“Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de
Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e
hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un
sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita,
llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano,
que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles
aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de
él. Otro día al partir, sacó dos
denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de
más, yo te lo pagaré cuando regrese”.
Lucas 10:30-35
INTRODUCCIÓN
En su
sentido original la parábola nos enseña la importancia de hacer misericordia a
nuestro semejante sin considerar racismos o cualquier discriminación. Sin
embargo, podemos alegorizar un poco su significado primario y encontrar una
analogía entre la obra destructiva que el mundo hace en el hombre versus la
obra redentora de Cristo. Apliquemos esta técnica al espiritualizar el pasaje
sin llegar a abusos extremos.
La parábola del buen samaritano |
I.
LA OBRA
DEL MUNDO EN EL HOMBRE.
“Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de
Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e
hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto”.
La
primera analogía que vemos en esta parábola es la obra que este mundo produce
en los seres humanos. Si espiritualizamos el pasaje sin abusar de el vemos como
un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, es decir, descendía de la vida que
Dios ofrece en el evangelio a la vida que el mundo ofrece, y esa palabra “descender” es precisa al explicar el
proceso del hombre en el mundo. Aquel hombre descendió por un camino que en los
tiempos de Jesús era famoso por los asaltos que allí se daban, aun así abuso de
su confianza poniendo su vida en peligro, y efectivamente así paso, unos
ladrones lo despojaron de todo, hiriéndolo y dejándolo medio muerto. Así es
Satanás y ente mundo, despoja, hiere y destruye. Por ejemplo, el pecado del
adulterio, las borracheras y drogadicción, la vida de crimen, la hechicería, la
idolatría, y todos los pecados destruyen la vida de los hombres dejándolos
medio muertos hasta acabar con ellos en el infierno.
II.
LA
FALSEDAD DE LA RELIGIÓN.
“Aconteció que descendió un sacerdote por aquel
camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel
lugar, y viéndole, pasó de largo”.
La
parábola nos muestra que estando en esta grave condición descendió por aquel
lugar un levita, pero en lugar de ayudarlo solo lo vio y pasó de largo. Luego
por ahí pasó un sacerdote, el cual al verlo solo se acercó por curiosidad y
luego pasó de largo. Uno podría ver en estos dos religiosos, el levita y el
sacerdote, la hipocresía religiosa que cuando ve al hombre hundido en el pecado
y totalmente destruido no lo ayuda. Así es este mundo, nos tiende una carnada,
con promesas falsas y deleites temporales nos invita a descender a sus fauces,
pero cuando caemos en ellas nos destruye y no se interesa en levantarnos de
nuestra calamidad. Así este mundo destruye completamente nuestras vidas.
III.
LA OBRA
RESTAURADORA DE CRISTO EN EL HOMBRE.
“Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de
él, y viéndole, fue movido a misericordia;
y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole
en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él”.
Sin
embargo, la parábola tiene un giro inesperado al ser un samaritano el cual es
movido a misericordia a favor del moribundo. Esto era inconcebible en la
cultura judía ya que los samaritanos no se llevaban con judíos por su impureza racial,
ya que descendía de una mezcla entre judío y gentil, pero aquí vemos a alguien
en quien nunca se pensaría que prestaría auxilio a un judío. Posiblemente
muchos de nosotros nunca esperamos recibir la ayuda para salir de este mundo de
nuestro Señor Jesucristo, jamás pensamos que Él se convertiría en nuestro
Salvador y redimiría nuestras almas. Cuando el hombre se encuentra arruinado
por el pecado tiene esperanza de ser redimido de esta terrible situación. La
Biblia habla del poder que Dios tiene para restaurar al ser humano, aun cuando
este se encuentre en las peores situaciones: “El levanta del polvo al pobre, y del muladar
exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio
de honor”, (1 Samuel 2:8). En esto radica la gran obra redentora de
Cristo.
IV.
EL
CUIDADO DEL ESPÍRITU SANTO.
“Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al
mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré
cuando regrese”.
Después
que el samaritano vendo sus heridas lo llevo a un mesón donde cuido de Él, y
después de dos día le pago al mesonero el equivalente a dos días de cuidado
diciéndoles que si pasaban más de esos día lo siguiera cuidando ya que él
regresaría y le pagaría lo que gastare de más. Esta parte de la parábola tiene
gran analogía con lo que Jesús hace después de sanarnos espiritualmente y
darnos la vida eterna, nos confía a la iglesia y cuidado del Espíritu Santo. La iglesia actualmente está al cuidado del
Espíritu Santo, el cual cuida de esta mientras Cristo regresa por ella: “Esto no os lo dije
al principio, porque yo estaba con vosotros. Pero ahora voy al que me envió; y
ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas
cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a
vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré”, (Juan 16:4-7). Así la obra redentora de
Cristo queda al cuidado del Espíritu Santo hasta el día que nos llame a su
santa presencia.
CONCLUSIÓN.
Al
espiritualizar un poco esta parábola podemos encontrar en ella un gran
contraste entre la obra del mundo y la de Cristo en el hombre. El mundo
destruye al hombre, pero Cristo restaura su vida encargando su vida al cuidado
del Espíritu Santo.
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