Mateo 6:5-15
Introducción
La oración era considerada como otra práctica
digna de los justos y muy practicada entre los judíos a tal punto que llegaron
a crear diferentes tipos de oraciones para todo tipo de evento, como por
ejemplo oraciones antes y después de comer, ver la luna nueva, la lluvia, el
salir o entrar en la ciudad, etc. Si bien es cierto, todos estos tipos de
oraciones tenían como objetivo crear en el judío la admiración y gratitud hacia
Dios por sus infinitas misericordias, llegaron a convertirse en vanas repeticiones
y en un puro legalismo lo cual es condenado por Jesús. La oración entre el
pueblo judío era tan importante que ellos tenían tres horas al día para orar
sin importar donde estuvieran. Las horas de la oración eran la hora tercera
(9:00 AM), la hora sexta (12:00 PM) y la novena (3:00 PM), por eso el salmista
declaraba: “Tarde
y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz”, (Salmo
55:17), también encontramos que Daniel tenía la costumbre de orar 3 veces al
día: “Cuando
Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las
ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al
día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes”,
(Daniel 6:10), y al parecer los discípulos continuaron con la costumbre después
de pentecostés: “Pedro
y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración”,
(Hechos 3:1). Los musulmanes tienen esta misma costumbre. La intención de esta
práctica era crear la buena costumbre de buscar a Dios, sin embargo, llego a
convertirse en algo monótono, se practicaba no de corazón sincero sino como
robots programados para tal cosa. También se desarrolló la creencia que la
oración podía ser eficaz solo si se realizaba en ciertos lugares específicos
como el Templo y las sinagogas. Esto causo el problema de pensar que Dios
estaba confinado solo a ciertos lugares. Finalmente los judíos tenían la
costumbre de alargar sus oraciones, creyendo que por ser más largas y
elocuentes Dios las escucharía.
Jesús y la oración |
La manera incorrecta de Orar
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el
orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos
de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”.
Mateo 6:5
Una vez más Jesús hace referencia a la manera
incorrecta de hacer cosas correctas. La oración siempre ha sido clave en la
vida piadosa, sin embargo, los líderes religiosos de los tiempos de Jesús lo
hacían solo para impresionar a los demás. Entre los gentiles existía la
costumbre de hacer largas oraciones con voz a cuello donde solían referirse a
sus dioses con toda clase de títulos y halagos con el fin de llamar su
atención. De igual forma los fariseos y escribas solían hacer elocuentes
oraciones en voz alta con el fin de que los demás los escucharan y los alabaran
por su gran retórica. Nuestro Señor lo dice de la siguiente forma: porque ellos aman el
orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos
de los hombres. En la parábola del fariseo y el publicano Jesús
ofrece un buen ejemplo de cómo eran las oraciones de ellos: “El fariseo, puesto
en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy
como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este
publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”, (Lucas 18:11-12). Estos métodos de oraciones públicas
caían en la ostentación. Los Fariseos solían ponerse en pie en las sinagogas y
en las esquinas de las calles y hacer sus oraciones en voz fuerte para que la
gente los admirara por sus elocuentes palabras y gran piedad. Al final Jesús
dijo que los tales: ya tienen su recompensa.
La manera correcta de orar
“Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora
a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará
en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que
piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a
ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que
vosotros le pidáis”.
Mateo 6:6-8
Contraria a la práctica
de los fariseos de realizar oraciones públicas Jesús exhorta a sus discípulos a
orar a Dios en secreto. En estos versículos Jesús no está condenando en si el
realizar una oración pública, sino más bien la intensión por la cual se hacía:
el ser visto por los hombres. La verdadera oración tiene que nacer de un
corazón necesitado que busca tener un momento de comunión y comunicación con
Dios. Jesús les advierte: Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que
piensan que por su palabrería serán oídos. En la Biblia encontramos ejemplo de cómo los gentiles
solían hacer largas y vanas repeticiones con el fin de ganar la atención de sus
dioses. Por ejemplo, cuando Elías desafío a los profetas de Baal en el monte
Carmelo ellos hicieron largas repeticiones invocando a su dios desde la mañana
hasta el medio día: “Y ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e
invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¡Baal,
respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos
andaban saltando cerca del altar que habían hecho”, (1 Reyes 18:26).
