Los obstáculos para creer en Jesús (Juan 6:41-50)



“Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera”.
Juan 6:41-50
  

INTRODUCCIÓN


             Después de la explicación de Jesús en cuanto a que Él es el pan de vida y el que lo coma no vendrá a condenación sino será resucitado en el día postrero, los judíos lejos de creer murmuraron y no creyeron en las palabras de Jesús. Para ellos era muy difícil creer en Jesús, sus palabras los confundía aún más y no toleraban que se hiciera igual a Dios al autoproclamarse con el título “Yo Soy”. Como estos judíos muchas personas reaccionan de manera incrédula ante el mensaje del evangelio y en lugar de creer en Jesús, solo murmuran en sus egoístas razonamientos. En esta sección veremos algunas razones por las cuales las personas no creen al mensaje del evangelio, siendo unos verdaderos obstáculos para que hereden la vida eterna.


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Los obstáculos para creer en Jesús


NO CREEN EN JESÚS DEBIDO A SUS IDEAS RELIGIOSAS


“Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo”.
Juan 6:41

                  Inmediatamente después de haber escuchado las palabras de Jesús, en lugar de creer murmuraron: Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Estos judíos no creyeron en Jesús simplemente porque la doctrina que les enseñaba acerca del pan de vida no encajaba en sus ideas religiosas. La tradición les había enseñado que la historia de los 40 años de Israel en el desierto y que Dios los había alimentado con el maná que descendió del cielo. Sabían que existía un solo Dios y por generaciones habían repetido este credo: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, (Deuteronomio 6:4). Pero cuando Jesús les dijo: Yo soy el pan que descendió del cielo, esta idea no encontró cabida en todo lo que ellos entendían acerca de Dios, porque decían: ¿Cómo este hombre nos alimentara como Dios lo hizo en el desierto con nuestros padres? ¿Cómo es que este hombre se hace igual a Dios si Dios es uno solo y no un hombre? En los tiempos de Jesús había varias ideas religiosas equivocadas de Jesús, algunas eran consecuencia de una comprensión a media de las Escrituras y otras eran contradicciones completas a lo que su palabra enseñaba. Por ejemplo en Isaías se nos habla del reinado justo que el Mesías establecería donde gobernaría los a justos y mansos con bondad y equidad pero donde los impíos serian destruidos, y por profecías como estas esperaban que su Mesías los ayudaran a destruir a los romanos y los guiara a la liberación nacional; pero el Jesús que estaban conociendo tenia ideas diferentes al odio y la lucha con espadas, más bien enseñaba acerca del amor, el perdón y anunciaba un reino espiritual más que terrenal. Muchas de sus prácticas piadosas como la oración, el dar limosnas  y el ayuno eran practicados de manera equivocada y en Mateo 6 uno puede ver cómo Jesús se los explica contradiciendo fuertemente sus tradiciones. También la forma de cómo guardaban el día de reposo era una constante razón de discusión entre los judíos religiosos y Jesús ya que en sus ideales religiosos anteponían todas sus costumbres a la necesidad de sanidad de sus prójimos. Por estas y otros ideales religiosos estos judíos no recibieron la palabra de Jesús. Muchas personas en la actualidad no creen al mensaje del evangelio debido a sus ideas religiosas y esas ideas se convierten en un verdadero obstáculo para alcanzar la vida eterna. Por ejemplo, a muchos les cuesta creer que solo necesitan tener fe en el sacrificio de Jesús y su resurrección para perdón de sus pecados debido a la idea de ganarse la salvación por medio de buenas obras. A otros les cuesta creer en la doctrina de la Trinidad divina que enseña la existencia de tres personas diferentes: Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero un mismo Dios, debido a las doctrinas que niegan la divinidad de cualquiera de las personas de la Trinidad y su falta de capacidad humana para comprender el misterio de tres personas diferentes en un mismo Dios, ignorando que la naturaleza de Dios no se puede entender desde el punto de vista de la experiencia humana. Lo que se necesita hacer es solamente creer en las palabras de Jesús y esta actitud nos ayudara a comprender sus enseñanzas porque el Espíritu Santo nos ayudará en esta labor: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”, (1 Corintios 2:14). Para poder comprender las palabras de Jesús solo necesitamos creerlas haciendo a un lado nuestras ideas religiosas y dándole la oportunidad al Espíritu Santo para que nos ilumine en la correcta interpretación. Si aquellos judíos hubieran hecho a un lado sus ideas religiosas posiblemente hubieran comprendido las palabras de Jesús.

