“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han
sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó
por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto
mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento,
dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la
piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas
están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en
cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas
cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de
sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme
vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás”.
2
Pedro 1:4-10 (RV60)
Ya hemos visto el contraste que la
Biblia hace en vivir en la carne y vivir en el Espíritu. En el caso del primero
la vida de la persona se caracterizar por manifestar las obras de la naturaleza
pecaminosa, pero aquellos que vivan en el Espíritu tienen que producir los
frutos del Espíritu Santo. Como hijos de Dios se espera un comportamiento muy diferente
al del resto del mundo el cual debe estar gobernado por todas las buenas características,
desechando toda maldad, ya que hemos sido participes de una naturaleza divina,
tal y como Pedro lo dice en 2 Pedro: Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad
nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que
nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado
preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes
de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia. Todas las buenas características personales
que pertenecen a la vida y piedad se le han dado al creyente a través del poder
de Dios y por esta razón la Biblia presenta en el Nuevo Testamento una lista de
estas que deben evidenciarse. Por ejemplo, Pablo nos da un listado al presentar
el fruto del Espíritu: Amor; alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
humildad, dominio propio (Gálatas 5:22, NVI). En una de las Epístolas Pastorales se exhorta al hombre
de Dios a que se proponga en manifestar en su vida la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia y la
humildad. (1 Timoteo 6: 11,
NVI). En Efesios también se nos dice en que consiste el fruto del Espíritu:
“porque el fruto del Espíritu es en toda bondad,
justicia y verdad”, (Efesios 5:9, RV60). En algunos escritos no
inspirados propios de los primeros siglos de la iglesia podemos encontrar como la
iglesia le daba importancia a reflejar en su vida buenas virtudes. Por ejemplo,
en la obra del Pastor de Hermas se
elogian las siguientes virtudes cristianas: fe, autodominio,
sencillez, inocencia y reverencia; comprensión y amor son hijas las unas de las
otras. En la Epístola de Bernabé se citan las virtudes
cristianas de la siguiente manera: el temor y la resistencia son los
ayudadores de la fe; la paciencia y el autodominio son nuestros aliados; y
cuando éstos están presentes una persona puede desarrollar y poseer sabiduría,
prudencia, comprensión y conocimiento. Por tanto, es lógico pensar
que todos los cristianos estamos llamados a despojarnos de nuestras actitudes y
costumbres pecaminosas, y a producir todas estas buenas características por lo
que Pedro en su segunda carta después de reconocer las preciosas promesas y la
nueva naturaleza de la cual hemos sido participantes por medio del poder de
Dios nos da un listado de algunas de ellas: vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo,
añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio
propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad,
afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Si uno lee
cuidadosamente puede encontrar en este listado una serie de pasos que hacen
evolucionar al cristiano a la perfecta voluntad de Dios, a tener un verdadero carácter
que lo identifica como un hijo de Dios y a producir un fruto agradable para el Señor:
Porque si estas
cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en
cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Caso contrario
nuestra visión será muy corta y no produciremos el fruto que el Señor espera en
nosotros: Pero el
que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado
la purificación de sus antiguos pecados. Si obedecemos al Espíritu y
ponemos toda nuestra diligencia es esto la Biblia nos asegura que no estaremos
ociosos y jamás caeremos de su gracia: Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra
vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Veamos
entonces en qué consisten cada una de estas características.
Los frutos del Cristiano |
Fe.
“… vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid
a vuestra fe…”
Todo
en la vida cristiana empieza por la fe. La palabra fe viene del griego pistis (πίστιςs),
y representa el elemento esencial en el
cristianismo sin la cual es imposible nacer de nuevo. La fe es el punto de
partida, lo que nos mantiene en el camino estrecho y lo que nos ayuda a
terminar la carrera. La Biblia nos enseña que: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve”, (Hebreos 11:1, RV60), y
en este sentido fe es tener la firme convicción de recibir algo que no se ve o no se
tiene en ese momento. La NVI traduce este mismo versículo de la siguiente
forma: “Ahora
bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”,
(Hebreos 11:1, NVI), dándonos así un elemento más acerca de la naturaleza de la
fe, ya que esta es la que realmente nos garantiza obtener lo que pedimos a Dios
en oración. Sin fe será imposible ver materializadas todas nuestras
peticiones delante del Señor. Si uno revisa la versión en inglés podemos
descubrir otra característica de la verdadera fe ya que esta es la esencia de
las cosas que esperamos: “Now faith is the substance of things hoped for, the evidence
of things not seen”, (Hebrews 11:1, KJV). Esto significa que la fe
viene a ser la materia prima de nuestras peticiones y sin ella Dios no podrá hacer
mayor cosa por lo que Santiago advierte que aquel hombre que es
inconstante en sus caminos y falto de fe jamás obtendrá nada: “Pero pida con fe,
no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es
arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal
haga, que recibirá cosa alguna del Señor”, (Santiago 1:6-7, RV60). Por tanto, pongamos toda diligencia en
desarrollar nuestra fe ya que es clave en nuestra vida cristiana.