También en el libro de los Hechos leemos cómo la muchedumbre exaltó el nombre
de su diosa por casi dos horas cuando su culto se vio amenazado por la
predicación del evangelio en Éfeso: “Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz
gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!”,
(Hechos 19:34). Sin embargo, Jesús aclara que Dios no se impresiona por
elocuentes palabrerías ya que esta es la actitud de los hipócritas, lo que se
espera en la oración es un corazón humillado que busque sinceramente su
presencia y reconozca que solo en Él se encuentra su refugio.
“Los sacrificios de Dios son el espíritu
quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
Salmo 19:34
Muchos
han cuestionado el significado de las palabras: porque vuestro Padre sabe de qué
cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. ¿Significa esto que no debemos pedir porque Él ya
sabe lo que necesitamos? La oración no pretende cambiar la voluntad de Dios,
sino más bien conformarnos a la voluntad de Dios. Más que cambiar las cosas la
oración pretende cambiar al hombre para que éste se amolde de una mejor manera
a la voluntad divina. La oración lejos de querer torcerle el brazo a Dios tiene
como objetivo asirse de su mano ayudadora.
La oración del padre nuestro
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el
reino, y el poder, y la gloria, por
todos los siglos. Amén”.
Mateo 6:9-13
La oración del Padre
Nuestro se ha llegado a considerar una oración modelo que tiene como objeto
servir de ejemplo de los elementos básico que deben poseer nuestras oraciones y
no para usarla de manera supersticiosa ni como repetidos rezos, lo cual el Señor
condena. De acuerdo con los padres de la iglesia occidental y la Iglesia
Luterana las peticiones que esta oración tiene son siete; mientras que los
padres de la iglesia oriental, la iglesia Reformada y los teólogos de
West-minster, son solamente seis, considerándose las últimas dos como una. En
nuestro caso las estudiaremos como siete. Es importante también reconocer
que existen otros pasajes bíblicos donde se nos enseña también a cómo orar. Por
ejemplo Juan 14:13; 16:26 nos enseñan que debemos orar en el nombre de Jesús; 1
Timoteo 2:1-2 enseña a incluir a todo hombre y gobernantes en nuestras
oraciones; también 1 Tesalonicenses 5:17 nos enseña a orar sin cesar, Santiago
1:5; 5:16, nos enseña a pedir sabiduría, confesar nuestras ofensas y orar unos
por otros, etc. Veamos cada una de las siete
peticiones que encontramos en el Padre Nuestro las cuales van precedidas de una
invocación.
Padre nuestro que estás en los cielos
Jesús nos enseña que
toda oración debe iniciar exaltando y santificando su nombre. Realmente la
primera parte: “Padre nuestro que estás en los cielos”, es una invocación al Dios verdadero, mientras que la segunda: “santificado sea
tu nombre” es la primera petición,
lo que nos enseña que antes de poner cualquier petición delante de Dios,
debemos presentarnos delante de Él con reverencia y exaltándolo. En todo país cuando una persona
visita al presidente o rey se tiene que someter a un gran protocolo. Las personas
sin que nadie se lo diga generalmente visten sus mejores vestidos, los
celulares son desactivados y si tienen que hablar con el mandatario preparan un
discurso con las palabras más apropiadas para el momento y antes de pedirle
cualquier cosa, el discurso inicia con un saludo y alago. Ahora si todo esto se
hace con un hombre de la tierra cuanto más no se hará con el Rey de reyes y
Señor de señores. Por ese motivo Jesús nos dice
que antes de realizar cualquier petición delante de Dios, debemos adorar y
exaltar su nombre.De acuerdo con el testimonio
unánime de los cuatro evangelios, Jesús llamaba Padre a Dios siendo el
evangelio según Marcos el que casi no usa este título. Jesús enseñaba a sus
discípulos a llamar a Dios Padre lo cual no era un concepto ajeno en el Antiguo
Testamento (Véase Deuteronomio 32:6; Salmo 103:13; Isaías 63:16; Jeremías 3:4,
