“Ahora, pues, este mandato es para ustedes, los sacerdotes. Si no me hacen caso ni se deciden a honrar mi nombre –dice el Señor Todopoderoso-, les enviaré una maldición, y maldeciré sus bendiciones. Ya las he maldecido, porque ustedes no se han decidido a honrarme. Por esto, voy a reprender a sus descendientes. Les arrojaré a la cara los desperdicios de los sacrificios de sus fiestas, y los barreré junto con ellos. Entonces sabrán que les he dado este mandato, a fin de que continúe mi pacto con Leví –dice el Señor Todopoderoso-. Mi pacto con él era de vida y paz, y se las di; era de temor, y él me temió, y mostró ante mí profunda reverencia. En su boca había instrucción fidedigna; en sus labios no se encontraba perversidad. En paz y rectitud caminó conmigo, y aparto del pecado a muchos. Los labios de los sacerdotes atesoran sabiduría, y de su boca los hombres buscan instrucción, porque es mensajero del Señor Todopoderoso. Pero ustedes se han desviado del camino y mediante su instrucción han hecho tropezar a muchos; ustedes han arruinado el pacto con Leví –dice el Señor Todopoderoso-. Por mi parte yo he hecho que ustedes sean despreciables y viles ante todo el pueblo, porque no han guardado mis caminos sino que han mostrado parcialidad en cuestiones de la ley”.
Malaquías 2:1-9
INTRODUCCIÓN
Llegamos
al capítulo 2 donde el profeta explora más profundamente las razones por las
cuales el pueblo de Israel estaba en este estado de apatía espiritual en contra
de Dios. Hasta el momento Malaquías ha estado enumerando las terribles
consecuencias de abandonar el amor de Dios que se deja ver en la deshonra al
ministerio y las ofrendas inapropiadas. Ahora incluirá una nueva: el abandonar
el pacto original que tenían con Dios. Esta reprensión es particularmente para
los sacerdotes: Ahora,
pues, este mandato es para ustedes, los sacerdotes.
EL SACERDOCIO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
“Ahora,
pues, este mandato es para ustedes, los sacerdotes”.
Malaquías 2:1
La palabra
sacerdote proviene del hebreo kojén (כֹּהֵן), que aparece unas 741 veces en el
Antiguo Testamento, y su oficio se fundamenta en el concepto de que el hombre
por naturaleza no goza del favor de Dios y por lo tanto necesita de un
mediador. El sacerdote era una persona debidamente consagrada para ministrar en
cosas sagradas como mediador entre los Dios a diferencia de un profeta que era
un intermediario entre Dios y el pueblo. El sacerdocio no fue exclusivo de los
israelitas. Desde los egipcios a los filisteos, todas las naciones del antiguo
Medio Oriente tenían una clase sacerdotal. Durante la monarquía, generalmente
el sumo sacerdote ocupaba un lugar inmediato al del monarca, tanto en rango
como en dignidad e influencia, y en ocasiones ejercía el poder detrás del
trono.
Durante toda la dispensación Patriarcal el jefe de familia se desempeñaba
generalmente como sacerdote:
“... Noé construyó un altar al Señor, y sobre ese altar ofreció como
holocausto animales puros y aves puras”.
Génesis 8:20
“Abraham... tomó el carnero y
lo ofreció como holocausto...”
Génesis 22:13
“... Job se aseguraba de que
sus hijos se purificaran. Muy de mañana ofrecía holocausto por cada uno de
ellos...”
Job 1:5
Posteriormente, Dios estableció a Aarón y sus hijos Nadab, Abiú,
Eleazar e Itamar como sacerdotes en Israel (Éxodo 28:1,41; 29:9, 29-30). Cuando
Nadab y Abiú fueron fulminados porque “ofrecieron fuego extraño a Dios”, el sacerdocio quedó limitado a los
descendientes de Eleazar e Itamar (Levítico 10:1-2, Números 3:4, 1 Crónicas
24:2).
Los sacerdotes tenían tres
deberes esenciales:



A parte de esto los sacerdotes debían ser los líderes espirituales
del pueblo de Israel, a través de su ejemplo y enseñanza deberían bendecir al
pueblo; sin embargo, no era así en tiempos del profeta Malaquías, por lo que el
Señor les decía “Si no
me hacen caso ni se deciden a honrar mi nombre –dice el Señor Todopoderoso-,
les enviaré una maldición...”
