“… porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que nos fue dado”.
Romanos
5:5 (RV60)
Iniciamos
considerando la primera y la mayor de todas las virtudes que el apóstol Pablo
enumera en Gálatas 5:22-23, el Amor. El
amor en sí constituye la plataforma donde tienen origen el resto de las grandes
virtudes humanas. El amor es definitivamente uno de los más nobles y sublimes
de las virtudes humanas, como el libro de Cantares lo describe es un don
incalculable que nadie puede extinguir: “Las muchas aguas no podrán
apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de
su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían”, (Cantares 8:7, RV60). El amor en sí constituye la plataforma
donde tienen origen el resto de las grandes virtudes humanas. El amor es un
concepto muy utilizado en nuestra sociedad, y hasta cierto sentido, un tanto
trillado, pero a la luz de las Escrituras es un don otorgado por Dios a los hombres (“…
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado”.) y al mismo tiempo constituye la esencia de nuestro
glorioso Señor. En nuestra sociedad, le llamamos
amor a la pasión sensual que dos jóvenes sienten el uno por el otro, al afecto
de un padre hacia su hijo o viceversa, al cariño cultivado por una amistad
sincera, al pacto matrimonial que mantiene unidos a una pareja; pero, realmente
que es el amor a la luz de la Biblia. Para poder comprender mejor
este concepto, podemos ir a estudiar el idioma griego en el cual fue escrito el
Nuevo Testamento ya que este utiliza cuatro palabras diferentes para referirse
a cuatro diferentes formas en las cuales el amor puede expresarse entre los
seres humanos. Veamos brevemente en que consiste cada uno.
El Fruto del Espíritu: El Amor |
1. Eros es una palabra de origen griego,
muy utilizada por algunos filósofos en sus escritos como Platón, Sócrates y
Aristóteles; pero no aparece en el Nuevo Testamento. Eros describe un amor
basado en los instintos sexuales, es un deseo basado en la atracción física mas
que en cualquier otra característica, de allí que se diga que este amor es egoísta
ya que busca su propio placer. Generalmente se guía más por sus instintos y deseos
que por el razonamiento. Este tipo de
amor habla de enamorarse, de los sentimientos y de lo romántico, pero no habla
de compromiso, entrega o fidelidad. Ahora bien, ¿es malo el amor eros? De
alguna manera todos nosotros necesitamos amor eros en nuestra vida ya que Dios
ha puesto una atracción natural entre el hombre y la mujer, lo malo de este amor
eros es que se apodere de la persona y esta se entregue a la sensualidad y libertinaje
sexual. Uno puede ver rasgos de este amor eros en algunos personajes de la
Biblia. Por ejemplo, tenemos el caso de Jacob, el cual quedo prendido de amor por
Raquel, tanto que trabajo por ella 7 años: “Y Jacob
amó a Raquel, y dijo: Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor”,
(Génesis 29:18). Entre una pareja de esposos debe existir una atracción física que
también los una, y eso podría considerarse amor eros, pero lo importante es que
el amor entre la pareja no solo sea eros, porque de lo contrario solo será una atracción
física que buscara satisfacer su deseo sexual. En la Biblia tenemos un ejemplo
de cuando una persona es gobernada por este tipo de amor eros. Y allá en 2
Samuel se nos describe que había uno de los hijos de David llamado Amnón el
cual se enamoró perdidamente por su media hermana Tamar que, hasta enfermo,
este puede ser considerado un buen ejemplo de amor eros: “Aconteció después de esto, que teniendo Absalón
hijo de David una hermana hermosa que se llamaba Tamar, se enamoró de ella Amnón
hijo de David. Y estaba Amnón angustiado hasta enfermarse por Tamar su hermana,
pues por ser ella virgen, le parecía a Amnón que sería difícil hacerle cosa
alguna”, (2 Samuel 13:1-2). Tanta fue la obsesión que este hombre
desarrollo que enfermo y un amigo lo noto, el cual lo aconsejo que se fingiese
enfermo y le pidiera a su padre David que ella le sirviera en su cama, y así
paso, pero termino abusando sexualmente de ella y aborreciéndola: “Y cuando ella se
las puso delante para que comiese, asió de ella, y le dijo: Ven, hermana mía,
acuéstate conmigo. Ella entonces le respondió: No, hermano mío, no me hagas
violencia; porque no se debe hacer así en Israel. No hagas tal vileza. Porque
¿adónde iría yo con mi deshonra? Y aun tú serías estimado como uno de los
perversos en Israel. Te ruego pues, ahora, que hables al rey, que él no me
negará a ti. Mas él no la quiso oír, sino que pudiendo más que ella, la forzó,
y se acostó con ella. Luego la aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento, que
el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y le
dijo Amnón: Levántate, y vete. Y ella le respondió: No hay razón; mayor mal es
este de arrojarme, que el que me has hecho. Mas él no la quiso oír, sino que
llamando a su criado que le servía, le dijo: Échame a ésta fuera de aquí, y
cierra tras ella la puerta. Y llevaba ella un vestido de diversos colores,
traje que vestían las hijas vírgenes de los reyes. Su criado, pues, la echó
fuera, y cerró la puerta tras ella”, (2 Samuel 13:11-18). Si nos
damos cuenta una persona gobernada por este tipo de amor eros es egoísta, solo
piensa en satisfacerse sin mayor compromiso y está basado a en la pura
atracción física.
