Pág. 14.
[6] William
Barclay. “Comentario al Nuevo Testamento”. Comentario a versículos 1 Timoteo 3.
Biblioteca electrónica: e-Sword.
[7]
Earl D. Radmacher y otros. “Nuevo
comentario ilustrado de la Biblia”. Ed Caribe, Miami, EE.UU. Pág. 1569.
[8] William
Barclay. “Comentario al Nuevo Testamento”. Comentario a versículos 1 Timoteo 3.
Biblioteca electrónica: e-Sword.
[13] William
Barclay. “Comentario al Nuevo Testamento”. Comentario a versículos 1 Corintios
7. Biblioteca electrónica: e-Sword.
[14] Dr. Gary
Collins. “Consejería Cristiana Efectiva”. Editorial Portavoz, Michigan, EEUU,
1992.Pág. 13.
[17] Héctor
Torres. “Liderazgo: Ministerio y Batalla”. Editorial Betania, E.E.
U.U., 1997. Pág. 168.
[18] Dr. Wilton M. Nelson. “Diccionario Ilustrado de la Biblia”.
Editorial Caribe, Miami, Fl. E.E.U.U.,
1977. Pág. 291.
[20] Dr. Wilton M.
Nelson. “Diccionario Ilustrado de la Biblia”. Editorial Caribe, Miami,
Fl. E.E.U.U., 1977. Pág. 694.
[21] William Barclay. “Comentario al Nuevo
Testamento”. Comentario a versículos Evangelio Según Juan 2. Biblioteca
electrónica: e-Sword.
[23] Dr. John
Maxwell. “Las 21 cualidades indispensables del líder”. Editorial Caribe, EEUU, 2000. pág. 65.
[24] Jeff
Caliguire."Secretos del liderazgo de San Pablo”. Editorial Peniel, Buenos Aires,
Argentina, 2004. Pág. 118.
[26] Héctor
Torres. “Liderazgo: Ministerio y Batalla”. Editorial Betania, E.E. U.U., 1997.
Pág. 166.
[27] Dr. John
Maxwell. “Las 21 cualidades indispensables del líder”. Editorial Caribe, EEUU, 2000. pág. 54-55.
[28] Jeff
Caliguire."Secretos del liderazgo de San Pablo”. Editorial Peniel, Buenos
Aires, Argentina, 2004. Pág. 150.
[29] William
Barclay. “Comentario al Nuevo Testamento”. Comentario a versículos Filipenses 4.
Biblioteca electrónica: e-Sword.
[30] Héctor
Torres. “Liderazgo: Ministerio y Batalla”. Editorial Betania, E.E. U.U., 1997.
Pág. 168.
[31] Héctor
Torres. “Liderazgo: Ministerio y Batalla”. Editorial Betania, E.E. U.U., 1997.
Pág. 164.
GRACIAS!! INVESTIGANDO Y HA SIDO DE MUCHAS BENDICIONES!! DIOS TE BENDIGA MAS.
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