“Por tanto, nosotros también,
teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso
y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos
por delante”.
Hebreos 12:1 (RV60)
La paciencia
es otra característica del fruto del Espíritu en el creyente. En este versículo
el autor de la carta a los Hebreos compara la vida cristiana con una carrera
donde existe una gran número de testigos que nos observan. Este texto sugiere
la idea de una competencia atlética en un gran anfiteatro. La palabra testigo
en este versículo se traduce del griego
mártus
(μάρτυς), que literalmente significa mártir, y estos testigos o mártires son los héroes de la fe que
aparecen en el capítulo 11 de esta misma carta, los cuales no son simples
espectadores, sino verdaderos ejemplos que inspiran a los corredores. Los
corredores griegos tenían la costumbre de desnudarse antes de la carrera con el
fin de eliminar cualquier peso que pudiera hacerlos menos veloces, de igual
manera, los creyentes debemos despojarnos de todo peso que nos angustie y en
especial del pecado que nos asedia. Esta carrera debe ser corrida con mucha
paciencia ya que no se trata de llegar primero, sino llegar a la meta. La
palabra paciencia en este versículo viene del griego ipomoné (ὑπομονή),
que literalmente significa constancia, resistencia o perseverancia. Por tanto, la
paciencia es esa virtud que nos ayuda a mantenernos constantes y soportar las
situaciones difíciles de la vida. De hecho, la vida cristiana requiere
de constancia en medio de las circunstancias que nos rodea, para no
desanimarnos en medio de las pruebas y desistir de la carrera. Necesitamos desarrollar
la resistencia en medio de las calamidades y así culminar la carrera que
tenemos por delante, de hecho, en varias partes de las Escrituras se visualiza
la vida cristiana como una carrera.
“Pero de ninguna cosa
hago caso ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi
carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar
testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.
Hechos 20:24 (RV95)
Si nos damos cuenta, para el
apóstol Pablo lo más importante era concluir con gozo su ministerio y vida
cristiana, y esto lo compara con una carrera, y para ello estaba dispuesto a
resistir los sufrimientos que le podrían venir en el futuro, y esa capacidad de
resistir es la virtud de la paciencia. Pablo demuestra una vez más ser un
ejemplo de verdadera paciencia al resistir todos los vituperios por la causa de
Cristo y alcanzar la recompensa eterna al culminar su carrera. Esto se
visualiza en su última carta dirigida a Timoteo donde expresa sus grandes
pruebas por las cuales estaba atravesando y de las cuales podemos mencionar
algunas de ellas:
1. Las iglesias de Asia lo
abandonaron: “Ya
sabes que todos los de la provincia de Asia me han abandonado, incluso Figelo y
Hermógenes”, (2 Timoteo 1:15, NVI), una vez la provincia de Asia, y
en especial Éfeso brindo un gran apoyo a Pablo, sin embargo, ahora que estaba
en prisión le daban la espalda y no se interesaba en él, siendo Figelo y
Hermógenes los que conducían esta división.
2. Se enfrentó a personas que
introdujeron herejías en medio de la congregación: “Y sus enseñanzas se extienden como
gangrena. Entre ellos están Himeneo y
Fileto, que se han desviado de la verdad.
Andan diciendo que la resurrección ya tuvo lugar, y así trastornan la fe
de algunos”, (2 Timoteo 2:17-18, NVI). También para esta época la
iglesia estaba siendo atacada por herejías que engañaba y separaba a algunos de
la verdadera doctrina.
3. Sufrió la decepción de
desertores del evangelio: “Pues Demas, por amor a este mundo, me ha abandonado y se ha
ido a Tesalónica. Crescente se ha ido a Galacia y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas
está conmigo”, (2 Timoteo 4:10-11, NVI). La tristeza invadía el
corazón de Pablo al mencionar a su antiguo colaborador Demas que en Filemón 24
y Colosenses 4:14 se menciona entre los colaboradores; pero ahora lo había
abandonado volviendo al pecado.
4. También sus compañeros no lo
respaldaron el día que tuvo su primera audiencia delante de las autoridades
romanas. “En mi
primera defensa, nadie me respaldó, sino que todos me abandonaron. Que no les sea tomado en cuenta”,
(2 Timoteo 4:16, NVI).
5. Aparte de todo esto había
personas que se empeñaban en dañarlo: “Alejandro el herrero me ha hecho mucho daño. El Señor le dará su merecido”, (2
Timoteo 4:14, NVI).
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El Fruto del Espíritu: Paciencia |
Todas estas cosas aunadas al hecho de que Pablo se
encontraba en prisión eran suficientes para desmotivar a cualquier persona y
desistir de la carrera. Al final, él se encontraba en prisión sin recibir la
menor ayuda, unos se habían apartado en pos del pecado, otros lo abandonaron,
no recibió el apoyo cuando tuvo su primera defensa, la iglesia de Asia no
quería saber nada de él, las herejías y enemigos del evangelio estaban atacando
sin compasión. Su único consuelo era Timoteo. Pablo pudo haber escrito en su
epístola a Timoteo las siguientes palabras que a lo mejor oímos de muchos
creyentes desanimados: “Estamos perdidos,
yo aquí me pudro en una cárcel olvidado y despreciado, el evangelio de
Jesucristo es atacado por todos lados y solo tú quedas allá afuera, pero tú
eres muy joven para que te tomen en cuenta, aparte de que eres enfermo del estómago,
débil y tímido. ¡Es nuestro fin!”. Sin embargo, no fue así, su paciencia lo
mantenía aun en la carrera y visualizaba con fe el futuro de la iglesia en su
hijo en la fe, Timoteo:
“Por eso te recomiendo que avives la llama del don de
Dios que recibiste cuando
te impuse las manos… Así que tú, hijo mío, fortalécete por la gracia que tenemos en Cristo Jesús… Pero tú, permanece firme en lo que has aprendido y de lo cual estás
convencido, pues sabes de
quiénes lo aprendiste… En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir
en su reino y que juzgará a los vivos y a los muertos, te doy este solemne
encargo: Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea
o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de
enseñar… Yo, por mi parte,
ya estoy a punto de ser ofrecido como un sacrificio, y el tiempo de mi partida
ha llegado. He peleado la buena
batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de
justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí,
sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida”.
