“Y no sabían los oficiales a
dónde yo había ido, ni qué había hecho; ni hasta entonces lo había declarado yo
a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a los demás que
hacían la obra. Les dije, pues: Vosotros veis el mal en que estamos, que
Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y
edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Entonces les
declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las
palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así
esforzaron sus manos para bien. Pero cuando lo oyeron Sanbalat horonita, Tobías
el siervo amonita, y Gesem el árabe, hicieron escarnio de nosotros, y nos
despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra
el rey? Y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y
nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis
parte ni derecho ni memoria en Jerusalén”.
Nehemías 2:16-20
INTRODUCCIÓN
La última vez que estudiamos este
libro, Nehemías había recibido el favor del rey Artajerjes para reconstruir los
muros de Jerusalén y ya se encontraba en la ciudad, luego, después de tres días
decidió inspeccionar la situación de la ciudad y los muros, todo esto lo hizo
en secreto, pues solo tomo unos pocos hombres para que lo acompañaran en su
inspección nocturna y a nadie le había declarado la visión que Dios le había
otorgado. Ahora vamos a considerar el final de este capítulo 2 donde finalmente
Nehemías declara al pueblo su visión.
Nehemías declara su visión al pueblo
EL MOMENTO OPORTUNO PARA DECLARAR LA VISIÓN
“Y no sabían los oficiales a
dónde yo había ido, ni qué había hecho; ni hasta entonces lo había declarado yo
a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a los demás que
hacían la obra”.
Nehemías 2:16
Después de 3 días de estar en
Jerusalén, Nehemías realizó una inspección secreta con el fin de observar la
situación real de la ciudad y los muros de Jerusalén, esta inspección la
realizó de punto a punto, es decir, partió de la puerta del Valle y dio la
vuelta completa para volver a regresar a la puerta del Valle: “Y salí de noche por la puerta del Valle… y di la vuelta y
entré por la puerta del Valle, y me volví”, (Nehemías 2:13, 25).
Hasta este momento nadie conoce el motivo por el cual Nehemías ha llegado a Jerusalén,
a nadie le ha declarado su visión: Y no sabían los oficiales a dónde yo había ido… Nehemías
buscaba el momento oportuno para declarar la visión que Dios le había otorgado y aparentemente este había llegado, pero: ¿cuál es
el mejor momento para hacerlo? Bueno, entendiendo un poco todo lo que hemos
estudiado podemos responder a esta pregunta de la siguiente manera. En primer
lugar, estar seguros que esta es una visión dada por Dios: “me levanté de noche, yo y unos pocos varones conmigo, y no
declaré a hombre alguno lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciese en
Jerusalén; ni había cabalgadura conmigo, excepto la única en que yo
cabalgaba”, (Nehemías 2:12). Las palabras de Nehemías son una fiel
evidencia de su interna convicción acerca de lo que Dios le había impulsado a
hacer. Todo líder cristiano necesita tener una visión, esta viene de parte de
Dios y está directamente relacionada con su llamamiento, esta es personal y
resultado de su experiencia con el Señor. Cuando la visión no es de Dios, esta
no tiene éxito o produce los frutos deseados, esto no significa que no haya
oposición y sea difícil el abrirse camino, pero si la visión es de Dios, el
mismo Señor respaldará toda obra que se emprenda y con el tiempo tomará forma y
se materializará. En segundo lugar, la visión debe nacer del deseo de
solventar una necesidad de ayudar a la gente y glorificar el nombre de Dios:
“Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice
duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos”,
(Nehemías 1:4). Los motivos que impulsaron a Nehemías a realizar esta obra no
fue la fama, la fortuna u obtener cualquier beneficio personal, prácticamente
fueron dos cosas: La ruina en la que se encontraba su pueblo y restaurar los
muros de Jerusalén para la gloria de Dios. Existen personas que se involucran
en la obra de Dios con el fin de ganar algún prestigio o beneficio económico o
de cualquier tipo, pero nuestras intensiones no deben ser esas, la verdadera
visión que Dios da a sus siervos pretende brindar un servicio a Dios y su obra.
