“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo,
el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y
cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti
una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque, aunque tienes poca
fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás
a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré
que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto
has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de
la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran
sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que
ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi
Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y
el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del
cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Apocalipsis
3:7-13
La ciudad de Filadelfia era la más
joven de las 7 ciudades, estaba ubicada en el valle del río Cógamo, cerca del
paso que conduce a la principal ruta de comercio desde el río Meander al valle
del Hermus, una amplia planicie junto al monte Tmolo. Fue fundada por el rey
Attalo II en el año 189 a.C. De modo que cuando el libro de Apocalipsis se
escribió, Filadelfia era una ciudad relativamente joven. Situada a unos 56 km
al este de Sardis y a 158 de Esmirna, esta ciudad era víctima de constantes y
devastadores terremotos. Filadelfia significa “amor fraternal” en honor a su fundador Attalo II, quien había
recibido este epíteto debido a que mantenía una relación muy estrecha con su
hermano Eumenes II, rey de Lidia. Fue fundada con la intención deliberada de
que fuera misionera de la cultura y lengua griega hacia Lidia y Frigia; y tan
bien cumplió su misión que para el año 19 d C. los lidios ya habían olvidado su
propio lenguaje y les faltaba poco para ser griegos. Ramsay dice que Filadelfia
era el centro de difusión de la lengua y de las letras griegas en una tierra
pacífica y por medios pacíficos. Esta iglesia, al igual que la de Esmirna, es
la única a la cual el Señor no le hace ningún reproche. En primer lugar, Jesús
se presenta a la iglesia de la siguiente forma: “Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene
la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”,
(Apocalipsis 3:7). En esta carta Cristo se presenta con dos de sus principales
atributos: El Santo, del griego jágios (ἅγιος) que
significa separado o apartado, y en este sentido nuestro Señor es completamente
diferente a cualquier dios o ser de este mundo ya que su pureza es absoluta, su
naturaleza es completamente libre de todo pecado y maldad. Además, Él es el Verdadero, del griego alezinós (ἀληθινός), adjetivo que denota algo que no es ficticio, a
diferencia de los dioses o ídolos de este mundo que no son reales, pero nuestro
Dios es real, su presencia se manifiesta en este mundo para todo aquel que crea
en Él, y en Él se encuentra la verdadera doctrina
que salva a pecador. Finalmente, Jesús se presenta como el que tiene la llave
de David, el que abre de manera que nadie puede cerrar, y cierra de manera que
nadie puede abrir, lo cual es un símbolo de su autoridad, porque en la
antigüedad solo el dueño como máxima autoridad, y aquellos mayordomos que se
les daba este poder tenían en su potestad las llaves de las casa y con ello el
acceso a todas las áreas de la misma, por tanto, aquí tenemos la descripción de
Jesucristo como el que tiene la autoridad definitiva que nadie puede poner en
duda, ya que tiene la llave de la casa David y puede abrir o cerrar puertas que
nadie más puede, lo cual a su mismo tiempo es el cumplimiento profético que una
promesa mesiánica: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y
abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá”, (Isaías 22:22).
Una puerta abierta que nadie puede cerrar.
“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta
abierta, la cual nadie puede cerrar; porque, aunque tienes poca fuerza, has
guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”.
Apocalipsis
3:8
El Señor le hace
saber a la iglesia de Filadelfia que conoce sus obras, aunque no especifica en
qué consistían éstas. Además, les dice que Él les ha puesto una puerta abierta
la cual nadie puede cerrar haciendo referencia posiblemente a la actividad
misionera que esta iglesia realizaba ya que en el Nuevo Testamento se relaciona
este termino con ello. Por ejemplo, cuando Pablo escribió su carta a los
corintios les dijo que Dios le había abierto puerta para predicar el evangelio: “porque se me ha
abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios” (1
Corintios 16:9), más tarde en su segunda carta les decía que también se le
abrió puerta para predicar el evangelio en Troas: “Cuando llegué a Troas para predicar el
evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en
mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de
ellos, partí para Macedonia”, (2 Corintios 2:12-13) y cuando regreso
a Antioquia de Siria, Pablo relato como Dios le abrió puerta para predicar a
los gentiles: “Y
habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había
hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles”,
(Hechos 14:27); por tanto, es muy posible que la puerta abierta menciona aquí
en Apocalipsis se refiera a la actividad misionera que esta iglesia realizaba,
y la cual Dios respaldaba. Como discípulos de Cristo todos estamos llamados a
ir por todo el mundo para predicar este glorioso evangelio y discipular a los
convertidos: “Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén”, (Mateo 28:19-20). Por esta razón debemos
pedirle a Dios que nos abra puerta para que prediquemos su palabra allí en nuestras
comunidades con el fin que las almas se conviertan de las tinieblas a su luz
admirable. Como ya lo mencionamos anteriormente, esta iglesia, junto con la de
Esmirna, no tiene nada que recriminarle el Señor, al contrario, la elogia por
sus buenas cualidades y estas son:
1. Tienes
poca fuerza. Posiblemente la congregación
tenía poca influencia económica y política en Filadelfia, pero su testimonio
era irreprensible.
2. Has
guardado mi palabra. Los creyentes
en Filadelfia se habían mantenido fieles a las enseñanzas de la palabra de
Dios.