2 Timoteo 1:6; 2:1; 3:14; 4:1-2, 6-8 (BAD)
Es importante desarrollar el fruto
de la paciencia ya que estaremos expuestos a diversidad de pruebas en nuestra
vida cristiana y lo único que nos mantendrá en el camino de la fe es esa
resistencia a las mismas. Esa resistencia ante las adversidades provoca una perseverancia
y la perseverancia nos ayuda a superar cualquier tribulación que se presente,
tal y como lo dice Pablo en Romanos: “En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe,
tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También por medio
de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos
firmes. Así que nos regocijamos en la
esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y no sólo en esto, sino también en
nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia;
la perseverancia (ipomoné, ὑπομονή), entereza de carácter;
la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque
Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha
dado”, (Romanos 5:1-5, NVI). Así que vemos la paciencia es una
virtud que no solo nos ayuda a soportar las prueba con fe y perseverancia, sino
le ayudan al creyente a desarrollar su carácter, y de allí que las pruebas
tengan ese propósito en nuestras vidas.
Propósito de las pruebas
Las pruebas tienen diferentes
propósitos en nuestras vidas. Muchas veces las pruebas vienen con el propósito
de disciplinarnos
o moldear algún aspecto de nuestro carácter para ser mejores instrumentos de su
gloria. Dios como un Padre amoroso está dispuesto a someternos a
disciplina cuando nos desviemos del camino correcto: “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como
a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se
os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois
bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que
nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre
de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos
disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es
provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna
disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después
da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”,
(Hebreos 12:7-11, RV60). Por tanto, cada uno de nosotros tiene que vigilar su
vida, porque si no vivimos de acuerdo con su voluntad, nuestro Padre celestial
nos disciplinara a través de diferentes circunstancias que pueden llegar a
causarnos dolor si no obedecemos a tiempo su llamado a la corrección. Un buen
ejemplo de esto es el profeta Jonás el cual a pesar de que Dios lo había llamado
a predicar a Nínive, se revelo embarcándose rumbo a Tarsis y por eso Dios
levanto una enorme tormenta que por poco hunde el barco donde iba y al final
termino en el vientre de un gran pez por tres días: “Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el
vientre del pez… Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra”,
(Jonás 2:1,10, RV60). Por tanto, lo mejor es que atendamos rápidamente el
llamado de atención de Dios y nos corrijamos, porque de lo contrario nuestro
Padre celestial aplicara la disciplina necesaria para corregirnos.
Otras veces las pruebas pueden venir a
nuestras vidas con el propósito de que aprendamos a depender de su gracia.
Por ejemplo, Pablo tenía una enfermedad por la cual había orado 3 veces, pero
Dios no quiso sanarlo, sino que decidió dejársela para que el apóstol no se le
olvidara su dependencia de Dios y no se engrandeciera más de lo necesario por
la grandeza de su ministerio: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase
desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que
me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres
veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me
gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de
Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas,
en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil,
entonces soy fuerte”, (2 Corintios 12:7-10, RV60). En algunas
ocasiones pueden ocurrir situaciones difíciles que Dios permite, pero, aunque
no lo entendamos, debemos tomar ventaja de ellas para acercarnos más a Cristo y
así su poder se glorificara más en nuestro espíritu quebrantado.
En otras ocasiones las pruebas vienen a nuestra vida
con el propósito de convertirse en desiertos espirituales que tiene como fin
formar nuestro carácter y prepararnos para el futuro. Muchas veces estas pruebas se
alargan convirtiéndose figurativamente en verdaderos desiertos espirituales y
para cruzarlos definitivamente necesitamos paciencia. Muchos de los grandes
líderes que encontramos en la Biblia cruzaron por desiertos antes de desempeñar
la misión que Dios les había delegado. Así vemos que Moisés pasó 40 años en el
desierto donde aprendió a ser un hombre humilde y obediente antes que Dios lo
llamara a ser el libertador de su pueblo, David huyó al desierto cuando Saúl lo
quería matar y allí aprendió a confiar en Dios y desarrolló su pericia militar
antes de ser rey de Israel, los profetas con frecuencia pasaban un tiempo en el
desierto antes de emerger con un mensaje, Juan el Bautista, el precursor del
Señor Jesús, fue preparado por Dios en un desierto, Pablo se dirigió al
desierto de Arabia antes de entregarse a su obra apostólica. Respecto a esto
Jeff Caliguere nos dice: “Al dejar que sus desiertos lo moldeen, desatará y
descubrirá una nueva habilidad para llevar fruto que permanezca, y entonces,
como Pablo, desarrollará la habilidad de soportar los altibajos de la vida con
confianza y esperanza”. Los desiertos espirituales desarrollaran en nosotros
nuevas cualidades para nuestro bien, sin embargo, necesitamos atravesarlos y no
desistir a la mitad del camino, y para ello necesitamos paciencia sabiendo que
Dios tiene un plan especial para nosotros: “Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que
le aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan”,
(Romanos 8:28, BLS), así que, cualquier sufrimiento por la causa de Cristo
tendrá una gran recompensa en los que perseveren hasta el final: “Pues los
sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna
que vale muchísimo más que todo sufrimiento”, (2 Corintios 4:17,
BAD). En la medida que pasamos por diferentes pruebas y las vencemos nuestro
carácter se vuelve más fuerte, nuestra fe crece y nos capacita para ser mejores
instrumentos en sus manos a tal punto de desarrollar las cualidades de
liderazgo que podamos necesitar para desempeñar nuestro ministerio con éxito.
