Juan 1:6-8
INTRODUCCIÓN
El apóstol
Juan continua presentando argumentos contundentes acerca de la divinidad de
Jesús, la luz del mundo, y en estos versículos nos presenta el testimonio de un
hombre que confirmo estas palabras, Juan el Bautista. Un error frecuente de la
humanidad es tender a engrandecer más al heraldo del rey que al rey mismo, y en
este caso, existían grupos que resaltaban tanto la persona de Juan el Bautista
que al propio Jesús. Al parecer hubieron hombres cuya admiración por Juan el
Bautista los llevo a formar una secta basada en sus enseñanzas, así parece
verse aun durante el ministerio de Jesús: “Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo:
¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?”.
Y más tarde parece verse que esta secta continuaba
en vigencia: “Aconteció
que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las
regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo:
¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni
siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues,
fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan”, (Hechos 19:1-3).
Ahora bien, está claro que Juan el Bautista nunca quiso que lo llegaran a venerar
tanto al punto de que se formase una secta en su nombre, pero lamentablemente
el ser humano a veces llega a desviarse del propósito de Dios y en lugar de
adorarlo a Él, termina adorando a su heraldo. Por este motivo el autor de este
evangelio quiere dejar claro que Juan el Bautista no era más que una lámpara
que portaba la luz, mientras que Jesús es la verdadera luz. De igual forma,
nosotros ahora podemos ser portadores de esa luz, para que otros crean y se
salven, conscientes de que no somos la luz verdadera, pero le testificaremos para
que puedan encontrarla, tal y como Juan el Bautista lo hizo en su momento.
UN HOMBRE ESCOGIDO POR DIOS
“Hubo
un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan”.
Juan
1:6
En su
primera introducción Juan el apóstol nos presenta a Jesús como el Verbo divino,
es decir, aquel que es preexistente y Dios, y por quien todo el universo fue
creado. Además nos dice que este Verbo es la luz de este mundo delante del cual
las tinieblas no tienen potestad, esta luz ha venido para salvar a los hombres
y esta luz es Jesús. Ahora nos presenta a un hombre que fue llamado a ser el
testigo de aquella luz que viene al mundo para que todo aquel que creyese en Él
sea salvo. Lo cierto es que desde hace mucho tiempo el Señor había anunciado el
ministerio de Juan el Bautista. Lo hizo a través de Isaías: “Voz que clama en el
desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro
Dios”, (Isaías 40:3), y más tarde por medio de Malaquías: “He aquí, yo os
envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El
hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos
hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”,
(Malaquías 4:5-6). Fue a través de estas profecías que los evangelios
sinópticos identificaron a Juan el Bautista: “Como está escrito en Isaías el profeta: He
aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino
delante de ti. Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor;
enderezad sus sendas”, (Marcos 1:2-3). Así Juan el Bautista fue
escogido por Dios y enviado a para ser testigo de esta gloriosa luz tal y como
lo dicen los siguientes versículos.
UN HOMBRE ESCOGIDO PARA SER TESTIGO DE LA LUZ
“Este
vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos
creyesen por él”.
Juan
1:7
Este
versículo describe perfectamente la misión de Juan el Bautista, testificar
acerca de la luz verdadera. Como precursor de Cristo anuncio valerosamente que
el tiempo de redención se había acercado, que Dios enviaría a Aquel glorioso
Mesías que tanto esperaban pero para eso era necesario un corazón arrepentido: “Bautizaba Juan en
el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados…
predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien
no soy digno de desatar encorvado la
correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os
bautizará con Espíritu Santo”, (Marcos 1:4, 7-8). Su objetivo era
que creyesen en Jesús, el único que puede salvar a los hombres de la
condenación eterna, y nada más que eso; pero lamentablemente como ya dijimos en
la introducción algunos se desviaron del propósito divino formando una secta en
honor de Jesús y así a lo largo de la historia podemos ver como diferentes siervos
han sido venerados más allá de lo permitido creando alrededor de ellos
religiones que hacen que quiten la mirada de Jesús y se vuelva a su heraldo.
Por ejemplo, la adoración a María es una clara muestra de ello, definitivamente
ella nunca deseo tal cosa, pero la mente perversa y torcida de algunos hombres
han provocado la adoración hacia ella. Los famosos papas son otro ejemplo de
ello de tal forma que haciéndose llamar los sucesores de Pedro reclaman
privilegios que ni el mismo Pedro se atrevió a reclamar. Otros falsos profetas
y maestros se han atrevido a autoproclamarse la luz para este mundo, como
Charles Russell, el fundador de los testigos de Jehová, Joseph Smith, el
fundador de los mormones, Elena de With, la fundadora de los Adventista, y otros
como ellos aseguraron traer luz a este mundo y crearon religiones que alejaron
al hombre de la verdadera luz. Por eso Juan el apóstol nos recalca diciendo que
el Bautista no era la Luz verdadera, sino solo un portador de ella.
ESTE HOMBRE NO ERA LA LUZ VERDADERA PERO SI UNA ANTORCHA ENCENDIDA POR ESTA LUZ
“No
era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz”.
Juan
1:8
Finalmente, el apóstol aclara que este hombre, Juan el
Bautista, no era la Luz verdadera, pero si era una antorcha encendida con esta
luz que resplandece en medio de las tinieblas para que otros crean en su
testimonio y se acerque a esta Luz que es Cristo mismo. A lo largo de la
historia Dios se ha placido en levantar hombres y mujeres para que diesen
testimonio de su nombre, personas como Noé, Moisés, Josué, Samuel, Rut, Ester,
David, los profetas, los apóstoles entre otros ha tenido este enorme
privilegio. Que hermoso es considerar esta verdad gloriosa, ya que Dios en su
infinita compasión escoge a hombres y mujeres para que se conviertan en los
portadores de esa Luz que trae vida eterna. Jesús lo dijo referente a su
iglesia: “Vosotros
sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos”, (Mateo 5:14-16). Por medio de nuestra vida
redimida y la proclamación del santo evangelio, testificamos a otros acerca de
Cristo. Pero debemos estar completamente claros que esta luz que los hombres
ven en nosotros es nada más que el reflejo de la gloria de Dios, y por tanto,
la gloria le pertenece al Señor mismo.
que hermoso estudio. gracias porque he podido alimentarme grandemente.. mil gracias. Dios lo bendiga
ResponderBorrar