“... ¿No era
Esaú hermano de Jacob? Sin embargo, amé a Jacob pero aborrecí a Esaú, y
convertí sus montañas en desolación y entregué su heredad a los chacales del
desierto”.
Malaquías 1:2-3
INTRODUCCIÓN
Dios quiere dejar
en claro su gran amor por su pueblo y para hacerlo hace un gran contraste entre
la forma de cómo han sido tratados ellos con respecto a la nación hermana Esaú.
Si bien es cierto, Israel estaba atravesando un momento muy difícil donde su
futuro se veía aun oscuro, pero Dios les dice que antes de quejarse o insinuar
la falta de amor divino, consideraran su situación versus la de otras naciones
y en especial la de su hermano Esaú. La nación de Edom que por años fue enemiga
de Israel y que eran los descendientes de Esaú, ahora después de las conquistas
babilónicas ya no existía (Génesis 25:29–34; 36:8; 1 Reyes 11:15; Jeremías
49:17; Ezequiel 25:12–14; Joel 4:19; Amós 1:11–12). El mismo Señor lo dice de
la siguiente forma: convertí sus montañas en desolación y entregué su heredad a los
chacales del desierto. Bastaba que
Israel volviera a ver la diferencia en el trato divino con Edom y ellos para
que comprendieran que si no habían sido exterminados por completo era por el
amor de Dios hacia ellos. Mientras que Edom había sido completamente borrado
por el juicio divino, Israel solo fue castigado y disciplinado para volverlo al
camino correcto.
Amados desde antes de nacer |
Muchas veces podemos llegar a
quejarnos de las injusticias de la vida y las dificultades que enfrentamos,
pero basta ver la forma como otros han sido tratados para comprender que a
diferencia de ellos, solo la misericordia divina no ha permitido que seamos
destruidos. Si nosotros fallamos somos corregido para nuestro bien, si el impío
falla es destruido por su pecado: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te
fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al
hijo a quien quiere”, (Proverbios 3:11-12). Esto fue lo que le paso
a Israel, ellos pecaron contra Dios y fueron disciplinados por ello, pasaron 70
años exiliados y luego al regresar a Jerusalén su situación no era fácil, pero
Dios seguía allí para ayudarles a recuperarse. Contrario a Israel, Edom había sido
destruido por su pecado y no tuvo la oportunidad de la corrección. Tal vez hoy
nos podemos encontrarnos inmersos en un sinfín de problemas, tal vez por
nuestra rebelión tengamos que pasar por la vara correctora de Dios, o como Job atravesamos
una prueba, pero sea como sea veremos diferencia entre el trato de Dios hacia
nosotros y los impíos
El énfasis de Dios es grande al hacer
diferencia entre Israel, su escogido, y Edom: ¿No era Esaú hermano
de Jacob? Sin embargo, amé a Jacob pero aborrecí a Esaú.
La palabra que Malaquías utiliza para aborrecer es sané (שָׂנֵא), termino fuerte en el hebreo que
denota un menosprecio definitivo, contrario a la palabra hebrea ajáb (אָהַב) que se usa para decir que amo a
Israel. Estas palabras en esta profecía constituyen en sí una polémica entre
los estudiosos bíblicos. ¿Qué significa esto? ¿Será acaso que Dios eligió a
Jacob y su descendencia para mostrarle su amor mientras que la de Esaú fue
elegida para objeto de su ira? ¿Hizo esta elección antes que ambos nacieran e
hiciesen algo bueno y malo? Lo cierto que esto nos muestra un aspecto de la
soberanía de Dios que muchos conocen como la predestinación la cual
consideraremos en esta sección.
SU SOBERANÍA EN CUANTO A LA ELECCIÓN
“No sólo eso. También sucedió
que los hijos de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado
Isaac. Sin embargo, antes de que los
mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito
de la elección divina, no en base a las
obras sino al llamado de Dios, se le dijo a ella: «El mayor servirá al menor.»
Y así está escrito: «Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú. ¿Qué concluiremos?
¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera!”.