3. Y
no has negado mi nombre. A pesar de las
dificultades y persecuciones, la iglesia en Filadelfia no había negado su
nombre.
Dios librará a sus escogidos de la hora de la prueba que vendrá sobre el mundo.
“He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen
ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se
postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has guardado la
palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha
de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”.
Apocalipsis
3:9-10
Una vez más el
tema de los judíos se presenta. Como le paso a los creyentes de Esmirna parece
que también en Filadelfia algunos judíos habían presentado oposición al
cristianismo; sin embargo, Dios promete avergonzarlos trayéndolos para que se
postren a sus pies y reconozcan que verdaderamente el Señor los ha amado, algo
que para la mente del judío resultaba verdaderamente repugnante ya que se
trataba de una iglesia compuesta de gentiles: He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a
los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que
vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. El
hecho de que Dios le abra una puerta a su iglesia no significa que no habrá
oposición, sin embargo, la promesa es que aun en medio de las dificultades la
iglesia prevalecerá, tal y como les ocurrió a los primeros discípulos que
sufrieron persecución: “Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de
azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron
en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber
sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los
días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a
Jesucristo”, (Hechos 5:40-42). Y fue en medio de estas dificultades
que la iglesia creció porque Cristo les había abierto una puerta grande: “Y crecía la palabra
del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en
Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”,
(Hechos 6:7). Ahora bien, esta persecución había desarrollado su paciencia, una
virtud cristiana indispensable para perseverar y por ello les dice que habían
guardado la palabra de su paciencia: Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia… Lo
cierto es que en este mundo tendremos oposición y muchas veces enfrentaremos
pruebas difíciles, pero no debemos olvidar la promesa de Jesús: “En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”, (Juan
16:33). Cristo ha vencido este mundo y Él está con nosotros, por ello no
debemos desmallar porque sabemos que tenemos su respaldo. En estos versículos de
Apocalipsis Jesús promete librarnos de la hora de la prueba que viene para este
mundo: yo también
te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para
probar a los que moran sobre la tierra. Esta prueba se refiere al
periodo de gran tribulación que viene sobre este mundo y que durara 7 años, una
tribulación tan espantosa como nunca ha habido: “Cercano está el día grande de Jehová, cercano
y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente.
Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de
asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de
entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las ciudades
fortificadas, y sobre las altas torres. Y atribularé a los hombres, y andarán
como ciegos, porque pecaron contra Jehová; y la sangre de ellos será derramada
como polvo, y su carne como estiércol. Ni su plata ni su oro podrá librarlos en
el día de la ira de Jehová, pues toda la tierra será consumida con el fuego de
su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes
de la tierra”, (Sofonías 1:14-18). Aunque la iglesia sufra en esta
tierra a causa de su testimonio por hombres impíos, nada se compara con la gran
tribulación que viene sobre este mundo y de la cual el Señor promete librarnos,
y de allí que todos esperamos el rapto de la iglesia, ese glorioso evento donde
partiremos de este mundo para estar con nuestro Dios, mientras esta humanidad
pecadora entra en este terrible periodo donde Dios derramara todos sus juicios:
“Pero con
respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os
rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar,
ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera
nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en
ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se
manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se
levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se
sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os
acordáis de que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora
vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se
manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay
quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio”,
(2 Tesalonicenses 2:1-7).
La
promesa.
“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno
tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y
nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el
nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del
cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias”.
Apocalipsis
3:7-13
Jesús nos afirma
que Él viene pronto por su iglesia, lo que nos sugiere un acontecimiento
repentino, inesperado y rápido, tal y como será el rapto. El rapto de la
iglesia es una teología desarrollada principalmente por el apóstol Pablo: “Tampoco queremos,
hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis
como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y
resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo
cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que
habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que
durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros
con estas palabras”, (1 Tesalonicenses 4:13-18). Por tanto, el Señor
exhorta a la iglesia a retener lo que tiene y no descuidarse, a estar siempre
firmes para no perder la corona de su recompensa. Obviamente la salvación no se
perderá si realmente hemos conocido al Señor; pero si puede perderse el
galardón o recompensas que Dios puede darnos en la vida eterna como resultado nuestra
fidelidad y esfuerzo al retener su fe al trabajar para Él. Dios promete a los
vencedores hacerlos columna en el templo de Dios. Las columnas son los pilares
honorables que sostienen el templo, Jesús promete convertir a cada cristiano
vencedor en un pilar principal del templo de su Dios y nunca más saldrá de
allí, sino tendrá comunión eterna con el Dios vivo. En el Asia menor, los
paganos acostumbraban escribir el nombre de un sacerdote que moría en el pilar
del templo donde él había servido, de igual manera el Señor promete escribir
nuestros nombres en la ciudad de Dios, y no solo eso, sino también Cristo
promete revelar un nombre nuevo, el cual simboliza la revelación plena de su
carácter divino.
Es increíble toda enseñanza bíblica hacerca y llamativa venida de nuestro señor Jesús todo lo q el dijo en el pasado lo complementa en el libro de apocalipsis y Dios es perfecto a el sea gloria la honra y el poder viva Dios hoy mañana y siempre amén
ResponderBorraramen bendiciones
ResponderBorrarGloria a Dios muy buen estudio el SEÑOR les bendiga grandemente
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