Virtud.
“… vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid
a vuestra fe virtud…”
En
segundo lugar, a la fe hay que añadir virtud. Una virtud es un buen hábito que
se desarrolla con el fin de contribuir a nuestro carácter y vida piadosa.
En contraste un mal hábito se llama vicio. La Biblia nos habla que el creyente
tiene que ser una persona virtuosa y para eso tiene que desarrollar hábitos que
contribuyan a su crecimiento espiritual como por ejemplo leer la Biblia o
literatura cristiana de provecho, orar, congregarnos con fidelidad, estar
ocupados en su obra, etc. Por otro lado también debemos trabajar por cultivar y
desarrollar todas aquellas características del carácter que nos identifican
como verdaderos hijos de Dios tales como el amor, la paciencia, la bondad, la
perseverancia, etc. Haciendo esto nuestra vida estará ocupada y difícilmente se
le dará lugar a pensamientos y acciones pecaminosas. Ahora bien, hacer estas
cosas no es nada fácil y la misma palabra griega de donde se traduce virtud lo
dice ya que es areté (ἀρέτη) la cual sugiere una habilidad que se desarrolla con gran esfuerzo, excelencia y
coraje. Como creyentes debemos esforzarnos en desarrollar nuestras
habilidades, dones espirituales y producir el fruto del Espíritu hasta alcanzar la excelencia en todo lo que
hagamos, conscientes que para ello necesitamos coraje para vencer las
dificultades que querrán apartarnos de este noble propósito. Por tanto, como
cristianos tenemos que enfocar nuestra principal atención en todo aquello que
nos haga crecer como verdaderos hijos de Dios: “Por
lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud
alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis
y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”,
(Filipenses 4:8-9, RV60).
Conocimiento.
“… a la virtud, conocimiento…”
En
tercer lugar, a la virtud debe añadirse conocimiento. La palabra griega
que se traduce como conocimiento aquí es gnosis (γνῶσις),
la cual
también puede traducirse entendimiento. El conocimiento al cual se
refiere el apóstol Pedro aquí es el
entendimiento completo y correcto de la palabra de Dios con el fin de que guía al
creyente maduro a toda obra de justicia. Una vez el creyente comienza a
perseverar para adquirir las mejores virtudes debe preocuparse por conocer y
poner por obra la palabra de Dios. Este conocimiento en la palabra de Dios es
importante porque nos hace crecer espiritualmente: “desead,
como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella
crezcáis para salvación”, (1 Pedro 2:2, RV60). Gran parte de nuestro
progreso en la vida cristiana tiene que ver con conocer la palabra de Dios y
por ello Pedro termina su segunda carta aclarando que el deseo de Dios es que
todos crezcamos en la gracia y conocimiento de su palabra: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo”, (2 Pedro 3:18, RV60).
Dominio Propio.
“… al conocimiento, dominio propio…”
En cuarto lugar,
al conocimiento hay que añadirle dominio propio. La palabra griega que
se traduce aquí como dominio propio es egkráteia (ἐγκράτεια),
que
quiere decir literalmente la habilidad de tener las riendas de uno mismo. Por tanto, podemos decir que el dominio propio es
una de las grandes virtudes cristianas que nos
habla de un cristiano que tiene bajo su control todas sus emociones humanas y
en completa servidumbre su naturaleza pecaminosa. De nada sirven
las mejores virtudes, ni todo el conocimiento bíblico si no existe dominio
propio en nosotros.
Esto último Podemos verlo en el caso del rey Salomón, el hombre más sabio del mundo, autor del libro de los Proverbios, los dichos sabios que ayudan al hombre a vivir en prudencia y sabiduría delante de Dios, un hombre que por la misericordia de Dios llego a tener grandes virtudes, pero lamentablemente termino adorando a falsos dioses por la influencia de sus mujeres, y esto fue así porque no tenía dominio propio, y esta triste historia la encontramos en 1 Reyes: “Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses. Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; más él no guardó lo que le mandó Jehová”. (1 Reyes 11:1-10). Qué triste forma en la cual Salomón el hombre más sabio del mundo termino sus días, ya que a pesar de que conocía la palabra de Dios y poseía grandes virtudes, pero como no tenía el suficiente dominio propio para controlar sus impulsos sexuales y no ceder a la tentación de las mujeres extrajeras, su corazón termino inclinándose a los dioses de estas.