Romanos 9:10-14
El apóstol Pablo
en su carta a los Romanos desarrolla un poco mejor este concepto de la elección
divina. Entre los ejemplo que cita se encuentran los hijos mellizos de Rebeca,
Esaú y Jacob, los cuales fueron llamados por Dios, uno, que es Jacob, para heredar
las promesas de Abraham, y otro, que es Esaú, para recibir el rechazo de Dios.
Ahora bien, el apóstol dice que esto se hizo antes que ellos nacieran: antes de que los
mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, por lo que nadie
puede decir que la elección estuvo en algún mérito que Jacob hizo, sino en su
soberana elección y para demostrar que los dones de Dios no son el resultado de
las buenas obras del hombre, sino de la gracia del Señor. El tema de la
elección divina es polémico entre los cristianos, algunos no aceptan el hecho
de que Dios pueda elegir a algunos para salvación y a otros para juicio. Muchos
creen en el libre albedrio que el hombre tiene que le da la oportunidad para
escoger entre el bien y el mal; pero el tema de la elección divina es difícil
de ignorar y hace eco desde las páginas del Antiguo Testamento, de hecho Pablo
utiliza en estos versículos el texto de Malaquías: Y así está escrito: «Amé a Jacob, pero aborrecí
a Esaú. Lo cierto es que Dios en su soberanía elige a unos para salvación
y otros aparentemente son reprobados y su destino final mes la condenación,
esto podría sonar injustos para muchos, pero, ¿es así realmente? Pablo dice que
no: ¿Qué
concluiremos? ¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera! Al
estudiar este tema en la Escritura podemos encontrar la respuesta a estas
preguntas. Veamos como Pablo lo desarrolla.
“Porque a los que Dios conoció
de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su
Hijo... A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los
justificó; a los que justificó, también los glorificó”.
Romanos 8:29-30
En el capítulo 8 de Romanos el
apóstol introduce otra palabra clave en el tema de la elección divina: predestinó.
La predestinación es una palabra que viene del griego Proorídso (προορίζω), palabra
compuesta por pro, que significa anticipado; y orizo, que es determinar,
lo cual se puede definir como “Señalar anticipadamente”, “establecer las
fronteras o límites de alguien de antemano”. Por tanto, el último destino
del cristiano ha sido fijado por Dios desde la eternidad, antes de que
naciéramos, incluso antes de la fundación del mundo Él ya nos había elegido
para vida eterna, tal y como Efesios lo recalca:
“Dios nos escogió en él antes
de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En
amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad”.
Efesios 1:4-5
La meta final de Dios con este
proceso de elección es predestinarnos
para ser transformados a su imagen, de acuerdo a Romanos 8:29, lo cual
sabemos que dura toda nuestra vida desde que creemos hasta que pasamos a su
santa presencia, no obstante, aunque ahora estamos en un proceso continuo, Dios
ve esto como algo que ya está hecho por una decisión que tomo en la eternidad,
antes que naciésemos, por eso en Romanos 8:30 encontramos las palabras predestinó...
llamó... justificó... glorificó, en tiempo pasado y nos sugiere un
proceso que ya se da por completado en el presente. Ahora bien, es importante también comprender
que en esta predestinación, lo elegido no tienen ninguna participación que
influya en su elección, sino es el Señor que elige. Veamos como este proceso
de predestinó... llamó... justificó... glorificó
influye en nuestra vida.
A los que predestinó...
“a los elegidos... según la previsión
de Dios Padre... para obedecer a Jesucristo y ser redimidos por su sangre”.
