“Le escribí las grandezas de mi ley, y fueron
tenidas por cosa extraña”.
Oseas 8:12
INTRODUCCIÓN
La Biblia es el libro más antiguo
que ha sido traducido a miles de idiomas y dialectos alrededor del mundo, su
popularidad en muchas naciones es grande y podemos encontrar un volumen en
muchas casas. Sin embargo, esto no significa que sea realmente conocido y
obedecido. Los israelitas tuvieron el privilegio de ser los primeros en recibir
las leyes y escritos de Dios, lamentablemente no lo valoraron lo cual se deja
ver en su desobediencia a la palabra escrita. En este versículo el profeta
Oseas declara las palabras del mismo Dios en cuanto a lo que realmente le
ofreció a su pueblo a través de las Sagradas Escrituras y el trato que estos le
dieron.
La grandeza de su palabra |
I. SU AUTOR.
“Le escribí…”
En primer lugar encontramos al autor
de este volumen sagrado: Dios. Sus mismas páginas dan testimonio de ello: “Le escribí…”
Si bien es cierto, Dios es el autor de la Biblia, sin embargo, también utilizo
para redactarla alrededor de 40 hombres, de diferentes clases sociales e
intelectuales, en diferentes épocas, con diferentes estilos literarios, en
diferentes circunstancias. Entre ellos encontramos reyes, sacerdotes,
estadistas, coperos, pescadores, médicos, bueyeros, profetas, músicos, escribas
entre otros.
“Porque nunca la profecía fue traída por
voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados
por el Espíritu Santo”.
2 Pedro 1:21
Si bien es cierto cada libro de la
Biblia fue escrito por un hombre mortal, este lo hizo por inspiración del
Espíritu Santo haciendo a Dios el principal Autor de esta maravillosa obra.
Como lo dice aquí: Le escribí, las Sagradas Escrituras expresan la
palabra de Dios, los sentimientos, ordenanzas y estatutos de su propio corazón.
No se trata de un libro más, o el registro histórico o mitológico de los
judíos, se trata de una palabra viva que proviene del mismo Creador.
II. LA GRANDEZA DE SU CONTENIDO.
“… las grandezas de mi ley…”
En segundo lugar el texto denota la
grandeza de este contenido. A lo largo de la historia han llegado a calificar
como grandes escritores a diferentes autores que por la magnitud de su obra
literaria llegaron a ganarse este título. Sin embargo, si hay alguien que
merece este título es Dios, si hay alguna obra literaria que merezca el mayor
grado de excelencia entre todas es la Biblia. Por ello el Señor dijo: Le escribí las
grandezas de mi ley. El Salmo 119 es un poema hebreo escrito en
honor a la grandeza de la palabra de Dios y entre sus versículos expresa en qué
consiste su grandeza:
“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es
ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus
mandamientos, porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he
entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he
entendido, porque he guardado tus mandamientos; de todo mal camino contuve mis
pies, para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, porque tú me
enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar
tus palabras! más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido
inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira”.
Salmo 119:97-104
Su grandeza radica en que presenta a
Jesús como la revelación del Dios verdadero y el medio de salvación:
“Escudriñad las Escrituras; porque a
vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan
testimonio de mí”.
Juan 5:39
También su grandeza esta en las
instrucción que nos ofrece para aprender de sus historias y doctrinas las
cuales nos muestran el camino correcto y las consecuencias al seguir el camino
equivocado.
“Y estas cosas les acontecieron como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado
los fines de los siglos”.
1 Corintios 10:11
El mismo apóstol Pablo afirmo que
solamente en este texto divino encontramos la salvación de nuestra alma, algo
que ningún libro de este mundo nos lo puede dar:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a
fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra”.
2 Timoteo 3:16-17
III. NUESTRO TRATO HACIA EL VOLUMEN SAGRADO.
“… y fueron tenidas por cosa extraña”.
Lamentablemente muchos como lo hizo
Israel en el pasado tienen sus palabras como algo sin importancia: y fueron tenidas por
cosa extraña. Pero, ¿qué consecuencia trae consigo esta decisión? En
primer lugar el Señor declara las bendiciones de obedecer su palabra.
“Y por haber oído estos decretos y haberlos
guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la
misericordia que juró a tus padres. Y te amará, te bendecirá y te multiplicará,
y bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu grano, tu mosto,
tu aceite, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas, en la tierra que
juró a tus padres que te daría”.
Deuteronomio 7:12-13
A Josué Dios le exhorto a ser valiente
en obedecer su palabra ya que eso era la garantía de su victoria en toda su
vida:
“Solamente esfuérzate y sé muy valiente,
para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no
te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en
todas las cosas que emprendas. Nunca se
apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás
en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito;
porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.
Josué 1:7-8
Lamentablemente muchos desobedecen
su palabra y cuando esto pasa sufren las consecuencias del pecado el cual los
arrastra a la calamidad y condenación eterna: “Algunos moraban en tinieblas y sombra de
muerte, aprisionados en aflicción y en hierros, por cuanto fueron rebeldes a
las palabras de Jehová, y aborrecieron el consejo del Altísimo. Por eso
quebrantó con el trabajo sus corazones; cayeron, y no hubo quien los ayudase”,
(Sal 107:10-12).
Finalmente, nuestro Señor Jesucristo después de su gran discurso en el
Sermón del Monte, relato una parábola para expresarle al hombre las
consecuencias de no obedecer las ordenanzas divinas:
“Cualquiera, pues, que me oye estas
palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa
sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y
golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre
insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron
ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y
fue grande su ruina”.
Mateo 7:24-27
CONCLUSIÓN
La obediencia a su palabra nos conduce a Jesucristo y a la vida eterna,
nos libera de la calamidad del pecado y la condenación eterna; no obstante, el
ignorarla nos llevara a la ruina eterna.
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