“El levanta del polvo al
pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes
y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, y
él afirmó sobre ellas el mundo”.
1 Samuel 2:8
INTRODUCCIÓN
Cuantos miles de casos se escuchan a lo largo de la vida de personas que
arruinan su futuro, ya sea por el adulterio, la drogadicción, el alcoholismo,
el libertinaje, la codicia, la inmoralidad sexual, la ambición de dinero fácil,
y tanto pecados más que conducen a los que la practican a su ruina total. Muchas
veces vemos como estas personas descienden a las situaciones más inimaginables
que la mente puede concebir, completamente destruidos y en situaciones de
extrema angustias, ya sea al perder su familia, su trabajo, su dignidad moral y
esclavizados de muchos pecados que los arrastran al infierno. Pero que bueno es
saber que sin importar hasta donde el hombre haya descendido, aun de los
niveles más despreciable, Dios tiene poder para restaurar su vida: El levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso,
para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. No obstante, ¿cómo ocurre esta restauración? ¿Qué pasos
podemos seguir para ir camino a la restauración? Veamos a la luz de la Biblia
tres pasos sencillos:
Pasos hacia la restauración |
I.
RECONOCER LA NECESIDAD
DE SALVACIÓN QUE TENEMOS.
“Así
que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque
según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en
mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a
la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará
de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así
que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, más con la carne a la ley
del pecado”.
Romanos 7:22-25
La primera cosa que
tenemos que hacer para iniciar el camino hacia la restauración es reconocer la
necesidad que tenemos de que Dios nos salve de nuestros pecados. Alguien dijo
en cierta ocasión que mientras una persona no reconozca que tiene un problema
jamás lo resolverá, y eso es cierto aun para alcanzar la salvación porque
mientras no entendamos lo terrible que es nuestra condición de pecado, jamás
buscaremos a Jesús. Es por causa del pecado que el hombre se deteriora y poco a
poco destruye su vida, inmerso en tantos vicios, inmundicias y maldad esta
humanidad perece porque esto es lo único que puede hacer el pecado: “Prenderán al impío
sus propias iniquidades, y retenido será con las cuerdas de su pecado. El
morirá por falta de corrección, y errará por lo inmenso de su locura”,
(Proverbios 5:22-23). Si hubo un hombre que reconoció su propia necesidad de
ser salvado de su pecaminosa naturaleza fue Pablo: Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta
ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la
ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de
mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Pablo reconocía
su miseria y cómo esta lo arrastraba al infierno, pero también sabía que podía
ser salvo por medio de la fe en Jesús: Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro Gracias doy
a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Si perseveramos en nuestros
pecados pereceremos en ellos, pero si queremos iniciar nuestro camino hacia la restauración
el primer paso es reconocer nuestra necesidad de salvación y que solamente
Jesús nos puede ayudar en ello.
II.
CONFESAR Y APARTARNOS DE
NUESTROS PECADOS.
“El
que encubre sus pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta
alcanzará misericordia”.
Proverbios 28:13
El segundo paso hacia la
restauración es confesar nuestros pecados y apartarnos de ellos: El que encubre sus
pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
La Biblia no ensaña la importancia de la confesión de nuestros pecados ya que
para hacerlo es necesario antes haber reconocido nuestra maldad, confesar
nuestros pecados significa pedirle perdón a Dios por todas nuestras maldades,
confesar nuestros pecados significa reconocer que por su misericordia
alcanzaremos la misericordia de Dios: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros”, (1 Juan 1:8-10). Para que la restauración de nuestra vida
comience es importante confesar nuestros pecados como consecuencia de haber
experimentado un verdadero arrepentimiento y así permitir que el poder del
Espíritu Santo venga a nuestra vida: “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos,
rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo
en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando
se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los
hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,
sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación
en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo
nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, viniésemos a ser
herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”, (Tito 3:3-7).
El Espíritu Santo juega un papel muy importante en nuestro proceso de restauración
ya que su presencia en nosotros nos da el poder para vencer las fuerzas
malignas de Satanás y sujetar a nuestra naturaleza pecaminosa, pero para
permitirle al Espíritu hacer esta obra es necesario limpiar nuestro corazón de
toda la maldad, y al arrepentirnos y confesar nuestros pecados confiando en la
obra redentora de Cristo lo estamos logrando: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el
Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación”, (Romanos 10:9-10).
III. ADHERIRSE A LA VID VERDADERA.
“Yo
soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Juan 15:5
Finalmente, el siguiente
paso para restaurar totalmente nuestra vida es adherirnos a la vid verdadera
que es Cristo: Yo
soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Lo
cierto es que para no volver atrás después de nuestra conversión necesitamos
unirnos íntimamente a la única fuente de vida, que es Cristo. Por eso Él les
decía a sus discípulos que Él era la vid verdadera y que ellos los pámpanos, es
decir, las ramas que mientras están unidas a troco son nutridas por la rica
sabia, así nosotros los cristianos debemos mantenernos adheridos a nuestro
Señor la única fuente de agua viva, pero realmente cómo podemos lograrlo. La
Biblia nos enseña cómo hacerlo:
1.
Mantener
la comunicación con Cristo a través de la oración: “Esta es la confianza que tenemos en él, que,
si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él
nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le
hayamos hecho”, (1 Juan 5:14-15).
2.
Alimentarse
constantemente de la palabra de Dios: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”, (1 Pedro
2:2).
3.
Desarrollar
el hábito de congregarnos para gozar de la comunión con santos: “Y considerémonos
unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de
congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto
más, cuanto veis que aquel día se acerca”, (Hebreos 10:24-25).
4.
Permanecer
constantes creciendo en la obra del Señor siempre: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano”, (1 Corintios 15:58).
CONCLUSIÓN.
Por causa del pecado muchas
personas han llegado a una ruina total en su vida, sin embargo, Dios tiene
poder para restaurarnos sin importar que tan bajos hayamos descendidos y en la
Biblia encontramos el camino hacia la restauración:
1.
Reconozca
la necesidad que Cristo lo salve de sus pecados (Romanos 7:22-25).
2.
Confiese
y apártese de sus pecados (Proverbios 28:13).
3.
Adhiérase
a la vid verdadera que es Cristo, fuente de toda vida (Juan 15:5).
Soy un pecador,pero, necesito liberarme de la prisión de satanás,y prometo seguir a Cristo y a Dios para siempre ... perdí a mis hijos y voy a recuperarlos y muchas cosas más. Amén.
ResponderBorrarEs mi deseo es que a casi un año de tu mensaje, hayas conocido a Cristo y que a través de Él hayas restaurado tu vida y la relación con tus hijos. 🙌🏼
BorrarGracias por tan hermosa enseñanza.. Dios los bendiga grandemente
ResponderBorrarGracias por dejarse ser usado por Dios!!!
ResponderBorrarBuenos días pastor, que nuestro Dios le siga dando más sabiduría, el presente mensaje sirve para ganar mas almas
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