1 Timoteo 4:16
INTRODUCCIÓN
Este sermón
está basado en el libro “Discursos a mis estudiantes”, de Charles H. Spurgeon, por lo que presentamos en cursivas las palabras que dirigía a los jóvenes aspirantes al ministerio de su instituto bíblico.
Charles H. Spurgeon |
“Todo obrero
sabe cuán necesario le es conservar su herramienta en buen estado, porque si
los instrumentos se oxidasen y no los afilase, tendría que emplear más fuerzas”.
Con estas palabras Spurgeon ilustraba lo importante que es para un obrero
contar con una buena herramienta que le permita hacer su trabajo rápidamente y
sin mayor esfuerzo. De
igual forma lo es para el obrero de Dios que se dedica a la predicación de su
palabra, considerando que nosotros mismos somos nuestro principal instrumento.
“Nosotros somos, en cierto sentido,
nuestro propios instrumentos, y de consiguiente, debemos conservarnos en buen
estado. Si me es menester predicar el evangelio, no podré hacer uso sino de mi
propia voz, y por tanto, debo educar mis órganos vocales, mi propio cerebro, mi
propio corazón y en general cultivar mis facultados intelectuales y
emocionales”.
Como
predicadores de su palabra somos responsables de cultivar nuestra habilidades y
dones para el desarrollo de nuestra noble función, debemos cuidar nuestro
cuerpo y órganos relacionados con la predicación para ser más efectivos en este
glorioso oficio: “En vano me será surtir mi biblioteca, organizar sociedades,
o proyectar estos o aquellos planes, si me muestro negligente en el cultivo de
mí mismo… mi propio espíritu, mi alma y mi cuerpo son la maquinaria que tengo
más a la mano para el servicio sagrado; mis facultades espirituales y mi vida
interior son mi hacha de armas y mis arreos guerreros”.
Por
tanto, es importante comprender la importancia que el predicador debe tener en
cuanto a su propio cuidado, y Spurgeon en su libro "Discurso a mis Estudiantes" nos habla de tres áreas importantes que debemos considerar.
I. EL CUIDADO DE QUE REALMENTE NOSOTROS SEAMOS SALVOS.
“El que un predicador del Evangelio sea
ante todo participante de él, es una verdad simple, pero al mismo tiempo una
regla de la mayor importancia”.
“Sea cual fuere el
"llamamiento" que alguien pretenda haber recibido, si no ha sido
llamado a la santidad, puede asegurarse que no lo ha sido al ministerio”.
“Un ministro inconverso envuelve en sí
la más patente contradicción. Un pastor destituido de gracia es semejante a un
ciego elegido para dar clase de óptica, que filosofara acerca de la luz y la
visión, disertara sobre ese asunto, y tratara de hacer distinguir a los demás
las delicadas sombras y matices de los colores del prisma, estando él sumergido
en la más profunda oscuridad”.
“Está llamado a instruir a otros siendo
él mismo un necio”.
“Perderse bajo la sombra de un púlpito,
es cosa muy terrible, ¡pero lo es mucho más perecer desde el púlpito mismo!”.
II. EL CUIDADO DE QUE NUESTRA VIDA ESPIRITUAL SEA VIGOROSA.
“No debe conformarse con caminar al
mismo paso que las filas del común de los cristianos; es preciso que sea un
creyente maduro y avanzado, porque los ministros de Cristo han sido llamados con
toda propiedad lo más escogido de su escogimiento, lo selecto de su elección, la
iglesia entresacada de la iglesia”.
“El pulso de su piedad vital debe latir
de un modo fuerte y regular; el ojo de su fe debe ser perspicaz; el pie de su
resolución debe ser firme; la mano de su actividad debe ser pronta: todo su
hombre interior, en fin, debe hallarse en el más alto grado de salud”.
“No olvidéis,
como ministros, que vuestra vida toda, y muy especialmente vuestra vida toda
pastoral, debe estar afectada por el vigor de vuestra piedad. Si vuestro celo enflaquece,
no oraréis bien en el púlpito; lo haréis peor en familia, y detestablemente a
solas en vuestro estudio. Al enflaquecer vuestra alma, vuestros oyentes sin
saber cómo o por qué, hallarán que vuestras oraciones en público les son poco
edificantes, y conocerán vuestra tibieza quizás antes que vos mismo la notéis.
Vuestros discursos pondrán después en realce vuestro decaimiento espiritual”.
“Debéis tener presente también, que nos
es menester una piedad muy vigorosa, porque el peligro que corremos es mucho
mayor que el de los demás. Sobre todo, no hay ningún lugar tan asaltado por la
tentación, como el ministerio… nuestros peligros son más frecuentes y
envidiosos que los del común de los cristianos”.
“Por sabios y eruditos que seáis tened
cuidado de vosotros mismos, no sea que supere el ingenio que pensáis tener. El
diablo es más instruido que vosotros, y más diestro disputador; puede
transformarse en un ángel de luz para engañaros. Se introducirá en vosotros y
os echará la zancadilla antes que os pongáis en guardia”.
“Una vez más.
Debemos cultivar el mayor grado de piedad, porque la naturaleza de nuestro
trabajo así lo requiere imperativamente. La obra del ministerio cristiano es
bien ejecutada en exacta proporción con el vigor de nuestra naturaleza
renovada”.
III. EL CUIDADO DE QUE NUESTRO CARÁCTER CONCUERDE CON NUESTRAS PALABRAS.
“No podemos confiar en los que tienen
dos caras, ni los hombres creerán nunca en aquellos cuyos testimonios verbales
y prácticos son contradictorios entre sí… una vida mala sofocará, a no dudarlo,
la voz del ministro más elocuente”.
“La santidad
en un ministro es su necesidad principal a la vez que su más piadoso ornamento”.
“La vida del predicador debe ser un imán
que atraiga los hombres a Cristo”.
“Si vuestras
virtudes fuesen como un precioso ungüento, pronto haríais que los que están a
vuestro cargo corriesen in odorem un guentorum, 'tras vuestro grato perfume;'
pero debéis ser excelente no 'tanquam unus de populo,' sino 'tanquam homo Dei;
debéis ser un hombre de Dios, no según la manera común de los hombres, sino
'según el propio corazón de Dios;' y los hombres se esforzarán en ser como
vosotros, si vosotros os esforzáis en ser como Dios”.
“No dejes, dijo él, que tus obras
avergüencen tu doctrina, no sea que los que te oyen en la iglesia contesten
tácitamente: ¿por qué no haces tú aquello que enseñas a los demás? No deja de
ser demasiado estrambótico el maestro que con la barriga llena trata de
persuadir a otros a que ayunen”.
“Aun en vuestras recreaciones, no echéis
en olvido que sois ministros”.
CONCLUSIÓN
Como
predicadores de la palabra de Dios debemos tener cuidado de lo que enseñamos y
de nosotros mismos ya que nosotros somos nuestro principal instrumento para
esta noble labor.
megusta esta en señanza como puedo octenerla
ResponderBorrarMe gusta esta enseñanza soy predicador de la palabra de Dios gracias como aprenderé más
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