Por tanto, Dios permitirá las pruebas en nuestra vida con el fin de formar
nuestro carácter y prepararnos para ser mejores siervos en su obra, y por ello
Rick Warren dice:
“La meta final de Dios para tu vida sobre la tierra no es la comodidad, sino el
desarrollo de tu carácter”, (Rick Warren). Así que, vemos como la
paciencia nos ayuda a soportar y perseverar en medio de las dificultades
cristianas, y como las pruebas que atravesamos moldean nuestro carácter y
perfeccionan nuestra fe.
La Paciencia con nuestros semejantes
“con toda humildad y
mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”.
Efesios 4:2 (RV60)
En la
Biblia encontramos otra palabra en griego para referirse a la paciencia y es: Makrozumía (μακροθυμία) lo cual literalmente significa “lejos de enojarse”. En este sentido su
uso se aplica a la paciencia que se debe tener respecto a sus semejantes. Crisóstomo
la describe como el
espíritu que tiene poder para vengarse, pero no se venga. Makrozumía
es el espíritu que soporta los insultos y las injurias sin amargura ni
queja. “Por lo tanto,
como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de afecto entrañable y de bondad,
humildad, amabilidad y paciencia (Makrozumía, μακροθυμία)
de modo que se
toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen
también ustedes”
(Colosenses 3:12-13, NVI). La Biblia nos exhorta a ser pacientes los
unos a los otros en cuanto al trato personal a través de un verdadero amor,
bondad y humildad. Nos enseña a perdonar las ofensas de los demás, así
como Jesús nos perdonó todas nuestras transgresiones. Efesios 4:2 nos pide ser
humildes y mansos. Estas fueron las actitudes que demostró Jesús cuando estuvo
en la tierra. Se trata de actitudes que no afloran naturalmente, sino que deben
cultivarse con la determinación de colocar al otro por sobre uno mismo. Sólo el
Espíritu Santo puede darnos la capacidad de actuar de este modo con los demás
en forma constante. El texto nos dice: soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.
La palabra “sopórtense”
proviene del griego anéjomai (ἀνέχομαι)
y se utiliza en el sentido de sobrecargar o sobrellevar; no obstante, el uso
que Pablo le da a este vocablo tiene una connotación positiva. Denota la idea
de ser
paciente frente a las debilidades de los demás, es decir, aprender a
sobrellevar las debilidades de otros. A menudo le pedimos a Dios que
tenga paciencia con nuestras debilidades, sin embargo, no ejercemos este mismo
tipo de paciencia con los demás. Ahora, lo que nos permite conocer mejor el
sentido de esta palabra es el hecho de que el Nuevo Testamento se la aplica
repetidas veces a Dios: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y
longanimidad (Makrozumía), ignorando que su benignidad te guía al
arrepentimiento?”, (Romanos 2:4, RV60). Si Dios hubiera sido un
hombre, habría “perdido la paciencia”
con el mundo por su desobediencia hace mucho tiempo. El cristiano debe tener
con sus semejantes la paciencia que Dios ha tenido con él innumerables veces,
sabiendo sobrellevar las imperfecciones de sus semejantes con gran paciencia.
Este tipo de paciencia nos
ayuda a controlar los efectos de la ira. Somos seres humanos vulnerables y por
tanto a veces nos dejamos arrastrar por nuestras emociones; especialmente por
la ira. El manejo de la ira es un tópico importante. De acuerdo con la
estadística se sabe que el 50% de la gente que acude para consejería, tuvo
problemas con el manejo de su ira. La ira puede dañar la comunicación, romper
las relaciones, y arruinar tanto el gozo como la salud de muchos. Y con mucha
frecuencia la gente tiende a justificar su enojo, en vez de aceptar la
responsabilidad por él. Hay un tipo de ira que la Biblia llama “justa indignación”, pero ésta no debe
ser confundida con la ira humana. Pero veamos primero lo que dice la Biblia
acerca de la ira.
1.
Nos impulsa a pecar: “Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto
conduce al mal”, (Salmo 37:8, BAD).
2. La ira ofende a Dios por cuanto
es un pecado: “No
entristezcan al Espíritu Santo de Dios; éste es el sello con el que ustedes
fueron marcados y por el que serán reconocidos en el día de la salvación”,
(Efesios 4:30, BLA).