2. Fileo (φιλέω)
es la segunda palabra que los griegos usaban para referirse al amor y este denota
el afecto entrañable entre amigos, razón por la cual C. S. Lewis lo llamaba “amistad”. Para los antiguos la amistad
era considerada una de las grandes virtudes y sentimientos que podían surgir
entre dos personas, tal y como la Biblia lo registra referente a David y Jonatán:
“Aconteció que
cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con
la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo. Y Saúl le tomó aquel día, y no
le dejó volver a casa de su padre. E hicieron pacto Jonatán y David, porque él
le amaba como a sí mismo”, (1 Samuel 18:1-3). Lamentablemente hoy ha
perdido su valor y solo basta preguntarnos cuántos amigos tenemos realmente
para corroborar esta afirmación. Fileo
nace como respuesta de lo que la otra persona ha hecho por ella y está
influenciado por los sentimientos y emociones. Este tipo de amor, o mejor dicho
cariño está limitado únicamente a los amigos y nunca a los enemigos o personas
que le causan daño.
3. Stérgo
(στέργω), es un amor
que da, comparte y se sacrifica entre familiares. C. S. Lewis lo llamo afecto, y lo considero el más humilde de
todos los amores: “El afecto, como ya he dicho, es el amor
más humilde, no se da importancia. La gente puede estar orgullosa de estar
«enamorada» o de su amistad; pero el afecto es modesto, discreto y pudoroso”. Es un amor hasta cierto punto instintivo, como el de una madre a sus
hijos, pero es incapaz de ir más allá de la frontera de los lazos familiares. Aun
así, este amor puede llegar a fallar y no es perfecto, y quizás el mejor
ejemplo de esto lo tenemos en la familia de Isaac y Rebeca: “Y crecieron los
niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón
quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; más
Rebeca amaba a Jacob”; (Génesis 25:27). Si nos damos cuenta esta
familia tenía serios problemas ya que por un lado el padre amaba más al hijo
que era cazador porque comía de su caza, mientras que la madre amaba más al
otro porque era quieto y le ayudaba con los quehaceres de la casa. Aunque
también uno puede encontrar buenos ejemplos de este tipo de amor, pero aun así
este puede fallar, tal y como hoy en día les pasan a muchas personas que les
han fallado a sus familiares.
4. Agapáo (ἀγαπάω),
es el amor de Dios. No está basado en las emociones sino en un acto voluntario,
en la decisión de amar a una persona: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado
a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados”, (1 Juan 4:10, RV95). Agapáo no ama como consecuencia de lo que otros han hecho por él,
sino por voluntad propia, sin considerar méritos o esperar algo a cambio, se
extiende a toda persona sin importar su condición social, económica, material y
hasta a los enemigos, “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los
que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y
os persiguen”, (Mateo 5:44, RV95). Es un amor
sacrificial y se desarrolla a través de la negación y la vida en el espíritu,
este amor, el amor de Dios es perfecto y nunca nos fallara a diferencia de los
otros tres amores.
Veamos con mayor detalle las
características de este amor Agapáo.
El amor es el cumplimiento de todos los mandamientos
“Acercándose uno de los escribas, que los había oído discutir y
sabía que les había respondido bien, le preguntó:
¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primero de todos los mandamiento es: “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Este es el principal mandamiento. El segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento mayor que estos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios y no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”.
¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primero de todos los mandamiento es: “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Este es el principal mandamiento. El segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento mayor que estos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios y no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”.
