“¡Me
sedujiste, SEÑOR, y yo me dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo, y me
venciste. Todo el mundo se burla de mí; se ríen de mí todo el tiempo. Cada vez que hablo, es para gritar: «
¡Violencia! ¡Violencia!» Por eso la palabra del SEÑOR no deja de ser para mí un
oprobio y una burla. Si digo: «No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre»,
entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala
hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla, pero ya no puedo más”.
Jeremías
20:7-9 (NVI)
En
la vida existen ciertos obstáculos que nos impiden servirle al Señor de manera
efectiva, y muchas veces estos son la causa de la caída de muchos que militan
en un ministerio en la iglesia. Aquí vemos la queja del profeta Jeremías ya que
su fuerte predicación contra el pecado de los judíos y el juicio que venía por
ello había despertado el desdén hacia su persona, por lo que quería renunciar y
olvidarse de todo: «No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre».
Sin embargo, su amor por Dios y la fuerte necesidad de seguir cumpliendo con su
tarea divina lo impulso a seguir adelante: entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego
ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla,
pero ya no puedo más. El seguir adelante sirviéndole al Señor pese a
los problemas que enfrentemos requiere de una fuerte convicción de llamado en
todo nuestro ser. Debemos esforzarnos y estar plenamente convencidos del
llamamiento divino que hemos recibido ya que eso nos mantendrá de pie ante las
peores situaciones. El apóstol Pablo sabía que la tarea de predicar no era una
cuestión voluntaria, sino parte de una asignación divina donde si lo hacía con
gusto sabía que recompensa tendría, pero si lo hacía obligado, al final la
tarea se le había encomendado: “Sin embargo, cuando predico el evangelio, no tengo de qué
enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si no
predico el evangelio! En efecto, si lo hiciera por mi propia voluntad, tendría
recompensa; pero si lo hago por obligación, no hago más que cumplir la tarea
que se me ha encomendado”, (1 Corintios 9:16-17, NVI). El entender
que Dios nos ha llamado a servirle en alguna área de la iglesia y que es algo
que no podemos ignorar tan fácilmente nos puede ayudar a mantenernos fiel al
ministerio, pero veamos cuales son los obstáculos que impiden que se cumpla.
Satanás mismo y las adversidades son un obstáculo.
“Nosotros, hermanos, luego de estar separados de
ustedes por algún tiempo, en lo físico pero no en lo espiritual, con ferviente
anhelo hicimos todo lo humanamente posible por ir a verlos. Sí, deseábamos
visitarlos —yo mismo, Pablo, más de una vez intenté ir—, pero Satanás nos lo
impidió”.
1 Tesalonicenses 2:17-18 (NVI)
El primer obstáculo que
tenemos en el ministerio es el mismo Satanás, ya que siempre se opondrá a que
hagamos todo lo bueno. Pablo deseaba con ansias visitar de nuevo a los
Tesalonicenses para ver cómo estaban y seguir contribuyendo a su crecimiento
espiritual, pero Satanás se lo impidió. Una
de las principales razones por las cuales muchos cristianos no le sirven a Dios
en un ministerio es porque existen muchas dificultades y Satanás es nuestro
principal enemigo el cual siempre se opondrá a nosotros, tratando de
desalentarnos, tal y como le paso a Zorobabel cuando intento reconstruir el
Templo: “Así ha
hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún
el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. Entonces vino palabra de Jehová por medio del
profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en
vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová
de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y
recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os
vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco
roto. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos.
Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi
voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová”, (Hageo 1:2-8, RV60).
Cuando los judíos regresaron a Jerusalén bajo el mando de Zorobabel intentaron
reconstruir el Templo, pero las naciones vecinas se le opusieron a tal punto
que decidieron abandonar el trabajo, pero paradójicamente, se dedicaron a
trabajar en sus casas y para sí mismos olvidándose de la obra del Señor. Muchos
cristianos no se involucran en un ministerio por las dificultades y les es más
fácil pasar ocupados trabajando para sí mismos buscando la prosperidad en lugar
de honrar a Dios en un ministerio. A lo mejor, muchos sienten que todo lo que
ganan cae en saco roto, quizás es porque hacen caso omiso del llamado de Dios.
Por ello el Señor les amonesta a cumplir con su ministerio y en Zacarías le da
la clave a Zorobabel de cómo enfrentar las dificultades en el ministerio: “Entonces respondió
y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con
ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los
ejércitos”, (Zacarías 4:6, RV60). Nuestra victoria no depende de
nuestra fuerza, sino del poder del Espíritu Santo, por ello en lugar de huir de
la obra en tiempo de dificultades, debemos afirmarnos más en el Señor y esperar
la victoria final sabiendo que nuestras armas son espirituales y poderosas en
Cristo Jesús:
“Pues
aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas, derribando argumentos y toda
altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo”.
2
Corintios 10:3-5 (RV60)
El pecado constituye un obstáculo en el ministerio.
