El Costo del Pecado (2 Samuel 12:9-12)


“¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer. Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol”.
2 Samuel 12:9-12

INTRODUCCIÓN

Hay cosas en la vida que tienen un costo demasiado alto para nuestras vidas. Decisiones equivocadas, oportunidades desaprovechadas, relaciones fracasadas, entre otras pueden traer a nuestras vidas un costo grande, pero el que produce el pecado es el peor de todas. A través de la historia del adulterio de David podemos aprender este principio para escapar de sus sus consecuencias.

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Natán amonesta  a David

                               I.            LA DEGRADACIÓN DE NUESTRO SER INTERIOR.


“Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa”.
2 Samuel 11:1-4

El primer costo que pagamos al pecar es la degradación de nuestro ser interior. Todos los buenos principios y honorabilidad se pierden al momento que decidimos pecar y esto fue lo que le paso a David. Mientras él se paseaba sobre el terrado de su casa real vio a una mujer hermosa que se estaba bañando y rápidamente esto atrapo su atención. El ser tentado no es pecado, el pecado es ceder a esta tentación. Satanás y este mundo buscara la forma de tentarnos a través de diferentes formas, lamentablemente David permitió que la tentación lo atrapara y su corazón se ensucio con toda clase de pensamientos impuros buscado la forma de acercarse a aquella mujer aun sabiendo que estaba casada con uno de sus mejores guerreros. Cuando este proceso se da, nuestra moral se hace a un lado y sacamos a Dios de nuestras vidas depravando así todo nuestro ser interior. El apóstol Santiago nos habla de cómo este proceso de degradación avanza hasta concebir el pecado: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”, (Santiago 1:13-15).

            Poco a poco David fue cayendo en este estado de depravación olvidándose de su Dios, permitiendo que sus pensamientos se ensuciaran con la posibilidad de conocerla, dejando que su lujuria se encendiera, no respetando que esa mujer estaba casada con otro hombre, mandándola a llamar hasta consumir el pecado. Este es el primer costo que pagamos cuando decidimos pagar.

                            II.            LA INTRANQUILIDAD DE NUESTRA ALMA AL QUERER OCULTAR NUESTRO PECADO.


Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta”.
2 Samuel 11:5

El segundo costo que pagamos al pecar es la intranquilidad que este produce al querer ocultarlo. Cuando David se enteró que Betsabé estaba embarazada se esforzó por ocultar su pecado. Primero intento propiciar las relaciones sexuales entre Urías y su mujer mandándolo a llamar e insistiéndole que fuera a su casa y descasara pasando una noche con su mujer, pero él se negó debido a que sus compañeros estaban en batalla y no podía defraudarlos de esta manera: “Y Urías respondió a David: El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer?”. Luego intento emborracharlo para que fuera a su casa y logar que durmiera con su mujer, pero volvió a fracasar. Cuando esto ocurrió decidió matarlo dándole órdenes a Joab, general de su ejército, que lo pusiera al frente de la batalla para que fuese muerto por la espada de los enemigos, y así ocurrió, añadiendo a su pecado de adulterio el de homicidio: “Venida la mañana, escribió David a Joab una carta, la cual envió por mano de Urías. Y escribió en la carta, diciendo: Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y retiraos de él, para que sea herido y muera. Así fue que cuando Joab sitió la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más valientes. Y saliendo luego los de la ciudad, pelearon contra Joab, y cayeron algunos del ejército de los siervos de David; y murió también Urías heteo”, (2 Samuel 11:14-17). Así su conciencia de ensucio aún más, todo por querer ocultar su pecado. Lo peor después de esto es que hizo llamar a la viuda y la tomo como una de sus mujeres para hacerle creer al pueblo su benevolencia y criar a su hijo montando así una verdadera mentira haciéndose aún más vil delante de Dios: “Oyendo la mujer de Urías que su marido Urías era muerto, hizo duelo por su marido. Y pasado el luto, envió David y la trajo a su casa; y fue ella su mujer, y le dio a luz un hijo. Más esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová”, (2 Samuel 11:26-27).

Cuando creemos que nadie se dará cuenta de nuestros pecados nos equivocamos ya que tarde o temprano saldrá a la luz. Muchos se esfuerzan por ocultarlos y esto provoca una intranquilidad en sus vidas, buscan esconderse, ocultar sus evidencias, crean mentiras y su corazón se llena de intrigas robando la paz y volviéndose más viles a los ojos de Dios. Este es uno de los costos que el pecado produce en la vida del ser humano.

                         III.            LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO: DOLOR Y JUICIO.


“¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer. Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol”.
2 Samuel 12:9-12

Estas palabras pronunciadas por Natán a David dictaron el costo final del pecado. El pecado traerá consecuencia inevitables a todos aquello que lo practican y nadie puede escapar de ellas, ni siquiera David lo pudo hacer. Las consecuencias fueron muy duras:

1.      La espada jamás se apartó de su propia casa, eso le provocó la muerte a cuatro de sus hijos, al hijo de Betsabé, a Amón quien violo a su media hermana, a Absalón y a Adonías.
2.      Absalón uno de sus hijos se revelo en su contra dividiendo temporalmente su reino y acostándose en público con todas sus concubinas.

Así de amargas fueron las consecuencias del pecado de David, y esta misma historia se repite en la vida de todos los pecadores que pagan un precio muy grande y les condena en una eternidad en el infierno.

                          IV.            ¿CÓMO CONTRARRESTAR EL COSTO DEL PECADO?


El pecado traerá un gran costo a la vida de los seres humanos y en la eternidad el juicio final, pero ¿cómo contrarrestar el costo del pecado? El mismo David nos enseña cómo hacerlo.

1.      Reconocer nuestro pecado: “Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás”, (2 Samuel 12:13).
2.      Pedirle perdón a Dios y que limpie nuestro pecado: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado”, (Salmo 51:1-2).
3.      Pedirle a Dios un corazón nuevo para no volver a pecar: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente”, (Salmo 51:10-12).
4.      Convertirse plenamente a Dios comenzando una nueva vida: “Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi  salvación; cantará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios Haz bien con tu benevolencia a Sion; edifica los muros de Jerusalén. Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada; entonces ofrecerán becerros sobre tu altar”, (Salmo 51:13-19).

            CONCLUSIÓN.


El costo del pecado es muy grande ya que deprava todo nuestro ser, rompe nuestra comunión con Dios, roba nuestra tranquilidad al querer ocultarlo, nos impulsa a seguir pecado y trae terrible culpa y juicio divino. Como David, debemos reconocer nuestros pecados, pedirle perdón a Dios y convertirnos de todo corazón.

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