3.
Es un pecado que debemos abandonar: “Pero ahora dejad
también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras
deshonestas de vuestra boca”, (Colosenses 3:8, RV60).
Como
seres humanos estamos sujetos a diferentes emociones incluyendo el enojo, sin
embargo, el deseo de Dios no es que, no nos enojemos, sino que no dejemos que
la ira controle nuestras vidas y nos impulse a actuar de manera inadecuada: “Si se enojan, no
permitan que eso los haga pecar. El enojo no debe durarles todo el día”,
(Efesios 4:26, BLS). Ahora bien, las Sagradas Escrituras nos dan algunos
consejos para contrarrestar la ira:
a) Primeramente, reconocer
nuestra conducta impulsiva e iracunda como un verdadero problema: “El que oculta sus
pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará
misericordia”, (Proverbios 28:13, RV95). Si no lo reconocemos como
problema jamás cambiaremos.
b)
Hay que reconocer que todas las pruebas y dificultades
vienen a nuestra vida con el fin de desarrollar la paciencia: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os
halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
paciencia”, (Santiago 1:2-3, RV60).
c)
Dejar lugar a la ira de Dios, aun en los casos de extrema
injusticia, y no ser nosotros los que tomemos la venganza en nuestras propias
manos: “No os
venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”,
(Romanos 12:19, RV60).
d) Combatir el mal con el bien no
devolviendo mal con mal: “No se dejen vencer por el mal. Al contrario, triunfen sobre
el mal, haciendo el bien”, (Romanos 12:21, BLS), pero cómo hacerlo:
orando hasta por nuestros enemigos.
Comunicándonos
para resolver el problema pensando bien lo que vamos a decir: “La
prudencia consiste en refrenar el enojo, y la honra, en pasar por alto la
ofensa”, (Proverbios
19:11, DHH).La paciencia de Job
“He aquí, tenemos por bienaventurados a los
que sufren. Habéis oído de la paciencia (ipomoné, ὑπομονή) de Job, y habéis visto el fin del Señor, que
el Señor es muy misericordioso y compasivo”.
Santiago 5:11 (RV60)
El
libro
de Job se caracteriza por su estilo poético y en
cuanto a quien es su autor se sugieren a Moisés, Eliú,
Esdras, Salomón entre otros. Ahora bien, el libro registra que Job vivió en un lugar llamado Uz nombre que deriva de uno de
los descendientes de Sem (1 Crónicas 1:17) y de acuerdo con el relato bíblico
de los pueblos que allí aparecen parece que estaba ubicada cerca de la tierra
de los sabeos y los caldeos. Al observar las ciudades donde vivían los
amigos de Job, podría ubicarse Uz entre el desierto de Siria en Arabia y no
lejos de Edom. No olvidemos que Moisés vivió 40 años en Madían por lo que, si
él fue el autor de este libro, posiblemente conoció la historia de Job durante
este periodo. En el Talmud, los rabinos judíos afirman
que Moisés fue el autor de Job. Este libro nos
presenta una cara diferente del sufrimiento y lo primero que podemos aprender
es la influencia de Satanás en los padecimientos humanos. También nos enseña que Dios tiene un propósito en cada prueba que
viene a nuestras vidas y a través del ejemplo de Job podemos aprender cómo
superarlas con paciencia. El libro comienza enseñándonos que Job
era un padre piadoso, no dañado por la prosperidad, que ministraba como el
sacerdote de toda su familia; sin embargo, un día Satanás pidió permiso a Dios
para probar su fidelidad a lo cual el Señor accedió con la limitante de que su
vida no le fuera tocada.
“Hubo en tierra de Uz
un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y
apartado del mal… Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo
Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo
a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la
tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le
has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus
manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema
contra ti en tu misma presencia. Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que
tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de
delante de Jehová”.
Como resultado Satanás arrojo su primer ataque en
contra de Job, no obstante, éste retiene su integridad.
“Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en
casa de su hermano el primogénito, y vino un mensajero a Job, y le dijo:
Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, y acometieron
los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente
escapé yo para darte la noticia. Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que
dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y
los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. Todavía estaba éste
hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y
arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a
filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. Entre tanto que
éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y
bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; y un gran viento vino del
lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre
los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia”.
Job 1:13-19 (RV60)
En pocos
segundos Job se encontró con la realidad de la pérdida completa de todos sus
bienes, estaba en banca rota y sus hijos estaban muertos, sin embargo, Job no
atribuyó ningún despropósito a Dios: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su
cabeza, y se postró en tierra y adoró y dijo: Desnudo salí del vientre de mi
madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de
Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito
alguno”, (Job 1:20-22, RV60). Al fallar Satanás en su primer
intento de flaquear la fe de Job a través de quitarle todos sus bienes
materiales e hijos, pide una segunda oportunidad la cual le es concedida y esta
consistía en invadir todo su cuerpo con una enfermedad maligna que lo
atormentara de día y de noche.
“Y Jehová dijo a
Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra,
varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía
retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo
arruinara sin causa? Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo
lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su
hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y
Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; más guarda su vida.
Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna
maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza”.
Job 2:4-7 (RV60)
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La paciencia de Job |
A partir de aquí las pruebas no
faltan y una tras otra buscan acabar con su paciencia para destruir su fe,
éstas fueron:
1. Su enfermedad lo atormentaba
día y noche: “Y Job,
sentado en medio de las cenizas, tomó un pedazo de teja para rascarse
constantemente”, Job 2:8 (NVI).
