“Así, pues, téngannos los
hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.
Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni
aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por
eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis
nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo
oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y
entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”.
1 Corintios 4:1-5
INTRODUCCIÓN
Llegamos
al capítulo cuatro y donde el apóstol Pablo continuara su discusión en cuanto a
la correcta forma de ver a los ministros de Dios. No debe olvidar que este capítulo
está relacionado con resolver uno de los problemas que estaban dando en la
iglesia en Corinto, las divisiones, y muchos se dividían en partidos afirmando
ser de Pablo, Apolos, Cefas, que es Pedro o Cristo. Ya el apóstol les mostro a
los corintios que el causar divisiones es considerado como un pecado terrible y
es equivalente a destruir el cuerdo de Cristo y cualquiera que destruya el
cuerpo de Cristo Dios lo destruirá a él. En este capítulo el apóstol Pablo
concluirá con la temática que busca resolver el problema de la divisiones que
ocurrían entre la iglesia de Corinto y ahora les enseñará la manera correcta de
ver a los ministros que Dios ha levantado con el fin de servir en medio de su
pueblo. Además de esto también nos mostrara cual es la aprobación que cuenta y
por la cual debemos trabajar ya que un día estaremos delante de la presencia de
Dios y su juicio es el único que cuenta.
La Aprobación Que Cuenta |
LA FORMA CORRECTA DE VER A LOS MINISTROS DE DIOS
“Así, pues, téngannos los
hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”.
1 Corintios 4:1-2
Con
las palabras Así,
pues, Pablo conecta sus palabras con lo antes dicho en el capítulo
3. Si recordamos la amonestación hacia los corintios era por las divisiones que
entre ellos se había causado y parte de su pecado estaba usar los ministerios
de Pablo, Apolos, Cefas e incluso Cristo como excusa para formar sus diferentes
partidos. Ahora bien, esto no significa que estos ministros estaban
involucrados es estas divisiones, o que realmente fueran los cabecillas, sino
los creyentes carnales apasionados por el estilo de predicación de cada uno
había decidido pronunciarse a favor de cada uno: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice:
Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”, (1
Corintios 1:12). Con sus palabras: téngannos los hombres por servidores de Cristo, y
administradores de los misterios de Dios, nos enseña la razón por la
cual el pueblo no debe considerar a los ministros como la cabeza principal de
la iglesia. En primer lugar nos dice que los ministros de Dios son servidores
de Cristo. La palabra que Pablo utiliza en el griego para referirse a servidor
es juperétes (ὑπηρέτης) la cual era
utilizada en relación a los esclavos que eran puestos como remeros en el fondo
de los botes. Estos esclavos eran los responsable de hacer que el bote se
moviera pero no eran los capitanes, así como los ministros son los responsables
de hacer que la iglesia del Señor avancen bajo la orden de Jesucristo. Además
de esto compara a los ministros con los administradores. Esta palabra proviene
del griego oikónomos (οἰκονόμος) que se puede
traducir como mayordomo el cual era un esclavo de confianza al cual se le había
confiado la administración de toda la casa, ordenaba a los otros esclavos, pero
eso no significaba que él era el verdadero dueño, sino solo el mayordomo. El
mejor ejemplo lo podemos ver en la vida de José el cual llego a ser el siervo
más diligente que Potifar tenía que lo puso al frente de toda su casa y sus
negocios: “Así
halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y
entregó en su poder todo lo que tenía. Y aconteció que desde cuando le dio el
encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a
causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en
casa como en el campo. Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se
preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía”, (Génesis 39:4-6).
Así son los ministros, son mayordomos en la casa del Señor, no son los
verdaderos dueños de la iglesia, pero Cristo les ha dado autoridad para que la
dirijan sin olvidar que ellos mismos son siervos junto con todo el pueblo.
