“Después envió el rey
Sedequías, e hizo traer al profeta Jeremías a su presencia, en la tercera
entrada de la casa de Jehová. Y dijo el rey a Jeremías: Te haré una pregunta;
no me encubras ninguna cosa. Y Jeremías
dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás? y si te
diere consejo, no me escucharás. Y juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías,
diciendo: Vive Jehová que nos hizo esta alma, que no te mataré, ni te entregaré
en mano de estos varones que buscan tu vida.
Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los
ejércitos, Dios de Israel: Si te entregas en seguida a los príncipes del rey de
Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y
tú casa. Pero si no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta
ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no
escaparás de sus manos. Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de los
judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y
me escarnezcan. Y dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová
que yo te hablo, y te irá bien y vivirás”.
Jeremías 38:14-20
INTRODUCCIÓN
A lo largo de la historia los
hombres han tendido a agruparse formando ciudades y culturas las cuales han llegado a
influir grandemente en el mundo. Imperios como Babilonia, Grecia y Roma
llegaron a ser famosas por su influencia en el arte, la guerra, la ingeniería,
la música, la política, la medicina entre otras disciplinas, llegaron a surgir
y dominar al mundo colocándose como la reina de todas las naciones, sin
embargo, al final todas llegaron a la decadencia y algunas a la extinción. Pero, ¿qué provoca que una nación
después de haber experimentado un auge cultural decaiga y llegue a su fin? Esta pregunta responder a la luz Biblia. Los versículos anteriores nos hablan de los últimos días
de lo que fue la gran capital de una ciudad importante, Jerusalén. Para esta época Jerusalén estaba a
punto de caer bajo el dominio babilónico, sus muros iban a ser quemados, el
Templo destruido, sus principales matados a espada y otros deportados.
Jerusalén llegaría a convertirse en un montón de ruinas y todo esto era consecuencias de sus pecados.
La caída de Jerusalén |
I.
LA DESOBEDIENCIA A DIOS PROVOCA LA PERDICIÓN DE LA NACIÓN.
La que una vez había sido una gran
ciudad, Jerusalén, estaba a punto de ser objeto del juicio de Dios. En un tiempo pasado esta nación fue objeto del amor de Dios, una tierra cuyo territorio fue consolidado en tiempos de David y vio su época de oro en tiempos de Salomón. Una nación cuna de grandes reyes, sacerdotes, profetas y héroes, una ciudad donde se había erigido el Templo de Dios, en cuyo lugar habitaba su presencia; más, sin embargo, ahora estaba condenada a la destrucción. Pero, ¿que provoco
que Dios trajera este juicio a la nación que una vez bendijo? La respuesta es
el pecado.
Con el tiempo el pecado llego a introducirse en esta nación y en Ezequiel 22 el Señor le reclama a
Jerusalén por todos sus pecados entre estos:
1.
El
derramar sangre inocente.
2.
La
extorsión de los pobres e indefensos.
3.
La
usura.
4.
El
irrespeto a los padres.
5.
Desenfreno
sexual.
6.
La
profanación de lo santo.
7.
La
falsa profecía.
8.
La
idolatría.
Estos pecados condujeron al pueblo judío al juicio de Dios y en el pasado han conducido a otras naciones a su fin. Esto lo podemos ver en Génesis
cuando Dios decidió terminar con la maldad del hombre a través del diluvio
universal (“vio
Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio
de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”, Génesis 6:5), también la maldad de Sodoma y
Gomorra provocaron el juicio de Dios: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana:
soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas;
y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso” (Ezequiel
16:49). Dios espero que la maldad de los cananeos llegara a su colmo para traer
el juicio a ellos a través de la espada de Israel (“Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto
que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será
oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán,
juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus
padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación
volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta
aquí”, Génesis 15:13-16). Finalmente, pecados como la soberbia,
violencia, extorsión e idolatrías provocaron el fin de otras naciones como
Tiro, Moad, Edom, Filistea y Babilonia.
Podemos observar como el crecimiento
de la maldad acarrea grandes calamidades a las ciudades. Por ejemplo el 25 de
Diciembre del 2004 un tsunami azotó las costas asiáticas de Indonesia,
Malasia, Sri Lanka, India y Tailandia ocasionando 186, 983 muertos y 42, 883
personas desaparecidas. Ahora bien, al estudiar la cultura de estas ciudades
nos damos cuenta de que están hundidas en la idolatría y paganismo. También
podemos observar naciones como África o la India hundidas en la brujería y
paganismo y que atraviesan grandes sequías, epidemias, desnutrición entre otras
calamidades como un síntoma de la paga de su pecado.
II.
LA OBEDIENCIA A DIOS SALVA A
LA CIUDAD
Si te entregas en
seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no
será puesta a fuego, y vivirás tú y tú casa. Pero si no te entregas a los
príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los
caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos.
La solución para escapar del juicio
de Dios es la obediencia a su palabra. Lamentablemente Sedequías no obedeció el
mandato de Dios y por eso tanto él como la ciudad se perdió, pero cuando las
personas se arrepienten y obedecen tanto ellos como su ciudad alcanzan la
misericordia de Dios. Vemos esto en la historia de Jonás
el cual predico a Nínive y como consecuencia de su predicación los ninivitas se
arrepintieron y la ciudad fue salvada del juicio de Dios. Cuando predicamos el
mensaje del evangelio las personas se convierten y abandonan sus malos caminos
y la ciudad puede ser transformada. Vemos esto en el libro de los Hechos,
cuando Pablo llego a Éfeso, y a través de su predicación las personas fueron
transformadas por el poder del evangelio trayendo consigo un gran avivamiento
que se vio reflejado en las sanidades y la quema de libros de brujería. También
lo vemos en el gran avivamiento que Inglaterra experimento durante un periodo
de crisis nacional que pudo haber terminado en una revolución inglesa como en
el caso de Francia; sin embargo, fue por hombres como Robert Raikes (que
evangelizó a los niños evitando que estos se perdieran en la delincuencia y
estableciendo la primera escuela bíblica) o John Wesley que la nación
experimento los beneficios del evangelio. Vemos también el impacto que William Carey tuvo en la India la cual gracias al mensaje del evangelio fue transformada y muchas practicas paganas como la quema de viudas fue abolida.
De igual manera hoy tenemos la
responsabilidad de influir en nuestras familias, comunidades y en toda la
ciudad a través de la proclamación del evangelio para que más personas abandonen
la vida de maldad y se conviertan a Dios. Cuando
Dios le contó a Abraham de sus planes para destruir Sodoma y Gomorra, Abraham
comenzó a interceder por la ciudad diciendo que si Él destruiría la ciudad si hubieran
50, 45, 40, 30, 20 ó 10 justos. Dios le respondió que por amor a esos justos no
destruiría la ciudad. De igual
forma, en la medida que en una ciudad las personas se convierten a Cristo ésta
alcanza mayor misericordia de Dios.
CONCLUSIÓN
Las ciudades son destruidas por
causa del pecado, sin embargo, la proclamación del evangelio provoca que la
gente abandone el mal y alcance la misericordia de Dios.
" Y dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás". Jeremías 38:20
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