“En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de
Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielo se ha acercado. Pues éste es aquel de quien habló el profeta
Isaías, cuando dijo: Voz del que clama
en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas. Y
Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de
sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre. Y salía a él Jerusalén,
y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán,
confesando sus pecados. Al ver él que
muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía:
¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced,
pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros
mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar
hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la
raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y
echado en el fuego. Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento;
pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más
poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su
era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se
apagará”.
Mateo 3:1-12
INTRODUCCIÓN
Vemos que el
capítulo 3 de este evangelio inicia presentando a un personaje que tiene un
gran protagonismo en el cumplimiento de las profecías tocantes al Mesías, su
nombre es Juan el bautista: En aquellos días vino Juan el
Bautista predicando en el desierto de Judea. Como precursor de
Cristo, Juan el Bautista precedió al Señor Jesús en su nacimiento, ministerio y
muerte. En el evangelio según Lucas se describe su nacimiento. Su nacimiento
ocurrió en tiempos del rey Herodes el Grande y su padre se llamó Zacarías el
cual era un sacerdote de la clase de Abías y su mujer era descendiente de Aarón
llamada Elisabet, ambos piadosos y temerosos de Dios, tal y como las Escrituras
lo declaran: “Hubo
en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la
clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los
mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era
estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. Aconteció que ejerciendo Zacarías el
sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre
del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario
del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del
incienso. Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del
altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero
el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu
mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan”, (Lucas
1:5-13).
El relato bíblico de Lucas nos
muestra como Zacarías estaba ofreciendo el incienso en el Templo cuando se le
presento un ángel que lo turbo de miedo. En esta historia podemos ver dos
características interesantes acerca de Zacarías y su mujer. En primer lugar,
dice que ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los
mandamientos y ordenanzas del Señor. Esto nos enseña como ellos se
habían mantenido fieles a Dios en medio de una sociedad donde la mayor parte
del sacerdocio se había corrompido. Ambos eran de edad avanzada, sin embargo, a
pesar de ver como muchos de los líderes religiosos de su tiempo se habían
entregado a la ambición y codicia, ellos vivían de acuerdo con los mandamientos
del Señor. En segundo lugar, podemos ver su perseverancia en la oración por las
palabras que el ángel le dirigió: Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración
ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo. Este
matrimonio tenía una petición delante de Dios, tener un hijo, sin embargo, no había
sido posible porque Elisabet era estéril. Aun así, ellos perseveraban en la
oración, y según creemos tenían mucho tiempo de estar presentado delante de
Dios esta petición ya que ambos eran de edad avanzada, y lo mejor esta petición
pudo haber sido realizada desde sus primeros días de matrimonio, cuando están
jóvenes, pero a pesar de que había pasado ya mucho tiempo y no habían recibido
ninguna respuesta, ellos no dejaron de presentar su petición delante de Dios. Esto
nos enseña una hermosa lección de perseverancia en la oración ya que muchas
veces desmayamos porque según nosotros el tiempo ha pasado y Dios no nos ha
respondido, pero la fe de Zacarias y Elizabet fue recompensada dándole un hijo
en su vejez, y no cualquier hijo, sino uno que llegaría a ser un gran servidor
de Dios: “Y tendrás gozo y alegría, y muchos se
regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá
vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su
madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de
ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer
volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la
prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”,
(Lucas 1:14-17). Si nos damos cuenta, aquí el ángel presagia el gran siervo de
Dios que el niño llegaría a ser, y no solo eso, sino que el precursor de
Cristo, el hombre en el que el espíritu de Elías reposaría de acuerdo con el
profeta Malaquías: “He aquí, yo os envío el profeta
Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el
corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los
padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”,
(Malaquías 4:5-6). De esta forma nació Juan el bautista, y conforme creció,
llego a convertirse en un gran predicador que anunciaba el arrepentimiento de
pecados, y en Lucas se nos ofrece no solo la fecha, sino el contexto político y
religioso en el cual Juan el Bautista inicio su ministerio: “En el año
decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio
Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y
de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos
sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el
desierto”, (Lucas 3:1-2 ).
