Los Endemoniados Gadarenos (Mateo 8:28-34)

“Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos. Él les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas. Y los que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados. Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos”.

Mateo 8:28-34

Introducción

                  Hasta el momento Jesús ha demostrado su autoridad sobre las enfermedades y sobre la misma naturaleza, ahora lo demostrara sobre el reino de las tinieblas. Jesús y sus discípulos han cruzado el mar de Galilea y viajado aproximadamente unos 15 kilómetros han llegado a un pueblo gentil. Esta es la primera vez que Jesús sale del territorio israelita y en este pasaje nos habla de un episodio muy conocido entre el pueblo cristiano que tanto Marcos como Lucas registran también, pero es muy polémico por presentar algunas variaciones entre cada uno de los evangelistas. La primera variante entre los tres evangelios radica en el nombre que se les da a los habitantes de la región donde Jesús arriba. En los textos originales se le llama a los habitantes de esta región gergesenos (Γεργεσηνός), en Mateo 8:28; gadarenos (Γαδαρηνός) en Marcos 5:1 y Lucas 8:26, de allí que podemos ver como estos gentilicios se utilizan entre las diferentes versiones de la Biblia. La mayoría de los teólogos casi están de acuerdo en cuanto a la explicación de esta variante. Sabemos que era una región de cuevas usadas como tumbas, y que una sierra escarpada descendía abruptamente hasta la orilla misma del agua. Esta descripción no corresponde a Gerasa que es un pueblo situado por lo menos unos cuarenta y ocho kilómetros al sur-sureste del Mar de Galilea. Sin embargo, corresponde a Gadara, que podría muy bien ser indicado como el pueblo habitado por los gerasenos. Gergesenos sería una adaptación fonética al nombre geresenos. Si se supone que la ciudad más grande de Garasa, ubicada principalmente unos pocos kilómetros al sudeste del mar, pero extendiéndose hasta la costa misma, era la capital de todo el distrito al que pertenecía Gadara, comienzan a tener sentido las diversas designaciones geográficas. Además, en Gadara, situada en la costa nororiental, unos diez kilómetros en diagonal hacia el sudeste de Capernaum, hay ciertamente un cerro que desciende abruptamente hacia las aguas. También hay muchas cuevas con evidencia de que eran usadas como sepulcros. La segunda variación que encontramos en este relato es que Mateo nos dice que eran dos endemoniados, mientras que Marcos y Lucas hablan de uno de ellos. Posiblemente el propósito de Mateo era solo demostrar el poder y autoridad que Jesús tenía sobre los demonios, mientras que Marcos y Lucas se enfocaron más en uno de ellos que fue el que hablo por los dos y al ser liberado quiso seguir a Jesús, pero lo dejo en la región de Gadara para que diese testimonio de lo que había ocurrido, siendo Marcos el evangelio que más detalles nos da al respecto.

Los endemoniado gadarenos

La obra maligna de Satanás

“Cuando llegó a la otra orilla, a la tierra de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino”.

