Sinopsis de Levítico (Parte II)


 

“Pero redimirás con cordero el primogénito del asno; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. Redimirás todo primogénito de tus hijos; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías”.

Éxodo 34:20

INTRODUCCIÓN

 

            El libro de Levítico lejos de ser un conjunto de leyes religiosas muy antiguas que no tienen aplicación en estos postreros días, es un libro inspirado por el Espíritu Santo que nos arrojas muchas enseñanzas espirituales concernientes al gran simbolismo que encierran las diferentes leyes sacerdotales que en este encontramos, el simbolismo con la obra de Cristo es grande y en todo momento se deja ver el deseo de Dios de que el hombre se acerque a Él por medio de sus ofrendas y la adoración, de hecho, en la misma ley de Moisés, en Éxodo 34:20, establecía que nadie podía acercarse al Señor con la manos vacías: … y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías. El concepto de ofrendarle a Dios como parte de la adoración se encuentra presente en el libro de Levítico y hoy en día, Cristo ha sustituido todos estos ritos y ceremoniales, sin embargo, el principio de ofrendar lo mejor a Dios, presentar nuestra vida como un sacrificio vivo y puro y adorar a Dios aún existen y por ello consideramos pertinente estudiar este maravillo libro que posee una gran riqueza espiritual para cada uno de nosotros.


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Los sacrificios de la ley levítica


LAS OFRENDAS

 

            Una palabra que aparece repetidamente a lo largo de la Biblia es el de la ofrenda, la cual, en el caso del Antiguo Testamento, esta se traduce del hebreo corbán (קׇרְבָּן), la cual literalmente significa “traer cerca”, y en este sentido, una ofrenda es lo que se trae cerca a Dios. El hecho de que los israelitas tenían la oportunidad de traer sus ofrendas a Dios revela su gran misericordia, ya que, siendo pecadores, el Señor estableció una serie de leyes que les permitían estar cerca de Él para adorar su gran nombre. Generalmente las ofrendas que Israel traía al Señor eran sacrificios de animales y esta práctica ya era común en algunos patriarcas del antiguo tiempo, así la primera vez que lo vemos es con Caín y Abel (Génesis 4), Noé también ofreció un sacrificio después que salió del arca (Génesis 8:20), Abraham y su descendencia también presentaron sacrificios.

 

       Propósito de las ofrendas y sacrificio en Israel

 

            Al estudiar las diferentes ofrendas o sacrificios que Israel presentaba podemos identificar algunos propósitos que se tenía con esto, recordemos que estas fueron establecidas en Israel por el Señor cuando acamparon en el monte Sinaí por alrededor de dos años, durante este tiempo Dios dio su ley a Moisés para que esta fuese leída y presentada al pueblo. Consideremos el propósito que cada sacrificio u ofrenda tenía.

 

1.                La expiación por medio de sacrificios: Las Escrituras testifican lo grave que es el pecado y por ello el Señor demandaba que aquellos que se acercaran a Él lo hicieran ofreciendo sacrificios de expiación: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona”, (Levítico 17:11). En el Antiguo Testamento la sangre era un símbolo de vida y como la paga del pecado es la muerte, aquel animal sacrificado servía como un sustituto por la redención de las maldades del que ofrecía dicho sacrificio, así un animal inocente era sacrificado en sustitución de una persona. Con todo esto, la sangre de todos estos animales era incapaz de borrar los pecados del hombre, solamente lo cubría:

2.                 Las ofrendas tenían como propósito mantener una comunión y santidad delante de Dios: Los sacrificios y ofrendas dedicadas a Dios tenían como propósito adorar a Dios con un corazón sincero y puro, la obediencia y temor a su palabra eran los medios para mantener esa comunión que se expresaba por medio de los sacrificios de paz que ofrecían, sin embargo, con el tiempo esto se convirtió en una simple práctica que se realizaba con un corazón impuro: “¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos… Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo”, (Isaías 1:11, 16). Nuestras ofrendas deben desprenderse de un corazón sincero y puro, resultado de nuestra consagración a Dios, pero si vivimos en el pecado, cualquier ofrenda o adoración que hagamos no es agradable al Señor.

3.                 Las ofrendas eran una muestra de agradecimiento por sus bondades y provisión: Por ello Israel tenía que ofrecer lo mejor de sus animales al Señor, otra de las cosas que con el tiempo el pueblo dejo de hacer y por ello Dios los amonesto: “Maldito el que engaña, el que, teniendo machos en su rebaño, promete, y sacrifica a Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones”, (Malaquías 1:14). Nuestras ofrendas deben ser resultado de un corazón agradecido que reconoce su divina provisión, ningún otro motivo debe existir y estas ofrendas deben representar lo mejor de nosotros: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”, (1 Corintios 16:2).

 

CLASES DE OFRENDAS

 

            La ley de Moisés establecía varios tipos de ofrendas o sacrificios que el pueblo de Israel tenía que presentar a Dios y en el libro de Levítico los encontramos descritos. Cada uno tenía sus peculiaridades y propósito, vamos a considerar cada una de ellas para entenderlas un poco mejor y encontrar alguna enseñanza practica para nuestra vida espiritual.