Estos versículos de Lucas nos
ofrecen algo más que la posibilidad de fijar una fecha en cuanto al inicio del
ministerio de Juan el bautista, si consideramos a cada una de las personas
mencionadas aquí podemos comprender también el contexto histórico y político
que estaba viviendo el pueblo judío. Consideremos el contexto histórico
primero, y aquí se nos menciona el año decimoquinto que podría ser el año 29
d.C., puesto que Tiberio no llegó a ser emperador hasta la muerte de Augusto,
en el año 14 d.C. También se nos dice que Poncio Pilato fue el prefecto romano
que gobernó en Judea durante los años 26 al 36 d.C. Su residencia oficial
estaba en Cesarea. Luego tenemos a los descendientes de Herodes el grande, y en
primer lugar tenemos a Herodes Antipas que era Tetrarca de Galilea y Perea (un
tetrarca era un título que hacía referencia a que era rey de una cuarta parte
de una región). También aparece Herodes Felipe el cual era Tetrarca de Iturea y
la provincia de Traconite, y Lisanias quien fue Tetrarca de Abilinia. El nombre
de Lisanias se ha hallado en dos inscripciones en descubrimientos arqueológicos,
pero no se sabe nada más de él. Anás ejerció como sumo sacerdote en el año 6
d.C., pero fue depuesto de su cargo por el oficial romano Gratus en el año 15
d.C. A este le sucedió su hijo Eleazar y después su yerno Caifás. Aunque Roma
había destituido a Anás de su cargo, los judíos todavía reconocían su
autoridad. Por tanto, aunque Caifás era oficialmente el sumo sacerdote, Anás
era el que mandaba por detrás y fue por esta razón que Jesús fue llevado a Anás
en primer lugar después de su detención (Juan
18:13), aunque para este entonces no era el sumo sacerdote. Lucas asocia
su nombre con el de Caifás porque, aunque éste era entonces el sumo sacerdote,
Anás era la figura sacerdotal más influyente en el país. De igual forma al estudiar estos
versículos no solo podemos identificar el marco histórico, sino nos dice mucho
de la situación político-religiosa que atravesaban los judíos. En primer lugar,
dice, siendo Tiberio
César emperador de Roma. Esto nos indica que Israel se encontraba subyugado
bajo la espada romana, una civilización que imponía su autoridad por la fuerza,
siendo su cultura idolatra, y sus emperadores y gobernantes glotones dados a
los placeres del cuerpo, además que muchos de sus emperadores terminaron siendo
homosexuales y proclamándose divinos. Cuando uno considera esto podría
preguntarse: ¿Qué lección moral podían los césares enseñar si eran corruptos en
todo el sentido de la palabra? ¿Qué justicia podría esperarse de este tipo de
personas? Además, se nos dice que siendo gobernador de Judea Poncio Pilato. Todos sabemos
que Poncio Pilato fue el hombre que prefirió que condenaran a Jesús a muerte,
aun sabiendo que era inocente, con tal de congraciarse con los ancianos y
judíos de su tiempo. Solo le interesaba su posición política y no realmente
defender a los inocentes. Ahora, considerando esto, ¿se podía esperar que este
hombre que era un gobernador velara por los intereses de los más necesitados? Creemos
que no. También se nos dice que siendo los reyes Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano
Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca
de Abilinia. Estos eran los hijos de Herodes el grande en quienes se
había dividido el reino a su muerte los cuales ni siquiera eran judíos para
estar en el trono de David y por lo tanto los judíos no confiaban en ellos, aparte
de que eran hombres corruptos y adúlteros, ya que Herodes Antipas le había
robado la mujer a su hermano Felipe y se había casado con ella. Entonces
podemos preguntarnos una vez más: ¿Cómo se supones que estos reyes guiarían al
pueblo en el temor de Dios si había pecado entre su propia familia? Finalmente,
se nos dice que siendo Anás y Caifás los sumos sacerdotes. Se suponía que
estos hombres eran los responsables de conducir al pueblo en el camino de Dios,
sin embargo, no era así. Estos hombres se encontraban en la cabeza de la casta
religiosa, pero eran corruptos, solo les interesaba su posición de poder y el
lucro que como sacerdotes podían obtener, y ante esto uno podría preguntarse:
