Mateo 9:18-26
Introducción
Iniciamos
la última sección de tres milagros que el apóstol Mateo viene desarrollando
desde el capítulo 8 de este evangelio. Si contamos realmente encontraremos 4,
pero en este caso el evangelista a unido estos dos milagros en un solo
episodio. Este pasaje bíblico es muy conocido y los otros evangelistas, Marcos
y Lucas, también lo presentan aunque con mayor lujo de detalle, a tal punto que
Marcos dedica 23 versículos a hablar de él, Lucas 17 versículos, mientras que
Mateo nos muestra la versión resumida en 8 versículos. En estos podemos ver una
vez más la autoridad de Jesús no solo en sanar enfermedades incurables, sino
también su dominio sobre la misma muerte. También podemos ver como nuestro
Señor tiene la repuesta a todas las necesidades de la humanidad, aun aquellas
desahuciadas por la humanidad mostrándonos que lo imposible para el hombre es
posible para Dios.

La petición de Jairo
“Mientras
él les decía estas cosas, vino un hombre principal y se postró ante él,
diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. Y
se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos”.
Mateo 9:28-19
El
versículo 8 de este capítulo conecta esta nueva historia directamente con la
discusión que Jesús tenía con los discípulos de Juan el Bautista referente al
ayuno: Mientras
él les decía estas cosas, vino un hombre principal y se postró ante él,
diciendo. Por los relatos de Marcos y Lucas sabemos que su nombre
era Jairo (Marcos 5:22, Lucas 8:41). Aparte de esto también sabemos que era uno
de los principales de la sinagoga. Los judíos acostumbraban tener principales
de la sinagoga los cuales eran los responsables de organizar todo lo referente
al servicio religioso que allí se prestaba. Este hombre conocía a Jesús, había
oído de su fama y posiblemente hasta había predicado en su sinagoga ya que los
hechos tuvieron lugar muy posiblemente en la región de Capernaum. Vemos que a
pesar de tratarse de un principal de la sinagoga (no olvidemos que la mayor
parte de los líderes religiosos estaba en contra de Jesús), vino y se arrodillo
delante de Él reconociendo así su divinidad ya que ningún judío lo hacía en sus
tiempos. Su petición era una: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y
vivirá. El evangelio según Marcos nos enseña que su petición era por
su hija que estaba agonizando y no había muerto todavía (Marcos 5:23) y Lucas
nos dice que ésta era de 12 años de edad (Lucas 8:42). Podemos ver en Mateo y
Marcos su gran fe al decirle a Jesús: ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. Como un
principal entre los judíos, Jairo era un hombre que no solo gozaba de buen
nombre entre su pueblo, sino que también gozaba de un buen bienestar económico
lo cual no le hacía difícil auxiliarse de buenos médicos para tratar la
enfermedad de su hija. No obstante la condición de su hija de 12 años era tan
critica que ningún médico, ni todo el dinero y prestigio de su posición eran
capaces de sanarla de su condición, a tal punto que la llevo a un estado de
agonía donde lo más seguro era la muerte. Se trataba de una causa perdida, pero
fue allí donde Jairo decidió presentar su causa perdida a aquel que podía darle
la respuesta a su necesidad. Cuando Jairo se presentó delante de Jesús para rogarle
por su hija, éste no lo rechazo, a pesar de que pertenecía al grupo que lo
odiaba y constantemente se oponía a su ministerio, mostrándonos que realmente
Dios no hace acepción de personas. Cuando escucho la petición inmediatamente se levantó Jesús, y
le siguió con sus discípulos.
La mujer con el flujo de sangre
“Y he
aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó
por detrás y tocó el borde de su manto;
porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero
Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y
la mujer fue salva desde aquella hora”.
Mateo 9:20-22
Por
un momento esta historia parece tener un paréntesis donde nos muestra otra
persona que tenía otra causa perdida y vio la oportunidad de acudir a Jesús por
su respuesta. Se trata de una mujer que tenía 12 años de estar enferma de flujo
de sangre. El evangelio según Marcos nos dice que esta pobre mujer había
acudido a muchos médicos y había gastado todo lo que tenía pero no había podido
ser sanada de su terrible enfermedad, antes le había ido peor (Marcos 5:26).
Podemos imaginarnos lo terrible que era esta enfermedad para esta mujer. Por un
lado el flujo de sangre que tenía desde hacía 12 años debió haber debilitado
grandemente su cuerpo, además que la convertía en una persona inmunda según la
ley de Moisés (Levítico 15:19), lo cual debió haberla excluido de la sociedad
de su tiempo. Obviamente Jesús iba de camino a la casa de Jairo, y esta mujer
no tuvo el valor de solicitarle directamente el favor divino al gran Maestro ya
que por su condición de inmunda no se atrevía a acercársele. De hecho, un
rabino o maestro de la ley jamás se hubiere acercado a ella. El relato en Marcos nos dice que una gran multitud
apretaba al Señor, pero esto no fue un obstáculo para que esta mujer decidiese
actuar. Una vez más Marcos relata con más detalle la manera de pensar de esta
angustiada mujer: “Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva”,
(Marcos 5:28). Algunos comentaristas bíblicos han visto en este hecho una fe
imperfecta que mueve un poder perfecto. La fe casi supersticiosa de la mujer
creía que tocar el borde del manto de Jesús era más que suficiente para quedar
sana de su enfermedad, y le funciono, mostrándonos que aunque nuestra fe no sea
perfectamente Dios terminara honrándola.
