“Esto será el holocausto continuo por
vuestras generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de
Jehová, en el cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí. Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el
lugar será santificado con mi gloria. Y
santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón
y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes.
Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que
los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su
Dios”.
Éxodo 29:42-46
INTRODUCCIÓN
Durante treinta años los muertos
habían sido su vida. Recogerlos, llevarlos al embalsamador, prepararles el
ataúd, el coche fúnebre y las flores, era el negocio de John Fraser, de
Inverness, Escocia, rico empresario de pompas fúnebres. Un día encontró una
nota de su esposa que decía: «Siempre fuiste un marido frío, como tus muertos.
Todo ha terminado entre los dos. Te dejo para seguir mi propia vida.» Ante
semejante golpe emocional, John Fraser se pegó un tiro. Tristemente este
matrimonio termino mal como muchos otros debido a la falta de amor e intimidad
con la pareja. El mantener viva la llama del amor y la intimidad es uno de los
desafíos que todo matrimonio tiene para ser exitoso. De igual manera, todos los cristianos somos responsables de
mantener una relación cercana con Dios, donde la llama de su amor siempre arda
en nosotros. Lamentablemente no todos gozamos de la misma comunión con Él. En
el Antiguo Testamento el Tabernáculo era
un lugar donde Israel podía tener comunión con Dios y nos ofrece muchas
enseñanzas en cuanto al nivel de comunión que podemos tener con Él.
El Tabernáculo de reunión |
I.
EL PROPÓSITO DEL TABERNÁCULO DE REUNIÓN
El
Tabernáculo proporciona uno de los estudios más interesantes y provechosos en
todo el Antiguo Testamento. Podemos apreciar su importancia cuando consideramos
que se dan casi doce capítulos del Éxodo para su descripción. El Señor le
advirtió a Moisés que debía construir cada detalle exactamente como se lo había
mandado, ya que cada parte representaba alguna verdad preciosa para el corazón
de cada creyente. En el Antiguo Testamento
todo el santuario terrenal en su
conjunto fue creado con la función de permitir que Dios pueda habitar entre
su pueblo, lo cual es un símbolo del anhelo de Dios de tener una comunión
con cada uno de sus hijos.
El tabernáculo consistía en tres
partes:
1. El patio o atrio (donde se encontraba el altar de
bronce y el lavacro).
2. El Lugar Santo (donde se encontraba el altar de
incienso, la mesa de los panes y el candelabro).
3. El Lugar Santísimo (donde se encontraba el arca del
pacto y en su interior una copa con mana, la vara de Aarón que reverdeció y las
tablas de la ley).
Para poder tener acceso a cada parte
del templo se tenían que reunir ciertos requisitos los cuales nos habla de
diferentes niveles de consagración que el judío debía tener. Por otro lado, así
como Hebreos 10:1 dice que la ley era una sombra de los viene venideros,
podemos hacer un símil o comparación del Tabernáculo y sus utensilios con
nuestra vida espiritual.
II.
UN SÍMIL CON NUESTRO NIVEL DE CONSAGRACIÓN
1. El Atrio: podían entrar los judíos y gentiles prosélitos. En éste se
encontraban:
a)
El altar de bronce: En él se ofrecían todos los sacrificios del pueblo. Era imposible acercarse
a Dios y entrar al Atrio sin el sacrificio y el derramamiento de sangre. En la
actualidad el hombre es justificado a través del sacrificio de Cristo y así
pasa a su primer nivel de comunión con Él.
b)
El lavacro: Aquí los sacerdotes
tenían que lavarse antes de entrar en el tabernáculo. La fuente reflejaba la
necesidad de limpieza y también proveía el medio para la limpieza. De
igual manera el creyente tiene que limpiarse de toda inmundicia a través de la
palabra de Dios (“Ya
vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”, Juan 15:3; “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu
palabra”, Salmo 119:9). Si no nos limpiamos de nuestros pecados
jamás podremos pasar al siguiente nivel de comunión con Dios.
¿Cuántos creyentes no han avanzado en su nivel de comunión con Dios por no
haberse purificado de completamente? Sin embargo, la Biblia nos exhorta a
abandonar todo pecado y así podemos desarrollar una mejor relación con el
Señor:
“Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad
cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos,
pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al
diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo
que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna
palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la
necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios,
con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo,
ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con
otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó
a vosotros en Cristo”.