2. El consejo blasfemo de su
esposa: “Su
esposa le reprochó ¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y
muérete!”, Job 2:9 (NVI), sin embargo, retuvo su integridad: “Job le respondió: Mujer,
hablas como una necia. Si de Dios
sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo? A pesar de todo
esto, Job no pecó ni de palabra”, Job 2:10 (NVI).
3. La llegada de los tres amigos
de Job y los siete días de silenciosa dolencia: “Tres amigos de Job se enteraron de todo el mal
que le había sobrevenido, y de común acuerdo salieron de sus respectivos
lugares para ir juntos a expresarle a Job sus condolencias y consuelo. Ellos
eran Elifaz de Temán, Bildad de Súah, y Zofar de Namat… y durante siete días y
siete noches se sentaron en el suelo para hacerle compañía. Ninguno de ellos se
atrevía a decirle nada, pues veían cuán grande era su sufrimiento”,
Job 2:11,13 (NVI), y esto por poco agota su paciencia de tal manera que
comienza a quejarse: “Después de esto, Job rompió el silencio para maldecir el día
en que había nacido”, (Job 3:1, NVI). Esto nos muestra que a veces
la angustia y presiones excesivas pueden arrastrarnos a quejarnos de las circunstancias, pero
nunca maldijo a su Creador.
4. Sus amigos lo recriminan y lo
acusan injustamente de tener pecados ocultos los cuales, según ellos, eran la
causa de todos sus males y por eso Dios lo estaba castigando ya que creían que
era imposible que un justo padeciese así. Sin embargo, Job defiende su
integridad (Job 4-31).
Sus tres amigos acusan
injustamente a Job, veamos en qué consistía el discurso de cada uno de ellos:
Elifaz y la experiencia.
Elifaz es el primero en tomar
la palabra: “Entonces
respondió Elifaz temanita, y dijo: Si probáremos a hablarte, te será molesto;
pero ¿quién podrá detener las palabras? He aquí, tú enseñabas a muchos y
fortalecías las manos débiles; al que tropezaba enderezaban tus palabras, y
esforzabas las rodillas que decaían. Más ahora que el mal ha venido sobre ti,
te turbas. ¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la
integridad de tus caminos? Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido? Y ¿en
dónde han sido destruidos los rectos? Como yo he visto, los que aran
iniquidad y siembran injuria, la siegan”, (Job 4:1-8, RV60).
Asimismo: “Yo
he visto al necio que echaba raíces, y en la misma hora maldije su
habitación” (Job 5:3, RV60). También dijo: “Escúchame; yo te mostraré, y te contaré lo que
he visto”, (Job 15:17, RV60). De acuerdo con sus palabras Yo he visto,
podemos concluir que Elifaz era una persona que basaba sus
juicios en su experiencia. El creía que basado en lo que
había vivido podía establecer reglas para juzgar cualquier situación. En su
experiencia Elifaz había visto como el fin de los impíos era malo y que los
justos vivían confiadamente. El creía que la razón por la cual Job estaba
sufriendo era porque existía pecado oculto ya que nunca había visto a un
verdadero justo sufrir. Pero ¡cuán equivocado estaba! Nosotros no podemos
juzgar una situación basada en otras ya que cada una es diferente y tiene sus
propios ingredientes, aparte de que nuestra capacidad de percepción no es
infalible.
Bildad y los dichos antiguos.
Bildad es el segundo en hablar
y su
juicio está basado en los dichos y consejos de los antiguos: “Porque pregunta
ahora a las generaciones pasadas, y disponte para inquirir a los
padres de ellas; pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos, siendo
nuestros días sobre la tierra como sombra. ¿No te enseñarán ellos, te
hablarán y de su corazón sacarán palabras?” (Job 8:8-10, RV60).
Los argumentos de Bildad están apoyados en los consejos de antiguos sabios. Basado en esto Bildad también
cree que la razón por la cual Job se encuentra sufriendo es porque tiene
pecados ocultos ya que según él: “He aquí, Dios no aborrece al perfecto, ni apoya la mano de
los malignos”, (Job 8:20, RV60). Aunque
podemos encontrar buenas sugerencias en los dichos de los sabios, debemos
recordar que estos no son infalibles, ya que al final son hombres limitados
como nosotros. Pudiera ser que la percepción de estos no sea aplicable para todas las
situaciones de la vida o que simplemente no hayan considerado todas las posibilidades.
En este caso sus fuentes de información no consideraban la idea de que un justo
pudiera sufrir.
Zofar y el legalismo.
Consideremos ahora el discurso
de Zofar naamatita para entender el fundamento de su opinión: “¡Oh, quién diera
que Dios hablara, y abriera sus labios contigo, y te declarara los secretos de
la sabiduría, que son de doble valor que las riquezas! Conocerías entonces que
Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece”, Leemos
también: “Si tú
dispusieres tu corazón, y extendieres a él tus manos; si alguna iniquidad
hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more en tu casa
la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte,
y nada temerás”, (Job 11:5-6; 13-15). Por la dureza de sus palabras
podemos ver a una persona legalista. Al observar la terrible
situación de Job, Zofar lejos de mostrar misericordia fue duro al emitir juicio
sobre él. Cuantas personas son como Zofar los cuales bajo una apariencia de
piedad se dedican a criticar duramente los errores de los demás, sin considerar
que ellos mismos son también seres imperfectos. Lejos de consolar y exhortar
para que estos vuelvan de su error solo los condenan haciéndoles sentir
miserables e indignos, y muchas veces, como en el caso de Job, juzgan basados
en las apariencias, atribuyéndoles pecados que ni si quieran han cometido.