“Porque
Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica…”
2
Timoteo 4:10 (RV60)
Otra
razón por la cual muchos cristianos no cumplen con su ministerio es porque se
dejan seducir por el pecado. Demas había sido un fiel colaborador de Pablo y
así lo presenta en Colosenses 4:14 y Filemón 1:24, sin embargo, Demas bajo su
guardia y Satanás lo engaño haciéndolo pecar. El mundo está lleno de ex cristianos
que un día sirvieron fielmente en un ministerio, pero que ahora por causa de un
pecado se encuentran fuera del trabajo divino. Como servidores del Señor
debemos cuidarnos de no jugar con el pecado, nuestro celo por nuestra santidad
debe ser grande, nuestro testimonio tiene que ser nuestro mayor tesoro. Por
ello la Biblia nos exhorta a purificar nuestras vidas desechando lo malo y
aprendiendo lo bueno: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación,
impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría…
Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia,
blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los
otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del
nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el
conocimiento pleno”, (Colosenses 3:5, 8-10, RV60). No debemos
olvidar lo preciosa que es nuestra santidad la cual nos da una gran autoridad
delante del reino de las tinieblas. Sin embargo, muchos no comprenden esto y
algunos como Demas caen y abandonan el evangelio, pero otros mantienen una vida
sucia en el pecado a escondida de la iglesia pero eso lo que provoca es que
sean inefectivos en su trabajo en la obra de Dios. En Zacarías vemos una visión
donde se mostraba al sumo sacerdote Josué sucio por el pecado: “Entonces me mostró
a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie ante el ángel del SEÑOR, y a
Satanás, que estaba a su mano derecha como parte acusadora. El ángel del SEÑOR
le dijo a Satanás: « ¡Que te reprenda el SEÑOR, que ha escogido a Jerusalén!
¡Que el SEÑOR te reprenda, Satanás! ¿Acaso no es este hombre un tizón rescatado
del fuego?» Josué estaba vestido con ropas sucias en presencia del ángel”, (Zacarías 3:1-3, NVI). Para esta época el liderazgo
espiritual de Israel se había contaminado con el pecado tal y como lo vemos en
Malaquías, y ni siquiera el líder principal, el sumo sacerdote se había
escapado de ello. Cuando esto ocurre nuestra efectividad en el ministerio
disminuye y poco a poco quedamos fuera del juego. Por eso Dios decidió
limpiarlo de toda su maldad y le exhorto a santificarse y servirle con
fidelidad: “Josué
estaba vestido con ropas sucias en presencia del ángel. Así que el ángel les
dijo a los que estaban allí, dispuestos a servirle: « ¡Quítenle las ropas
sucias!» Y a Josué le dijo: «Como puedes ver, ya te he liberado de tu culpa, y
ahora voy a vestirte con ropas espléndidas»”, (Zacarías 3:3-4, NVI). Por tanto, alejémonos del pecado ya que
este nos aleja completamente de la voluntad de Dios.
Nuestra irresponsabilidad es un gran obstáculo para el ministerio.
“Más
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas”
Mateo
6:33 (RV60)
Finalmente,
debemos asegurarnos de poner a Dios y su obra primero. Jesús lo dijo así: “Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas”. Lamentablemente
muchos cristianos buscan la prosperidad y su comodidad antes que el reino de
los cielos y su justicia. Sus agendas están ocupadas y a veces apenas hay
tiempo para servirle al Señor. Muchos abandonan sus privilegios porque se
comprometen en un nuevo trabajo, a veces por cuestiones familiares o de
superación personal. El Señor desea que todos prosperemos, pero no debemos
olvidar que primero es el reino de Dios y su justicia y lo demás viene por
añadidura. También esta actitud puede llevarnos a atender el ministerio de
manera irresponsable, siempre con prisa y de forma ineficiente. Esta actitud es
condenada terriblemente por el Señor: “Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová…”,
(Jeremías 48:10, RV60). Para cumplir
eficientemente nuestro ministerio, debemos planear bien el tiempo para
atenderlo y realizarlo de manera responsable sabiendo que un día daremos cuenta
por ello: “Porque
es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea
bueno o sea malo”, (2 Corintios 5:10, RV60). El apóstol Pablo nos
exhorta a mantener una actitud perseverante en el ministerio, creciendo
siempre, sin considerar la posibilidad de retroceder, ya que todo esfuerzo y
sufrimiento por esta causa será recompensada: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano”, (1 Corintios 15:58, RV60). Como
hijos de Dios evitemos caer en estos errores y esforcémonos cada día por ser
responsables y cumplir nuestro ministerio sabiendo que nuestro servicio no es
para un hombre de esta tierra sino para nuestro Dios.
Nehemías 4
ResponderBorrar17 Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada.
Nehemias nos enseña que es perfectamente armonioso y compatible trabajar en la obra del Señor y juntamente luchar por nuestras familias protegiendolas y proveyendo para sus necesidades
Excelente explicación y reflexión espiritual sea Dios Padre dándonos energía para su obra preciosa por medio de Nuestro señor Jesucristo con la ayuda de su Santo Espíritu. Amén 🙏
ResponderBorrarExcelente explicación
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