Efesios 4:25-32
2. El Lugar Santo: podían entrar únicamente
los sacerdotes. Actualmente en Cristo todos somos sacerdotes (“Mas vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por
Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable”, 1 Pedro 2:9). En éste se encontraban:
a.
La mesa de los panes de la propiciación. Los panes se hacían de harina fina sin levadura. La
levadura representa el pecado. Cristo dijo, “Yo soy el pan de vida”.
Cristo, que era sin mancha y sin pecado, es el verdadero pan del cielo que
comemos nosotros, los sacerdotes del Dios vivo. El pan expresa apropiadamente
la satisfacción y provisión de las necesidades más profundas del alma, que las
suple Cristo y las revela el evangelio.
b.
El candelabro de oro. Tenía siete lámparas en las cuales se quemaba el aceite para el alumbrado.
La luz es figura de la palabra de Dios la cual ilumina el camino del justo. También
esta es una figura de Jesús el cual dijo, “Yo soy la luz del mundo” (Juan 3:19; 8:12;
12:46).
c.
El altar de incienso. En este altar, el sacerdote quemaba incienso dos veces al
día. El altar del incienso representa la oración del justo la cual le
ayuda para comunicarse con su Padre celestial. (“Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro
seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero;
todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de
los santos”, Apocalipsis 5:8).
Para tener una mejor comunión con una persona es necesario conocerla,
por tanto el siguiente nivel de comunión con Dios nos lleva a un conocimiento
más profundo acerca de la persona de Cristo: “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre,
y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me
has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues,
dices tú: Muéstranos el Padre? (Juan 14:8-9). También un nivel más alto de comunión requiere mayor
oración y lectura de su palabra ya que a través de ellas podemos fortalecer
nuestra relación con Él.
3. El Lugar Santísimo. Solo podía
entrar el sumo sacerdote una vez al año ya que era el lugar donde se encontraba
la misma presencia de Dios y ningún hombre podía entrar a este lugar sin morir.
Actualmente todos tenemos acceso al Lugar Santísimo que representa el mayor
nivel de comunión que una persona pueda tener con Dios. En él se encontraba:
a)
El arca del pacto. El Arca fue
una urna cuyo contenido eran objetos de suma importancia:
Las tablas de la ley: Habla de Jesús como la
fuente de la Ley, la palabra de Dios, El director de nuestra vida.
Vasija con un gomer de maná: Habla de Jesús
como el Sustentador de la vida, el Pan que vino del cielo.
La vara de Aarón que reverdeció. Habla de Jesús
como la fuente de Vida.
La clave para
entrar al máximo nivel de comunión con Dios está en la persona de nuestro Señor
Jesús. Actualmente todos tenemos entrada al lugar santísimo y estos versículos
nos enseñan cómo hacerlo:
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en
el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo”.
Hebreos 10:19
Cuando por la
sangre de Jesús somos limpios de nuestros pecados y logramos consagrarnos para Dios
obedeciendo a su palabra y teniendo una vida de oración, lograremos desarrollar
nuestro nivel de comunión a tal punto de vivir en su misma presencia.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para
los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu. Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte.
Romanos 8:1-2
Jesús nos abre el camino al Padre y el mayor nivel de comunión con Dios
consiste en vivir en el poder del Espíritu, es decir, una vida de completa
obediencia al Espíritu Santo, no obedeciendo a los deseos de nuestra carne y reflejando
los frutos de un hijo de Dios: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne… Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”,
(Gálatas 5:16, 22-23).
CONCLUSIÓN
El deseo de Dios es que nuestra comunión con Él sea fuerte, que le
conozcamos y vivamos en el Espírito, pero para eso es necesario:
1.
Aceptar el sacrificio de Cristo para perdonar nuestros
pecados y permitir que su palabra nos limpie cada día.
2.
Conocer a profundidad a Jesús a través de las Sagradas
Escrituras ya que en Él se encuentra el sustento y la guía para nuestras vidas
y por medio de Jesús conocemos al Padre.
3.
Nuestra vida debe fundamentarse también en la oración.
4.
Vivir en el Espíritu, experimentando la vida plena que
Dios tiene preparada para nosotros.
Que hermoso mensaje para nuestras vidas, todos los que queremos tener comunion con DIOS tenemos que entender que solo una relacion pura con Dios nos ara entender que es amar a Dios.muchas bendiciones
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