Al final, tanto la experiencia como el apoyarse en la
sabiduría de los antiguos sabios
y el legalismo fallaron. Estos tres hombres estaban lejos de comprender la
situación bajo la perspectiva de Dios por ello nosotros debemos buscar siempre
la dirección divina por medio de sus Escrituras para actuar correctamente. Al
considerar las duras críticas de sus amigos podemos ver como el libro de Job
nos enseña el valor de la paciencia. La paciencia ayudo a Job a mantener su
integridad y no caer en la trampa de Satanás, aun en medio de las
circunstancias más difíciles e injustas. Es importante considerar que,
a pesar de su paciencia, Job no era un muñeco de yeso que soportaba
estoicamente los sufrimientos.
En segundo lugar, vemos como el
sufrimiento prolongado y la incertidumbre de no saber la razón de sus
sufrimientos lo llevo a un punto de quejarse y demandar una repuesta del Señor,
sin embargo, nunca lo hace de una manera arrogante. Para enfrentar su dura condición, Job decide hacer un inventario de su situación pasada y aceptar su
actual condición, contrario a muchas personas que cuando enfrentan situaciones
similares viven quejándose, amargándose con los recuerdos del pasado y entran
en depresión, buscan huir de la realidad a través de pastillas, entregándose a
la depresión, refugiándose en el alcohol o en las drogas.
“¡Y ahora resulta que
de mí se burlan jovencitos a cuyos padres no habría puesto ni con mis perros
ovejeros! … ¡Y ahora resulta que soy tema de sus parodias! ¡Me he vuelto su
hazmerreír! Les doy asco, y se alejan de mí; no vacilan en escupirme en la
cara. Ahora que Dios me ha humillado por completo, no se refrenan en mi
presencia. A mi derecha, me ataca el populacho; tienden trampas a
mis pies y levantan rampas de asalto para atacarme”.
Job 30:1, 9-12 (NVI)
La frase “Y ahora” introduce el lamento de
Job sobre su actual situación versus su antigua prosperidad. Después de ser una persona respetada ahora hasta los jóvenes se
burlaban de su mal y es visto como alguien despreciable. Su
sufrimiento es tal que los siguientes versículos lo expresan de la siguiente
manera:
“Y ahora la vida se
me escapa; me oprimen los días de sufrimiento. La noche me taladra los huesos;
el dolor que me corroe no tiene fin. Como con un manto, Dios me envuelve con su
poder; me ahoga como el cuello de mi ropa. Me arroja con fuerza en el fango, y
me reduce a polvo y ceniza. A ti clamo, oh Dios, pero no me respondes; me hago presente,
pero tú apenas me miras. Implacable, te vuelves contra mí; con el poder de tu
brazo me atacas”.
Job 30:16-21 (NVI)
Con estas palabras Job describe su agotamiento físico y emocional debido a sus días de
aflicción y compara los terribles efectos de su sufrimiento y enfermedad con
ser estrangulado con poderosa violencia. Irónicamente, Job declara
su frustración con Dios casi tan directamente como cuando expreso su confianza
en su Redentor, lo compara con un villano que lo estrangula y lo arroja al
fango sin ninguna consideración hasta humillarlo completamente. Job clama a
Dios en medio de su martirio, pero no obtiene respuesta. A continuación, Job se dispone a realizar un inventario moral como una forma de decirle
a Dios que era injusto el trato que estaba recibiendo. El alega
nunca haber estado involucrado en los siguientes pecados:
1.
Lujuria (“Yo había convenido con mis ojos no mirar con lujuria a
ninguna mujer”, Job 31:1, NVI).
2. Falsedad y engaño (“Si he andado en
malos pasos, o mis pies han corrido tras la mentira, ¡que Dios me pese en una
balanza justa, y así sabrá que soy inocente!”, Job 31:5-6, NVI).
3. Opresión a los esclavos (“Si me negué a
hacerles justicia a mis siervos y a mis siervas cuando tuvieron queja contra
mí, ¿qué haré cuando Dios me llame a cuentas? ¿qué responderé cuando me haga
comparecer? El mismo Dios que me formó en el vientre fue el que los formó
también a ellos; nos dio forma en el seno materno”, Job 31:13-15,
NVI).
4. Maltrato a los pobres, abuso o
abandono a las viudas y huérfanos. (“Jamás he desoído los ruegos de los pobres, ni he dejado que
las viudas desfallezcan; jamás el pan me lo he comido solo, sin querer
compartirlo con los huérfanos. Desde mi juventud he sido un padre para ellos; a
las viudas las he guiado desde mi nacimiento. Si he dejado que alguien muera
por falta de vestido, o que un necesitado no tenga qué ponerse; si éste no me
ha bendecido de corazón por haberlo abrigado con lana de mis rebaños; o si he
levantado contra el huérfano mi mano por contar con influencias en los
tribunales, ¡que los brazos se me caigan de los hombros! ¡que se me zafen de
sus articulaciones!”, Job 31:16-22, NVI).