Jeremías 3:19; Malaquías 1:6; Malaquías 2:10), pero no llego a desarrollarse en
la magnitud de cómo Jesús lo presenta. Para los judíos Dios era visto como un
Ser Santo, Justo y temido por sus grandes juicios. La invocación de Padre tiene un doble significado. Por
un lado nos muestra el lado amoroso y
compasivo de Dios al presentarlo como Padre nuestro, pero también nos enseña
que es un Ser glorioso al que debemos temer y reverenciar por su gran santidad
y gloria al estar sentado en su trono en los cielos. El concepto de Padre no es exclusivo del judaísmo o el
cristianismo. De hecho en la antigüedad los paganos solían atribuir paternidad
y maternidad a algunas deidades que ellos adoraban, sin embargo, nunca llegaron
a igualar la santidad, amor y justicia del Dios verdadero ya que eran dioses
egoístas, amantes de los placeres como sus adoradores y que estaban en constantes
luchas los unos con los otros. Según sus mitologías algunos de sus deidades en
ocasiones se unían en relaciones sexuales con los humanos engendrando así semidioses.
Ahora bien, el hecho de que aquí se le llame Padre nuestro no significa que
Dios es Padre de toda la humanidad, sino solamente de aquellos que han nacido
del Espíritu Santo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son
engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino
de Dios”, (Juan 1:12-13). Por tanto el creyente puede
acercarse a Dios en plena confianza consiente de que su Padre le ama y escucha.
Santificado sea tu nombre
Seguido de la
invocación la primera petición tiene que ver con santificar su Nombre. Pero,
¿Qué significa esto? No olvidemos que cuando la Biblia habla del nombre de una
persona se refiere a las características del carácter que lo identifican, por
ejemplo, Dios cambio el nombre de Abram (padre exaltado) por el de Abraham
(padre de multitudes) haciendo referencia a lo que haría en su vida, hacerlo
padre de una gran nación; y así tenemos otros ejemplos, como Jacob (usurpador)
a Israel (el que lucha con Dios y los hombre y vence); Simeón a Pedro (roca),
Saulo a Pablo (pequeño), etc. Por lo tal cuando Jesús dice santificado sea tu Nombre, lo que realmente quiere decir es santificado sea la persona de Dios. La
palabra santidad significa “ser separado
de”, por tanto al pedir que su Nombre sea santificado lo que pedimos es que
su Nombre sea tratado y reconocido de manera diferente a los dioses o ídolos de
esta tierra.
Para los judíos el Nombre de
Dios era tan reverenciado que muchas veces ni siquiera se atrevían a mencionarlo,
de igual forma había un mandamiento que prohibía tomar en vano el Nombre de
Dios: “No
tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová
al que tomare su nombre en vano.”, (Éxodo 20:7). Por tanto, si bien es cierto que Dios
es nuestro Padre y tenemos la confianza de acercarnos a Él, también debemos
guardar un temor reverente a su presencia ya que es un Dios excelso en
santidad. También nosotros santificamos su
nombre cuando testificamos con nuestra conducta una vida piadosa delante de los
hombres. Para que su nombre sea santificado nuestro testimonio tiene que ser
tal que Dios tiene que ser glorificado cuando los hombres vean la obra que Él
ha realizado en nuestras vidas. La verdadera adoración y exaltación de su
nombre está en nuestra manera de vivir ya que nosotros somos sus cartas leídas.
“Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros
corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois
carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del
corazón”.
2
Corintios 3:2-3
Por tanto, cuando oramos santificado sea tu nombre, no
solo debemos esperar que su nombre sea exaltado entre las naciones, sino
también debemos pedirle a Dios la sabiduría y capacidad de vivir rectamente en
este mundo de pecado a tal punto que su
nombre no sea blasfemado por nuestra causa: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que
andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”, (Efesios 4:1).
