Cuatro Aseveraciones acerca de Jesús (Juan 1:15-18)



“Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.
Juan 1:15-18

INTRODUCCIÓN

            Poco a poco el autor introduce una y otra vez afirmaciones que demuestran la divinidad de nuestro Señor. En este momento ha quedado clara la naturaleza humana-divina de Jesús, lo cual no significa que posee dos personalidades, sino una sola, pero con dos naturalezas.  Una vez más no debemos olvidar el enfoque teológico que el autor realiza referente a la persona de Cristo, ya que su objetivo es desmentir las doctrinas heréticas referentes a su persona. En esta sección de las Escrituras del Evangelio Según Juan encontramos cuatro aseveraciones acerca de la persona de Jesucristo. No olvidando el enfoque principal del apóstol Juan, podemos ver que estas cuatro afirmaciones están orientadas a dejar claro la superioridad de Jesús ante cualquier siervo de Dios al considerar la extensión de su grandeza.


4-aseveraciones
Cuatro Aseveraciones acerca de Jesús

JESÚS ES ANTES DE TODAS LAS COSAS

“Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo”.
Juan 1:15


           La primera aseveración acerca de la persona de Jesús la encontramos en boca de Juan el Bautista. Él dijo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. Sabemos que Jesús era seis meses más joven que Juan el Bautista, por tanto, al decir que Jesús era antes que el no se refiere a la edad por lo que posiblemente su aseveración iba dirigida en dos sentidos. Primero, Jesús era antes de Él, no por nacimiento, sino en autoridad, ya que él solamente era un mensajero, mientras que Jesús era el verdadero Mesías.  Si bien es cierto, Dios ha levantado grandes hombres y mujeres que han impactado este mundo al servicio de Él; pero ninguno se iguala con Jesucristo ya que sus obras son superiores. Juan el Bautista reconocía que él solo era un mensajero que portaba una antorcha, pero la verdadera fuente de luz era Jesús, su misión no era hacer discípulos del Bautista, sino conducir a la gente a la luz verdadera que podía cambiar sus vidas. En segundo lugar, su afirmación podría hacer referencia a la preexistencia de Cristo. Jesús es antes de todas las cosas creadas en este mundo, por tanto Él se presenta en Apocalipsis como el principio y el fin: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor…”, (Apocalipsis 1:8).

EN JESÚS ENCONTRAMOS LA PLENITUD


“Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”.
Juan 1:16


               La segunda aseveración que encontramos acerca de la persona de Jesús es que en Él encontramos la plenitud. La palabra griega que el apóstol Juan usa para plenitud es pléroma (πλήρωμα) la cual da la idea de la suma total de todos los elementos de una sustancia. Por tanto en Jesús se encuentra la suma total de todo lo que hay en Dios. El apóstol Pablo utiliza también esta palabra para decir que fue la voluntad del Padre que en Jesús habitase toda la plenitud: “por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud”, (Colosenses 1:19), y también afirma que en Jesús habita la plenitud de la Deidad (“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”, Colosenses 2:9). Esta afirmación es un argumento poderoso en cuanto a la divinidad de Jesús ya que en Él habita la plenitud del Dios verdadero de la cual podemos tomar todos aquellos que creamos en su persona. Esta plenitud nos lleva a recibir gracia sobre gracia, es decir, favores inmerecidos de parte de Dios en lugar de favores inmerecidos de parte de Dios, maravillas en lugar de maravillas, bendiciones en lugar de bendiciones, belleza en lugar de belleza, en general todo lo bueno que Dios está dispuesto a compartir con nosotros.  Esta afirmación es un argumento poderoso en cuanto a la divinidad de Jesús ya que en Él habita la plenitud del Dios verdadero de la cual podemos tomar todos aquellos que creamos en su persona. Esta plenitud nos lleva a recibir gracia sobre gracia, es decir, favores inmerecidos de parte de Dios en lugar de favores inmerecidos de parte de Dios, maravillas en lugar de maravillas, bendiciones en lugar de bendiciones, belleza en lugar de belleza, en general todo lo bueno que Dios está dispuesto a compartir con nosotros.