5. Confiar en las riquezas más que
en Dios. (“¿Acaso
he puesto en el oro mi confianza, o le he dicho al oro puro: En ti confío? ¿Me
he ufanado de mi gran fortuna, de las riquezas amasadas con mis manos?,
Job 31:25-26, NVI).
6. Alegrarse de las desgracias de
otros incluyendo a sus enemigos (“¿Acaso me he alegrado de la ruina de mi enemigo? ¿Acaso he
celebrado su desgracia? ¡Jamás he permitido que mi boca peque pidiendo que le
vaya mal!”, Job 31:29-30, NVI).
7. Adorar a dioses falsos (“¿He admirado acaso
el esplendor del sol o el avance esplendoroso de la luna, como para rendirles
culto en lo secreto y enviarles un beso con la mano? ¡También este pecado
tendría que ser juzgado, pues habría yo traicionado al Dios de las alturas!”,
Job 31:26-28, NVI).
8. Hipocresía. (“Jamás he ocultado
mi pecado, como el común de la gente, ni he mantenido mi culpa en secreto,
por miedo al qué dirán. por miedo al desprecio de mis parientes”,
Job 31:33-34, NVI).
Con estas palabras Job termina
su soliloquio (monólogo) afirmando su inocencia y demandándole a Dios una
respuesta por lo que lo invita a un juicio de donde cree que saldrá victorioso.
Pero está a punto de darse cuenta de que las cosas no son como cree: “¡Cómo quisiera que
Dios me escuchara! Estampo aquí mi firma; que me responda el Todopoderoso. Si
él quiere contender conmigo, que lo haga por escrito”, (Job 31:35, NVI).
Nuestra vulnerable humanidad queda clara en la historia
de Job, tanto sufrimiento nos puede en ocasiones impulsar a dudar de la
fidelidad de Dios, a quejarnos y exigir respuestas, pero nunca debemos hacerlo
con arrogancia y es allí donde necesitamos la paciencia que se traduce en la
resistencia para no abandonar la fe en el Señor. El mayor peligro de los
sufrimientos es el abandonar a Dios o negar su existencia. Job estaba
siendo atormentado por su enfermedad, el desprecio de su esposa, el dolor por
la pérdida de sus hijos y sus bienes, y encima de todo eso sus amigos lanzaban
constantes acusaciones en contra de él, debieron crear una situación
insoportable; pero al final cuando todo parecía no tener un buen final se
deslumbro una luz ya que el Señor comienza a responderle todas sus
interrogantes y lo hace a través de un joven llamado Eliú. Dios jamás nos
dejara que seamos consumidos por un problema, si no, traerá su ayuda a nuestras
vidas justo antes que las fuerzas nos abandonen. Por eso Pablo dijo: “Ustedes no han
pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes
confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden
soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la
manera de salir de ella, para que puedan soportarla”, (1 Corintios
10:13, DHH). Nunca seremos probados más allá de nuestra fuerza, toda prueba es
humanamente soportable y Dios nos dará la salida juntamente con ella. Cuando
las fuerzas de Job estaban casi aniquiladas el Señor comienza a responderle
todas sus interrogantes y lo hace a través de un joven llamado Eliú. Este joven
resume la situación de Job tal y como él la percibe. Luego lo encara al decirle
que no ha sido justo en atacar a Dios, Eliú va a la raíz del problema de Job: el
tratar a Dios como si fuera igual. A lo mejor hay situaciones que no
comprendemos y algunas nos parecerán injustas, pero no debemos poner en tela de
juicio la soberanía de Dios, ya que jamás lo igualaremos en su eterna sabiduría
porque “Dios es
más grande que los mortales”, (Job 33:12, NVI). Eliú se pregunta: “¿Por qué le echas
en cara que no responda a todas tus preguntas?” (Job 33:13, NVI). El
hecho de que el ser humano no comprenda las acciones de Dios, no le da derecho
para acusarlo de ser indiferente ante el sufrimiento y la injusticia: “¿Pero quién puede
condenarlo si él decide guardar silencio? ¿Quién puede verlo si oculta su
rostro? Él está por encima de pueblos y personas”, (Job 34:29, BAD).
El libro de Job revela un principio muy importante: Dios
permite que los problemas vengan a nuestra vida no solamente por causa del
pecado, sino para perfeccionar nuestro carácter. El discurso de Eliú sobre la grandeza de Dios
y su soberanía majestuosa sobre la naturaleza (Job 36-37) sirve como un
preludio al clímax del libro: la respuesta del mismo Dios a Job (Job 38-42). En
su discurso, el Señor reta a Job a responder a sus preguntas: “Prepárate a hacerme
frente; yo te cuestionaré, y tú me responderás”, (Job 38:3, NVI). El
Todopoderoso le exige a Job que le responda: ¿Dónde estabas cuando puse las bases de la
tierra? ... ¿Quién encerró el mar tras sus compuertas cuando éste brotó del
vientre de la tierra?... ¿Alguna vez en tu vida le has dado órdenes a la
mañana, o le has hecho saber a la aurora su lugar, para que tomen la tierra por
sus extremos y sacudan de ella a los malvados?... ¿Te han mostrado los umbrales
de la muerte?... ¿Has llegado a visitar los depósitos de nieve de granizo…?...