Venga tu reino
La segunda petición de
la oración modelo es: Venga tu reino. En los Evangelios las palabras el reino de Dios y el reino de los
cielos se usan indistintamente y se refiere al gobierno soberano, glorioso y
poderoso de nuestro Señor. El concepto del reino de Dios no es exclusivo del
Nuevo Testamento, de hecho en el libro del profeta Daniel se hace mención de un
reino eterno que se establecerá en esta tierra, y el profeta Isaías nos da más
detalles en cuanto a dicho reino mesiánico. Por tanto, para los judíos no era
un tema nuevo, al contrario ellos vivían esperando el establecimiento del reino
de Dios en esta tierra. Por ejemplo, José de Arimatea, un miembro del sanedrín
la Biblia declara que él esperaba el reino de los cielos: “José de Arimatea,
miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró
osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús”, (Marcos 15:43); también el
malhechor moribundo que murió clavado a la par de Jesús en la cruz le suplico
que se acordara de él cuando viniera en su reino: “Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino”, (Lucas 23:42);
Jesús enseñaba acerca del reino de Dios: “y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de
los cielos se ha acercado”, (Mateo 3:2); sus parábolas
trataban acerca del reino de Dios. También en las cartas del Nuevo Testamento
los apóstoles hablaron acerca del reino de Dios (Romanos 14:17, 1 Corintios
4:20; 6:9; 15:50, Gálatas 5:21, Colosenses 4:12, etc.) , el reino de su amado
Hijo (Colosenses 1:13), su reino celestial (2 Timoteo 4:18), su reino inconmovible
(Hebreos 12:28), el reino de Cristo (Efesios 5:5), y el reino eterno de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 1:11).
Muchos confunden el reino de
Dios con la iglesia, sin embargo son dos conceptos diferentes aunque la iglesia
tiene parte en este reino glorioso. Muchos creen que este reino comenzó cuando
la profecía de Joel del derramamiento del Espíritu Santo se hizo realidad en el
día de Pentecostés (Joel 2:28-29; Hechos 2:1-13). La palabra griega que aquí se
traduce como reino es basileía (βασιλεία) e involucra tres
aspectos importantes: el territorio sobre el cual el rey reina; la dignidad
real, su majestad y gloria; y el ejercicio de su poder soberano, o su reinado
efectivo. Por tanto, podemos decir que la petición de venga tu reino se orienta más a la tercera, ya que si bien es cierto su reino esta
entre los creyentes, no ha llegado a la consumación completa la cual iniciara
cuando Jesús venga en gloria en su segunda venida y establezca su reino de mil
años. En nuestras peticiones nunca debe faltar aquella que exprese nuestro anhelo
porque Dios establezca su reino entre nosotros, por eso el Señor en el libro de
Apocalipsis en su último capítulo alienta a los cristianos a mantenerse santos
y preparados, esperando ardientemente su segunda venida: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye,
diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente… El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en
breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús”. (Apocalipsis 22:17, 20).
Hágase tu voluntad
Llegamos a la tercera
petición: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Si observamos las primeras tres
peticiones están relacionadas con los intereses de Dios y por otro lado las
tres en sí forman un solo anhelo: Establecer de forma absoluta el reino
glorioso de Dios. La petición involucra a que sea la voluntad de Dios y no la
nuestra propia la que se cumpla, tal y como Jesús nos enseñó cuando en el
Getsemaní se sometió a la voluntad de Dios y no a la suya propia: “Padre, si quieres,
pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”, (Lucas 22:42). Definitivamente esta petición
tan sencilla es una de las cuales los cristianos más fallamos. Usualmente
amamos hacer las cosas a nuestra manera, pero por eso debemos orar: Hágase tu voluntad. Por ello la Biblia nos exhorta
a conocerla: “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de
cuál sea la voluntad del Señor”, (Efesios 4:17), lo cual implica una completa
transformación de nuestra mente: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea
la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, (Romanos 12:2). También su
eterna voluntad para nuestra vida es nuestra santificación: “pues la voluntad
de Dios es vuestra santificación”, (1 Tesalonicenses 4:3). Si bien es cierto, todas estas
son verdades en cuanto a la voluntad de Dios para nuestras vidas, también esta
petición tiene un trasfondo escatológico que mira al establecimiento de su
reino en esta tierra. La tres peticiones miran a aquel tiempo donde finalmente
su nombre será santificado por los hombres, su reino vendrá a establecerse con
poder y gloria, y su voluntad se hará aquí en el tierra así como lo es en los
cielos.