1 Pedro 1:1-2
Así
como Jacob y Esaú no se eligieron según sus obras, así también nosotros somos
elegidos en la soberana sabiduría de Dios. La Biblia afirma que los creyentes
somos elegidos según la previsión de Dios. La palabra que Pedro utiliza aquí
para previsión es prognosis (πρόγνωσις), la
cual puede traducirse también como presciencia o conocimiento previo de las
cosas. Esto significa que Dios, en su conocimiento previo de las cosas, nos salvó
por su misericordia desde antes que naciéramos, no por nuestros méritos
personales o buenas obras, porque fue antes que naciéramos. Ahora bien, si esto
es así, significa que nuestra elección no está basada en las obras, y que si
consideramos que antes nos encontrábamos perdidos en el pecado, Dios decidió
sacarnos de allí pero al mismo tiempo decidió dejar a los demás en su estado de
perdición. Si bien es cierto, Dios en su omnisciencia sabía de antemano que el
hombre le fallaría en el huerto del Edén y que la consecuencia de esto sería la
condenación de toda la raza humana por causa del pecado. Ahora, el decide
elegir a unos de estos para salvarlos, no porque haya algún mérito especiales
en estos, sino porque en su soberana elección así lo decide. En teología hay una corriente doctrinal que
algunos llaman los cinco puntos del calvinismos las cuales expresan que
efectivamente en su estado original el hombre se encuentra perdido, incapaz de
salir de su estado y sin la posibilidad que escoja el bien. A este estado se le
conoce como depravación total. Sabemos que Dios creo al hombre perfecto,
a su imagen y semejanza, pero por causa de su pecado, éste se depravo
totalmente y hoy se encuentra en una incapacidad total de hacer el bien. En las
Escrituras se nos describe el estado del hombre completamente depravado:
1.
Siempre tiende a escoger lo malo: “Así está escrito: «No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie
que entienda, nadie que busque a Dios. Todos se han descarriado, a una se han
corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!» «Su garganta es
un sepulcro abierto; con su lengua profieren engaños.» « ¡Veneno de víbora hay
en sus labios!» «Llena está su boca de maldiciones y de amargura.» «Veloces son
sus pies para ir a derramar sangre; dejan ruina y miseria en sus
caminos, y no conocen la senda de la paz.» «No hay temor de Dios delante de sus
ojos.»”, (Romanos
3:10-18)
2.
Es incapaz de comprender las cosas espirituales: “El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de
Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente”, (1 Corintios 2:14).
3.
No puede hacer
lo bueno: “La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues
no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la
naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios”, (Romanos 8:7-8).
En otras
palabras, el ser humano se encuentra muerto espiritualmente, incapaz de elegir
el buen camino y totalmente condenado. Es aquí donde Dios en su infinita
misericordia y en su soberanía elige a unos para salvación y deja a los demás
en su estado de condenación, tal y como lo hizo con Jacob, no considerando sus
obras, sino basado en su infinita sabiduría para mostrarnos que la elección
depende 100% del que llama y no del llamado. Si no fuese por su misericordia,
los que son llamados no podrían jamás salvarse porque son incapaces de hacerlo
porque están completamente muertos espiritualmente, pero Dios decide llamarlos
sin ninguna condición. A esto se le llama elección
incondicional, otro de los puntos del calvinismo que enseña que Dios
elige de manera incondicional a aquellos que no son capaces de salvarse así
mimos, sin considerar sus méritos. Por
ende, el hombre no tiene participación en esta decisión de ser salvo, sino
solamente Dios. J. Oliver Buswell Jr. Refuerza más este pensamiento teológico: “La doctrina de la elección incondicional sigue necesariamente a la de
la incapacidad total. Si el hombre es incapaz por completo de contribuir en un
grado mínimo a su propia salvación, entonces la salvación es totalmente por la
gracia de Dios, y no condicionada por alguna virtud, prevista o no, en la
humanidad caída”.
Lewis Sperry Chafer dice: “Aunque la
doctrina de la elección escapa a la comprensión humana, está claramente
enseñada en las Escrituras. En virtud de la elección divina, Dios ha escogido a
ciertos individuos para salvación y los predestinó para que fuesen conformados
según el carácter de su Hijo Jesucristo”. Recapitulando una vez más,
el hombre se encuentra condenado por el pecado, incapaz de hacer algo por
salvarse, Dios en su soberana elección decide escoger a uno para vida eterna, y
al resto los deja en condenación. Ahora bien, si esto es así, también es cierto
que en su presciencia permitió que el hombre fallase y así fuese condenado. Y
si estos están condenados también pueden ser usados por Dios para mostrar lo
sabio de su elección al dejarlos cometer los pecados que por naturaleza harían
siempre y por lo cual irán al infierno. El apóstol Pablo nos enseña como
algunos hombres predestinados a la condenación son usados por Dios para sus propósitos
específicos:
“Porque la Escritura le dice
al faraón: Te he levantado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que
mi nombre sea proclamado por toda la tierra”.
