“Al salir él para seguir su camino, vino uno
corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno,
¿qué haré para heredar la vida eterna?
Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo
uno, Dios. Los mandamientos sabes: No
adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra
a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto
lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo:
Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y
tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido
por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.”.
Marcos 10:17-22
INTRODUCCIÓN
Desde el principio de las generaciones los seres humanos han plasmado en sus diferentes religiones y mitologías la creencia de un cielo y un infierno, de un paraíso y un lugar de tormento eterno. En la actualidad las personas viven conscientes del hecho que hay una eternidad que nos esta esperando y nosotros los cristianos sabemos que el cielo y el infierno es una realidad. Todos tarde o temprano moriremos y por ello es importante que antes que ese momento llegue estemos preparados por lo que debemos preguntarnos: ¿qué hacer para ser salvo?, tal y como lo hizo un joven hace más de 2000 años
I.
¿A QUIÉN DEBEMOS PREGUNTAR?
“Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”.
Aquí vemos a un hombre que vino corriendo a Jesús e hincando la rodilla delante de Él le dijo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?. Lucas nos dice que este hombre era un principal entre los judíos: "Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?", (Lucas 18:18). Por llevar el titulo de principal nos sugiere que tenía un puesto de importancia entre los fariseos y como veremos más a delante era un hombre rico, dato curioso porque generalmente eran este tipo de personas las que se oponían al ministerio de Jesús, sin embargo, aquí estaba este hombre arrodillándose delante de Él y llamándole Maestro bueno, contrario a lo que opinaban la mayoría de fariseos, por ello Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Jesús le preguntaba: ¿Por qué me llamas bueno si solo Dios es bueno? ¿Acaso tú reconoces mi señorio? Lo cierto es que que queremos ser salvos es importante a quién preguntaremos ya que el destino de nuestra alma esta en riesgo. Muchos han realizado esta pregunta a personas equivocadas y han recibido respuestas erradas que los engañan en cuanto a lo que se debe hacer para ser salvo. Veamos lo que Jesús nos dice en cuanto a la salvación.
II.
¿POR LA LEY Y LAS OBRAS JAMÁS SEREMOS SALVOS?
“Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz”.
El
hombre rico realizo una pregunta que desde tiempos antiguos las personas se han
preguntado: ¿qué
haré para heredar la vida eterna? Hoy en día uno puede encontrar diferentes respuestas a esta misma pregunta. Algunos dicen que la salvación se alcanza haciendo buenas obras, otros perteneciendo a una religión determinada y realizando las ordenanzas que allí se le piden, otros dicen que no hay vida después de esta y no importa lo que uno haga en esta vida y otros opinan que Dios es demasiado bueno como para condenar a las almas a una eternidad de condenación y tormentos. Sin embargo, al final no importan lo que muchos afirmen sino lo que la palabra de Dios diga y en este caso la Biblia es clara en mostrarle al hombre el único camino a la salvación.
Para probarle al hombre que nadie será salvo por medio de sus obras Jesús le pregunta si conoce los mandamientos y este responde afirmativamente haciéndole saber que desde su juventud los ha guardado: Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Si nos damos cuenta este hombre desde su juventud se había criado en la estricta religión del judaísmo, cumpliendo sus rigurosas tradiciones y la ley de Moisés a tal punto que el mismo Lucas nos dice que era un principal entre los judíos, título otorgado no solo por su posición económica, sino por la religiosa. Este hombre creía que su posición religiosa y méritos personales le concedían un expiación de todos sus pecados; pero no era así, porque creyendo que era así había un mandamiento que quebrantaba y este era el de la idolatría ya que amaba más al dinero que al mismo Dios y por ello Jesús le dice: Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. El pecado de la idolatría no necesariamente tiene que ver con adorar a otros dioses falsos, sino permitir que cualquier cosa o persona tome el primer lugar en nuestra vida, siendo así Dios desplazado a un segundo plano. Este hombre amaba tanto sus riquezas que no iba a estar dispuesto a renunciar a ellas por seguir a Cristo. Es por ello que si vemos no existe ningún hombre de esta tierra capaz de cumplir con toda la ley ya que somos seres imperfectos y aunque nos esforcemos por cumplir la mayoría de los mandamientos, habrán otros que los quebrantaremos y nos haremos infractores de toda la ley: "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos", (Santiago 2:10). Nuestra obras jamás serán suficientes para agradar a Dios y por ello la palabra declara que nuestras justicias son semejantes a trapos de inmundicia: "Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento", (Isaías 64:6). Por tanto, nadie puede ser salvo por medio de sus obras, y aquel hombre rico se dio cuenta de ello ya que aunque cumplía con muchos de los mandamientos, amaba más sus riquezas que a Dios y esto le impedía alcanzar la vida eterna: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas", (Mateo 6:24).