JESÚS ES EL DADOR DE LA GRACIA Y LA VERDAD


“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”.
Juan 1:17


           Hasta antes de Cristo, los hombres tenían que sujetarse a la ley para agradar a Dios, sin embargo nadie logro hacerlo perfectamente por lo riguroso que esta era y la misma imperfección humana tal y como lo reconocieron los primeros cristianos en el concilio de Jerusalén cuando discutían acerca de que si los gentiles que se habían convertido a Dios debían o no guardar la ley: “Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés… Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?”, (Hechos 15:5, 10). Queda claro que fue a través de Moisés que Dios trajo la ley, sin embargo, a través de Cristo vino la gracia y la verdad. Con estas palabras no es que se esté menospreciando la ley de Moisés o que ya no tenga validez para los cristianos. Es importante también saber que Dios le dio a Moisés alrededor de 613 leyes para su pueblo, entre estas, leyes morales, leyes ceremoniales y leyes civiles. Definitivamente las leyes ceremoniales fueron abrogadas con la obra consumadora de Cristo y la iglesia no está obligada a vivir de acuerdo a ella, así lo declaro el apóstol Pablo: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”, (Colosenses 2:16-17). El autor de la carta a los Hebreos nos dice que la antigua ley ceremonial fue cambiada por un nuevo pacto: “Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley…Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto”,  (Hebreos 7:11-12, 22). También el autor a los Hebreos nos habla acerca de la ineficacia de todos los sacrificios de animales que tenían el objetivo de expiar el pecado del pueblo: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan”, (Hebreos 10:1). Por tanto este aspecto de la ley (la ceremonial) ha sido abrogado ya que no es a través de los sacrificios de machos cabríos o guardando los demás aspectos ceremoniales como la circuncisión, los rituales de purificación del cuerpo o alimentos entre otros que el hombre alcanza la misericordia de Dios, sino por medio de la gracia salvadora de Cristo. En cuanto a las leyes civiles, algunos apelan que Jesús lo abrogo cuando le dijo a Poncio Pilato: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Aunque bien es cierto que las leyes ceremoniales y civiles eran dirigidas específicamente a Israel, no debemos olvidar que son Escrituras inspiradas de las cuales la iglesia puede aprender grandes verdades como por ejemplo el gobierno justo y la equidad, leyes justas que regulen el crimen, le generosidad al dar las ofrendas y ayudas a necesitados, etc. Sin embargo, la ley moral es algo que no está en discusión. Tantos los judíos como los creyentes estamos obligado a vivir de acuerdo a ella. La Biblia nos enseña que como nuevas criaturas nuestra salvación es por fe, pero que como nuevas criaturas que hemos muerto al pecado ahora tenemos que vivir en la luz de su palabra.

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”.
Romanos 3:28-31

DIOS EL PADRE SE HA DADO A CONOCER A TRAVÉS DEL HIJO


“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.
Juan 1:18


               La última aseveración acerca de Jesús la encontramos en el versículo 18 donde sus primeras palabras: “A Dios nadie le vio jamás…” no eran difíciles de ser aceptadas tanto por judíos como por griegos. Los judíos del tiempo de Juan creían que era imposible que alguien llegara a ver cara a cara a Dios y por tanto conocerle directamente. Aunque Él se había revelado a través de la naturaleza y por medio de la ley y los profetas nunca nadie habría soñado con el hecho de conocerle directamente, y si alguna vez se manifestó lo hizo a través de una zarza ardiendo o solo se escuchaba su voz acompañada de relámpagos y truenos, pero nunca se vio su forma real.

“y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis”.
Deuteronomio 4:12

                A Moisés le dijo que nadie podía verlo y seguir con vida: “Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá”, (Éxodo 33:20). De igual forma, los griegos creían que era imposible pensar que la divinidad pudiera revelarse personalmente a los humanos. No obstante, Juan introduce un nuevo concepto en la mente de ambas culturas: Dios puede ser conocido personalmente a través del Hijo.     Uno de los propósitos de Jesús era revelar al Padre a través de su persona: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”, (Juan 14:7). Una ocasión uno de sus discípulos le dijo a Jesús que les revelara al Padre, pero el Señor respondió: “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras”, (Juan 14:8-11). Por tanto, por medio de Jesús podemos llegar a conocer al verdadero Dios ya que Él es la sustancia misma del Dios invisible: “Él es la imagen del Dios invisible…”, (Colosenses 1:15). Esto es posible debido a dos razones:

1.       Él es el único que puede revelarlo ya que es el Unigénito Hijo. La palabra griega para unigénito es monogenés (μονογενής), y hace referencia a Jesús como el único Hijo de Dios, no hay otro después de Él, por tanto no hay otro medio para conocer a Dios.
2.       Él es el que está en el seno del Padre. Con esta expresión se hace referencia a la gran comunión que existe entre el Padre y el Hijo, y como tal se conocen a profundidad. Por tanto, Jesús está en la posibilidad de dar a conocer a Aquel que conoce personalmente.


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