Romanos 9:17
Ahora bien, faraón estaba ya
condenado desde antes de la fundación del mundo y Dios perfectamente lo sabía,
pero decide endurecerle aún más su corazón para poder magnificar su gran poder
mostrándonos que tiene potestad no solo para salvar, sino para condenar en el
infierno: “Dios
tiene misericordia de quien él quiere tenerla, y endurece a quien él quiere
endurecer”, siendo así alguien podría preguntarse si no es injusto
Dios considerando que el hombre no es capaz de resistirse a su soberanía: “¿por qué todavía
nos echa la culpa Dios? ¿Quién puede oponerse a su voluntad?”, (Romanos 9:18-19). Si Dios es quien
decide cual corazón endurece para su propia perdición y cual no, entonces,
¿cómo puede culpar a alguien? Pareciera injusto, ya que cómo podía faraón
resistirse a que Dios le endureciera el corazón. Sin embargo, Pablo dice: “¿Quién eres tú para
pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: por
qué me hiciste así? ¿No tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro, unas
vasijas para usos especiales y otras para fines ordinarios?”,
(Romanos 9:20-21). Lo cierto en todo esto es que Dios es soberano y nosotros
como creación suya estamos sujetos a sus decretos divinos, nuestra mente puede
luchar por comprender todas estas cosas pero habrá cosas que jamás las
alcanzaremos a comprender ya que nuestro entendimiento es limitado. Si tratamos
de comprender esta doctrina podemos decir que realmente ya todos estábamos
destinados al infierno, nuestra propia naturaleza mala nos condenaba, pero vino
Dios y en su gran amor, misericordia y sabiduría decidió elegirnos para vida
eterna y sacarnos de ese camino que para nosotros era imposible dejar. Esto nos
lleva al siguiente punto: Él nos llamó.
...También los llamó.
“Pablo y Bernabé les
contestaron valientemente: Era necesario que les anunciáramos la palabra de
Dios... Al oír esto, los gentiles se alegraron y celebraron la palabra del
Señor; y creyeron todos los que estaban destinados a la vida eterna”.
Hechos 13:46a-48
En Hechos 13:46-48 podemos
encontrar el concepto de que no todos los hombres están predestinados a ser
salvo, ya que: “creyeron
todos los que estaban destinados a la vida eterna”. A esta
acción de escoger solo a un grupo de los hombres para salvación, dejando al
resto en su estado de condenación se le conoce como la expiación limitada, otro de los puntos del calvinismo. No
obstante, debido a que el ser humano en su estado de depravación total es
incapaz de aceptar el mensaje del evangelio, el Señor decide llamarlos a través
de un poder capaz de hacerlos despertar de su terrible condición y comprender
el camino de salvación. A esta acción el calvinismo lo llama la gracia irresistible. Podemos
verlo en la conversión de Lidia en el libro de Hechos, donde fue el Señor el
que le abrió su corazón para que creyera al mensaje del evangelio:
“Una de ellas, que se
llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la
ciudad de Tiatira y vendía telas de
purpura. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que
respondiera al mensaje de Pablo”.
Hechos 16:14
Cuando
esta acción ocurre en la vida de los pecadores, estos son incapaces de resistir
el llamamiento y corren rápidamente a los pies de Cristo. Esto mismo fue lo que
le paso al hijo prodigo:
“Y volviendo en sí,
dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo
aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo;
hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre…”
Lucas 15:17-20
Aquí vemos dos cosas
importantes, una es que volvió en sí, es decir fue capaz de reconocer su
situación de inmundicia, y la otra es que se levantó y busco el perdón de su
padre. Esto hace la gracia irresistible con aquellos llamados a vida eterna.