Mateo 8:28

                   Este pasaje nos muestra unos de los ataques más despiadados de los demonios a la vida de los seres humanos: la posesión demoniaca. En el Nuevo Testamento vemos varios casos de posesión demoniaca, pero este en específico nos muestra un claro cuadro de la terrible condición a la que los demonios pueden arrastrar a una persona. La mención de demonios confirma la realidad de fuerzas espirituales poderosas en el universo. Las Sagradas Escrituras tienen mucho que decir con respecto a ángeles y demonios. El termino, que tanto en hebreo malák (מַלְאָךְ) y griego ángelos (ἄγγελος), significa mensajero, y se aplica generalmente a seres sobrenaturales y celestiales cuyo ministerio es actuar como mensajeros y agentes de Dios en la realización de la voluntad divina y son superiores a los seres humanos. De acuerdo a la Biblia estos fueron creados por Dios: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”, (Colosenses 1:16), y fueron creados antes que el hombre: “¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, Job 38:7  Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38:6-7).  En la Biblia los vemos tomando forma corpórea a imagen de varón: “Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra… Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos”, (Génesis 18:2,16); “Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron”, (Marcos 16:5). No pueden reproducirse: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”, (Mateo 22:30), ni tampoco morir: “Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección”, (Lucas 20:36).  La Biblia nos dice que son miles de ellos: “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles”, (Hebreos 12:22), “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro”, (Apocalipsis 19:1). Sin embargo, también la Escrituras nos hablan de ángeles que pecaron: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”, (Judas 6) y estos son los demonios. La palabra demonio proviene del griego daimonion (δαιμόνιον) y se les consideraba espíritus malos. En el pensamiento judío tardío los demonios aparecen más explícitamente como seductores de los hombres y enemigos de Dios y se les describe con varios nombres: espíritus inmundos (Marcos 6:7), espíritus malos o inicuos (Lucas 7:21; Hechos 19:12-13), espíritus de adivinación (Hechos 16:16), espíritus engañadores (1 Timoteo 4:1) y espíritus de error (1 Juan 4:6).

                Cuando Jesús arriba a la región de Gadara le salieron al encuentro dos endemoniados. La Biblia los describe como feroces y violentos a tal punto que nadie podía pasar por aquel lugar: feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. También los tres evangelistas nos dicen que estas personas vivían entre los sepulcros: “Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada en los sepulcros”, (Marcos 5:2-3). Aparte de eso, estos endemoniados experimentaban por obra de los espíritus malos una fuerza sobrenatural ya que anteriormente los habitantes habían tratado de aprisionarlos con cadenas pero estos las habían hecho pedazos: “Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, más las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar”, (Marcos 5:4). El comportamiento de estos endemoniados era aterrador tal y como lo describe Marcos: “Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras”, (Marcos 5:5). Y de acuerdo a Lucas andaban desnudos y tenían ya mucho tiempo de vivir en esta terrible condición: “Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros”, (Lucas 8:27). Basado en el cuadro retratado por los evangelistas de estos endemoniados, podemos ver lo terrible que es el ataque de Satanás sobre la vida de los seres humanos. Su deseo es destruir nuestras vidas y no descansara hasta que nuestras almas estén en el infierno. Estos pobres hombres estaban completamente destruidos, sin la posibilidad de tener una vida normal, no podían escoger ya que los demonios controlaban sus vidas. De esta forma los demonios ejercen una influencia terrible sobre los hombres, los seducen al pecado, los involucran en vicios, guerras, odios, traición, homicidios y placeres que los arrastran a la tragedia, decepción y condenación eterna. No obstante, Jesucristo vino a esta tierra para deshacer las obras del diablo.

“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”.

Juan 3:8

La autoridad de Jesús sobre el reino de las tinieblas

“Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos. Y los demonios le rogaron diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos. Él les dijo: Id. Y ellos salieron, y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó en el mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas”.