Pablo dice que estos son administradores de los misterios de Dios, y como ya
hemos visto un misterio era algo que estaba oculto y que hoy ha sido revelando
en su santo evangelio, y los ministros son los responsables de revelarlos
delante del pueblo. Ante semejante privilegio es menester que sus ministros
sean hallados fieles en todo su trabajo: Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno
sea hallado fiel. La meta de todo ministro debe ser cumplir con
responsabilidad y fidelidad la obra que Dios le ha encomendado ya que un día
será recompensado por todo su trabajo y el mismo Señor dará testimonio de ello,
tal y como lo hizo de Moisés y otros siervos suyos: “No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda
mi casa”, (Números 12:7). Sin embargo, esto no significa que los
miembros de la iglesia tiene que poner la mirada en estos hombres para hacer
sus diferentes partidos y causar divisiones, incluso, los ministros deben
abstenerse de usar la posición que Dios les ha dado para dividir a la iglesia
ya que esto es equivalente a mutilar el cuerpo de Cristo.
LA APROBACIÓN QUE CUENTA
“Yo en muy poco tengo el ser
juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.
Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero
el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta
que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y
manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su
alabanza de Dios”.
1 Corintios 4:4-5
En
estos versículos el apóstol Pablo nos enseña acerca de la aprobación que
debemos buscar. Aquí se utiliza tres veces el verbo griego anakríno (ἀνακρίνω) que se traduce
juzgar, y tiene un sentido de examinar o escudriñar con el fin de emitir un
juicio contra una persona ya sea de aprobación o desaprobación. Como ministros
o incluso como cristianos las críticas no faltaran, muchas personas emitirán su
aprobación o desaprobación, pero aquí el apóstol nos dice cómo debemos
considerarlas. En primer lugar Pablo prestaba poca atención a ser juzgado por
otros hombres o incluso por tribunales humanos: Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros,
o por tribunal humano. Con esto no significa que Pablo no le
importara para nada los comentarios de los demás o incluso de sus enemigos, de
hecho a veces los comentarios en contra de nuestra persona pueden ser de mucha
utilidad si sabemos evaluarlos detenidamente, y por lo general pueden ser más
provechosos que los buenos, pero lo cierto es que si el ministro se dedica a
realizar la obra del Señor con fidelidad los comentarios egoístas de otras
personas no cuentan. Algunos criticaban a Pablo por no cobrar sus servicios en
la iglesia de Corinto, e incluso por no tener esposa: “Contra los que me acusan, esta es mi defensa:
¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? ¿No tenemos derecho de traer con
nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos
del Señor, y Cefas? ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar?”,
(1 Corintios 9:3-6), pero todo esto lo hacía para ser más efectivo en su trabajo
de ganar almas y por tanto cualquier comentario en su contra no era de relevancia.
Como servidores de Cristo debemos estar conscientes que muchos mentirán y
levantaran toda clase de testimonio en nuestra contra, pero si estamos haciendo
bien las cosas para Dios no debemos prestarle atención ya que el mismo Jesús
advirtió que esto pasaría: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os
persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y
alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”, (Mateo
5:11-12). De hecho Pablo sufrió muchas prisiones y acusaciones falsas de parte
de sus enemigos y estuvo frente a muchos tribunales humanos dando testimonio de
su fe: “Y
deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez días, venido a Cesarea, al
siguiente día se sentó en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo. Cuando
éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando
contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar”,
(Hechos 25:6-7). No obstante, esto muy poco afecto a Pablo ya que sabía que su
conciencia estaba limpia y ninguna acusación injusta lo apartaría de su misión
celestial.
Por
otro lado ni siquiera el mismo se atrevía a juzgarse: y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque
de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado. En
ocasiones el juicio que emitimos hacia nosotros mismo puede afectar nuestra
consciencia y ser un impedimento en el desarrollo de nuestra vida cristiana.