Marcos
12:28-33 (RV95)
En primer lugar decimos que el
amor es el cumplimiento de todos los mandamientos. Un día un escriba vino a
Jesús con una pregunta que se debatía a menudo en las escuelas rabínicas. En el
judaísmo había una especie de doble tendencia. Estaba la tendencia a extender
la Ley ilimitadamente en cientos y miles de reglas y normas; pero también
existía la tendencia a tratar de reunir la Ley en una sola frase, una
afirmación general que fuera el resumen de todo su mensaje. Moisés había
recibido aproximadamente 613 preceptos en el monte Sinaí, sin embargo, David
redujo los 613 a 11 en Salmo 15:
“¿Quién, SEÑOR, puede habitar en tu santuario? ¿Quién puede vivir en
tu santo monte? Sólo el de conducta intachable,
que practica la
justicia y de
corazón dice la verdad; que no calumnia con la lengua, que no le hace mal a su prójimo
ni le acarrea
desgracias a su vecino; que desprecia al que Dios reprueba, pero honra al que teme al SEÑOR;
que cumple lo prometido
aunque salga perjudicado; que presta dinero sin ánimo de lucro, y no acepta sobornos que
afecten al inocente. El que así actúa no caerá jamás”.
Salmo
15:1-5 (NVI)
Isaías
los redujo a 6.
“Sólo el que procede
con justicia y habla
con rectitud, el que rechaza la ganancia de la extorsión y se sacude las manos para no aceptar
soborno, el que no presta oído a las conjuras de asesinato y cierra los ojos para no
contemplar el mal. Éste tal morará en las alturas; tendrá como
refugio una fortaleza de rocas, se le proveerá de pan, y no le faltará el agua”.
Isaías
33:15-16 (BAD)
Miqueas
redujo los 6 a 3.
“¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el
Señor: Practicar
la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios”.
Miqueas
6:8 (DHH)
Y
otra vez Isaías redujo los 3 a 2.
“Así dice el SEÑOR: Observen el derecho y
practiquen la justicia,
porque mi salvación está por llegar; mi justicia va a manifestarse”.
Isaías 56:1 (NVI)
Y
finalmente Amós los redujo todos a uno.
“Así dice el SEÑOR al reino de Israel: Búsquenme y vivirán”.
Amós
5:4 (NVI)
Todo
esto nos muestra como algunos rabinos trataban de buscar entre todas las leyes,
aquellas en las cuales se pudiera resumir toda la ley divina, de tal forma que
cuando este rabino hizo esta pregunta ya era una costumbre entre los doctores
de la ley de aquel entonces, y de manera ingeniosa Jesús tomó dos grandes
mandamientos, y los aunó. La primera cita de este versículo es conocida entre
los judíos como el Shemá: “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y
amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas”.
El Shemá es tomado de la
primera palabra de Deuteronomio 6:4 y se convirtió en la confesión de fe judía:
“Escucha
(שָׁמַע shamá, raíz primaria; oír
inteligentemente), Israel: El Señor nuestro Dios es el único
Señor”, (Deuteronomio 6:4, BAD).
Al Shemá Jesús le agrego el
mandamiento de Levítico 19:18 para denotar que el amor al prójimo es
consecuencia del amor a Dios: “No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama
a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR”, (Levítico 19:18, NVI).
Para Jesús, en estos dos mandamientos se resumía toda la ley y los profetas, y
tenía toda la razón. De hecho si consideramos cada uno de los diez mandamientos
nos vamos a dar cuenta que no son más que una consecuencia de practicar el amor
tanto para Dios como para los hombres.
“Los primeros cuatro mandamientos tratan de las relaciones que
deben imperar entre los hombres y Dios, y los restantes tienen que ver con las
relaciones entre los hombres”
Pablo
Hoff
El
mismo apóstol Pablo lo confirmó esta afirmación con las siguientes palabras: “Porque: No
adulterarás, no matarás, no hurtarás,
no dirás falso testimonio, no
codiciarás, y cualquier otro
mandamiento, en esta sentencia se
resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al
prójimo; así que el cumplimiento de la
ley es el amor”, (Romanos 13:9-10, RV60). Así podemos ver que los
primeros cuatro mandamientos: No tener dioses ajenos, no hacer imágenes de
estos dioses para adorarlos, no tomar el nombre de Dios a la ligera y guardar
el sábado, están relacionados con amar a Dios con todo nuestro ser. Los
restantes seis, honrar a los padres, no matar, no ser adultero, no robar, no
mentir y no codiciar, se basan en el amor hacia el prójimo. Por tanto, podemos
decir el amor es el cumplimiento de toda la ley, y como lo dijo Agustín: “ama y haz lo
que quieras”.
