“Pero
Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa
de tu padre, a la tierra que te mostraré”.
Génesis 12:1 (RV60)
INTRODUCCIÓN
Abraham es otro de los grandes
personajes bíblicos cuyo estudio nos brinda un aprendizaje provechoso y
edificante, especialmente porque estamos hablando de un hombre que podría verse
como un ejemplo a seguir en nuestro peregrinar cristiano. Abraham fue un hombre
que camino por fe, alguien que en vida no llego a ver el cumplimiento total de
las promesas que Dios le hizo respecto a la tierra que le daría a su
descendencia y que se cumplió cientos de años después de su muerte, sin
embargo, Abraham creyó y Dios cumplió sus promesas. Hoy en día Abraham es un
hombre muy recordado y estimado por 3 de las religiones más grandes del mundo
como lo son, el judaísmo, el cristianismo e islam, no cabe duda de que Abraham
llego a conquistar grandes promesas por su fe y ahora es recordado por muchos
como una persona que el creyó Dios.
Abraham
contempla las estrellas
De E. M. Lilien - The Books of
the Bible, German edition, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=19811893 |
SU LLAMAMIENTO
El capítulo 12 del libro de Génesis comienza presentándonos el
llamamiento de Abraham: “El Señor le había dicho a
Abram: «Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a
la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una gran nación; te bendeciré y te
haré famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a quienes te bendigan
y maldeciré a quienes te traten con desprecio. Todas las familias de la tierra
serán bendecidas por medio de ti»”, (Génesis 12:1-3, NTV). El
capítulo 12 del libro de Génesis abre un nuevo episodio en el relato bíblico de
todo el Antiguo Testamento, la historia de una nación, la nación de Israel, los
descendientes de Abraham. Para este tiempo, Abraham vivía en Ur de los caldeos,
una ciudad muy importante en Mesopotamia, la cual, según las excavaciones
arqueológicas, era una ciudad muy rica e influyente en su tiempo, una ciudad
que ya contaba con una especie de lengua escrita y que se había desarrollado en
muchas áreas. Allí vivía Abraham y su familia, en una ciudad que podía ofrecer
a cualquier persona las comodidades de ser un citadino. De igual forma, Ur era
una ciudad politeísta, es decir, adoraba a muchos dioses y probablemente Abraham
era uno de esos: “Por lo tanto, ahora ustedes
entréguense al SEÑOR y sírvanle fielmente. Desháganse de los dioses que sus
antepasados adoraron al otro lado del río Éufrates y en Egipto, y sirvan sólo
al SEÑOR”, (Josué 24:14, NVI). Ahora, consideremos lo que el llamado
de Dios a Abraham significo, primero, Abraham estaba acostumbrado a vivir en medio de una
religión politeísta donde existían dioses para todo, pero aquí Dios
se le presenta como el Señor, es decir, Jehová o Yahweh, tal y como lo traducen
otras versiones de la Biblia. Con esto le estaba diciendo que el que le llamaba no era un dios
más de la colección de un panteón, sino, era el auto existente que siempre ha
existido y el único Dios Todopoderoso. En segundo lugar, su llamado implicaba dejar su
mundo de comodidad citadina e ir de peregrino a una tierra que desconocía en
medio de rutas desérticas y muchas veces peligrosas. La mayoría de las personas hubieran rechazado el abandonar la comodidad de sus viviendas en una
gran ciudad como lo era Ur para iniciar una peregrinación a lo desconocido; sin
embargo, Abraham le creyó a Dios, creyó que el llamamiento a abandonar su tierra y parentela era porque
había algo mucho mejor que podía heredar en el futuro. Es más, Dios
le promete grandes cosas allá en Génesis 12:1-3:
1. Haría de él una gran nación.
2. Le daría su bendición y engrandecería en gran manera su nombre.
3. Su vida seria usada para bendecir a muchos más.
4. Su protección divina siempre estaría con él, bendiciendo a los que lo bendigan y maldiciendo a los que lo maldigan.
5. Su bendición y promesas se extenderían a toda su descendencia a través del tiempo.
La verdad es que cuando Dios llama a una persona lo hace para
bendecirlo, hoy en día el Señor llama a muchos, pero estos ignoran su
invitación, consideran que seguirlo implica abandonar su vida de pecados y
placeres, piensan que no necesitan a Dios en sus vidas por considerar sus
preceptos bíblicos como obsoletos o pasados de moda, pero cuan equivocados
están. El profeta Isaías confirma nuestras palabras al mostrarnos que Dios
llama al hombre con el fin de perfeccionar en este su buena voluntad y obrar
grandes cosas a favor de su vida: “Que abandone el
malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al SEÑOR, a nuestro
Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia. «Porque mis
pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el
SEÑOR—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más
altos que los cielos sobre la tierra!”, (Isaías 55:7-9, NVI).