 

El holocausto.

 

            El holocausto era la ofrenda más importante entre el pueblo israelita ya que esta consistía en entregar un animal para ser sacrificado como expiación de sus pecados, este se quemaba de manera completa y el humo de su sacrificio subía como olor grato a Jehová: “Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya. Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar, el cual está a la puerta del tabernáculo de reunión. Y desollará el holocausto, y lo dividirá en sus piezas. Y los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego sobre el altar, y compondrán la leña sobre el fuego. Luego los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán las piezas, la cabeza y la grosura de los intestinos, sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar; y lavará con agua los intestinos y las piernas, y el sacerdote hará arder todo sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová”, (Levítico 1:4-9). De hecho, la palabra hebrea de donde se traduce holocausto es olá (עֹלָה), que literalmente significa, “lo que sube”. Los tipos de animales que se podían ofrecer en el holocausto son detallados en el mismo libro de Levítico: “Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda. Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá… Si su ofrenda para holocausto fuere del rebaño, de las ovejas o de las cabras, macho sin defecto lo ofrecerá… Si la ofrenda para Jehová fuere holocausto de aves, presentará su ofrenda de tórtolas, o de palominos”, (Levítico 1:2-3, 10, 14). Si nos damos cuenta, la ofrenda de tórtolas o palominos correspondía a la ofrenda de los pobres ya que un animal del ganado vacuno u ovejuno podría ser demasiado caro para que aquellos de escasos recursos lo pudieran ofrecer, de esta manera todo el pueblo podía ofrecer sus holocaustos sin importar su nivel económico. De alguna manera podríamos decir que este sacrificio llamado holocausto era el mayor de todos ya que el animal se ofrecía en su totalidad para ser consumido por el fuego y de alguna manera nos habla de la entrega total de todo nuestro ser hacia Dios que nosotros debemos tener: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”, (Romanos 12:1).

 

       La oblación

 

            La oblación era la única ofrenda que no implicaba sacrificio de animales y derramamiento de sangre, era una ofrende de harina o grano: “Cuando alguna persona ofreciere oblación a Jehová, su ofrenda será flor de harina, sobre la cual echará aceite, y pondrá sobre ella incienso… Cuando ofrecieres ofrenda cocida en horno, será de tortas de flor de harina sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite… Si ofrecieres a Jehová ofrenda de primicias, tostarás al fuego las espigas verdes, y el grano desmenuzado ofrecerás como ofrenda de tus primicias. Y pondrás sobre ella aceite, y pondrás sobre ella incienso; es ofrenda”, (Levítico 2:1, 4, 14-15). Las palabras que en la RV60 se traducen como “ofreciere oblación” se traducen del hebreo corbán minkjá (קׇרְבָּן מִנְחָה), que podría traducirse como “lo que se acerca dividido en porciones”, y este nombre probablemente era así porque no era un sacrificio animal; sino consistía en productos de la tierra que se traían en ciertas porciones para agradecer la bendición recibida de los frutos que la tierra había producido, por ello en la oblación se incluían flor de harina, panes ácimos fritos y espigas tostadas. Estos productos eran combinados con aceite e incienso y sin levadura, para el caso de las ofrendas cocidas en horno, lo cual muestra el nivel de devoción y adoración con el cual eran ofrecidos a Dios. El aceite y el incienso son un símbolo del Espíritu Santo y la oración respectivamente, la levadura, es un símbolo del pecado, y todo esto nos muestra como los cristianos debemos reconocer la fidelidad del Señor al proveer el sustento diario para nuestros hogares, por ello, debemos ofrendar con un espíritu de agradecimiento por su divina providencia, dándole un poco de lo mucho que Él nos da, orando, adorando y apartándonos del pecado, confiando en la guía del Espíritu Santo y en su provisión divina: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”, (2 Corintios 9:6-8).

 

       El sacrificio de Paz.

 

            El sacrificio de paz era una ofrenda de carácter voluntario que se distinguía por el hecho de que la mayor parte del animal sacrificado era comido en un banquete de acción de gracia por la persona que lo ofrendaba justo con sus invitados. Era un sacrificio con sangre, pero solamente el sebo y unas partes interiores de los animales eran quemados sobre el altar. Los animales que podían sacrificar eran ganado vacuno, ovejas y cabras: “Si su ofrenda fuere sacrificio de paz, si hubiere de ofrecerla de ganado vacuno, sea macho o hembra, sin defecto la ofrecerá delante de Jehová … Mas si de ovejas fuere su ofrenda para sacrificio de paz a Jehová, sea macho o hembra, la ofrecerá sin defecto. Si ofreciere cordero por su ofrenda, lo ofrecerá delante de Jehová … Si fuere cabra su ofrenda, la ofrecerá delante de Jehová”, (Levítico 3:1, 6-7, 12). La carne del sacrificio tenía que ser comida en un banquete de comunión y gratitud a Dios: “Y la carne del sacrificio de paz en acción de gracias se comerá en el día que fuere ofrecida; no dejarán de ella nada para otro día. Mas si el sacrificio de su ofrenda fuere voto, o voluntario, será comido en el día que ofreciere su sacrificio, y lo que de él quedare, lo comerán al día siguiente; y lo que quedare de la carne del sacrificio hasta el tercer día, será quemado en el fuego. Si se comiere de la carne del sacrificio de paz al tercer día, el que lo ofreciere no será acepto, ni le será contado; abominación será, y la persona que de él comiere llevará su pecado”, (Levítico 7:15-18). El sacerdote que oficiaba tenía la espaldilla derecha, los otros sacerdotes, el pecho; y el que ofrecía el animal en sacrificio, podía comer lo demás con su familia y amigos.