Cuando cumplimos estas dos condiciones, entonces, debemos orar por la visión,
planear la mejor manera de llevarla a cabo y accionar en cada oportunidad. Nehemías
lo hizo, primero planeo todo lo que necesitaba para cumplir con su visión, los
materiales, recursos y permisos necesarios para iniciar su construcción, para
esto Nehemías oró a Dios y cuando este le dio la oportunidad le presento su
petición al rey de Persia el cual accedió a sus peticiones porque la mano del
Señor estaba con Nehemías: “… me lo concedió el rey,
según la benéfica mano de mi Dios sobre mí”, (Nehemías 2:8). Luego,
estando en Jerusalén no se apresuro a declarar su visión, sino, antes
inspeccionó para evaluar la situación actual, determinar posibles obstáculos y
costos, todo con el fin de anticiparse y presentarles a los dirigentes de
Jerusalén un plan preciso de reconstrucción. Todo esto Nehemías lo hizo antes
de declarar su visión, no fue un asunto de mera emoción, o buenas intenciones
impulsadas por un flash de emociones, definitivamente no fue así. La visión
de Nehemías fue dada por Dios, nacida de un corazón que anhelaba ayudar a su
pueblo y glorificar el nombre de su Dios, este oro y oro por ella, planeo cómo
llevarla a cabo, determinó y consiguió los recursos y permisos que necesitaba,
buscó la aprobación del rey, viajó hasta Jerusalén, inspeccionó en secreto la
situación actual y una vez hecho esto, ya tenía formulado un buen plan para
iniciar la materialización de su visión, la reconstrucción de los muros. Cuando
todo esto pasa, estamos listos para declarar la visión de Dios, pero esta debe declararse
a las personas adecuadas, a aquellas que son clave para que la visión sea
aprobada y apoyada al momento de hacerla pública, en este caso, Nehemías le
declaró su visión a los lideres influyentes de Jerusalén: … ni hasta entonces lo había
declarado yo a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a los
demás que hacían la obra. Si nos damos
cuenta, antes de que la visión sea pública, Nehemías la presenta delante de los
oficiales y personas influyentes de la ciudad, porque una vez convencidos
estos, estos mismos la apoyaran e influirán en el pueblo para que esta se
materialice. Definitivamente, toda visión, una vez se llegue el momento
oportuno para darla a conocer, debe presentarse primeramente a los oficiales de
la iglesia, porque ellos serán los que apoyaran al líder principal en la
ejecución de esta, pero es clave que la visión se de a conocer habiendo
cumplido todos los pasos anteriormente descritos. Hasta este momento la visión
nació en el corazón del líder y se mantuvo en secreto, moldeándose y preparando
el escenario para darla a conocer a los demás en el momento oportuno.
LA VISIÓN ES DECLARADA
“Les dije, pues: Vosotros
veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas
consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no
estemos más en oprobio. Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido
buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron:
Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien”.
Nehemías 2:16-18
Cuando el momento llego, Nehemías
compartió la visión que Dios le había dada a los oficiales del pueblo y la
forma de cómo lo hizo nos continúa enseñando más principios de liderazgo. Una
visión o idea puede ser muy buena, pero si esta se comunica de manera
inadecuada, no lograra vender su propósito y jamás despertara el interés de los
oyentes; sin embargo, Nehemías lo hizo muy bien. En primer lugar, Nehemías
les hace ver la situación de mal en la que se encuentran para despertar en
ellos la expectativa de ayuda o solución que obviamente la visión traerá: Les dije, pues: Vosotros veis
el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas
por el fuego. Saber
identificar el problema o necesidad que aqueja es un buen camino para
posteriormente mostrarle la visión que tiene como propósito solventar dicha
necesidad. Luego, Nehemías no solo les hizo ver el mal en el que se
encontraban, sino los exhortó a poner manos a la obra para solucionarlo: venid, y edifiquemos el muro
de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Nehemías llama a la acción, a levantarse de su oprobio
y esforzarse por cambiar su situación. Es interesante leer cómo Nehemías se
incluye en lo que tienen que hacer, porque, no les dice, “venid y edifiquen”;
sino, “venid y edifiquemos”, es decir, Nehemías estaba dispuesto a acompañar
y trabajar justo a ellos, no era uno de aquellos lideres que solo ordenan y
manda a su gente al campo de trabajo esperando nada más el reporte de los
resultados. Luego, para animarlos, Nehemías les declara que esta visión
de reconstruir los muros, Dios se la había dado y, por lo tanto, Dios los
respaldaría en tal obra: Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre
mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Nehemías les declaró todo lo que había pasado y cómo
el Señor le había dado gracia delante del rey de Persia para iniciar la obra,
les contó todos los detalles que debieron alentar a los hombres que oían sus
palabras para que estos entendieran que esta obra a la cual Nehemías los exhortaba
no era un mero emocionalismo o una locura sentimental, sino, era una obra que
buscaba su propio bienestar y la gloria de Dios. Aquellas palabras y la forma
de cómo fueron presentadas lograron su finalidad, pues aquellos hombres se
unieron a Nehemías e hicieron suya aquella visión que hasta este momento había
estado en secreto guardada en el corazón de Nehemías: Y dijeron: Levantémonos y
edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien.
