“y
Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo
el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los
fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,
le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de
adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues,
¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús,
inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en
preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el
primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el
suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su
conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los
postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose
Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los
que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús
le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Juan 8:1-11
INTRODUCCIÓN
Alguien
dijo en cierta ocasión que la vida cristiana es una seria de nuevos comienzos,
y así es. Nuestro señor Jesús es un Dios de nuevas oportunidades el cual está
dispuesto a brindarnos su ayuda para reconstruir nuestra vida. La historia
relatada en este capítulo nos brinda una serie de enseñanzas espirituales
referentes a la salvación y nos muestra como Dios lejos de querer condenarnos
está dispuesto a brindarnos una nueva oportunidad.
La mujer sorprendida en adulterio |
I.
UNA MUJER
SORPRENDIDA EN ADULTERIO ES LLEVADA A JESÚS.
“y
Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo
el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba…”
El
Capítulo 8 de este maravilloso evangelio nos narra una historia relacionada con
nuestro Señor Jesús en la ciudad de Jerusalén, específicamente en el Templo judío.
Como era su costumbre, el Maestro se encontraba enseñando las verdades celestiales y muchas personas se habían
acercaban a Él sentándose a su alrededor; sin embargo, pronto su enseñanza
seria interrumpida por una multitud que estaba a punto de irrumpir en el
Templo.
II.
LA
ACUSACIÓN.
“Entonces
los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y
poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el
acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres.
Tú, pues, ¿qué dices?...”
Prontamente
el escenario es irrumpido por los escribas y fariseos que le traían una mujer
que fue sorprendida en adulterio y poniéndolo en medio de la multitud le
preguntaron: Maestro,
esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos
mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
Si
bien es cierto, el adulterio según la ley de Moisés era uno de los pecados que
se pagaba con la muerte y eran los rabinos los que acostumbraban dictar la
sentencia. En esta ocasión los líderes religiosos de los judíos le presentan
este caso a Jesús para escuchar su opinión.
III.
LA MALA INTENCIÓN DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS.
“Más
esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el
suelo, escribía en tierra con el dedo…”
La
Biblia es clara al declarar la mala intensión de los escribas y fariseos. La
trampa parecía perfecta ya que demandaba una confirmación o reprobación de lo
que ellos pretendía hacer: apedrear a la mujer. Efectivamente la ley de Moisés
aprobaba esa condena, pero si Jesús decía que la apedrearan, ellos podían
acusar a Jesús delante de las autoridades romanas cuyas leyes prohibían la
ejecución de alguien sin haber ido a juicio, y así Jesús seria acusado de
sedicioso; pero por otro lado, si Él dijera que no la apedreen ellos podían acusar
a Jesús de un hombre que desobedecía la ley de Moisés y así desacreditar su
ministerio.
Sin
embargo, Jesús ignoraba sus preguntas, inclinándose hacia el suelo y
escribiendo en tierra con el dedo. Aunque algunos especulan acerca de lo que
escribió en el suelo, el texto no nos dice nada acerca de eso así que cualquier
cosa que se diga es pura especulación.
IV.
LA
RESPUESTA DE CRISTO.
“Y
como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros
esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose
de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra…”
La
insistencia de los fariseos y escribas nos muestra la falta de sensibilidad y
misericordia de los religiosos preocupados más en condenar al pecador que en su
restauración; sin embargo, la respuesta de Jesús provoca con cambio de 180
grados en las personas que condenaban a la mujer.
Antes
la multitud estaba acusando a la mujer de adulterio y condenándola, su atención
estaba sobre su pecado, pero después que Jesús dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el
primero en arrojar la piedra contra ella, cambia la atención de la
gente del pecado de la mujer al de la propia persona que condenaba a la mujer.
La mujer era definitivamente una adultera; pero los que la acusaban tenían
otros pecados que ellos no reconocían. Esto nos enseña un principio importante
para alcanzar la salvación. Si queremos alcanzar la misericordia de Dios
tenemos que reconocer nuestros propios pecados.Lamentablemente el ser humana
pierde más tiempo viendo el pecado de su vecino y no considera su propia maldad
que también lo conduce a la perdición. En la Biblia encontramos algunos
ejemplos:
1. El
ejemplo de Judá: La historia cuenta como Tamar fue esposa del primer hijo de
Judá al cual Dios mato, luego le dio a su segundo hijo como esposo y este
también desagrado al Señor por lo que lo mato; entonces Judá pensó que era
Tamar la mala que provocaba la muerte de sus hijo y se negó a entregarle al
tercero, con el tiempo ella se vistió como una ramera y yendo por el camino
Judá tuvo relaciones con ella y por no tener como pagarle le dejo su sello y
báculo como garantía, luego de eso aquella ramera desapareció. Pasado el tiempo
Judáse entero que estaba embarazada. “Sucedió que al cabo de unos tres meses fue dado aviso a
Judá, diciendo: Tamar tu nuera ha fornicado, y ciertamente está encinta a causa
de las fornicaciones. Y Judá dijo: Sacadla, y sea quemada. Pero ella, cuando la
sacaban, envió a decir a su suegro: Del varón cuyas son estas cosas, estoy
encinta. También dijo: Mira ahora de quién son estas cosas, el sello, el cordón
y el báculo. Entonces Judá los reconoció, y dijo: Más justa es ella que yo, por
cuanto no la he dado a Sela mi hijo. Y nunca más la conoció.