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La mujer con el flujo de sangre |
Cuando dice que toco el borde de
su manto, se refiere específicamente a una franja, o borla, que servía para
recordarles constantemente la obligación de obedecer los mandamientos de la ley
(Números 15:37–39). Posiblemente nuestros conceptos teológicos no sean
profundos, pero muchas veces la mano de Dios se mueve más entre personas
sencillas que creen en su poder, que en grandes académicos y eruditos que
tratan de encontrar una explicación lógica a todo. Aquella mujer creía que tan
solo el toque del borde de su manto era necesario para ser sanada, y así fue
tal y como lo menciona Marcos: “Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el
cuerpo que estaba sana de aquel azote”, (Marco 5:29). Sin embargo,
Jesús conociendo todo lo que había acontecido no quiso que esto quedara en el
anonimato: “Luego
Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la
multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?”, (Marcos 5:30), pero
irónicamente Pedro, tal y como lo explica Lucas, le replica que es toda la
multitud quien lo apretaba: “Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban:
Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha
tocado?”, (Lucas 8:45), pero Jesús no se refería a un toque físico,
sino al de la fe: “Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha
salido poder de mí”, (Lucas 8:46). Esto nos enseña una lección muy
importante. Por un lado muchos eran los que rodeaban y apretaban a nuestro
Señor, pero ninguno de ellos pudo logar este gran toque de fe. Muchas veces nos
puede pasar lo mismo a nosotros al estar delante de la presencia de Dios y no
ser capaces de desatar su poder a favor de nuestras vidas, pero esta mujer
tenía dos cosas, una causa perdida y fe las cuales la llevo a lograr su gran
anhelo, su sanidad. Ante la pregunta de Jesús la mujer reacciono de la
siguiente manera: “Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino
temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por
qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada”,
(Lucas 8:47). Teofilacto de Nicomedia nos da tres razones por la cuales Jesús
quiso dar a conocer este milagro al público: “Quería el Señor poner de manifiesto a esta mujer,
primeramente para probar su fe, después para suscitar en el jefe de la sinagoga
la confianza, con la cual curaría su hija y, por último, para disipar el temor
de la mujer, que temía porque había robado la salud”. Ante la
confesión de esta mujer Jesús declaro: “Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado”. La palabra
que se traduce como salvado en el
texto griego original es sózo (σώζω), cuya raíz
primaria se aplica a alguien que ha recibido una salvación completa: de sus
problemas, enfermedades, temores, enemigos y de la paga de sus pecados. Por
tanto, su salvación fue completa, no solo de su enfermedad, sino de sus
pecados. Así la pena de aquella mujer termino en esa misma hora: Y la mujer fue salva
desde aquella hora. Quiera
Dios que todos desarrollemos la fe de esta mujer, que con gran sencillez y
plena convicción llego a desatar el poder del divino Maestro.
Solo basta creer
“Al
entrar Jesús en la casa del principal, viendo a los que tocaban flautas, y la
gente que hacía alboroto, les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta,
sino duerme. Y se burlaban de él. Pero cuando la gente había sido echada fuera,
entró, y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó. Y se difundió la fama de
esto por toda aquella tierra”.
Mateo 9:23-26
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Jesús y la hija de Jairo |
Estas plañideras eran encargadas
de llorar y hacer una gran lamentación en la casa de los difuntos, solían
rasgarse las vestiduras y eran acompañadas por una especie de música fúnebre
tocada por flautistas. Toda esta escena era una verdadera hipocresía, solo un
acto de personas que a lo mejor no conocían al difunto, pero su trabajo era
despertar los sentimientos de melancolía en la familia para desencadena el llanto.
Al ver esto Jesús dijo: “No lloréis; no está muerta, sino que duerme”,
(Lucas 8:52), éstas palabras, según los tres evangelistas, desencadeno la burla
de la gente que estaba allí: Y se burlaban de él. Algunos creen que la niña no
estaba realmente muerta, sino solo dormía como en una especie de coma, de hecho
se han encontrado tumbas donde se ven algunas personas ya momificadas por el
tiempo y los elementos del suelo donde sus expresiones faciales y corporales
muestran que posiblemente fueron enterraron vivos creyéndolos muertos y por eso
Jesús dijo que no estaba muerta sino que dormía. Sin embargo, nosotros creemos
que no era el caso y cuando Jesús decía que la niña dormía, se refería que
volvería a vivir ya que el tiempo de su verdadera muere no había llegado.
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Jesús resucita a la hija de Jairo |
Marcos nos dice que no permitió que nadie más
entrase con Él a la casa, a excepción de sus tres discípulos más íntimos: “Y no permitió que
le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo”,
(Marcos 5:37) y entrando donde la niña estaba le dijo en arameo: “Talita cumi”,
(Marcos 5:41) que el mismo versículo traduce como: “Niña, a ti te digo, levántate”, y al instante la niña se levantó: y tomó de la mano a
la niña, y ella se levantó. Posteriormente Jesús les dice a sus
padres que le den de comer y quedaron completamente atónitos por lo ocurrido: “Entonces su espíritu
volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer. Y sus
padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había
sucedido”, (Lucas 8:55-56). No cabe duda que este nuevo milagro de resurrección
mostraba la autoridad de Jesús sobre la misma muerte y aunque Jesús les
prohibió contar lo que había ocurrido, esto una vez más resulto imposible a tal
punto que su fama se difundió por todas partes una vez más: Y se difundió la
fama de esto por toda aquella tierra. Estos dos milagros nos
muestran que aunque se traten de causas que para el hombre son perdidas, Jesús
tiene la autoridad y el poder para obrar a favor de nuestras vidas, solamente
se nos pide tener fe.
Todo lo que Jesús toca lo hace nuevo.
ResponderBorrarUna explicación muy excelente.
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