Finalmente, este
obedeció al llamamiento que Dios le hizo: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había
de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”, (Hebreos
11:8, RV60). La
obediencia a Dios no es un fanatismo ciego, sino, un acto de fe y confianza a
las promesas de Dios, de tal manera que, aunque las cosas no se
logren visualizar en el momento o parezcan imposibles, debemos dar esos pasos
de fe y extendernos al futuro con plena expectativa de confianza en el Señor.
UN PEREGRINO QUE ANHELABA UNA MEJOR PATRIA
Abraham fue un hombre que le creyó a Dios y por tal motivo fue bendecido
en gran manera, este al recibir el llamamiento del Señor obedeció, sin embargo,
su caminar no fue fácil. Hoy en día los cristianos
somos peregrinos en este mundo en el que vivimos y en las Escrituras
se nos exhorta a que andemos como es digno de nuestro llamado: “Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos
en este mundo, que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la
vida. Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los
acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y
glorifiquen a Dios en el día de la salvación”, (1 Pedro 2;11-12,
NVI). En la vida de
Abraham podemos aprender algunos principios espirituales importante para
nuestro peregrinar en esta tierra.
La obediencia de Abraham no fue
perfecta desde el principio, pero fue mejorando.
Si recordamos un poco, Dios le ordenó a Abraham que dejara su tierra y a
su familia para ir a la tierra que le mostraría: “El
SEÑOR le había dicho a Abram: «Deja tu patria y a tus parientes y a la familia
de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré”, (Génesis 12:1,
NTV); sin embargo, no obedeció completamente, ya que cuando abandonó Ur de los
caldeos lo hizo con su padre y su sobrino Lot y se fueron a Haram: “Cierto día, Taré tomó a su hijo Abram, a su nuera Sarai (la
esposa de su hijo Abram) y a su nieto Lot (el hijo de su hijo Harán) y salieron
de Ur de los caldeos. Taré se dirigía a la tierra de Canaán, pero se detuvieron
en Harán y se establecieron allí. Taré vivió doscientos cinco años y murió
mientras aún estaba en Harán”, (Génesis 11:31-32, NTV). Según el
texto, Taré, el padre de Abraham toma la iniciativa de salir de Ur y no
Abraham, de allí que hay una discusión teológica respecto a dónde Abraham recibió
el llamado de Dios, si en Ur o en Haram. Una parte de la tradición judía y el
libro de Hechos afirma que inicialmente fue en Ur: “Y
Esteban dio la siguiente respuesta: —Hermanos y padres, escúchenme. Nuestro
glorioso Dios se le apareció a nuestro antepasado Abraham en Mesopotamia antes
de que él se estableciera en Harán. Dios le dijo: “Deja tu patria y a tus
parientes y entra en la tierra que yo te mostraré””, (Hechos 7:2-3).
Si es así, entonces Abraham no obedeció completamente, porque sale de Ur con su
padre, luego se establece en Haram, donde por un tiempo vive y a la muerte de
su padre, Dios vuelve a llamarlo y este obedece a salir de Haram, pero, se
lleva a su sobrino Lot: “Entonces Abram partió como
el SEÑOR le había ordenado, y Lot fue con él. Abram tenía setenta y cinco años
cuando salió de Harán”, (Génesis 12:4, NTV). Dios tenía planes con
Abraham y era necesario que dejara a toda su parentela, pero no lo hizo,
probablemente porque los apreciaba y no quería dejarlos, aunque con el tiempo se
fue quedando solo para cumplir el propósito de Dios. Primero murió su padre y
más tarde hay un altercado entre los pastores de Lot y los de Abraham lo cual provoca
su separación. Para que
el Señor cumpla sus propósitos en nosotros es importante que obedezcamos su
palabra, a veces pidiéramos estar en este peregrinar, pero sabemos
que no hemos rendido por completo algunas partes de nuestra vida, o como Abraham aun seguimos unidos
con personas de nuestro pasado que no nos ayudan a avanzar en sus caminos.
Debemos obedecer a Dios y dejar atrás nuestra vida pasada y esto podría aplicar
a viejas amistades que quizás no honran a Dios y solo afectan nuestro caminar
con Dios.
Abraham supo reconocer sus errores y
volverse siempre a Dios.