(Génesis 38:24-26). Vemos la falta de misericordia en un hombre que también
había pecado, pero que en ese momento solo pensaba en el pecado del prójimo.
2. El
ejemplo de David el cual había cometido adulterio con Betsabé y había asesinado a
Urías el heteo: “Jehová
envió a Natán a David; y viniendo a él, le dijo: Había dos hombres en una
ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas;
pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y
criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado
y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. Y
vino uno de camino al hombre rico; y éste no quiso tomar de sus ovejas y de sus
vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la
oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él.
Entonces se encendió el furor de David en gran manera contra aquel hombre, y
dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar
la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia”.
(2 Samuel 12:1-6). Increíblemente David juzgaba con severidad el pecado, según
él, de otra persona, sin considerar que también él había pecado. Finalmente, la
persona de esa historia resulto ser él.
Cada
hombre y mujer es responsable de reconocer su propia maldad en lugar de estar
viendo el pecado de otro. Jesús lo dijo así: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de
tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás
a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para
sacar la paja del ojo de tu hermano. (Mateo
7:3-5).
V.
LA
CONCIENCIA ACUSA A LOS ACUSADORES.
“Pero
ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando
desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que
estaba en medio…”
Después
de que la acusaba cada uno comenzó a retirarse del lugar al llegar a la
conclusión de que ellos eran igual o quizás peores pecadores que aquella mujer
que querían apedrear.
VI.
JESÚS
MUESTRA SU COMPASIÓN AL OFRECER UNA NUEVA OPORTUNIDAD.
“Enderezándose
Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los
que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús
le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Cuando toda la multitud que la acusaba se retiró,
posiblemente llego un pequeño alivio para aquella mujer, sin embargo, la
vergüenza de su bajeza debió quedar al descubierto ante la presencia de aquel
Santo que la podía condenar. Jesús pregunta: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban?
¿Ninguno te condenó? El corazón de aquella mujer debía haber se
conmocionado ante la pregunta del Maestro, ya que sabía que en efecto no había
sido condenada a algo que ella merecía y con tono quebrantado debió responder
de acuerdo al texto bíblico: Ninguno, Señor. Sin embargo, Jesús muestra su
misericordia al no condenarla y brindarle una segunda oportunidad: Ni yo te condeno;
vete, y no peques más.
La difícil situación que expuso a esta mujer al borde
de la misma condenación debió haber quebrantado el corazón al darse cuenta que
su pecado la había arrastrado hasta su perdición, sin embargo, las palabras vete, y no peques
más nos hablan de la maravillosa misericordia de un Dios que está
dispuesto a darnos una nueva oportunidad si realmente nos arrepentimos de nuestros
pecados y nos apartamos de él.
“El
que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta
alcanzará misericordia”.
Proverbios 28:13
CONCLUSIÓN.
Esta historia nos enseña:
1.
La
importancia de reconocer nuestros pecados y no justificarnos porque creemos que
otros son más pecadores que nosotros.
2.
Si
nos arrepentimos y nos apartamos de nuestros pecados Jesús puede perdonar
nuestros pecados y brindarnos una nueva oportunidad.
Precioso sermón. Que Dios te siga usando y bendiciendo en gran manera.
ResponderBorrarMe encanta esté sermón
ResponderBorrarExcelente predicación.
ResponderBorrarMe gustó y lo voy a enseñar en el la iglesis
ResponderBorrarDe bendición, gracias, el Señor te siga ministrando..
ResponderBorrarE encanta y me sirvió para dar un estudio exelente enseñanza. Bendiciones
ResponderBorrarQue lindo el Señor Jesucristo lo siga usando y yenando de sabiduría e inteligencia bendiciones
ResponderBorrarMuy bonita enseñanza
ResponderBorrarMuy educativo, me gustó
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