Para probarle al hombre que nadie será salvo por medio de sus obras Jesús le pregunta si conoce los mandamientos y este responde afirmativamente haciéndole saber que desde su juventud los ha guardado: Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Si nos damos cuenta este hombre desde su juventud se había criado en la estricta religión del judaísmo, cumpliendo sus rigurosas tradiciones y la ley de Moisés a tal punto que el mismo Lucas nos dice que era un principal entre los judíos, título otorgado no solo por su posición económica, sino por la religiosa. Este hombre creía que su posición religiosa y méritos personales le concedían un expiación de todos sus pecados; pero no era así, porque creyendo que era así había un mandamiento que quebrantaba y este era el de la idolatría ya que amaba más al dinero que al mismo Dios y por ello Jesús le dice: Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. El pecado de la idolatría no necesariamente tiene que ver con adorar a otros dioses falsos, sino permitir que cualquier cosa o persona tome el primer lugar en nuestra vida, siendo así Dios desplazado a un segundo plano. Este hombre amaba tanto sus riquezas que no iba a estar dispuesto a renunciar a ellas por seguir a Cristo. Es por ello que si vemos no existe ningún hombre de esta tierra capaz de cumplir con toda la ley ya que somos seres imperfectos y aunque nos esforcemos por cumplir la mayoría de los mandamientos, habrán otros que los quebrantaremos y nos haremos infractores de toda la ley: "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos", (Santiago 2:10). Nuestra obras jamás serán suficientes para agradar a Dios y por ello la palabra declara que nuestras justicias son semejantes a trapos de inmundicia: "Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento", (Isaías 64:6). Por tanto, nadie puede ser salvo por medio de sus obras, y aquel hombre rico se dio cuenta de ello ya que aunque cumplía con muchos de los mandamientos, amaba más sus riquezas que a Dios y esto le impedía alcanzar la vida eterna: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas", (Mateo 6:24).
III. ¿QUÉ PECADO NOS ALEJA DE DIOS?
"Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz".
Aquel hombre creía que sus buenas obras lo salvarían pero a través de la respuesta de Jesús de ir y vender todo lo que tenía se dio cuenta que realmente su pecado de amar más al dinero que a Dios lo separaba de la vida eterna. De igual forma, debemos pensar qué pecado nos aleja de Dios, para unos es la fornicación, la soberbia, las drogas, el robo, etc. Lo cierto es que mientras el hombre no reconozca su pecado y lo abandone jamás alcanzara la misericordia para su vida, y aunque este lo intente disfrazar con sus buenas obras, su pecado lo llevara al infierno: "Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado", (Gálatas 2:16). Lo que el hombre necesita para ser salvo es creer en Cristo y en esta historia lo dice que la siguiente manera: Dejar el pecado, tomar la cruz y seguirlo. Estas palabras resultan muy difíciles de aceptar, de hecho en otra ocasión dijo: "Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y dígame", (Marcos 8:34). Prácticamente es lo mismo, ya que negarse a si mismo significa abandonar el pecado, tomar la cruz, significa estar dispuesto a padecer por su nombre, y seguirlo significa creer en Él y seguir sus enseñanzas. Este es el proceso que tenemos que llevar para poder estar seguros que somos salvos y no estar confiando en nuestras propias justicias y aunque parezca difícil, porque de hecho así lo vieron sus discípulos, Jesús dijo que las recompensas eran grandes: "Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios. Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna", (Marcos 10:23-30). Lo cierto que que aquellos que amen más su pecado que a Dios será muy difícil que entren en el reino de Dios, pero si una persona se arrepiente y se entrega a Cristo, esto traerá grandes bendiciones a su vida y en el futuro la vida eterna.
CONCLUSIÓN.
1.
Ninguna religión, ni las buenas obras pueden salvar al
hombre.
2.
La vida eterna se hereda únicamente abandonando el
pecado y siguiendo a Cristo.
Es una ayuda para seguir aprendiendo la palabra pues para comprender hay que tener mucha lectura y oración a nuestro padre creador para poder enfocar a los demás, Dios bendiga a todos los que se dedican al estudio bíblico.
ResponderBorrarGracias por estos sermones :Serán de bendición para que la vida de mis hermanos y mi vida sea de agrado para nuestro dios
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