¿Ha engendrado alguien las gotas de rocío?... ¿Acaso puedes atar los lazos de
las Pléyades, o desatar las cuerdas que sujetan al Orión?... ¿Conoces las leyes
que rigen los cielos?... ¿Sabes cuándo los íbices tienen sus crías? ¿Has visto
el parto de las gacelas?... ¿Le has dado al caballo su fuerza?... ¿Eres tú
quien lo hace saltar como langosta, con su orgulloso resoplido que infunde
terror?... ¿Es tu sabiduría la que hace que el halcón vuele y que hacia el sur
extienda sus alas?... ¿Corregirá al Todopoderoso quien contra él contiende?,
(Job 38-39; 40:2, NVI). Ante tal sabiduría ¿quién podría contradecir
al Todopoderoso y decirle que se ha equivocado? ¡Al fin Job entendió!
Después de escuchar a Dios, Job se
dio cuenta que había pronunciado “Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía”,
(Job 42:3, RV60). La palabra hebrea que se tradujo comprender (yada, יָדַע) implica mucho más que acumular información. Sugiere un
conocimiento íntimo de las cosas que viene de la experiencia personal. Es más Job
estaba admitiendo que todos sus discursos habían sido solo palabrerías, que no
sabía realmente lo que estaba diciendo y ciertamente no de la manera que Dios
sabe: “De
oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos. Por
tanto, me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento en polvo y ceniza”,
(Job 42:5-6, NVI). Job quedó conforme al
saber que sus sufrimientos eran parte de los propósitos de Dios, aun cuando no los
comprendía en su mente finita. Hay una historia muy interesante que retrata
esta enseñanza. Un día Agustín de Hipona se paseaba por la playa y en su mente
estaba una pregunta constante que lo atormentaba: Si Dios existe por qué existe
el diablo, por qué hay tanto sufrimiento y maldad. Obviamente no tenía las
respuestas a ello. Mientras deambulaba a la orilla de la playa en esta lucha
intelectual en su mente encontró a un niño que había cavado un pequeño hoyo y Agustín
de Hipona le pregunto “¿qué haces?”, el niño le respondió: “estoy tratando
de meter el mar en este agujero”, a lo que el maestro replicó: “niño tonto cómo
quieres meter la inmensidad del mar en ese hoyo pequeñito”, el niño
le respondió: “de
la misma manera cómo tú quieres meterte la inmensa sabiduría del Altísimo en tu
pequeña cabecita”. No tenemos
todas las respuestas ni la sabiduría que Dios posee para comprender lo que nos
pasa. Sin embargo, el libro de Job nos muestra que siempre hay un propósito
divino aun en las circunstancias más dolorosas de nuestra vida. Pero
necesitamos tener paciencia combinada con fe para no desmayar y alcanzar los
propósitos de Dios. Al final Dios restauro la vida de Job, su carácter
fue perfeccionado al conocer mejor a su Señor y las recompensas a su fe y
paciencia fueron grandes. El comprendió que el Señor era Justo en todos sus
caminos. Lo exalto delante de los que lo
acusaron injustamente:
“Después de haberle
dicho todo esto a Job, el Señor se dirigió a Elifaz de Temán y le dijo: “Estoy
muy irritado contigo y con tus dos amigos porque, a diferencia de mi siervo Job,
lo que ustedes han dicho de mí no es verdad. Tomen ahora siete toros y siete carneros,
y vayan con mi siervo Job y ofrezcan un holocausto por ustedes mismos. Mi
siervo Job orará por ustedes, y yo atenderé a su oración y no los haré quedar
en vergüenza. Y conste que, a diferencia
de mi siervo Job, lo que ustedes han dicho de mí no es verdad. Elifaz de Temán,
Bildad de Súah y Zofar de Namat fueron y cumplieron con lo que el Señor les
había ordenado, y el Señor atendió a la oración de Job”.
Job 42:7-9 (NVI)
También Dios lo prospero más
que al principio:
“Cuando Job hubo
orado por sus amigos, Jehová le quitó la aflicción; y aumentó al doble todas
las cosas que habían sido de Job. Todos sus hermanos, todas sus hermanas y
todos los que antes lo habían conocido vinieron a él y comieron pan con él en
su casa. Se condolieron de él, lo consolaron de todo aquel mal que Jehová había
traído sobre él y cada uno le dio una moneda de plata y un anillo de oro.
Jehová bendijo el postrer estado de Job más que el primero, porque tuvo catorce
mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. También tuvo
siete hijos y tres hijas. A la primera le puso por nombre Jemima; a la segunda,
Cesia, y a la tercera, Keren-hapuc. Y no había en toda la tierra mujeres tan
hermosas como las hijas de Job, a las que su padre dio herencia entre sus
hermanos. Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a
los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. Job murió muy anciano,
colmado de días”.
Job 42:10-17 (RV95)
Por tanto, debemos mantenernos
firmes, esperando pacientemente en medio de las diferentes pruebas, consientes
que habrá situaciones que nos harán sufrir que quizá jamás comprenderemos el
porqué de algunas de ellas, pero jamás debemos cuestionar la soberanía y
sabiduría de Dios ya que Él tiene el control de todo y al final nuestra fe será
recompensada. Bien lo confirman las Escrituras diciendo que los padecimientos
de los justos no son en vano: “Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza,
porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que
Dios ha prometido a los que lo aman”, (Santiago 2:12, DHH).
Dios me los Bendiga mis hermanos ha sido de gran ayuda su estudio
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