LA OPOSICIÓN A LA VISIÓN
“Pero cuando lo oyeron
Sanbalat horonita, Tobías el siervo amonita, y Gesem el árabe, hicieron
escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis
vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey? Y en respuesta les dije: El Dios de los
cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y
edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en
Jerusalén”.
Nehemías 2:19-20
Aunque habrá muchas personas que
apoyen la visión cuando esta es de Dios y se transmite en el momento oportuno,
también se despertará la oposición,
de hecho, si esta es de Dios definitivamente tiene que levantarse una
oposición. Prácticamente aquí tenemos tres personas que el texto bíblico menciona
por nombre, el primero es Sanbalat horinita, el cual era dirigente de Samaria,
al norte de Judá, el termino horinita hace referencia a su origen o residencia,
de Bet-horón o de Horonaim, y su nombre de origen babilónico significa “Sin ha
dado vida”, donde Sin era el dios babilónico de la luna. Se cree que Sanbalat es
mencionado en un papiro hallado en Elefantina (Egipto), donde se le identifica
como el gobernador de Samaria y el padre de Delayá y Selemías. Luego tenemos a Tobías,
el siervo amonita, el cual se cree que era una especie de oficial de Sambalat,
este era de Amón, unas tribus que siempre estuvieron en el pasado en guerra con
Israel y probablemente habían invadido la parte norte de Israel durante el tiempo
que los asirios los deportaron a Babilonia. El nombre de Tobías es de origen
hebreo y significa, “Jehová es bueno”, lo cual pudiese sugerir que estos hombres,
Sambalat y Tobías, adoraban a Jehová, pero a través de un sincretismo,
mezclando la fe hebrea con costumbres paganas. Finalmente, tenemos a Gesem, el árabe,
el cual se cree que fue rey de Quedar, una ciudad en el norte de Arabia, y que
encabezó una confederación de tribus árabes que logró dominar Moab, Edom, parte
de Arabia y los caminos de acceso a Egipto.
Si nos damos cuenta, estos hombres
malvados tenían rodeados a Judá y probablemente eso atemorizaba a los judíos que
se veían indefensos ante cualquier ataque. Como parte de su ataque, estos
hombres hicieron uso de palabras amenazantes e insultantes para transmitir su
descontento ante la obra que los judíos querían emprender: hicieron escarnio de
nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os
rebeláis contra el rey? Los llamaron
rebeldes en contra del rey de Persia, pero realmente no era así, pero con todas
estas palabras querían desmotivarlos para que no avanzaran en la obra que se habían
propuesto hacer. Sin embargo, Nehemías contrarresta estas palabras con una firme
convicción de que la obra que iban a iniciar era de Dios y nadie podría evitarla:
Y en respuesta les
dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos
levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni
memoria en Jerusalén. Como vemos,
la visión ha sido aceptada por el pueblo y la oposición no tardo en aparecer,
sin embargo, como Nehemías debemos esforzarnos, fijándonos en los detalles para
poner mano a la obra, sin que las malas críticas nos desvíen del propósito que
Dios ha puesto en nuestros corazones.
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