Los ayes de los pecadores (Isaías 3:11)




“¡Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado”.
Isaías 3:11

INTRODUCCIÓN


            Si hay un versículo en la Biblia que le advierte al pecador las consecuencias de su pecado es Isaías 3:11. A través de la exclamación de ¡AY!, Isaías les anuncia a los hombres que solo hay dolor para los pecadores.  En el libro del profeta Isaías encontramos varios ayes que se anuncian para los pecadores los cuales nos enseñan que una vida de pecado solo traer dolor, sufrimiento, frustración y destrucción, conduciéndonos a una eternidad de total sufrimiento en las llamas del infierno. Veamos algunos de los ayes que aquí nos presenta el profeta.

ayes-Isaias
Los ayes de los pecadores

I.                   ¡AY DE LOS CODICIOSOS!


“¡Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?”
Isaías 5:8

                El primer de los ayes que encontramos en Isaías es el de los codiciosos. La codicia es un pecado completamente aborrecible delante de Dios a tal punto que el décimo mandamiento lo prohíbe: “No codiciarás  la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”, (Éxodo 20:17).  Este pecado se apodera completamente del corazón de la persona a tal punto que provoca en él un deseo insaciable de riqueza que lo mete en un afán que lo desvía de Dios provocando incluso que la palabra del Señor se ahogue tal y como lo explico el Señor en la parábola del sembrador: “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa”, (Mateo 13:22).  Este pecado destruye poco a poco a su víctima por eso Pablo nos advierte que el amor al dinero extravía a las personas y les hace pasar por muchos dolores: “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”, (1 Timoteo 6:10). Finalmente este sentimiento de codicia lleva a los hombres a convertirse en opresores de los pobres condenando así su alma y trayendo en el futuro el juicio divino tal y como lo dice Santiago: “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza”, (Santiago 5:1-5). De esta forma este pecado es un verdadero ¡ay! 

II.                ¡AY DE LOS AMANTES DEL VINO! 


“¡Ay de los que se levantan de mañana para seguir la embriaguez; que se están hasta la noche, hasta que el vino los enciende! Y en sus banquetes hay arpas, vihuelas, tamboriles, flautas y vino, y no miran la obra de Jehová, ni consideran la obra de sus manos”.
Isaías 5:11-12

Otro de los ayes de los cuales habla Isaías es el que viene para los amantes del vino y alcohol, y en general cualquier vicio de drogas. En nuestra sociedad el embriagarse en fiestas para divertirse se ha vuelto muy popular sin saber que este es un pecado que no solo los condena al infierno, sino también golpea terriblemente a aquellos que lo consumen: “¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, Para los que van buscando la mistura.  No mires al vino cuando rojea,   Cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; Mas al fin como serpiente morderá, Y como áspid dará dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas, Y tu corazón hablará perversidades.   Serás como el que yace en medio del mar,  O como el que está en la punta de un mastelero. Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió; Me azotaron, mas no lo sentí; Cuando despertare, aún lo volveré a buscar”, (Proverbios 23:29-35). Definitivamente este pecado provoca un gran ¡ay! destruyendo su vida y arrastrándolo al infierno.

III.             ¡AY DE LOS QUE SE BURLAN DE LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO!


“¡Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de vanidad, y el pecado como con coyundas de carreta, los cuales dicen: Venga ya, apresúrese su obra, y veamos; acérquese, y venga el consejo del Santo de Israel, para que lo sepamos!”.
Isaías 5:18-19

            El siguiente ¡ay! es para aquellos que se burlan de la predicación de la palabra de Dios. En tiempos de Isaías habían algunos de que burlaban del mensaje que el profeta predicaba diciendo con ironía: Venga ya, apresúrese su obra, y veamos; acérquese, y venga el consejo del Santo de Israel, para que lo sepamos. Estos simples era pecadores de con mentiras y vanidad atraen hacia  sí mismos la maldad burlándose de cosas que no entienden. El apóstol Pedro nos advierte que en los postreros tiempos vendrían hombres burladores que se mofarían de la venida del Señor: “sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”, (2 Pedro 3:3-4).  Sin embargo, el mismo Pedro explica que el Señor no retarda su venida sino es paciente para que nadie se pierda y les da tiempo que se arrepientan: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”, (2 Pedro 3:9). Lamentablemente este tipo de personas no entienden las Escrituras torciéndolas para su propia perdición: “Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición”, (2 Pedro 3:15-16). Lo cierto es que estas personas se burlas de cosas sagradas y su actitud irreverente y blasfema les provocara un gran ¡ay!

IV.              ¡AY DE LOS QUE LLAMAN A LO BUENO MALO Y A LO MALO BUENO!


“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!”
Isaías 5:20

            En cuarto lugar, el siguiente ay es para aquellos que a lo bueno lo llaman malo y a lo malo le llaman bueno. Cuantas personas se han atrevido hoy en día a llamar malo al mensaje de evangelio titulando de religiosidad, fanatismo, el opio de las naciones, etc. Terriblemente llaman bueno a las cosas que este mundo ofrece sin saber que esto los conduce al mismo infierno donde su lamentar será eterno: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”, (Santiago 4:4).

V.                 ¡AY DE LOS PRUDENTES EN SU PROPIA OPINIÓN!


“¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!”.
Isaías 5:21

Finalmente, el ay es para aquellos que aun escuchando estas advertencias las toman a la ligera, dando sus propias explicaciones y justificándose en su propia sabiduría, sin saber que su propio engaño los conducirá a una eternidad de ayes en el infierno. La Biblia nos exhorta a no apoyarnos en nuestra propia prudencia porque solo así encontraremos el bien para nuestra vida: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”, (Proverbios 3:5-8).

CONCLUSIÓN.


            En general, los ayes serán para todos los que decidan perseverar en el pecado, el cual les traerá en esta vida grades dolores y penalidades, y en la eternidad, un sinfín de ayes en el infierno.




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