“La puerta del Valle la
restauró Hanún con los moradores de Zanoa; ellos la reedificaron, y levantaron
sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos, y mil codos del muro, hasta la
puerta del Muladar. Reedificó la puerta del Muladar Malquías hijo de Recab,
gobernador de la provincia de Bet-haquerem; él la reedificó, y levantó sus
puertas, sus cerraduras y sus cerrojos”.
Nehemías 3:13-14
INTRODUCCIÓN
Esta parte de las
Escrituras del capítulo 3 de Nehemías nos muestran las obras de reconstrucción
realizadas por las familias y grupos de judíos en la parte suroeste o
suroccidental del muro de Jerusalén. En el mapa que hemos estado presentado se
puede observar como los grupos se fueron organizando, avanzando desde la parte norte
hacia el occidente y ahora llegamos a la para suroccidental del mismo.
Consideremos la construcción de este tramo del muro y las enseñanzas
espirituales que podamos encontrar en esta parte del texto divino.
Nehemías y sus hombres, armados, construyen los muros de Jerusalén
De
http://bibleencyclopedia.com/pictures/Nehemiah_4_Nehemiah_rebuilds_the_walls_of_Jerusalem.htm
-
http://bibleencyclopedia.com/pictures/Nehemiah_4_Nehemiah_rebuilds_the_walls_of_Jerusalem.htm,
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LA RECONSTRUCCIÓN DE LA PARTE SUROCCIDENTAL DEL MURO DE JERUSALÉN
“La puerta del Valle la
restauró Hanún con los moradores de Zanoa; ellos la
reedificaron, y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos, y
mil codos del muro, hasta la puerta del Muladar. Reedificó la puerta del
Muladar Malquías hijo de Recab, gobernador de la provincia de Bet-haquerem; él
la reedificó, y levantó sus puertas, sus cerraduras y sus cerrojos”.
Nehemías 3:13-14
La reconstrucción
del muro de la parte suroccidental se llevo a cabo desde la puerta
del Valle, reconstruyendo alrededor de mil codos del muro, lo cual corresponde
a 450 metros, hasta llega a la puerta del Muladar. Esta obra inicio con Hanún,
quien hizo equipo con los moradores de Zanoa. Zonoa es el nombre que se le dio
a un poblado situado a unos 30 kilómetros al sudoeste de Jerusalén y que se
menciona en el libro de Josué: “Y fueron las ciudades de la tribu de los hijos de Judá en el
extremo sur, hacia la frontera de Edom… Zanoa “, (Josué 15:21, 34). La puerta del Valle era un
portal que conducía al Valle de Cedrón y la reconstrucción se extendió hasta la
puerta del Muladar, otra puerta que llegaba hasta el extremo sur del muro que
conducía al valle de Hinom, el basurero de la ciudad. En el caso de la puerta
del Muladar fue Malquías hijo de Recab, gobernador de la provincia de
Bet-haquerem quien la redificó. Se cree que Bet-haquerem estaba ubicado entre
Tecoa y el monte de Jerusalén: “Huid, hijos de Benjamín, de en medio de Jerusalén, y tocad bocina
en Tecoa, y alzad por señal humo sobre Bet-haquerem; porque del norte se ha
visto mal, y quebrantamiento grande”, (Jeremías 6:1). Estos grupos y familias judías
contribuyeron con la reconstrucción del muro suroccidental.
El trabajo en la obra de Dios nos da un propósito en esta vida.
Es interesante
considerar que Dios llama a sus caminos a toda clase de personas, de diferentes
clases sociales y situaciones personales, aun aquellos que pudiesen ser
despreciables por la clase de pecados que practicaron, pero si estos se
arrepienten, Dios puede restaurarlos y hacerlos parte de su obra, dándoles un
nuevo propósito en su vida. Así se ve en estos versículos: La puerta del Valle la
restauró Hanún con los moradores de Zanoa. Primero, vemos que la puerta del Valle fue
restaurada por Hanún y los moradores de Zanoa. El nombre de Hanún se traduce
del hebreo KJanún (חָנוּן), que significa, “favorecido”; mientras que el
nombre de Zanoa se traduce del hebreo Zanóakj (זָנוֹחַ), que significa, “rechazado”. No puede uno dejar de ver un gran contraste
entre el significado de ambos nombres, sin embargo, también puede
recordarnos que la obra de restauración de Dios es así, ya que su favor divino
puede restaurar y usar para su gloria a personas que antes por su maldad eran
rechazados. Pablo solía decir: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios
según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del
mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió
Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado
escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se
jacte en su presencia”, (1 Corintios 1:26-27). En esto consiste la gracia de Dios, ese
favor inmerecido, el cual tomando personas que por la sociedad han sido
rechazadas, las incluye en su bendita obra por medio de su poder transformador.
