Mateo 6:1
Introducción
El capítulo seis del
evangelio según Mateo inicia una nueva sección en el sermón del Monte donde Jesús
señala la importancia de hacer las cosas correctas bajo la motivación correcta.
Para los judíos existían tres prácticas religiosas sumamente importantes que
podían asociar a una vida justa: la limosna, la oración y el ayuno. Nuestro
Señor Jesucristo en esta ocasión no se opone a tales; pero si critica las
razones que motivaban a estos líderes religiosos a practicarlas. Los temas que
desarrollara Jesús en esta sección están relacionados con la vida práctica de
los justos, por lo que comparara las prácticas de los judíos religiosos versus
lo que el Padre Celestial verdaderamente aprueba.
Lo correcto por las motivaciones incorrectas |
La verdadera justicia
“Guardaos de hacer vuestra justicia
delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis
recompensa de vuestro Padre que está en los cielos”.
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Mateo 6:1
La palabra justicia en
estos versículos se traducen de la palabra griega eleemosúne (ἐλεημοσύνη) la cual era utilizada para referirse a la
benevolencia que se realizaba a los necesitados. El diccionario Nelson traduce
la palabra justicia como la rectitud de conducta que se ajusta a las
condiciones de una relación determinada.
Por tanto, la justicia se relaciona aquí tanto a las actitudes piadosas
externas como internas. La justicia demanda una actitud santa regulada por la
las Sagradas Escrituras tanto en su relación a Dios como a sus semejantes. Para Dios, todos sus hijos deben
vivir en justicia, de hecho el salmista llama dichosos a aquellos que la
practican: “Dichosos
los que guardan juicio, los que hacen justicia en todo tiempo”, (Salmo 106:3). Los judíos
asociaban tres prácticas piadosas relacionadas con una vida de justicia que
cada uno de nosotros debería considerar practicar. Las limosnas, como un acto
piadoso de benevolencia hacia los necesitados, la oración y el ayuno como una
expresión de devoción hacia su Señor.
La correcta motivación para practicar la justicia
La advertencia de
Jesús a sus discípulos es enfática: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres. Decía esto porque los fariseos
y escribas; aunque practicaban grandes obras piadosas como dar limosnas, orar y
ayunar, lo hacían por la motivación incorrecta. En todos los casos lo hacían
para ser vistos por los hombres y los tuvieran como grandes piadosos y por tal
razón el Señor los desaprobaba. Caso
contrario, Jesús les decía que su justicia tenía que exceder a la de los
escribas y fariseos. Sin embargo, ¿Cuál debe ser la motivación correcta por la
cual los seguidores de Cristo debemos practicar la justicia? ¿Es incorrecto
esperar algún tipo de recompensa por practicar la justicia?
El apóstol Pablo nos enseña cual
debe ser la correcta motivación para ejercer la justicia: el amor.
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo
amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese
profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la
fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si
repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi
cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”.
1
Corintios 13:1-3
La fuente reguladora
de todos nuestros dones y buenas obras tiene que ser el amor. Pablo dice que de
nada sirve el hablar en otras lenguas, tener profecía, el entendimiento de
todos los misterios de la palabra de Dios, el tener una gran fe que mueva montañas
e incluso entregar todos los bienes y hasta el mismo cuerpo para ser quemado,
si no se hace por amor de nada vale. Con esto, el apóstol no está diciendo que
el practicar todas estas cosas no son importante, al contrario en el capítulo
anterior de esta misma carta hablo de esto; pero lo que si dice que todo debe
hacerse por amor. Si no es el amor la fuente de nuestra motivación,
posiblemente la motivación que nos moverá será el ser visto por los demás
hombres o esperar otro tipo de recompensa, por eso en los tres casos que Jesús
explicara advierte las
consecuencias de los actos: de cierto os digo que ya tienen su recompensa. La recompensa de lo tales es
solo el aplauso de las personas a quienes sorprenden, pero nunca alcanza la
recompensa del Padre que está en los cielos, lo cual nos abre una nueva
pregunta: ¿Es incorrecto esperar algún tipo de recompensa por practicar la
justicia?
La recompensa por nuestra justicia
Jesús les dijo: de otra manera no
tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Si bien es cierto un verdadero hijo de Dios
debe practicar la justicia y misericordia sin esperar nada a cambio, sino
motivado por el amor de Dios, lo cierto es que toda buena obra que realicemos
desinteresadamente tendrá su recompensa. En el Antiguo Testamento la recompensa
de practicar la justicia estaba vinculada con la prosperidad material. Por
ejemplo, en Deuteronomio 28, el Señor habla acerca de las grandes bendiciones
que vienen sobre los que cumplen la palabra de Dios, la cual se extiende
visiblemente en su familia, siervos y propiedades. El Salmo 37:25 expresa la
confianza de los justos sobre la tierra: “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su
descendencia que mendigue pan”, y el
Salmo 91 presenta un cántico de protección y bendición para
los justos. Nuestro Señor Jesús también
hablo acerca de las recompensas de los justos que padecen en esta tierra:
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa
de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os
vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.
Mateo
5:10-12
Nuestro Señor Jesús dijo que hasta el más pequeño de
los gestos de generosidad realizada a los más pequeños de este mundo no quedara
sin recompensa, como por ejemplo el darle un vaso con agua a un niño (Mateo
10:24). La parábola de las minas es un ejemplo de cómo Dios recompensara el
trabajo y esfuerzo de sus siervos (Mateo 25:14-30), y por otro lado, cuando
habla acerca del juicio venidero en Mateo 25:31-46, dice que habrá distinción
entre los justos e injusto haciendo a un lado las ovejas de los cabritos. También el resto del Nuevo Testamento habla bastante acerca de las recompensas que el cristiano recibirá en aquel tiempo: La Escritura habla
de la “corona de
gloria” (1 Pedro 5:4), de la “corona de vida” (Santiago 1:12; Apocalipsis
2:10), de la “corona
de justicia” (2 Timoteo 4:8)
y de la “corona
de gozo” (1 Tesalonicenses 2:19). Habla también de nuestra posición en el reino según
la fidelidad manifestada: “Tendrás autoridad sobre diez ciudades...tendrás autoridad
sobre cinco ciudades” (Lucas 19:17-19). Y también: “Si sufrimos,
también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:12). ¡Lo que ha sido hecho
para el Señor Jesús nunca perderá su gran valor delante de sus ojos! Además el
libro de Apocalipsis habla de las recompensas que el Señor otorgará a cada una
de las iglesias si se mantienen fieles: A la iglesia de Éfeso le dice: “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”.
A Esmirna: “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda
muerte”. A Pérgamo: “Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré
una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno
conoce sino aquel que lo recibe”. A Tiatira: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el
fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”. A Sardis: “El que venciere
será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”.
A Filadelfia: “Al
que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de
allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi
Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre
nuevo”. A Laodicea: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono,
así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
Por
tanto, no podemos hacer caso omiso de esta verdad divina: nuestras justicias
recibirán recompensa, pero nuestra motivación principal para practicarla tiene
que ser el amor a Dios y a nuestro prójimo.
Que la gracia de nuestro Dios les continue bendiciendo siempre. quiero desde lo mas profundo de mi corazon agradecerles por el gran esfuerzo que hacen de ensenar al pueblo a traves de estos estudios. al tiempo que aprovecho para solicitar su autorizacion y asi poder impartir en nuestra iglesia este conocimiento. gracias en espera de su respuesta: Pastor, Daniel B.
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