...También los justificó.
“Pero por su gracia son
justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo efectuó”.
Romanos 3:24
En su eterna misericordia el
Señor nos elige y llama a través de su gracia irresistible para que creamos a
su evangelio y así justificarnos. El término “justificar” es una expresión judicial que significa absolver,
declarar justo o pronunciar sentencia favorable en favor de una persona. Justificación
viene del griego dikaíosis (δικαίωσις) que
significa declarar inocente. Eso es lo que precisamente hace Dios con nosotros,
nos declara inocentes de todos nuestros pecados mediante la redención que
Cristo efectuó en la cruz del Calvario.
Por medio de su gracia irresistible Dios llama a sus
elegidos cambiando su corazón y abriendo su conocimiento para que sean capaces de recibir la revelación de la palabra del Señor. Cuando
esto sucede, ellos están en la capacidad de reconocer su estado de pecado, cuál es el plan
de salvación por medio de su Hijo Jesucristo para que movidos por el arrepentimiento depositen su fe en lo que
Jesús hizo en la cruz del Calvario y así sean justificados. Aquellos que creen
son justificados, es decir, son declarados justos sin esfuerzo humano, no por
obras humanas o religiones; sino a través de su gracia.
“Porque por gracia ustedes han
sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obra, para
que nadie se jacte. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos
en práctica”.
Efesios 2:8-10
El hecho de reconocer que somos
salvos por la gracia de Dios y no por obras y que la salvación no depende de
nosotros, le da al hombre una seguridad de su eternidad que lo lleva a una
plena certidumbre de su salvación, lo cual recibe el nombre en el calvinismo de
la seguridad de su salvación.
“Ciertamente les aseguro que
el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será
juzgado, sino que ha pasado de la muerte a vida”.
Juan 5:24
Charles
Ryrie argumenta acerca de este tema: “Fundamentalmente, la seguridad se basa en la gracia de
Dios y en el hecho de que la vida eterna es una dádiva y que es eterna. Cuando
una persona cree en Cristo, es traído a una relación con la Deidad que asegura
que su salvación está garantizada”. De acuerdo a Calvino, una vez se
efectué la salvación en el hombre, éste jamás la perderá, afirmación que no
todos los teólogos aceptan. Jacobo Arminio, teólogo holandés, introdujo un
concepto diferente al de Calvino. Su doctrina establece que Dios desea que
todos los hombres se salven puesto que Cristo murió por todos los hombres (y no
solo por los predestinados) por lo que ofrece su gracia a todos y basado en su
libre albedrio el hombre recibe o rechaza a Cristo. De acuerdo a esta posición
la salvación tiene que cuidarse con temor y temblor ya que de lo contrario el
hombre la perderá. No obstante, podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿La
salvación depende del hombre o de Dios? La respuesta es obvia: Dios ¿Quién
podría salvarse si la salvación dependiera de los propios recursos del hombre? No.
Lo
cierto es que este tema calvinismo versus arminianismo es polémico y tiene muchos
de años donde ninguna fracción ha podido ponerse de acuerdo. Ahora bien, ¿están
equivocados algunos de ellos? Independientemente cual posición tomemos, ambos
aseguran que la salvación es a través de la fe y sin obras. Si consideramos
cada una de estas posiciones, el calvinismo exalta la gracia de Dios como la
única fuente de salvación, mientras que el arminianismo recalca el libre
albedrío y su responsabilidad. Si consideramos la historia cristiana podemos
encontrar a Charles Spurgeon defendiendo el calvinismo así como a un John
Wesley enseñando el arminianismo. Al final como dijo Pablo, cada quien este seguro
en sus creencia siempre y cuando no atenten con los fundamentos bíblicos de la
fe sin obras y la trinidad divina. Ahora bien, todo cristiano debe estar seguro
de su salvación eterna, sin embargo, este conocimiento no significa tener
licencia para pecar.
“¿Qué concluiremos? ¿Vamos a
persistir en el pecado, para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera!
Nosotros, que hemos muerto al pecado,
¿cómo podemos seguir viviendo en él?