¿Qué consuelo espiritual podía uno esperar de estos hombres que en lugar de fungir
como representantes de Dios en esta tierra se habían corrompido por el poder? Por
tanto, podemos ver la triste realidad político-religiosa que vivían los judíos,
sin esperanza, totalmente coartados de libertad por un imperio tirano y con
reyes y gobernadores que no se interesaban en ellos, pero, es aquí, en medio de
estas tinieblas que surge una luz de esperanza ya que el texto que leímos
termina con estas palabras: vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Es increíble ver como Dios en
medio de un mundo rodeado de tinieblas trae la esperanza. Para este momento los
judíos se encontraban en una total desesperación, privados de su independencia
como nación y bajo el gobierno de hombres corruptos, sin palabra de Dios, ya
que desde Malaquías habían pasado ya aproximadamente 400 años de silencio donde
Dios no había levantado otro profeta que proclamare su palabra, podemos
imaginarnos el hambre espiritual que esta nación tenía; sin embargo, fue en
este momento, que el Señor levanto a un hombre que traería la luz de esperanza
a esta nación. Curiosamente, este hombre era alguien sencillo, hijo de familia
pobre que inicio su ministerio, no en las grandes ciudades lujosas de su
tiempo, ni rodeado de reyes o príncipes, sino en el desierto, en la soledad,
rodeado de serpientes y escorpiones, en las arenas incandescentes de Judea,
cerca del rio Jordán, allí fue donde Dios se le manifestó a este hombre y trajo
lo que la gente tanto necesitaba, palabra de Dios.
Juan el Bautista |
UN PREDICADOR DIFERENTE
Definitivamente
Juan el Bautista se caracterizó por ser un predicador diferente. Es
interesante el hecho de que Juan el Bautista apareció predicando en el desierto
en un momento en el que toda la nación se encontraba en una decadencia
espiritual y política. Contrario a los predicadores populares de su tiempo,
como eran los fariseos y escribas, Juan no predicaba en las grandes ciudades como
Jerusalén, ni en el Templo o sinagogas, no vestía elegantes atuendos como los
religiosos de su tiempo, y no vivía alrededor de los reyes y príncipes de su
tiempo, como lo hacían los saduceos. La Biblia dice que Juan predicaba en el
desierto, un lugar árido y poco atractivo para vivir, y es aquí donde este
hombre recibió su formación y creció siendo instruido principalmente por Dios: “Y el niño crecía, y
se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su
manifestación a Israel”, (Lucas 1:80). Juan el bautista nunca tuvo
la oportunidad de estudiar con los grandes sabios y rabinos de su tiempo, su
origen y formación fue humilde, en total soledad en el desierto, pero fue allí
donde Dios le hablo y formo su carácter preparándolo para el tiempo de su
aparición. Ahora, pasemos a considerar su mensaje, y este era sencillo, pero
poderoso: En
aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y
diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
Su mensaje era el arrepentimiento, y creemos que este es el mensaje principal
del evangelio ya que el hombre necesita arrepentirse de sus pecados porque son
sus pecados los que lo alejan de Dios. En Lucas se nos ofrece un vistazo más de
cerca al contenido de su mensaje y de cómo las personas se acercaban a él para
preguntarle el camino que tenían que seguir: “Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo,
les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué
comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados,
y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo
que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y
nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis;
y contentaos con vuestro salario”, (Lucas 3:10-14). Si
nos damos cuenta, el mensaje de Juan el bautista era directo al problema del
hombre, prácticamente los exhortaba a abandonar su maldad y hacer el bien, y en
eso consiste el verdadero arrepentimiento, un cambio total de sentimientos,
actitud y pensamientos que convierte a la persona en una nueva criatura,
alguien que abandona sus pecados para seguir el camino de Dios.