Danos el pan de cada día
Rápidamente llegamos a
la cuarta petición de esta oración modelo. Pasamos de pedir los intereses de
Dios a los nuestros propios, de pedir por las cosas espirituales y eternas a
las terrenales y necesarias para vivir. La expresión: El pan nuestro de
cada día, dánoslo hoy denota la total
dependencia del ser humano de que Dios provea a sus necesidades diarias. En los
antiguos tiempos el pan era considerado un producto básico para el
mantenimiento de la vida del ser humano, por tanto lo que aquí se pide es que el
Padre Celestial provea todo lo necesario para la subsistencia humana, como
vestuario, alimento, techo, etc. La petición es clara
al decir que esta provisión debe ser diaria, no mensual, anual o semanal, ni
siquiera se pide por el pan de mañana. Esto enseña que a diario pidamos que su misericordia y provisión llenen
nuestras necesidades básicas. Este concepto no es nuevo en la Biblia, de hecho
lo vemos en el libro de Éxodo cuando dio proveyó el maná y les pidió que cada
día recogieran solo lo necesario a excepción del sexto día que recogían el
doble debido al Sabbat, y cuando recogían más de lo necesario, el maná criaba
gusanos y hedía.
“y lo medían por gomer, y no sobró al que había
recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme
a lo que había de comer. Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para
mañana. Más ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello
para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés… Así
comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra
habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de
Canaán”.
Éxodo
16:18-20, 35
También
vemos el concepto de la provisión de cada día cuando Elías visito a la viuda de
Sarepta donde la Escritura dice que nunca se agotó el aceite y la harina y
siempre hubo sustento para el profeta, la viuda y su hijo aun cuando ni
siquiera el rey de Israel Acab tenía para alimentar a sus caballos por causa de
la sequía de 3 años.
“Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina
de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día
en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo
como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de
la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra
que Jehová había dicho por Elías”.
1
Reyes 17:14-16
Por tanto, nosotros sus hijos debemos pedir que cada
día Dios nos provea de lo necesario para vivir, posiblemente no todos seremos
ricos, pero de algo podemos estar seguros, Dios proveerá cada día con seguridad
y como el salmista declararemos: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”, (Salmo 23:1).
Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
La quinta petición es
tan importante como la de pedir a diario nuestro pan y está relacionada con la
salud espiritual y moral. La petición es: perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores. El estudio del griego nos puede
ayudar a acercarnos a su verdadera interpretación. Por un lado la palabra deuda proviene del griego ofeílema (ὀφείλημα), que literalmente significa
alguien que está endeudado. Jesús utiliza esta palabra de deudas para referirse
a pecados porque en el arameo la palabra que se utilizaba tanto para pecado
como para deuda era la misma ya que para los judíos nuestros pecados eran una
deuda moral y espiritual que adquiríamos con nuestro Señor. Por otro lado se encuentra la
palabra perdónanos que proviene del
griego afíemi (ἀφίημι) que puede traducirse
como perdonar, abandonar, echar fuera, salir, dejar, remitir, y en este sentido
se refiere a una clase de perdón que echa fuera todos nuestros pecados para no
ser más recordados, el perdón perfecto. Por ende, en nuestras oraciones
debemos pedir por el perdón de todos nuestros pecados. En el Antiguo Testamento
vamos a encontrar Salmos donde se pide el perdón de Dios (Salmo 25:7; 32:1-5;
38:1-22; 51:1-12; y 130:1-4), también encontramos la confesión de pecados en
algunas oraciones modelos, como la del profeta Daniel (Daniel 9:4-16), la de Nehemías
(Nehemías 1:5-11) y Esdras (Esdras 9:3-15). En el Nuevo Testamento también se
nos exhorta a pedir perdón por nuestras trasgresiones:
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no
hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.