Mateo 8:29-32

Jesús tiene autoridad sobre los demonios

                     Inmediatamente cuando los endemoniados ven a Jesús corren a Él. El evangelio según Marcos agrega que no solo corrieron a Él, sino que también se arrodillaron (Marcos 5:6). Al estar ante la presencia del Mesías exclamaron: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? mostrándonos que los demonios reconocieron a Jesús como Dios. Esto no es de extrañarse, ya que como seres espirituales que un día le sirvieron a Dios, lo conocen perfectamente, tal y como lo declara Santiago: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”, (Santiago 2:19). Se pudiera pensar en por qué estos endemoniados no huyeron de la presencia de Jesús. Por qué corrieron directamente hacia Él y no lo atacaron, sino que se arrodillaron reconociendo su señorío. Obviamente los demonios entendieron que no había forma de escapar del Jesús ya que se trataba del mismo Dios y decidieron mejor pedir misericordia. Sus palabras: ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?, nos muestran que ellos están conscientes del juicio venidero que les espera, tanto a ellos como a su líder Satanás. En Marcos, se nos dice que Jesús le pregunto su nombre al demonio que atormentaba al hombre: “Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos”, (Marcos 5:9). En las Escrituras encontramos solo este caso donde Jesús hablo con los demonios, generalmente los mandaba a callar, pero en este caso le pregunto su nombre, no más. Aquel demonios respondió que se llamaba Legión, porque eran muchos los que habían poseídos a aquellos podres hombres. Una legión era un regimiento romano de 6,000 soldados, por tanto, era una considerable cantidad de demonios. Para los judíos esto no era difícil de creer. Ellos creían que la cantidad de demonios que existían era tan grande, que por cada hombre común, a su mano derecha existían mil demonios, y diez mil a su izquierda. También solían decir que no se podía mover una aguja de coser sin traspasar a uno de estos espíritus malignos. El evangelio según Marcos nos dice que al saber que Jesús los iba a expulsar de los cuerpos de los gadarenos le rogaron que no los echase de la región de Gadara (Marcos 5:10), y Lucas nos ofrece otro detalle para comprender mejor la petición de los demonios, le rogaban para que no los echase en el abismo (Lucas 8:31). Ambos relatos pueden concatenarse con gran facilidad. La Biblia nos enseña que no todos los demonios están libres, hay algunos de ellos que están encerrados en prisiones de obscuridad y posiblemente a eso se referían estos espíritus inmundos cuando le rogaron que no los enviase al abismo: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio”, (2 Pedro 2:4).

El hato de cerdos se precipitan al mar

                  Estas prisiones estarán cerradas para ellos hasta el día del juicio final que viene sobre este mundo, donde Apocalipsis aclara que serán liberados para que atormenten a los hombres: “Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo. Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas; tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones…”  (Apocalipsis 9:2-3, 7-8). Por ello los demonios le rogaron que les diese permiso de tomar posesión de un hato de cerdos que estaba cerca de aquel lugar, y Jesús se los permitió. A continuación, aquel hato de cerdos se vuelven locos ante la presencia de aquellos demonios y se precipitan por el despeñadero para morir ahogados. Esto nos muestra que tan horrenda era la presencia de estos seres impuros que hasta los cerdos se volvieron locos y se arrojaron al vacío para morir.

La reacción de los habitantes de gadara

“Y los que los apacentaban huyeron, y viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los endemoniados. Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos”.

Mateo 8:33-34

                  La reacción de los habitantes de gadara no es la que se esperaría, pero describe muy bien el carácter de la mayoría de personas que valoran más sus bienes y riquezas que la misma vida humana. En lugar de estar alegres de ver que estos hombres hoy estaban cuerdos, tal y como lo describe Marcos al referirse a uno de ellos estaban consternados posiblemente por la pérdida del hato de cerdos: “Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo”, (Marcos 5:15). Para estos hombres sus riquezas y posesiones eran más importantes que el bienestar de las personas por lo que no valoraron el milagro de Jesús y mejor le rogaron que se fuera de aquel lugar. Muchas personas hoy en día se comportan como estos gadarenos que cuando el ofrecimiento de Cristo de obrar en sus vidas para salvación choca o interfieren con sus intereses en esta tierra, simplemente lo rechazan. Sin embargo, Marcos nos dice que al partir Jesús de aquella región uno de los hombres que había estado poseídos por los demonios quería acompañarlo ya que estaba completamente agradecido por su liberación. Pero Jesús no le permitió ir con Él, sino que le dijo que se quedara en aquel lugar para testificar lo que Dios había hecho por él asegurándose así que su mensaje fuese más allá de las fronteras israelitas: “Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban”, (Marcos 5:18-20). De igual forma, Jesús espera que nosotros les testifiquemos a los demás cuán grandes cosas Dios ha hecho en nuestras vidas y que seamos los portavoces de su glorioso evangelios que puede transformar las vidas de aquellos que están arruinados por Satanás y el pecado.