“También
dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el
menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo
el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus
bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran
hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de
los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que
apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los
cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo
en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan,
y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré
e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme
como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún
estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó
sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo
y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus
siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y
calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos
fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es
hallado. Y comenzaron a regocijarse”.
Lucas 15:11-24
INTRODUCCIÓN
Muchos han llamado a esta parábola
del hijo prodigo como una historia completa de ruina y reconciliación ya que
nos muestra como el hombre puede llegar a la más terrible ruina por causa del
pecado, pero arroja una luz de esperanza al mostrarnos el camino a la
restauración
Parábola del hijo prodigo |
I.
LA DECISIÓN DE ESCOGER NUESTRO
CAMINO.
“También
dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el
menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes”.
La parábola inicia presentando a un
hombre padre de familia el cual tenía dos hijos y el menor de ellos decidió
pedirle la parte de la herencia que le correspondía. La ley judía establecía en
Deuteronomio 21:17 que el hijo primogénito tenía que recibir el doble, por lo
que al segundo hijo le correspondía la tercera parte de la herencia. Al hacer
esto el hijo estaba repudiando a su padre al decirle que ya no quería vivir a
su lado y que su deseo era iniciar su propia vida, eligiendo su propio camino.
A pesar que lo tenía todo en la casa de su padre, el hijo menor no valoro nada
de eso y se dejó llevar por los deseos engañosos de su corazón.
Esto retrata muy bien la vida del
ser humano. Dios nos ha dado la vida y tiene un plan maravilloso para nosotros,
nos ofrece un camino a la vida eterna, sin embargo, el hombre reclama su vida,
su salud, sus fuerzas y posesiones para hacer su propia voluntad,
administrándola como mejor le parece, olvidándose así de Dios. En la vida
tenemos que decidir qué camino vamos a seguir, el camino que el Señor nos
ofrece nos conduce a la vida eterna, pero el camino del pecado solo nos traerá
ruina eterna.
“A los
cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto
delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la
vida, para que vivas tú y tu descendencia”.
Deuteronomio 30:19
II.
LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO.
La historia del hijo prodigo nos
retrata perfectamente los efectos del pecado en la vida del ser humano. En esta
parábola podemos identificar al menos cuatro efectos:
1. El pecado nos aparta completamente de Dios.
“No
muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una
provincia apartada…”
El primer efecto que el pecado
produce en nuestras vidas es vivir apartados de Dios. El diablo sabe
perfectamente que solo alejados de su presencia somos seres indefensos y nos
engaña haciéndonos pensar que la vida que le mundo ofrece es mucho mejor, pero
todo es una terrible mentira.
2. El pecado nos hace desperdiciar nuestra vida.
“… y allí
desperdició sus bienes viviendo perdidamente…”
El siguiente efecto del pecado es
que nos hace desperdiciar nuestra vida. Generalmente el ser humano cree que la
vida en el mundo es lo mejor que tiene, que las ofertas de prosperidad y
deleites temporales lo conducirán a la ruina de su alma. El texto es claro al
decir que el hijo prodigo desperdició sus bienes viviendo perdidamente, así
es la vida del que practica el pecado, nada bueno lograra de ello y por ello
las Escrituras llaman al pecado como las obras infructuosas de las tinieblas: “Y no participéis en
las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”,
(Efesios 5:11).
3. El pecado destruye nuestro futuro.
“… Y
cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y
comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella
tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos…"
Los siguientes versículos nos
muestran el siguiente efecto del pecado en la vida del hombre. Primero nos
aparta de la presencia de Dios dejándonos expuestos a la malicia de este mundo,
luego nos engaña haciéndonos desperdiciar nuestra vida hasta perderlo todo,
para luego destruir completamente nuestro futuro. Después de malgastar todo lo
que tenía vino un hambre terrible que lo obligo a arrimarse a un ciudadano que
lo envió a apacentar cerdos. Para un judío los cerdos eran animales inmundos y
despreciables, y ahora el hijo prodigo se encontraba completamente humillado
sin esperanza alguna.
4. El pecado nos conduce a la miseria.
“… Y deseaba llenar su
vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba”.