Luego, Mateo nos da más pistas en
cuanto a quien era realmente Juan el bautista declarando una profecía del
Antiguo Testamento que anunciaba su ministerio: Pues éste es aquel de quien habló el profeta
Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas. En Marcos, en su pasaje paralelo se le agrega
otra profecía más: “Como está escrito en Isaías el
profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu
camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del
Señor; enderezad sus sendas, el cual preparará tu camino delante de ti,
(Marcos 1:2-3). En Marcos se dice que el surgimiento del ministerio de Juan el
bautista era una profecía de Isaías, aunque realmente este citando dos profecías
del Antiguo Testamento, una de Isaías y la otra de Malaquías. La primera parte
dice: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu
faz, el cual corresponde a una profecía dicha por Malaquías: "He aquí, yo os
envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El
hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos
hacia los padres”, (Malaquías 4:5-6). Si nos damos cuenta de acuerdo
con esta profecía, Juan el bautista tenía el mismo espíritu y unción que el
profeta Elías y su misión consistía en volver el corazón de los padres a los
hijos y de los hijos a los padres, y esto nos habla mucho del ministerio de
reconciliación que este hombre traería en su tiempo para su nación. Adamas
Marcos cita a Isaías y con esto queda aún más clara la misión de Juan el
bautista: Voz del que clama en el desierto: Preparad
el camino del Señor; enderezad sus sendas, el cual preparará tu camino delante
de ti. Esta profecía corresponde a: “Voz que clama en el desierto: preparad camino
a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios”, (Isaías 40:3).
Esta profecía nos habla del trabajo de Juan el bautista preparando el camino
para la aparición del Mesías. En los tiempos antiguos en Oriente, las
carreteras eran muy malas. Había un proverbio oriental que decía: “Hay tres
situaciones miserables: la enfermedad, el hambre y el viajar”, y esto era así porque los caminos eran muy
malos y difíciles de transitar. Antes
de ponerse en camino para un largo viaje, se aconsejaba: “Pagar las deudas, proveer para la familia,
hacer regalos de despedida, devolver todos los depósitos y hacer acopio de
dinero y de buen humor para el viaje; y, por último, decir adiós a todos”.
Las carreteras ordinarias no estaban en absoluto pavimentadas, porque el suelo
de Palestina es duro, y soporta el tráfico de mulas, bueyes y carretas. Un
viaje por esas carreteras era toda una aventura y, por supuesto, algo que se
hacía cuando no había otra opción. Durante el gobierno romano se mandaron a
hacer algunas carreteras con la finalidad de mejorar el pesado viaje,
especialmente para los reyes y gobernadores que transitaban por él, y en este
sentido, Juan el bautista estaba preparándole el camino al Rey Mesías, y este
camino era a través del mensaje del arrepentimiento, ya que cuando el Mesías se
apareciera, el corazón de la gente estaba preparado para recibirlo. El desierto
era un símbolo de la necesidad espiritual del pueblo de Israel. Sus almas estaban
sedientas de justicia y misericordia, sus espíritus eran infértiles y acusados
por sus pecados estaban lejos de Dios. Allí fue necesario preparar un camino
que condujera sus corazones al encuentro personal con su Señor, y ese camino
fue el arrepentimiento. Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado era
el mensaje central de Juan el Bautista. La palabra arrepentimiento aquí
proviene del griego metanoéo (μετανοέω) que
significa dar la media vuelta, es decir, cambiar nuestras actitudes y
pensamientos para vivir de manera diferente, y de esta forma, Juan el bautista
preparaba el camino del Mesías.