El amor nos ayuda en nuestra relación con los demás.
“Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros. Ustedes deben
amarse de la misma manera que yo los he amado. Si se aman de verdad, entonces
todos sabrán que ustedes son mis seguidores”.
Juan
13:34-35(BLS)
El amor es el fundamento del
carácter en la vida cristiana así como la principal de todas las virtudes
humanas, sin él, las otras características del fruto serían imposibles
desarrollarlas. Nuestro Señor Jesús instruyendo a sus discípulos los exhortaba
no solo a amar a Dios, sino también a amarse los unos de los otros. El amor
entre creyentes es una característica por la que se les debe reconocer en este
mundo, a tal punto que nuestro amor no solo debe reflejarse en hacer buenas
obras, sino en tener buenas relaciones con nuestros hermanos: “Pero si andamos en
luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de
Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”, (1 Juan 1:7, RV60). El
apóstol Juan nos dice que el “andar en
luz” es vivir amando a los demás. Por lo tanto, la iglesia del Señor debe
diferenciarse del resto del mundo por el amor que se vive entre hermanos y por
eso debemos esforzarnos por evitar toda clase de envidia, odio o sentimiento indigno
que rompa esta comunión: “El que ama a su hermano vive en la luz, y no hay nada que lo
haga caer. Pero el que odia a su hermano vive y anda en la oscuridad, y no sabe
a dónde va, porque la oscuridad lo ha dejado ciego”, (1 Juan
2:10-11, DHH). El vivir amando a los demás nos afirma más en nuestra vida como
nuevas criaturas, en contraste, el odio contamina nuestro corazón haciendo que
nuestra vida carezca de dirección y nos sumerge en oscuridad. El apóstol Juan
es contundente en este tema a tal punto que dice que nadie puede decir ser
salvo y amar a Dios, si no ama a su hermano: “Si alguien afirma: Yo amo a Dios, pero odia a
su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto,
no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento:
el que ama a Dios, ame también a su hermano”, (1 Juan 4:20-21, NVI).
El escritor Juan Ortiz nos dice: “Algunos creen que la prueba de nuestra salvación es la
manera en que vestimos, si no fumamos, si no vamos al cine, si no engañamos a
nuestro cónyuge y si no hacemos esto o aquello. No hacer ciertas cosas puede
ser positivo, pero no es de tanta trascendencia como el amor. Y si tenemos
amor, haremos todas esas cosas positivas. Si en el correr de los años
hubiéramos puesto el mismo énfasis en amarnos como pusimos en no fumar, todo
hubiera sido diferente”. Por tanto, Juan concluye que si hemos
recibido el don de la salvación, en nosotros debe existir un verdadero amor por
los miembros de la familia de la fe; de lo contrario no podemos afirmar que
hemos nacido de nuevo: “Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo
aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a
Dios, porque Dios es amor”, (1 Juan 4:7-8, RV95).
Ahora
bien, en Lucas nuestro Señor Jesús nos da una importante lección acerca del
amor al prójimo. El evangelista nos dice que en cierta ocasión se presentó un
experto de la ley delante de Jesús preguntándole qué tenía que hacer para
heredar la vida eterna, pero lo hacía porque quería tentarle. Nuestro Señor le
contesto con otra pregunta diciéndole: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú?
Aquel experto en la ley le respondió que lo único que necesitaba el hombre para
cumplir la ley era amar a Dios y a su prójimo: “En esto se presentó un experto en la ley y,
para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta: —Maestro, ¿qué tengo que
hacer para heredar la vida eterna? Jesús replicó: — ¿Qué está escrito en la
ley? ¿Cómo la interpretas tú? Como respuesta el hombre citó: —“Ama al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu
mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” —Bien contestado —le dijo
Jesús—. Haz eso y vivirás”, (Lucas 10:25-28, NVI). No obstante, aquel experto en la ley
no quiso quedarse callado, sino que queriendo justificarse delante de Jesús le
pregunto: ¿Y
quién es mi prójimo?, a lo que Jesús respondió con la parábola del
buen samaritano.
“Pero él quería justificarse, así que le preguntó a Jesús: — ¿Y
quién es mi prójimo? Jesús respondió: —Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó,
y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se
fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un
sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a
aquel lugar un levita, y al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un
samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba el hombre y, viéndolo, se
compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las
vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y
lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del
alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré
cuando yo vuelva.” ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del
que cayó en manos de los ladrones? —El que se compadeció de él —contestó el
experto en la ley. —Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús”.