1 Juan
1:9-10
Ahora bien, la oración añade
algo más y es que seamos perdonados como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden. Jesús espera que nosotros sepamos perdonar a todos aquellos que nos
ofenden, de lo contrario como podremos clamar por perdón si nosotros guardamos
odio en contra de alguien que nos ofendió. Con respecto a esto, Jesús relato la
parábola de los dos deudores (Mateo 18:23-35), donde uno debía 10, 000 talentos
y como no podía pagar su señor ordeno quitarle su mujer, hijos y todo lo que
tenía para pagar su deuda, pero éste se postro delante de su señor y le suplico
y se le perdono su deuda por misericordia. Luego pasado los días este encontró
a un consiervo que le debía 100 denarios, y le rogaba que le tuviera paciencia
para que le pudiera pagar, pero el siervo malo no quiso y lo echo en la cárcel.
Esto molesto a los demás consiervos y le contaron a su señor y este molesto
porque el siervo malo no mostro la misma misericordia lo entrego al verdugo.
Esta parábola expresa que así como Dios perdono nuestras ofensas, así también
nosotros debemos perdonar a los que nos ofenden. Nuestra condición espiritual se ilustra en esta parábola
por aquel que fue perdonado de una deuda de 10,000 talentos. Para tener
una mejor idea de lo que representa esta cantidad consideremos lo siguiente: los impuestos anuales pagados por Judea, Galilea, Idumea, Samaria y
Perea sumaban como 800 talentos. Un esclavo, joven y fuerte, valía un talento.
Dice el libro 2 Crónicas 25:6 que Amasías “tomó a sueldo por cien talentos de plata, a
cien mil hombres valientes”. Todo el oro en el arca del pacto
valía menos de 30 talentos (Éxodo 38:24). El punto es que era una cantidad que
jamás podía pagar. Así es la deuda que el hombre debe a Dios. Es una "cantidad" que simplemente no
podía y no puede pagar. Su única esperanza es que Dios le perdone la deuda.
Finalmente, evaluemos el punto de otorgar el perdón.
La oración pide que Dios nos perdone como nosotros perdonamos a los demás;
pero, ¿cuándo es que debemos perdonar? ¿A todos los que nos ofenden? Veamos
como lo enseña la Biblia. En el evangelio según Lucas dice: “Mirad por
vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se
arrepintiere, perdónale”, (Lucas 17:3), es decir, el perdón se debe otorgar cuando el que ha
ofendido se arrepiente. Esta parte en la Biblia muchas veces es mal utilizada
por las personas que dañan a otros diciéndoles a sus ofendidos que deben
perdonar porque así dice la Biblia, y por tanto tienen que seguir aguantando.
Pero esto no es así. El perdón se le otorga a alguien que se arrepiente, y el
arrepentimiento trae un cambio en la actitud, pensamientos y sentimientos. En
Mateo se nos ofrece otro ejemplo de cómo y cuándo se otorga:
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y
repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si
no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres
testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si
no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”.
Mateo
18:15-17
Las palabras “has ganado a tu
hermano" significan que la
persona se arrepintió, pero si no lo hace se tiene que confrontar con testigos
y luego con la iglesia, y si aun así no acepta su culpa, se tiene que tener por
gentil y publicano, es decir, alejarse de él y no recibirlo entre los hermanos.
Por tanto, si alguien nos causa daño o nos ofende, podemos amonestarla por tal
cosa, si ésta lo acepta y se arrepiente, le perdonamos y lo ganamos para que
este en paz con Dios; pero si no, no le podemos otorgar el perdón y deberíamos
solo alejarnos del tal; pero qué significa esto. Debemos odiarlo. En ninguna
manera. Debemos guardar nuestro corazón de toda raíz de odio. Solamente debemos
esperar en Dios que Él pagara a cada uno según su obra.