Ahora
bien, el texto nos aclara también la apariencia de este hombre: “Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero
alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre”,
(Mateo
3:4). Hay dos cosas que se hacen notar en este versículo. Su vestimenta. Los
judíos creían que Elías volvería antes del día del juicio de Dios: “Yo os envío al
profeta Elías antes que llegue el día grande y terrible del Señor” (Malaquías 4:5). Por tanto,
podemos ver la gran similitud que existían en la manera de vestir de Juan el
bautista y el profeta Elías, ya que, si revisamos el Antiguo Testamento,
veremos que esa era su forma de vestir: “Entonces él les dijo: ¿Cómo era aquel varón que
encontrasteis, y os dijo tales palabras? Y ellos le respondieron: Un varón que
tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero. Entonces
él dijo: Es Elías tisbita”. (2 Reyes 1:7-8). De esta forma vemos como
las Escrituras nos muestran que, a través de su atuendo y manera solitaria de
vivir en el desierto, era un testimonio poderoso del cumplimiento de esta
profecía que hablaba de que Elías regresaría antes del día del Señor y que sería
un precursor del Mesías. En segundo lugar, vemos en qué consistía su dieta, ya
que comía langostas y miel silvestre. El ángel que anunció su venida
declaró que “No
beberá vino ni sidra…”, (Lucas 1:15). También por los evangelios
podemos ver que ayunaba con frecuencia y enseñó a sus discípulos a ayunar
(Mateo 9:14; Marcos 2:18; y Lucas 5:35). Ahora, debemos entender que "las langostas" que comía Juan
el bautista no era las langosta de mar que nosotros entendemos, sino más bien
eran saltamontes emigrantes, un alimento bastante común entre los orientales, y
permitidos por la ley judaica: “Pero esto comeréis
de todo insecto alado que anda sobre cuatro patas, que tuviere piernas además
de sus patas para saltar con ellas sobre la tierra; estos comeréis de ellos: la
langosta según su especie, el langostín según su especie, el argol según su
especie, y el hagab según su especie”, (Levítico 11:21-22). Así que no pensemos que Juan comía las
tradicionales langostas de mar, eran saltamontes gigantes.
También
se deja ver en estos versículos la gran necesidad espiritual que las personas
de Israel tenían en el hecho de que salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de
alrededor del Jordán al desierto solo para oír al profeta de Dios.
Que increíble dato nos ofrecen esta parte de las Escrituras. A la gente no le importaba dejar la comodidad
de sus hogares en la ciudad con tal de llenar sus corazones y fortalecerlos con
la palabra de Dios que estaba en boca de Juan el Bautista, y es en esto que se
deja ver la enorme necesidad que tenían de escuchar la voz de Dios, algo que no
lograban en sus sinagogas y con sus actuales líderes religiosos, y de esta
forma, la gente salía, escuchaba el mensaje de arrepentimiento que Juan traía y
se convertían de corazón tal y como el texto lo sugiere: y eran bautizados por él en el Jordán,
confesando sus pecados. Hoy en día muchas personas viven con esta
necesidad, y necesitan urgentemente la palabra de Dios la cual puede traer
alivio a sus corazones, por ello, nosotros también llenemos nuestro corazón de
su glorioso evangelio y compartamos con todos aquellos que podamos este mensaje
de esperanza.
ÁRBOL QUE NO DE FRUTOS SERA CORTADO Y ECHADO EN EL FUEGO
“Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su
bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira
venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir
dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que
Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha
está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto es cortado y echado en el fuego. Yo a la verdad os bautizo en agua para
arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de
llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su
era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se
apagará”.
Mateo 3:7-12
En estos versículos
que hemos leído encontramos otra parte del mensaje de Juan el bautista.