Lucas
10:29-37 (NVI)
Como respuesta
a su segunda pregunta, Jesús le relata la parábola que popularmente se conoce
con el nombre de la parábola del buen samaritano la cual nos enseña mucho en
cuanto al tema del amor hacia nuestro prójimo. El relato describe a un hombre,
obviamente de nacionalidad judía, que descendía por una carretera de Jerusalén
a Jericó. Entre Jerusalén y Jericó existen entre 27 a 30 kilómetros de
distancia. Era una carretera estrecha que corre por una zona montañosa,
escabrosa y rocosa la cual, durante los días de Jesús era bastante peligroso
viajar por ella ya que solía ser un lugar preferido para los ladrones debido a
que era solitario y bordeado de muchas cuevas las cuales les permitía una
rápida huida después de sus fechorías.
Por esto mismo, Jerónimo la llamo “El camino de sangre”, y cuando Jesús dijo que
aquel pobre hombre caía en manos de ladrones, estaba contando algo que corrientemente
ocurría en este lugar. En esta parábola se presentan los siguientes personajes.
a) El
viajero. Obviamente
se trataba de un judío. De alguna manera este viajero estaba cometiendo una
imprudencia al viajar solo por este camino ya que sabía que estaba lleno de
peligros por causa de los ladrones. Lamentablemente su imprudencia lo llevo
directo a una trampa donde fue asaltado y gravemente lastimado: y cayó en manos de
unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio
muerto.
b) En
segundo lugar aparece el sacerdote: Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien,
al verlo, se desvió y siguió de largo. Uno podría pensar que lo mejor que le puede pasar en estos
momentos de gran necesidad es cruzarse con una persona piadosa, servidora de
Dios; sin embargo, el sacerdote se apresuró a pasar de largo, ni siquiera se
detuvo a ver su condición. Sin duda tenía presente que, si tocaba a un muerto, quedaba
ritualmente impuro (Números 19:11),
por lo que no le importó para nada la necesidad de aquel podre viajero.
c) Luego
tenemos al levita: Así también llegó a aquel lugar un levita, y al verlo, se
desvió y siguió de largo. Este
levita también no estuvo en la disposición de ayudarlo. A este levita,
conocedor de la ley de Dios no le importó la condición de su hermano israelita,
a lo mejor pensó que no valía la pena arriesgar la vida y decidió pasar de
largo.
d) Finalmente
tenemos al samaritano:
Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba el
hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con
vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo
llevó a un alojamiento y lo cuidó.
La audiencia esperaría que ése fuera el más despiadado de todos ya
que los samaritanos eran considerados personas despreciables. Los samaritanos
eran una raza mixta que resulto de la fusión del remanente israelita con los
gentiles que los asirios llevaron a la región de Israel en el año 722 a.C.,
después de la caída de la nación. Por el hecho de ser una raza mixta, eran
vistos con desprecio por los judíos de sangre pura llegando a generarse una
rivalidad entre ambas razas. Por tal motivo, podemos imaginarnos la reacción de
aquel maestro de la ley que escuchaba la parábola cuando Jesús señalo la
misericordia y amor de aquel samaritano, el cual sin importar las diferencias
raciales y el peligro que podía asecharle, decidió ayudar al viajero. Esta
parábola les enseñaba que el prójimo no solo es su compatriota, sino todos los
seres humanos, sin diferencia alguna. Este samaritano a lo mejor no conocía
exhaustivamente las Sagradas Escrituras como aquel sacerdote o levita, pero
tenía una gran compasión que se extendía incluso a la raza que tanto lo odiaba.
Aquel judío gravemente herido fue atendido por este samaritano y lo llevo a un
mesón donde pidió al mesonero que le cuidase mientras el regresaba: Al día siguiente,
sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le
dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. Esta
es la esencia del verdadero amor el cual se compadece del dolor ajeno, aun
cuando sea de nuestros enemigos.
Esta parábola
nos enseña lo que significa el amor al prójimo. Vanos pueden ser nuestros
grandes conocimientos teológicos y privilegios en una congregación si nuestro
amor hacia el prójimo es nulo, ya que este debe ser una consecuencia de la
salvación que Dios nos ha otorgado al darnos una nueva naturaleza: “Ahora que se han
purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros.
Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la
palabra de Dios que vive y permanece”, (1 Pedro 1:22-23, NVI). Por
tanto, ¿Deseamos saber si hemos nacido de nuevo? Es muy fácil, el apóstol Juan
lo aclara de la siguiente manera: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque
amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en
muerte”, (1 Juan 3:14, RV95).
El amor: Fuente de motivación para ejercer nuestro ministerio
“Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de
ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”.
Mateo
5:16 (NVI)
Como hijos de Dios somos
responsables de ser testigos de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz
admirable, para ello se nos ha otorgado diferentes dones y habilidades que
cada uno utilizamos en diferentes ministerios y en nuestra vida diaria. Sin
embargo, ¿cuál debe ser la fuente de motivación que nos impulse a desarrollarlos?
La motivación es el motivo ya sea interno o externo que impulsa a un ser humano
a cumplir un propósito determinado. Estos motivos pueden ser muchos: vanagloria,
ganancia, dolor, aflicción, lástima, etc., no obstante, la pregunta seria, ¿qué
debe impulsarnos a nosotros los cristianos? La respuesta sería el amor de Dios.
Cuando el amor de Dios nos impulsa a vivir en santidad, a ejercer nuestros
dones espirituales para provecho de la grey de Dios, a ayudar al necesitado y
servir en la iglesia podremos estar seguros que nuestras acciones son las
correctas y no egoístas o equivocadas ya que es el amor de Dios el que regulará
nuestras acciones. Por esto mismo David Yonggi Cho dice: “El amor del hombre es motivado por la
responsabilidad y la compasión; pero el amor de Dios es motivado por el
Espíritu Santo… El amor de Dios nos motiva a amar a Dios en integridad, sin
ignorar a los necesitados”. Y el mismo apóstol Pablo nos dice que
sin amor todos nuestros dones y sacrificios son vanos: “Si hablo en lenguas humanas y
angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un
platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los
misterios y poseo todo conocimiento, y
si tengo una fe que logra trasladar montañas,
pero me falta el amor, no soy
nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman
las llamas, pero no tengo amor, nada
gano con eso”, (1 Corintios 13:1-3, NVI). Sin el amor nuestra vida
cristiana carecerá de propósitos, por eso mismo debemos esforzamos por cultivar
esta gran virtud. David Yonggi Cho lo
dice de esta forma: “La motivación de
cada cristiano debe ser el amor de Dios que es derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo. Esta motivación no solamente cambiará tu vida
espiritual, sino también tu vida cotidiana. Sin el amor de Dios, todos nuestros
esfuerzos espirituales edificarán muy poco”.
El amor es la fuente de donde se desprenden otras grandes virtudes
“El amor es paciente, es
bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta
con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta.
El amor jamás se extingue, mientras que
el don de profecía cesará, el de lenguas
será silenciado y el de conocimiento desaparecerá”.
1
Corintios 13:4-8 (NVI)
En conclusión el amor es la suma
total de todas las grandes virtudes cristianas. La paciencia, la bondad, la humildad,
la fidelidad, la amabilidad, el dominio propio, la perseverancia, la
tolerancia, la confianza en Dios y, en fin, todo lo que caracteriza a una buena persona es una manifestación de un corazón que ha aprendido a amar. Con sus palabras
Pablo nos describe la verdadera naturaleza del amor: El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni
jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la
maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta.
Este amor trasciende más allá de la vida o incluso cualquier gran don de esta
tierra: El amor
jamás se extingue, mientras que el don
de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento
desaparecerá. Si luchamos por desarrollar este tipo de amor podemos
estar seguros que manifestaremos el fruto del Espíritu Santo como verdaderos
hijos del Señor.
excelente estudio, muchas gracias por el esfuerzo desplegado
ResponderBorrarIncreíble Mensaje. Hace mucho que no leía algo bíblico y profundo como hoy lo he hecho. Dios le bendiga al autor de la Vida, a El sea la Gloria. Y a Walter Cruada, Dios le siga permitiendo compartir de su relación que tiene y manifiesta que hay con Dios y su ministerio siga creciendo y fortaleciendo en la roca de nuestra Salvación.
ResponderBorrarQué hermoso estudio. Muchísimas gracias!! Dios les siga dando revelación para compartirla con nosotros
ResponderBorrarPoderoso Estudio para nuestros postreros dias, donde el amor se ha apagado hasta llegar al punto como dice la Palabra que se ha enfriado, por muchos factores de los tiempos que vivimos.
ResponderBorrarQue Nuestro unico Dios, Jesucristo lo bendiga siempre pastor.