Sinopsis de Levítico (Parte III)


 

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: Toma a Aarón y a sus hijos con él, y las vestiduras, el aceite de la unción, el becerro de la expiación, los dos carneros, y el canastillo de los panes sin levadura; y reúne toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión”.

Levítico 8:1-3

INTRODUCCIÓN

 

            A partir de Levítico 8 podemos encontrar una nueva sección que podemos estudiar en este libro: Habló Jehová a Moisés, diciendo: Toma a Aarón y a sus hijos con él, y las vestiduras, el aceite de la unción, el becerro de la expiación, los dos carneros, y el canastillo de los panes sin levadura; y reúne toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión.  En los capítulos del 8 al 10 del libro de Levítico encontramos la consagración de Aarón y sus hijos al sacerdocio. En esta oportunidad vamos a estudiar lo concerniente al oficio de sacerdocio que Dios estableció en su ley divina, ya en Éxodo 28 consideramos las leyes concernientes a la confección de sus vestiduras, ahora, estudiemos otras leyes que los consagraban para cumplir con este santo oficio.

sacerdocio-aarónico
El sacerdocio aarónico

 

EL OFICIO DE SACERDOTE

 

            Uno de los oficios más antiguos que se practicaron en Israel fue el de sacerdote el cual era un ministro de Dios que mediaba entre Dios y los hombres ofreciendo sacrificios de expiación y comunión, así como comunicando sus leyes y preceptos divinos al pueblo. Antes de la ley, el sacerdocio era practicado por el patriarca de la familia, sin embargo, cuando Israel se consolidó como nación, Dios llamó a Aarón y sus hijos para desempeñar este cargo y designo a la tribu de Leví como sus ayudantes de tal manera que dicho llegó a ser hereditario. En este caso, Aarón fue constituido el sumo sacerdote el cual era el principal y más importante líder espiritual de la nación, este de acuerdo a la ley, entraba una vez cada año al lugar santísimo para expiar los pecados de la nación: “Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo”, (Hebreos 9:6-7). Si consideramos sus responsabilidades encontraremos que ellos eran los responsables de:

 

1.     Fungir como intermediarios entre Dios e Israel al momento de presentar los sacrificios que estos ofrecían al Señor: “Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar, el cual está a la puerta del tabernáculo de reunión”, (Levítico 1:5).

2.    Consultaban a Dios por medio del Urim y Tumin para discernir la voluntad del Señor en algún asunto: “y el gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote para consultar con Urim y Tumim”, (Esdras 2:63).

3.    Eran responsables de enseñar las leyes y preceptos divinos al pueblo: “Y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés”, (Levítico 10:11).

4.    Ministrar las cosas santas del santuario: “Para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”, (Levítico 10:10).

 

LA UNCIÓN DE LOS SACERDOTES

 

            En el capítulo 8 encontramos la unción de Aarón y sus hijos como sacerdotes de Israel: “Hizo, pues, Moisés como Jehová le mandó, y se reunió la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión. Y dijo Moisés a la congregación: Esto es lo que Jehová ha mandado hacer. Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua. Y puso sobre él la túnica, y le ciñó con el cinto; le vistió después el manto, y puso sobre él el efod, y lo ciñó con el cinto del efod, y lo ajustó con él. Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y Tumim. Después puso la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra, en frente, puso la lámina de oro, la diadema santa, como Jehová había mandado a Moisés. Y tomó Moisés el aceite de la unción y ungió el tabernáculo y todas las cosas que estaban en él, y las santificó… Y derramó del aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón, y lo ungió para santificarlo”, (Levítico 8:4-10, 12). Como vemos Aarón y sus hijos fueron llamados por Dios a estar delante de toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión donde fueron lavados con agua como símbolo de su purificación y fueron vestidos con sus vestiduras de sacerdote, luego, Moisés tomo el aceite y procedió a ungir la cabaza de Aarón para santificarlo y consagrarlo en el santo oficio al cual había sido llamado. Posteriormente, Moisés hizo que trajesen un becerro para ofrecer el sacrificio de expiación por Aarón y sus hijos: “Luego hizo traer el becerro de la expiación, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del becerro de la expiación… Después hizo que trajeran el carnero del holocausto, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero… Después hizo que trajeran el otro carnero, el carnero de las consagraciones, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero”, (Levítico 8:14, 18, 22). Prácticamente aquí se ofrecen tres sacrificios, el primero por la expiación de los pecados de los sacerdotes, el segundo es el holocausto y, finalmente, el sacrificio de la consagración al oficio al cual estaban siendo llamados. De esta forma, Aarón y sus hijos fueron consagrados delante de Dios: “Hizo acercarse luego los hijos de Aarón, y puso Moisés de la sangre sobre el lóbulo de sus orejas derechas, sobre los pulgares de sus manos derechas, y sobre los pulgares de sus pies derechos; y roció Moisés la sangre sobre el altar alrededor”, (Levítico 8:24). La sangre que Moisés puso en el lóbulo de sus orejas derechas y sobre los pulgares derechos de sus manos y pies derechos poseen un gran simbolismo. La sangre sobre la oreja derecha simboliza la importancia de ser el mediador fiel entre Jehová y su pueblo, escuchando bien los mandatos de Dios para comunicarlos al pueblo. La sangre sobre el dedo pulgar de su mano derecha le recordaría que sus manos deben estar listas para ser instrumento de justicia y la sangre en el dedo pulgar de su pie derecho era un recordatorio de su responsabilidad de guiar sus pasos en las sendas de justicia.