Muchos antes de conocer a Cristo no teníamos mayor propósito en nuestras vidas,
pero en Cristo, Dios no solo nos restaura, sino, en su obra podemos encontrar
un propósito, una tarea especial en la cual enfocarnos, en donde poner en uso
nuestros dones y habilidades, dándole así significado a nuestras vidas. Muchas
personas no valoran el gran crecimiento personal que el involucramiento en la
obra de Dios potencia en cada uno de nosotros, pero realmente es así. Cada
uno de nosotros posee diferentes dones y habilidad que Dios nos ha otorgado y
la mejor manera de desarrollarlos es involucrándonos en su obra y siendo
participes del avance de su reino en esta tierra.
Un recabita ayuda con la reconstrucción del muro.
Es interesante
también considerar que un recabita participó en la reconstrucción del muro:
Reedificó la puerta
del Muladar Malquías hijo de Recab. Si recordamos, los recabitas fueron ceneceos o quenezeos que se
identifican como moradores de Canaán desde el tiempo de Abraham, aunque algunos
piensan que también habitaron en arabia: “En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram,
diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el
río grande, el río Éufrates; la tierra de los ceneos, los cenezeos, los
cadmoneos, los heteos, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos,
los gergeseos y los jebuseos”, (Génesis 15:18-21). Posteriormente a Escritura nos sugiere que se
ubicaron en el territorio de Judá, llegando a ser parte de los pueblos que
habitaron con Israel en la tierra que Dios les prometió: “Y las familias de los
escribas que moraban en Jabes fueron los tirateos, los simeateos y los
sucateos, los cuales son los ceneos que vinieron de Hamat padre de la casa de
Recab”, (1 Crónicas 2:55). Algunos israelitas llegaron a tener
descendientes ceneceos, mostrando que en determinado momento los ceneceos se
mezclaron con algunos israelitas: “Excepto Caleb hijo de Jefone cenezeo, y Josué hijo de Nun,
que fueron perfectos en pos de Jehová”, (Números 32:12). Estos son aquellos que en el libro de Jeremías
Dios pone de ejemplo de lealtad al juramento de su antepasado de no beber vino
y lo contrasta con la rebeldía de su pueblo a obedecer su palabra, esto lo
leemos en Jeremías 35:1-19: “Y puse delante de los hijos de la familia de los recabitas tazas y
copas llenas de vino, y les dije: Bebed vino. Mas ellos dijeron: No beberemos
vino; porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: No
beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos”, (Jeremías 35:5-6). Al parecer esta tribu habito en medio de los
israelitas y de alguna manera buscaron tener relaciones con ellos, llegando
incluso a conocer al Dios de Israel y algunos de sus hijos terminaron siendo
absorbidos por las tribus de Israel. A pesar de que los ceneos eran un
pueblo pagano, estos se involucraron con el pueblo de Dios y al parecer hasta
terminaron convirtiéndose en israelitas, obviamente, perdiendo su
identidad pagana y teniendo parte de la herencia que Dios les había dado a
los descendientes de Abraham, tanto así que después de tantos años, aun se
contaba entre ellos un racabita que colaboraba con la reconstrucción del muro. Que
hermoso ejemplo para nosotros, un ejemplo digno de imitar, un ejemplo que nos
invita a buscar ser parte del pueblo de Dios y de su herencia celestial,
abandonando nuestra vieja vida y convirtiéndonos al Señor de todo corazón, de
tal manera que, como los recabitas, seamos contados entre el pueblo de Dios.
El trabajo en equipo con asignaciones especificas es clave.
Estudiar este capítulo y considerar cómo esta gran obra de
reconstrucción se está llevando a cabo nos deje grandes enseñanzas del trabajo
en equipo. La visión que Nehemías transmitió fue exitosa, pero llevarla a
cabo demandaba un gran desafió, porque era imposible que un solo hombre o un
puñado de ellos pudiesen hacerla realidad, pero lo cierto es que varios grupos
se comprometieron con la obra y cada uno se enfocó en la parte que le
correspondió. Cada grupo de personas tenía un área específica que tenían
que restaurar y cada persona de estos grupos sabia qué tenía que hacer,
el trabajo se había dividido en tareas especificas por persona y la suma de
cada contribución dio como resultado la obra final. Cuando las personas
están en el lugar equivocado la efectividad en realizar la tarea es poca y
hasta frustrante, pero, el poder organizar a las personas es clave, el poder
asignar tareas de acuerdo con sus diferentes habilidades y proveer los recursos
y equipos necesarios son determinantes para que las metas puedan alcanzarse
y en el relato de este texto lo podemos ver.
Muros de Jerusalem en los tiempos de Nehemias
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