Realmente no podríamos decir que Juan el bautista fue un expositor que se
preocupara por expresar literalmente lo que pensaba, era un predicador directo
y que confronta el problema de manera personal y sin tanto protocolo, no se
preocupaba por el estatus social de la persona, podía ser un rey, o un
príncipe, o un soldado romano, o un líder religioso, o tratarse de una persona
común y corriente, el mensaje era el mismo. Al principio de este capitulo vimos
el contenido principal de sus mensajes: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el
desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado”, (Mateo 3:1-2). Su mensaje era sencillo y directo al
problema del pecado, arrepentimiento. Es solo a través del arrepentimiento que
el hombre puede volverse de su pecado y convertirse a Dios, mientras eso no
pase, jamás lograra alcanzar la vida eterna. Ahora bien, si analizamos su
audiencia, podemos identificar dos grupos principales. El primer grupo es aquel
que respondió al llamado de arrepentimiento que Juan el bautista hacia y se
convertían: “Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y
toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el
Jordán, confesando sus pecados”, (Mateo 3:5-6). Aquí vemos a un
grupo que reconocían sus pecados y la enorme necesidad que tenían de Dios, por
eso dejaban sus cómodas casas que estaban en Judea, Jerusalén y demás
provincias de alrededor del Jordán para ir al desierto y escuchar el mensaje de
Juan el bautista, mensaje que recibían y se convertían confesando sus pecados.
Luego tenemos al segundo grupo de su audiencia, los líderes religiosos que
creían que no necesitaban arrepentirse de nada ya que, según ellos, su religión
los salvaría, por ello Juan les dice: Al ver él que muchos de los
fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de
víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Muchas personas
son como estos lideres religiosos, huyen de la ira venidera y del juicio
divino, creen que por su religión o buenas obras sus pecados serán perdonados,
cuando lo cierto es que aquellos que perseveran en sus pecados jamás lograran
salvarse. En este pasaje Juan el bautista amonesta duramente a los fariseos y a
los saduceos, dos sectas importantes en los tiempos de Jesús. Los reprende
duramente llamándolos generación de víboras, imagen que posiblemente saco de su
experiencia en el desierto. Juan conocía el desierto. Había algunos sitios con
hierba seca y espinos por la falta de humedad. Algunas veces por causa de los
fuertes rallos del sol se producía un fuego, que se extendía rápidamente por la
hierba seca y los arbustos resecos como la yesca, provocando que las víboras,
ratas y escorpiones huyeran de sus escondites. Posiblemente los líderes
religiosos de su tiempo se escandalizaron al oír que un nuevo profeta se había
levantado después de 400 años de silencio y al ver cerca el fuego del castigo
eterno, como las víboras que huyen de sus escondites del fuego, ellos salieron
se sus guaridas para corroborar lo que realmente estaba pasando. Ahora, aquí
aparecen en escena dos grupos religiosos de los tiempos de Jesús, los fariseos
y saduceos. Ambos grupos religiosos surgieron en el tiempo inter-testamentario
y respecto a su origen hay algunas hipótesis que se han propuesto. Los fariseos,
palabra que se traduce del griego farisaios (φαρισαῖος), eran una secta que
se rastrae incluso en el tiempo del imperio persa y que surgió con el fin de
preservar las costumbres judías y obedecer la ley de Moises, el nombre de
fariseo nombre significa “separados” debido
a su énfasis de vivir apartados de las tradiciones mundanas y de acuerdo con la