Una vida acusada por la consciencia puede afectar seriamente nuestro
crecimiento en Cristo si no se resuelve a tiempo. Podemos recordar las vidas de
algunos hombres que le sirvieron a Dios pero por sus pecados no confesados
perdieron su favor y su conciencia acusada junto con la desesperación los llevo
a su fin. Por ejemplo, podemos recordar el caso de Saúl el cual por sus
constantes rebeliones a Dios perdió su favor siendo desechado y al no gozar de
su respaldo su conciencia se angustio tanto que su corazón se turbo ante la
amenaza del enemigo y se atrevió a consultar a una adivina para su propia
perdición: “Y
cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su
corazón en gran manera. Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió
ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. Entonces Saúl dijo a sus criados:
Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y
por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una
mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación”, (1 Samuel
28:5-7). Finalmente, sin Dios y sin esperanza opto por el suicidio: “Entonces dijo Saúl
a su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos
incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería,
porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre
ella”, (1 Samuel 31:4). Otra persona que le sirvió a Dios pero por
sus pecados se alejó de Él fue Judas el cual por su codicia vendió a Jesús por
30 monedas de plata y cuando se dio cuenta de su grande error su conciencia lo
acuso tanto que decidió suicidarse: “Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era
condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales
sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente.
Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las
piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó”, (Mateo
27:3-5). Ambos casos son el resultado de una conciencia acusada que les decía
que Dios ya se había alejado de ellos lo cual pudo haberse superado si desde
hace tiempo se hubieran arrepentido y cambiado su conducta, en lugar de
persistir en sus pecados. De aquí se desprende la importancia de tener una
conciencia limpia y si está sucia por el pecado debemos acercarnos a Dios en
oración de arrepentimiento: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y
si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el
justo”, (1 Juan 2:1), y luego de esto apartarnos de nuestro pecado: “El que encubre sus
pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia”, (Proverbios 28:13). Cuando nuestra conciencia está
limpia y vivimos en santidad delante de Dios nada nos acusara y podremos
servirle al Señor de una mejor manera.
Ya
vimos que la aprobación de los hombres o incluso la de nuestra conciencia muy
poco cuanta, pero la que sí cuenta es la
de Dios: pero el
que me juzga es el Señor. Si hay alguien que es capaz de discernir
las verdaderas intenciones de nuestro corazón y puede juzgar a cabalidad
nuestras acciones es el Señor, y Él recompensara de manera justa a cada uno
según sus obras: “Porque
si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el que pesa los
corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus
obras” (Proverbios 24:12). Por tanto, debemos cuidar nuestro corazón y
asegurarnos que nuestras actitudes son las correctas porque Dios es el que pesa
los corazones y nos dará la paga según nuestros caminos. También no debemos
adelantarnos a emitir un juicio prematuro a menos que estemos plenamente
seguros de ello: Así
que, no juzguéis nada antes de tiempo… Nuestro Señor Jesús enseño
que antes de juzgar a alguien debemos evaluarnos a nosotros mismo y corregir nuestros
errores antes de querer corregir a otros: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el
juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será
medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas
de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame
sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio
ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”,
(Mateo 7:1-5). Por estas palabras uno puede entender que juzgar no es pecado,
el pecado es juzgar el error del prójimo sin haber corregido el error propio, y
de aquí que se vuelve muy difícil hacerlo ya que requiere de nuestra parte un
esfuerzo por mantenernos en integridad y mucha sabiduría para no juzgar a la
ligera por lo cual Jesús dijo: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo
juicio”, (Juan 7:24). Por todo esto entendemos cuando Pablo dice que
es mejor no juzgar antes de tiempo, lo mejor es que si no estamos listos para
hacerlos esperemos hasta que venga nuestro Señor ya que revelara todo: Así que, no juzguéis
nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo
oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y
entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.
“Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras” (Salmo 24:12).
ResponderBorrarLo escrito es su estudio solo deseo rectificarles lo escrito no esta en Salmo sino en Proverbio 24:12, pues el Salmo 24 solo tiene 10 versos, queria compartiles para aquel que quiera buscarlo en la escritura
Bendiciones
Maria Lapop
Muy cierto, ya lo corregimos muchas gracias.
BorrarDios la bendiga.
♥️💪🔥🔥🔥
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