La obediencia de Abraham se fue puliendo con el tiempo, sin embargo, hubo momentos donde su fe flaqueo y eso lo llevo a mentir. Recordamos cuando llego a la región del Neguev, temía que los hombres de aquella región lo atacaran para quitarle a su esposa, ya que ella era hermosa y por eso decidió medio mentir diciendo que era su hermana: “Abraham partió desde allí en dirección a la región del Néguev, y se quedó a vivir entre Cades y Sur. Mientras vivía en Guerar, Abraham decía que Sara, su esposa, era su hermana. Entonces Abimélec, rey de Guerar, mandó llamar a Sara y la tomó por esposa”, (Génesis 20:1-2, NVI). En parte era verdad que era su media hermana, sin embargo, también era su esposa, pero temía que, por querer quitársela, los hombres de aquella región lo mataran y por eso decidió mentir. Vemos cómo aquí su fe aún no se había desarrollado completamente como para decir la verdad y confiar en la protección divina. Al final, Dios amonestó al Abimélec para que no tocase a Sara y este molesto amonestó a Abraham por no decir la verdad: “Entonces Abimélec llamó a Abraham y le reclamó: —¡Qué nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, que has traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi reino? ¡Lo que me has hecho no tiene nombre!”, (Génesis 20:9, NVI). Es increíble ver como el incrédulo amonesta al creyente, pero era así, Abraham había mentido y con eso dado un mal testimonio, pero Abraham siempre reconoció su error y eso le ayudo a continuar perfeccionando su fe: “Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimélec y permitió que su esposa y sus siervas volvieran a tener hijos”, (Génesis 20:17, NVI). Esta fue la segunda vez que cometía este error, anteriormente ya lo había hecho, pero lo hizo con faraón: “Entonces el faraón llamó a Abram y le dijo: «¿Qué me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa? ¿Por qué dijiste que era tu hermana? ¡Yo pude haberla tomado por esposa! ¡Anda, toma a tu esposa y vete!»”, (Génesis 12:18-19, NVI). En esta ocasión Abraham salió avergonzado de que un incrédulo lo amonestara por su mal proceder y este se fue a Betel, donde erigió un altar a Dios, lo cual es un símbolo de que Abraham regresa a Dios avergonzado y arrepentido: “… Abram regresó por etapas hasta Betel, es decir, hasta el lugar donde había acampado al principio, entre Betel y Hai. En ese lugar había erigido antes un altar, y allí invocó Abram el nombre del SEÑOR”, (Génesis 13:3.4, NVI). Abraham no fue un hombre perfecto, pero aprendió a confiar en Dios, hay muchos errores que cometió, como el unirse con la criada de su esposa, Agar (Génesis 16), o buscar refugiarse en Egipto en tiempos de hambruna en lugar de consultar al Señor (Génesis 12:10) , pero también es cierto que fue aprendiendo de sus errores como cuando dejó que su sobrino Lot escogiera la parte de la tierra a la cual se apartaría mientras que él confiaba en las promesas de Dios (Génesis 13), o cuando rescato a su sobrino Lot y se negó de ser recompensado por el rey de Sodoma (Génesis 14:21-24) o cuando intercedió por los justos de Sodoma y Gomorra (Génesis 18:22-33), o la superación de su prueba cuando Dios le pidió que le ofreciese a su hijo Isaac en sacrificio (Génesis 22).
Lo que podemos aprender de todo esto es que como cristianos debemos esforzarnos por obedecer a Dios y dar un buen testimonio, pero si fallamos, debemos reconocer nuestro error y volver rápido a Dios para que con su ayuda vayamos perfeccionándonos en la fe.
A pesar de todo, Abraham creyó que
Dios podía cumplir sus promesas.
Hay mucho que aprender de Abraham, pero otro principio importante que
nos puede ayudar en nuestra peregrinación es que Abraham le creyó a Dios que
podía cumplir en él sus promesas: “Y lo llevó fuera,
y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar.
Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por
justicia”, (Génesis 15:5-6, RV60). Abraham era un hombre viejo, de
más de 75 años, su esposa era estéril y Dios le estaba prometiendo hacer de él
una gran nación, cualquiera no hubiera creído porque muchas cosas estaban en
contra de que estas promesas se hicieran realidad en su vida, pero, Abraham le
creyó a Dios y esto le agrado al Señor y le fue contado por justicia: “Contra toda esperanza, Abrahán creyó para llegar a ser padre
de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: «Así será tu
descendencia.» Además, su fe no flaqueó al considerar su cuerpo, que estaba ya
como muerto (pues ya tenía casi cien años), o la esterilidad de la matriz de
Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se
fortaleció en la fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era
también poderoso para hacer todo lo que había prometido”, (Romanos
4.19-21, RVC). Como peregrinos,
esto necesitamos, creerle a Dios, luchar cada día por obedecer su palabra, no
retroceder en ningún momento y si fallamos, arrepintámonos y pidámosle perdón a
Dios, levantémonos nuevamente, fortalezcamos nuestra fe y continuemos delante.
Abraham nos tipifica nuestro peregrinar cristiano, como él no pertenecemos a
este mundo, nuestra patria es una celestial y cada día perseveramos esperando
el cumplimiento de todas las promesas de Dios en nuestra vida: “Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber
recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y
confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así,
claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran
estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido
oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es
decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios,
y les preparó una ciudad”, (Hebreos 13-16, BAD).
Dios Padre te bendiga grandemente hermano Walter y te siga dando sabiduría. Me parece muy edificante comentario sobre el personaje de Abraham y buena aplicación para nosotros en la actualidad, sigamos aprendiendo de los personajes de la biblia 📖
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