 

            Como servidores de Dios debemos considerar la importancia de ser instrumentos santos en las manos de Dios, porque todo aquel que le sirve debe andar en integridad, totalmente consagrado a su voluntad, para ser un fiel canal a través del cual el poder de Dios pueda fluir. Hoy en día la sangre de Cristo nos ha limpiado de nuestra maldad, pero es necesario que cuidemos nuestra santidad y seamos obreros íntegros en su bendita obra. El tema de la unción con aceite de sacerdotes y reyes en el Antiguo Testamento es común y simbólico al mismo tiempo, ya que el aceite es un símbolo del Espíritu Santo y, por lo tanto, un recordatorio de la importancia de tener el respaldo del Espíritu Santo para ser efectivos en su obra: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8). Moisés no solo ungió a los sacerdotes con aceite, sino también el tabernáculo de reunión y sus utensilios para consagrarlos al servicio de Jehová: “Y tomó Moisés el aceite de la unción y ungió el tabernáculo y todas las cosas que estaban en él, y las santificó. Y roció de él sobre el altar siete veces, y ungió el altar y todos sus utensilios, y la fuente y su base, para santificarlos”, (Levítico 8:10-11). Sobre los sacerdotes descansaba la unción del Señor, una unción que los respaldaba para bendecir al pueblo y guiarlos por el camino del temor de Dios, por ello el salmista hablaba de esa unción en forma de óleo que descendía por la barba de Aarón: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna”, (Salmos 133:1-3).

 

        El servicio ofrecido por Aarón y sus hijos.

 

            Después de los 7 días de consagración, en el capítulo 9 vemos cómo Aarón y sus hijos inician su servicio a Jehová: “En el día octavo, Moisés llamó a Aarón y a sus hijos, y a los ancianos de Israel; y dijo a Aarón: Toma de la vacada un becerro para expiación, y un carnero para holocausto, sin defecto, y ofrécelos delante de Jehová. Y a los hijos de Israel hablarás diciendo: Tomad un macho cabrío para expiación, y un becerro y un cordero de un año, sin defecto, para holocausto. Asimismo, un buey y un carnero para sacrificio de paz, que inmoléis delante de Jehová, y una ofrenda amasada con aceite; porque Jehová se aparecerá hoy a vosotros”, (Levítico 9:1-4). En esta ocasión pareciera que fue iniciativa de Aarón y sus hijos ofrecer estos sacrificios ya que no encontramos la referencia de que Dios les dijo, aunque la ley ya se había establecido para que esto se realizara. Aquí vemos que se ofrecerán 6 sacrificios en total, de parte de los sacerdotes, el sacrificio por el pecado (un becerro) y el holocausto (un carnero); de parte del pueblo, el sacrificio por el pecado (macho cabrío) y el holocausto (un becerro), Finalmente, se realizaría el sacrificio de paz, un buey y un carnero, para celebrar la comunión con Dios en un festín de alegría. Al final, Dios acepto todos estos sacrificios: “Y entraron Moisés y Aarón en el tabernáculo de reunión, y salieron y bendijeron al pueblo; y la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo. Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros”, (levítico 9:23-24). Como servidores de Dios debemos recordar que hoy en día no necesitamos realizar tantos sacrificios para ganar el favor del Señor, ya que Él se agrada de un solo sacrificio, el sacrificio de Cristo, y siendo hallados en su justicia podemos alabar y bendecir su nombre.

 

        El sacrilegio de Nadab y Abiú.

 

            En el capítulo 10 encontramos el castigo que recibieron Nadab y Abiú, dos de los hijos de Aarón: “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová”, (Levítico 10:1-2). La razón por la cual Dios los quemó fue porque ofrecieron fuego extraño, pero la pregunta es: ¿A qué se refiere con fuego extraño? Algunos opinan que probablemente no siguieron las indicaciones dadas por Dios en su ley para preparar el incienso, o probablemente quisieron combinar costumbres paganas para adorar al Señor, o se apresuraron a ofrecerlo sin la presencia de su padre y hermanos no respetando así la autoridad del sumo sacerdote, o incluso han creído que ambos se encontraban borrachos al momento de realizar esta tarea santa y por ello más adelante el Señor les advierte que se abstengan de hacerlo: “Y Jehová habló a Aarón, diciendo: Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”, (Levítico 10:8-10). Cualquiera que fuere la causa nos deja una importante lección, lo grave que es deshonrar el ministerio que Dios nos ha dado, ofreciendo o enseñando cosas que no son su palabra, engañando y ofreciendo fuego extraño en su altar, o sustituyendo las prácticas espirituales por carnales, esto es muy grave y acarrea una terrible condenación eterna.

 

1 comentario:

  1. Que buena explicación sobre los deberes del sacerdocio de la ley del Eterno y lecciones nos dan al servirles en la obra de Dios Padre y a su Hijo Jesucristo y la ayuda de su Santo Espíritu. Amén. Que El Señor le bendiga grandemente 🙏

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