Romanos 6:1-2
Es
imposible que el nacido de nuevo viva en pecado sin ser reprendido por su
corazón. Cuando Dios nos salva nos da
una nueva naturaleza capacitada para buscar de su presencia y ser sensibles a
su voluntad.
“Lo que nace del cuerpo es
cuerpo; lo que nace del Espíritu, espíritu es”.
Juan 3:6
Siendo
así aquel que ha sido engendrado por Dios no puede vivir en el pecado ya que su
naturaleza es espiritual y debe vivir piadosamente, como hijos de luz,
renunciando a los deseos de nuestra carne:
“Eviten toda conversación
obscena... No agravien al Espíritu Santo de Dios... Abandonen toda amargura,
ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean
bondadosos...”
Efesios 4:29-32
Todo
esto no significa que el cristiano no puede llegar a cometer pecado. Recordemos
que aún seguimos siendo seres imperfectos, propensos a cometer errores consciente
o inconscientemente. Por ello el Espíritu Santo que habita dentro del corazón
del nacido de nuevo es el que reprende la conciencia de sus elegidos cuando
cometen pecado para que siendo reprendidos por su conciencia abandonen sus
malas prácticas. Es imposible que los elegidos de Dios después de haber
cometido pecado no se sientan mal en esta condición y corran rápidamente arrepentidos
a su misericordia. Aun así la Biblia enseña con respecto a sus elegidos que:
“...el Señor disciplina a los
que ama, y azota a todo aquel que recibe como hijo...Si a ustedes se les deja
sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos
legítimos”.
Hebreos 12:6,8
Como
hijos de Dios recibiremos la disciplina de Dios cada vez que nos apartemos de
sus caminos e ignoremos a nuestra consciencia, pero si alguien haciéndose
llamar cristiano persiste en el pecado y se deleita en él sin ningún estorbo y
arrepentimiento, podríamos dudar si realmente ha conocido la gracia de Dios. Como
nacidos de nuevo debemos abandonar las malas obras y reemplazarlas por buenas
tal y como lo afirma Pablo:
“Porque por gracia ustedes han
sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo
de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Porque somos hechura de Dios,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano
a fin de que las pongamos en práctica”.
Efesios 2:8-10
Por
tanto, podemos ver las obras en la vida del salvado por gracia como las
evidencias externas de su salvación:
“Por sus frutos los
conocerán... todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo no puede dar
fruto malo”.
Mateo 7:16-17
“Hermanos míos, ¿de qué le sirve
a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?
Supongamos que un hermano o una hermana no tiene con qué vestirse y carecen del
alimento diario, y uno de ustedes les dice: Que les vaya bien; abríguense y
coman hasta saciarse, pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué
servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está
muerta... Tú tienes fe, y yo tengo obras. Pues bien, muéstrame tu fe sin
las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras”
Santiago 14-18
También los glorificó.
“En cambio, nosotros somos
ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor
Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su
cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a si mismo todas las cosas”.
Filipenses 3:20-21
La meta final de Dios es que sus
escogidos adquieran la imagen del carácter de Cristo, es por ello que a partir del momento que creemos y recibimos
a Jesús, inicia un proceso continuo que
culminará el día en el que los muertos en Cristo resucitaran con un nuevo
cuerpo glorificado. Myer Pearlman dice: “la santificación es la obra de la gracia gratuita de
Dios. Por lo cual nuestro ser todo es renovado según la imagen de Dios, y
capacitado más y más para morir al pecado y vivir para la justicia”.
El mismo apóstol Pablo nos exhorta a perfeccionar nuestra santificación cada
día: “Así que,
amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de
carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”,
(2 Corintios 7:1).
Finalmente, Dios ve la obra ya
terminada, aunque aún nos encontremos en esta vida luchando por vivir en
santidad, el Señor ya nos visualizó en la eternidad futura completamente
glorificados por la sangre de su Hijo Jesucristo.
“Queridos hermanos, ahora
somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser.
Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque
lo veremos tal como él es”.
1 Juan 3:2
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