ley de Moisés, los profeta y demás escritos del Antiguo Testamento. Su vida se
basaba en cumplir estrictamente la ley de Moisés y las tradiciones judías. Creían
en los profetas, la resurrección, los ángeles y la restauración de Israel a
manos de un Mesías. En cambio, los saduceos, su nombre proviene del griego sadukaios (Σαδδουκαῖος), y eran miembros
de una secta judía minoritaria y aristócrata, opuesta al fariseísmo, algunos
opinan que su nombre probablemente deriva del nombre Sadoc, el sacerdote que
Salomón puso en el reino en lugar de Abiatar, cumpliéndose aquí aquella profecía
donde Dios había declarado que los descendiente de Eli no continuarían en el
sacerdocio: “Y el rey puso en su lugar a Benaía hijo
de Joiada sobre el ejército, y a Sadoc puso el rey por sacerdote en lugar de
Abiatar”, (1 Reyes 2:35). Comparados con los fariseos, eran una
secta minoritaria, pero en Israel los saduceos controlaban los impuestos del
templo, formaban el partido sacerdotal, aristocrático, socialmente conservador,
no creían en los ángeles, la resurrección y vida futura (contrario a los fariseos)
y tenían fuertes intereses políticos. De esta forma, mientras que la gente
acudía al desierto para ser bautizados para arrepentimiento de pecados, los
fariseos y saduceos confiaban en su religión y su descendencia como hijos de
Abraham. Por ello Juan los reprendió: “Al ver él que muchos de los
fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de
víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos
de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham
tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham
aun de estas piedras”, (Mateo 3:7-9). En otras palabras, Juan les advierte
que no les va a servir de nada alegar que Abraham es su padre. Para los judíos
ortodoxos esa era una afirmación alucinante, ya que en el judaísmo Abraham era
único. Tan único era en su bondad y en el favor de Dios que su fe lo justifico
y bendijo, y bendijo no solo su vida sino también la de su descendencia. Así es
que los judíos creían que simplemente por el hecho de ser judíos, sin nada más
que hacer, estaban a salvo de la ira venidera. Cuantas personas viven confiando
en su religión la cual ha sido heredada de generación en generación, confiado
en la fe y hechos de un antepasado, que a lo mejor agrado tanto a Dios que fue
de bendición para muchos; pero eso fue el, nosotros lo que debemos hacer es
imitar su fe y sus pasos sin estar pensando que la fe de un antepasado será
suficiente para alcanzarnos, esto no es así, nosotros necesitamos también creer
y recorrer el mismo camino de fe que nuestro antepasado, en este caso Abraham.
No es a través de lo que hicieron nuestros padres, o la religión que profesemos
que alcanzaremos la salvación, la salvación es personal, es a través del
arrepentimiento de nuestros propios pecados. Por tal motivo, Juan acude a la
metáfora de la siega. Así como el obrero recorre con su hacha todo el bosque
buscando los árboles que no le dan fruto y solo le inutilizan el terreno, así
Dios quitara de en medio todo aquel que no dé el fruto del arrepentimiento: “Y ya
también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol
que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”, (Mateo 3:10). Esta es una advertencia para estos
hombres religiosos, ya que era un error creer que ellos por ser descendientes
de Abrahán y pertenecer a su religión, escaparían del juicio divino, esto no es
así, sino que cada uno dará cuenta de sus propios pecados, y si jamás se
arrepintieron para producir el fruto del arrepentimiento, entonces serian como
los arboles que no dan fruto y son cortados y echados al fuego.