“Porque él pagará al hombre según su obra, y le
retribuirá conforme a su camino”.
Job
34:11
“Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo
daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo”.
Hebreos
10:30
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino
dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo
pagaré, dice el Señor”.
Romanos
12:19
No nos metas en tentación
La sexta petición está
relacionada con la quinta. Después de pedir que Dios perdone nuestros pecados
Jesús nos enseña a pedirle que nos ayude a no pecar al decir: no nos metas en
tentación. Estas palabras han
dado mucho que comentar en cuanto a la pregunta ¿es Dios el que tienta al
hombre? Para poder responder a esta interrogante podemos
evaluar el significado etimológico de la palabra griega que aquí se traduce
como tentación para tener una mejor idea. La palabra tentación se
traduce de peirasmós (πειρασμός) la cual tiene un
doble significado. Por un lado, cuando se refiere a Satanás la palabra usualmente se traduce
como tentación, pero cuando se usa en
referencia a Dios se traduce prueba. La
Biblia es clara al decirnos que Dios jamás tienta a nadie, sino es una obra del
diablo que seduce nuestra vieja naturaleza para que pequemos.
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte
de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y
seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el
pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.
Santiago
1:13-15
Sin embargo, también es cierto
que Dios permite que el diablo tiente a los justos con el objetivo de
probarlos, tal y como lo hizo con Abraham cuando le pidió que sacrificara a su
hijo: “Aconteció
después de estas cosas, que probó Dios a Abraham…” (Génesis 22:1); probó también a
Job (Job 2), el mismo Jesús fue probado: “Pero vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas”, (Lucas 22:28); el apóstol Pablo fue probado: “sirviendo al Señor
con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las
asechanzas de los judíos”, (Hechos 20:19); y en general todos los cristianos somos y seremos
probados por Dios.
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un
poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,
para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual
aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra
cuando sea manifestado Jesucristo”.
1
Pedro 1:6-7
Ahora bien, el versículo
anterior de 1 Pedro 1:7 nos dice la razón por la cual somos probados: para que nuestra fe crezca Toda prueba de parte de Dios tiene como objetivo moldearnos
y hacernos mejores cristianos cada día, por eso alguien dijo en cierta ocasión
que las pruebas sacan lo mejor de nosotros mismos, pero las tentaciones lo
peor.
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación;
porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha
prometido a los que le aman”.
Santiago
1:12
No obstante, debemos estar
claros que también Dios permitirá que el diablo nos tiente y podemos caer en
sus trampas, por ello debemos orar: no nos metas en tentación. Uno de los nombres que recibe es el Tentador, y ha estado
tentando a la humanidad desde el principio. Tentó a Eva en el Huerto del Edén
(Génesis 3:1), tentó a David a censar al pueblo (1 Crónicas 21:2), tentó a los
ángeles caídos para que abandonaran su propia morada (Judas 6) el Apóstol Pablo envió a Timoteo a Tesalónica
temiendo que “hubiera tentado el tentador” a los
cristianos de ese lugar” (1 Tesalonicenses 3:5). Por
tanto, debemos siempre orar a Dios que nos de la fuerza y nos ayude para que
cuando la tentación venga a nosotros la podamos vencer, por ello Jesús alentó a
sus discípulos a orar ya que el espíritu está dispuesto, pero la carne es
débil.
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el
espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.
Mateo
26:41
La oración es un elemento clave
en la vida del creyente que nos ayudará a resistir al diablo, si lo hacemos así
podremos estar seguros que junto con la tentación siempre vendrá la salida.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea
humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis
resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que
podáis soportar”.