Esto último Podemos verlo en el caso del rey Salomón, el hombre más sabio del mundo, autor del libro de los Proverbios, los dichos sabios que ayudan al hombre a vivir en prudencia y sabiduría delante de Dios, un hombre que por la misericordia de Dios llego a tener grandes virtudes, pero lamentablemente termino adorando a falsos dioses por la influencia de sus mujeres, y esto fue así porque no tenía dominio propio, y esta triste historia la encontramos en 1 Reyes: “Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses. Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; más él no guardó lo que le mandó Jehová”. (1 Reyes 11:1-10). Qué triste forma en la cual Salomón el hombre más sabio del mundo termino sus días, ya que a pesar de que conocía la palabra de Dios y poseía grandes virtudes, pero como no tenía el suficiente dominio propio para controlar sus impulsos sexuales y no ceder a la tentación de las mujeres extrajeras, su corazón termino inclinándose a los dioses de estas.
El dominio
propio nos ayuda a sujetar nuestra naturaleza pecaminosa cuando llega la
tentación, nos ayuda a mantener nuestras emociones y sentimiento en control, y
en general, ser disciplinados con nuestro ser. Nuestro Señor Jesús advirtió que
nosotros sus discípulos debemos mantener todo nuestro ser en completa
servidumbre y no ser vencidos por los deseos, vicios y tentaciones de este
mundo: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones
no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga
de repente sobre vosotros aquel día”,
(Lucas 21:34, RV60). Si hay algo que puede hacernos perder el avance en
nuestro crecimiento espiritual es el no tener dominio propio, y de allí la
importancia de tenerlo.
Paciencia.
“… al dominio propio, paciencia…”
El
quinto aspecto en esta escalera que nos conduce a una vida espiritual madura es
desarrollar paciencia. La palabra griega de donde se traduce paciencia es hipomoné
(ὑπομονή) y se traduce como aguante, resistencia o
constancia. Esta gran virtud ha sido traducida de muchas formas. Crisóstomo
la ha llamado “la Reina de las Virtudes”. Cicerón solía
definirla como: “El sufrir voluntario y cotidiano de cosas duras y
difíciles por causa del honor y de la utilidad”. Dídimo de
Alejandría describe la paciencia recordando los padecimientos del justo Job: “No es que el
hombre justo no deba tener sentimientos, aunque debe soportar pacientemente
todo lo que le aflija; pero es una virtud auténtica cuando una persona siente
profundamente las cosas con las que lucha, pero desprecia el dolor por causa de
Dios”. En este sentido la
paciencia es aquella virtud que le ayuda al creyente a soportar con esperanza las
duras pruebas de la vida, manteniéndose constante en su fe sabiendo que jamás será
defraudado por Dios. La paciencia nos ayuda a no perder el fruto de
nuestra fe, ya que en medio de duras pruebas produce en nosotros esa
perseverancia, y la perseverancia esperanza, y esta esperanza nos ayuda a alcanzar
las benditas promesas de Dios: “Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque
sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de
carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda,
porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que
nos ha dado”, (Romanos 5:3-5, NVI).
Piedad.
“… a la paciencia, piedad…”
En
sexto lugar, a la paciencia hay que añadirle piedad. La palabra griega
utilizada en el texto original es eusébeía (εὐσέβεια),
la cual describe un sentimiento grande
de estar al lado de alguien o algo. Así la piedad denota a una persona con una gran
devoción a Dios la cual le impulsa a buscar siempre de su presencia. Como
David debe existir en nosotros un fuerte deseo por estar delante de su
presencia: “Porque
mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a
la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad”,
(Salmo 84:10, RV60). Es esta búsqueda continua de Dios a través de la oración,
el ayuno, la lectura bíblica y el congregarnos en comunión con todos los santos
la que nos fortalece para seguir pacientemente esperando en aquellas promesas que
el Señor nos ha dado.
Afecto Fraternal.
“… a la piedad, afecto fraternal…”
En
penúltimo lugar, a la piedad hay que añadirle afecto fraternal. La
palabra griega que se traduce aquí como afecto fraternal es filadelfia (φιλαδελφία)
que literalmente quiere decir el amor
de los hermanos. El afecto fraternal es el sentimiento de genuino interés que se
expresa hacia la familia de la fe. La Biblia nos exhorta a amar a todos
nuestros hermanos y un paso importante en nuestro desarrollo espiritual es
despojarnos de todo sentimiento de odio o desinterés hacia los demás creyentes:
“Si alguien
afirma: Yo amo a Dios, pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no
ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto.
Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano”,
(1 Juan 4:20-21, NVI).
Amor.
“… y al afecto fraternal, amor…”
La escala de
las virtudes cristianas debe culminar en el amor. La palabra amor en este texto
se traduce del griego ágape
(ἀγάπη) el
cual describe un amor sacrificial que no busca su propio interés sino el de los demás.
El afecto a los hermanos no es suficiente, el cristiano debe aspirar a un amor
que es tan amplio como el amor de Dios, y este amor se manifiesta a través de
producir todas las grandes virtudes que nos ayudan a vivir santa y piadosamente
delante de Dios y en armonía con todos nuestros hermanos en la fe, y no solo
ellos sino hasta nuestros propios enemigos: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los
que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y
os persiguen”, (Mateo 5:44, RV95).
Cuando esto es así podemos estar seguros que tendremos una vida guiada por el
Espíritu Santo.
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