Luego, Juan el Bautista termina su
mensaje diciéndonos que solo hay dos caminos que podemos escoger: el de salvación
o de perdición: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que
viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo;
él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”, (Mateo 3:11). Lo más que podía hacer Juan el
bautista era bautizarlos en agua, y eso hacía, ya que aquellos que se
arrepentían de sus pecados los bautizaba en el Jordán, por eso decía: Yo a
la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento. Sin embargo, detrás de él, venia otro, el cual
era mas poderoso que él, y este los bautizaría en Espíritu Santo y fuego: pero
el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso
que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Este que venía detrás de él era el Mesías, el
Cristo, nuestro Señor Jesús, el cual bautizaría con el Espíritu Santo a todos
aquellos que creyeran en Él y recibieran esta promesa, tal y como ocurrió en el
día de pentecostés: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba,
el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos
llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les daba que hablasen”, (Hechos 2:1-4). De esta forma, Jesús bautiza con el Espíritu Santo a
todos aquellos que creen y reciben su promesa; y es más, el Santo Espíritu
viene a la vida del creyente para transformar su corazón y volverlo totalmente
a Dios, tal y como estaba profetizado en el Antiguo Testamento: “Os daré corazón nuevo, y pondré
espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de
piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu,
y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por
obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis
por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios”, (Ezequiel 36:26-28). Así que de esta forma el Espíritu viene a la
vida del hombre y es bautizado gracias a la provisión de Cristo Jesús, pero es
solo para los que lo reciben, porque aquellos que lo rechacen serán bautizados
con el fuego del juicio y por ello Juan el bautista dijo: él os
bautizará en Espíritu Santo y fuego. Después de su
primer advenimiento, Cristo bautiza con el Espírito, desde el día de Pentecostés
hasta la fecha a todo aquel que en Él cree, pero cuando Él regrese, bautizará
con el fuego del juicio de Dios a todos aquellos que no se arrepintieron de sus
pecados y nunca creyeron y por ello Juan añadió: “Su aventador está en su mano, y
limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego
que nunca se apagará”, (Mateo 3:12). El
aventador era una especie de pala ancha de madera que se usaba para arrojar al aire
las mieses trilladas para separar la paja del grano. Cuando era arrojado hacia
arriba, el viento se llevaba la basura cayendo el verdadero trigo el cual
después era recogido y llevado a los graneros, mientras que la paja y basura
eran tiradas al horno de fuego. De esta forma, el Señor hará diferencia entre
el bueno y el malo, el trigo simboliza a los justos los cuales serán tomados
para vida eterna, pero los malo son la basura y paja que como esta serán echados
al fuego de la condenación, y aquellos fariseos y saduceos creían que podían huir
de la ira venidera por medio de su religión, eran hombres malos que no
experimentaban arrepentimiento por sus pecados creyendo que al practicar sus
ritos religiosos el Señor les perdonaría sus maldades, pero esto no era así. Hoy
en día muchas personas viven de manera errada, practicando durante toda la
semana pecados, pero al llegar el fin de semana, creen que solo basta con ir al
servicio de su iglesia o religión para disimular la culpa de su alma para
volver el lunes a practicar los mismos pecados. La verdad es que ninguna religión
perdonara sus pecados, eso solo lo provoca un verdadero arrepentimiento ya que
como ya lo dijimos, este produce en el ser humano un verdadero quebrantamiento
de corazón que hace que el hombre deje sus pecados y se convierta a Dios; pero
como estos fariseos y saduceos de esta historia, muchas personas creen que podrán
escapar de la ira venidera solo porque dicen que pertenecen a una religión.
Lo cierto es que nadie podrá huir de la ira venidera
a menos que se arrepientan de sus pecados ya que hoy en día son nuestros
pecados los que nos alejan de Dios, sin embargo, aquel día el Señor levanto a
Juan el bautista, el cual tenia un mensaje sencillo, pero eficaz, el mensaje
del arrepentimiento el cual continúa siendo el mensaje del evangelio. Juan el
bautista fue el precursor de Cristo, pero ahora Cristo Jesús nos ofrece el perdón
de pecados a través de abandonar nuestros pecados por medio de un verdadero arrepentimiento
y la fe en su sacrificio; porque de lo contrario será nuestro Juez aquel día en
la eternidad cuando todos aquellos que jamás se arrepintieron de sus pecados
tengan que dar cuentas por ellas y pagar en el fuego eterno del infierno, ya
que Jesús es el que bautizara, o con el Espíritu Santo, o con el fuego del
castigo eterno, pero quiera Dios que todos reconozcamos nuestro pecados a tiempo
y vivamos para Dios.
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