NO CREEN EN JESÚS DEBIDO A SUS PREJUICIOS


“Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?”.
Juan 6:42-43

                  Otra razón por la cual estos judíos no creyeron en Jesús fue por sus fuertes prejuicios: Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Sus prejuicios sociales eran muy grandes ya que se preguntaban cómo el hijo de un simple carpintero que proviene de una familia pobre puede ser el Mesías. Posiblemente estos judíos esperaban que su Mesías proviniera de una familia poderosa de Jerusalén, que fuera un tipo de paladín que los reorganizara en una comitiva en contra de los romanos. Los fariseos y saduceos acostumbraban a no juntarse con las personas pecadoras como los publicanos y las rameras, eran personas que se consideraban espiritualmente superiores a los demás y muchos de ellos provenían de la aristocracia. Pero Jesús era diferente. Su vida era sencilla, no tenía riquezas, provenía de una aldea despreciable llamada Nazaret y su oficio era carpintero y por esta razón ellos decían cómo puede este hombre afirmar ser alguien que descendió del cielo: “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él”, (Marcos 6:3). El mismo Natanael uno de sus primeros discípulos juzgo anticipadamente a Jesús solo por provenir de Nazaret: “Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve”, (Juan 1:45-46). Los prejuicios pueden llegar a ser un verdadero obstáculo para creer y heredar la vida eterna. Muchos no creen en el evangelio porque menosprecian la apariencia del mensajero en lugar de poner atención al mensaje. El mundo se deja llevar por las apariencias pero a Dios le ha placido escoger lo más sencillo y despreciable para vergüenza de ellos: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención”, (1 Corintios 1:26-30). Durante la Edad Media se construyeron grandes catedrales llenas de obras artísticas e impresionantes vidríales pensando que a Dios le agradaría habitar allí, pero lo cierto es que no es así, porque Dios habita con los humildes de condición: “Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”, (Isaías 66:1-2). Por tanto, lo que Dios espera es un corazón humilde y sencillo, no personas llenas de grandeza y superioridad, y nuestro Señor Jesús fue en todos los sentidos muy sencillo y de humilde condición por lo que aquellos judíos lo menospreciaron diciendo: ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Debemos despojarnos de todo prejuicio y ser de corazón sencillo y humilde porque solo así comprenderemos lo que Jesús nos dice.

NO CREYERON EN JESÚS PORQUE NO SABÍAN OÍR


“Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera”.
Juan 6:44-50


                   Quizás el principal obstáculos por el cual estos judíos no creyeron fue porque no supieron oír las palabras de Jesús. Ellos estaban confundidos debido a sus principios religiosos y prejuicios sociales los cual eran un verdadero obstáculo para creer, pero todo eso pudo haberse solucionado si tan solo hubiesen escuchado detenidamente la explicación que Jesús trataba de darles, pero en lugar de ese murmuraron: Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. La Biblia nos enseña la importancia de saber oír y por eso Jesús decía en ocasiones: “El que tiene oídos para oír, oiga”, (Mateo 13:9). Alguien puede estar en cuerpo presente en una predicación pero no escuchar nada de lo que se dijo, cuando esto es así la semilla del evangelio es infructuosa. Por ello es importante escuchar la palabra del evangelio con toda humildad, despojándonos de todo prejuicio o idea religiosa y con mucha fe para que el efecto de salvación sea efectivo en nuestra vida: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”, (Santiago 1:21). Por tanto, lo que necesitamos es saber oír con fe, porque de allí proviene la fuente de nuestra salvación: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”, (Romanos 10:17). Si aquellos judíos hubiesen escuchado con humildad y fe Dios les hubiera abierto el entendimiento para comprender las verdades espirituales que Jesús les hablaba, sin embargo, en lugar de eso murmuraron y por ello el Padre no les concedió tal entendimiento para creer en su Hijo: Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. Si sabemos escuchar a Dios el Padre, también podremos escuchar al Hijos, porque el Hijo es el enviado del Padre, y todo aquel que oye al Padre conocerá quien es Jesús e ira a Jesús.  Al final, lo único que se necesita es creer en las palabras de Jesús, nada más, sus palabras son fieles y verdaderas, y son palabras que provienen del mismo Padre las cuales nos muestran el camino a la vida eterna: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Nuestro Señor les advierte a todos que si no saben escuchar la palabra de Dios y tener fe en ella jamás creerán en el Hijo de Dios y les dice que no comentan el mismo error que sus antepasados en el desierto que a pesar que comieron del maná que descendió del cielo durante 40 años, sus corazones siempre fueron malos porque no supieron escuchar a su Dios y por ello todos perecieron en el desierto y no entraron ellos en la tierra prometida, sino su descendencia, un error que no debemos cometer por lo que si escuchamos hoy su voz no endurezcamos nuestro corazón: “… Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”, (Hebreos 4:7). Por eso Jesús les vuelve a decir a sus oyentes que Él es el pan que descendió del cielo de tal forma que todo aquel que como de Él tendrá vida eterna: Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.




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