Finalmente, el pecado nos conduce a
una vida de miseria. El hijo prodigo descendió hasta el hoyo más profundo y
desesperante a tal punto que deseaba saciar su hambre con la comida de los
cerdos. Cuantas personas viven de esta forma, con necesidades que nadie puede
solventar rodeados de una terrible miseria que los conduce al infierno. Eso es
precisamente lo que hace el pecado. Isaías nos exhorta a no perder el tiempo en
las cosas efímeras de este mundo las cuales no nos satisfacen plenamente, ya
que solo en Cristo se encuentra la plenitud de vida:
“¿Por qué
gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia?
Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura”.
Isaías 55:2
III.
EL CAMINO QUE CONDUCE A LA
RESTAURACIÓN.
Esta parábola también nos ofrece
el camino que el hombre tiene que tomar una vez cae en el más profundo abismo.
1. Reconocer nuestra ruina personal.
“Y
volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!...”
El primer paso que conduce a la
restauración es reconocer nuestra situación de ruina y que necesitamos ayuda.
Después de un tiempo el hijo prodigo volvió en sí y se dio cuenta que hasta los
jornaleros de su padre estaban en mejor condición que él. Mientras que no
reconozcamos nuestra necesidad de Dios no daremos el primer paso a la
restauración.
2. Tomar la decisión de acudir a Dios en completo arrepentimiento.
“Me levantaré
e iré a mi padre…”
El segundo paso es tomar la decisión
de ir a Cristo tal y como nos encontremos. Muchas personas creen que antes de
acudir a Dios tienen que hacer muchos cambios en sus vidas, pero lo cierto es
que Cristo se especializar en recibirnos así como estamos para iniciar el
proceso de la restauración. Mientras nos neguemos a acudir a Él solo
retrasaremos nuestro bienestar, el Señor no obrara mientras no nos acerquemos a
Él.
3. Confesar nuestros pecados y humillarnos completamente.
“… y le
diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo”.
El siguiente paso es confesar
nuestras ofensas. La confesión del hijo prodigo involucra reconocer nuestros
pecado y una actitud de humillación que nos hace reconocer nuestra vileza.
4. Sujetarnos al señorío de Cristo.
“… hazme como
a uno de tus jornaleros.”
Finalmente, debemos estar dispuestos
a sujetarnos al señorío de Cristo, a renunciar a nuestra vida y hacer la voluntad
de Dios y no la de nosotros.
IV.
EL AMOR PERDONADOR DEL PADRE.
“Y
levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y
fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el
hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno
de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor
vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y
traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi
hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a
regocijarse”.
Esta parábola nos muestra el gran
amor perdonador de Dios y su infinita misericordia para todos aquellos que se
arrepienten de su vida de perdición. En lugar de rechazarlo el padre abrazo al
hijo lo vistió y le puso calzado como símbolo de su benevolencia, aparte de eso
le puso un anillo que era símbolo de parentesco familiar y mando a hacer un
banquete para festejar con gozo el regreso del hijo perdido. La Biblia nos
enseña el gran gozo que hay en el cielo cada vez que un pecador se arrepiente, así
se ve en las otras dos parábolas anteriores que Lucas presenta en el capítulo
15: “Así os digo
que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”,
(Lucas 15:10). El apóstol Pablo nos habla acerca de los resultados favorables
de la salvación que viene a la vida de todos aquellos que se arrepienten de sus
pecados:
“Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la
cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no
sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la
tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.
Romanos 5:1-5
CONCLUSIÓN
En la vida tenemos dos caminos, la
mayoría escogen el del pecado el cual los conducen a la ruina total, pero aun
allí el hombre tiene esperanza. El arrepentimiento es el camino a la
restauración y Cristo Jesús nos ofrece una mejor vida.
muy bueno e interesante
ResponderBorrarNunca hubiera imaginado estudiar una enseñanza tan profunda como está, muy clara y entendible gracias por compartir, espero algún día primero Dios llegar a hacer estás enseñanzas bendiciones
ResponderBorrarGloria al Nombre de Jesús.Quien siendo Dios no dudó venir a buscar a los suyos, tomando velo de carne. Según la Palabra de Dios.Dios les continúe bendiciendo!
ResponderBorrar