 

            Como vemos, el sacrificio de paz tenía inmersa la idea de expresar el agradecimiento hacia Dios por sus muchas bondades y en este sentido identificamos tres sacrificios que expresaban este sentimiento, la primera se llamaba acción de gracias porque expresaba agradecimiento por una bendición (Levítico 22:29), la segunda era hecha para cumplir un voto (Levítico 22:21) y la tercera era una ofrenda voluntaria, una expresión de amor a Dios (Levítico 22:21).

 

El sacrificio por el pecado.

 

            Los primeros tres sacrificios u ofrendas, el holocausto, la oblación y el sacrificio de paz eran de carácter voluntario, más no lo era el sacrificio por el pecado, este era el que se hacía para expiar los pecados cometidos por yerro o ignorancia. Al estudiar este tipo de sacrificios que se ofrecían por el pecado cometido se observaba que se ofrecían según el rango de las personas. Por ejemplo: “Si el sacerdote ungido pecare según el pecado del pueblo, ofrecerá a Jehová, por su pecado que habrá cometido, un becerro sin defecto para expiación… Si toda la congregación de Israel hubiere errado, y el yerro estuviere oculto a los ojos del pueblo, y hubieren hecho algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y fueren culpables; luego que llegue a ser conocido el pecado que cometieren, la congregación ofrecerá un becerro por expiación… Cuando pecare un jefe, e hiciere por yerro algo contra alguno de todos los mandamientos de Jehová su Dios sobre cosas que no se han de hacer, y pecare; luego que conociere su pecado que cometió, presentará por su ofrenda un macho cabrío sin defecto…  Si alguna persona del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que cometió”, (Levítico 4:3, 13-14, 22-23, 27-28), aún se consideraba el nivel económico de la persona: “Y si no tuviere lo suficiente para un cordero, traerá a Jehová en expiación por su pecado que cometió, dos tórtolas o dos palominos, el uno para expiación, y el otro para holocausto”, (Levítico 5:7). Todo esto nos enseña la necesidad de redención que el hombre tiene, sin embargo, hoy en día sabemos que todos estos sacrificios no son suficientes para limpiarnos de nuestras maldades, solamente la sangre de Cristo puede limpiarnos de todo pecado ya que Él es el Cordero de Dios que por nosotros fue sacrificado: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, (Juan 1:29).

 

El sacrificio por la culpa.

 

            Finalmente tenemos el sacrifico por la culpa el cual la persona ofrecía para expiar su culpa por faltas cometidas hacia Dios o su prójimo: “Habló Jehová a Moisés, diciendo: Cuando una persona pecare e hiciere prevaricación contra Jehová, y negare a su prójimo lo encomendado o dejado en su mano, o bien robare o calumniare a su prójimo, o habiendo hallado lo perdido después lo negare, y jurare en falso; en alguna de todas aquellas cosas en que suele pecar el hombre”, (Levítico 6:1-3). En estos casos el que ofendía tenía que restituir la quinta parte de lo defraudado y ofrecer un sacrificio a Dios como muestra de su arrepentimiento de sus faltas cometidas: “Entonces, habiendo pecado y ofendido, restituirá aquello que robó, o el daño de la calumnia, o el depósito que se le encomendó, o lo perdido que halló, o todo aquello sobre lo que hubiere jurado falsamente; lo restituirá por entero a aquel a quien pertenece, y añadirá a ello la quinta parte, en el día de su expiación. Y para expiación de su culpa traerá a Jehová un carnero sin defecto de los rebaños, conforme a tu estimación, y lo dará al sacerdote para la expiación. Y el sacerdote hará expiación por él delante de Jehová, y obtendrá perdón de cualquiera de todas las cosas en que suele ofender”, (Levítico 6:4-7). En todo esto podemos ver el principio de reconocer nuestras faltas cometidas tanto a Dios como a nuestro prójimo, el deseo de Dios es que en la medida que dependa de nosotros estemos en paz con todos los hombres y, de hecho, Jesús enseñó la importancia de esto: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”, (Mateo 5.23-36). Cuán importante es este tema, no podemos ser cristianos sabiendo que hemos cometido agravio en contra del nombre de nuestro Dios o en contra de nuestros semejantes, antes, debemos buscar estar en paz, sabiendo que por medio de Cristo hemos sido perdonados de todas nuestras ofensas.

 

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