1
Corintios 10:13
Más líbranos del mal
Llegamos a la séptima
y última petición de esta oración modelo: mas líbranos del mal. Muchos la han considerado como
parte de la sexta, sin embargo, la conjunción "más" denota su carácter
individual. Por otro lado la sexta es concluyente al solo pedir que seamos
librados de las tentaciones, una parte del mal, mientras que la séptima pide la
liberación de todo el mal: enfermedades, escasez económica, ataque de hombres
malos, el diablo o cualquier tipo de tragedia. Los cristianos sabemos que
vivimos en un mundo dañado por el pecado y lleno de maldad por tal motivo en
nuestras oraciones debemos pedir por la protección divina. El apóstol Pablo
solía pedirle a Dios que lo guardara de toda obra mala: “Y el Señor me
librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea
gloria por los siglos de los siglos. Amén”, (2 Timoteo 4:18); también decía que Dios tiene poder
de librarnos del poder de las tinieblas: “el cual nos ha librado de la potestad de
las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”, (Colosenses 1:13); y de igual forma el autor de la carta a los Hebreos
dice que Dios nos puede liberar del poder del diablo: “Así que, por
cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo
mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la
muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte
estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”, (Hebreos 2:14-15). En general,
a través de la oración podemos pedir que seamos librados de todo mal que nos
dañe y nos aleje de Dios.
Doxología final
Al final de la oración encontramos la doxología final
de la oración del Padre Nuestro: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Esta solemne parte literaria de
adoración a Dios parece haber sido agregada al texto original, ya que no se
encuentra en los textos más antiguos. Por ejemplo la Vulgata Latina, obra del
cuarto siglo D.C. del erudito Jerónimo no la considera, esto teniendo en cuenta
que el autor era considerado un crítico muy reverencial y conservador como
también competente e imparcial. Muchos creen que fue agregada por motivo a
litúrgicos, como una forma de finalizar la oración glorificando a Dios. Otros
consideran que fue inspirada de una oración que aparece en 1 Crónicas: “Tuya es, oh
Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque
todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh
Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos”, (1 Crónicas 29:11). Sea como sea nos enseña que así
como nuestras oraciones deben iniciar adorando y magnificando el nombre de
nuestro Dios, deben terminar de igual manera. Así finaliza una oración muy
diferente a las judías. No tan extensa y que expresa de manera sencilla la
forma de como Dios desea que los hijos del Reino vivan, por eso Tertuliano, un
padre de la iglesia primitiva la llamo: “el resumen de todo el evangelio”.
Este comentario bíblico me ha servido para prepara una enseñanza a la congregación.
ResponderBorrarQue Dios les siga bendiciendo grandemente.
Muchass gracias, por el tiempo que se tomó para explicar cada petición, que Dios le siga dando sabiduria y lo bendiga
ResponderBorrarHermosa reflexión y muy idificante. Dios siga revelando a su corazón toda verdad para que muchos podamos ser intruidos por su palabra.. nuestro padre Dios siga bendiciendo su vida..
ResponderBorrarMuchas gracias una gran reflexión Dios le diga dando sabiduría y su palabra sea revelada cada dia en su corazón y a si pueda ayudar a muchos a quellos no han llegado al conocimiento pleno de Dios lo siga bendiciendo nuestro Dios altísimo en el nombre de Jesús
ResponderBorrarGracias por esta hermosa y excelente explicación de la palabra de Dios. Bendiciones!!!
ResponderBorrarBien, esta excelente ya que nos ayuda a ser educados y con reverencia bendecir y enaltecer el nombre de Jehova, orar para cada necesidad.
ResponderBorrarMuy excelente reflexión de sabiduría que solo viene el señor el señor los siga usando para la gloria de su nombre y para instruir a su pueblo que hoy más que nunca necesitamos palabra que venga del cielo no filosofías huecas
ResponderBorrarExcelente explicación, muchas gracias!
ResponderBorrarMuchas gracias por esa gran explicación
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ResponderBorrarexcelente analisis de tan bella forma de como comunicarnos con nuestro Padre celestial.
Las publicaciones vuestras son de mucha bendición, amplían mi comprensión de las Escrituras, estoy muy agradecida con vuestro ministerio
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