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Atuendo de un Sacerdote en el AT |
EL PECADO DE LOS SACERDOTES
“Si no me hacen caso ni se
deciden a honrar mi nombre –dice el Señor Todopoderoso-, les enviaré una
maldición, y maldeciré sus bendiciones. Ya las he maldecido, porque ustedes
no se
han decidido a
honrarme. Por esto, voy a reprender a sus descendientes. Les arrojaré a
la cara los desperdicios de los sacrificios de sus fiestas, y los barreré junto
con ellos. Entonces sabrán que les he dado este mandato, a fin de que continúe
mi pacto con Leví –dice el Señor
Todopoderoso–. Por mi parte yo he hecho que ustedes sean despreciables y viles
ante todo el pueblo, porque no han guardado mis caminos sino que han mostrado
parcialidad en cuestiones de la ley “.
Malaquías 2:2-4
Como parte de las enseñanzas de
la ley y los profetas estaba impartir la bendición sobre el pueblo de Israel.
“El Señor le ordenó a Moisés:
Diles a Aarón y a sus hijos que impartan la bendición a los israelitas con
estas palabras: <<El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con
agrado y te extienda su amor; el Señor te muestre su favor y te conceda la
paz>>. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, para que yo los
bendiga.”
Números 6:22-27
Sin embargo, por su conducta
pecaminosa sus bendiciones se convertirían en maldiciones: les enviaré una maldición, y
maldeciré sus bendiciones. Pero, ¿en qué consistía el
pecado de los sacerdotes?
Los servicios en el Templo eran mal preparados.
“Si no me hacen caso ni se
deciden a honrar mi nombre –dice el Señor Todopoderoso–,... Les arrojaré a la
cara los desperdicios de los sacrificios de sus fiestas, y los barreré junto
con ellos...”
Malaquías 2:2a, 3b
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Los sacrificios eran realizados en el Templo |
En la ley de Moisés, Dios había establecido las leyes y normas de los diferentes ceremoniales y sacrificios los cuales los sacerdotes eran responsables de prepararlos adecuadamente para el Gran Rey. Tal era la indiferencia de los sacerdotes que cuando los israelitas se presentaban con los animales para el sacrificio al Señor, estos eran preparados inapropiadamente a tal punto que ni siquiera el estiércol era removido del animal, y por eso Dios les dijo “Les arrojaré a la cara los desperdicios (literalmente, estiércol) de los sacrificios de sus fiestas...”
No valoraban el hecho de que habían sido escogidos para el ministerio de entre todo el pueblo.
“Entonces sabrán que les he
dado este mandato, a fin de que continúe mi pacto con Leví –dice el Señor
Todopoderoso–“.
Malaquías 2:4
Dios escogió de entre las 12 tribus
al descendiente de Leví para ministrar delante de su presencia y ser sus
representantes ante su pueblo.
“Los sacerdotes levitas
pasarán al frente para cumplir su tarea, porque el Señor tu Dios los eligió
para pronunciar bendiciones en su nombre, y ministrar y decidir en todos los casos
de disputas y asaltos”.
Deuteronomio 21:5
Dios había escogido a los
levitas para el servicio en su templo, sin embargo, ellos lo tenía en poco al
no desempeñar sus funciones adecuadamente y mostrarle al pueblo el camino del
Señor.
Ya no existía un profundo celo por Dios en el corazón de los Sacerdotes.
“Mi pacto con él era de vida y
paz, y se las di; era de temor, y él me temió, y mostró ante mí profunda
reverencia”.
Malaquías 2:5
En este versículo Dios recrimina a los sacerdotes su falta de
temor reverente a su nombre y hace alusión al pacto de Finés, el nieto de
Aarón:
“Mientras los israelitas
acampaban en Sitín, comenzaron a prostituirse con las mujeres moabitas... Por
tanto la ira del Señor se encendió contra ellos... Mientras el pueblo lloraba a
la entrada de la Tienda de Reunión, un israelita trajo una madianita y, en
presencia de Moisés y de toda la comunidad israelita, tuvo el descaro de
presentársela a su familia. De esto se dio cuenta el sacerdote Finés, que era
hijo de Eleazar y nieto de Aarón. Finés abandonó la asamblea, y, lanza en mano,
siguió al hombre, entró en su tienda y atravesó al israelita y a la mujer. De
este modo ceso la mortandad que se había desatado contra los israelitas...El
Señor le dijo a Moisés: Finés, hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón, ha
hecho que mi ira se aparte de los israelitas, pues a actuado con el mismo celo que
yo habría tenido por mi honor...”
Números 25:1,3b, 6-11
Finés defendió la honra de Dios,
matando a un hombre y su amante moabita involucrados con la idolatría y la
inmoralidad vinculada con Baal Peor. El temió y mostró celo por su Señor. Este
acto sirvió de ejemplo al pueblo de Israel para apartarse de la idolatría y
prácticas paganas; sin embargo, en los tiempos de Malaquías los sacerdotes ya no
tenían ese mismo celo que Finés mostró. Los israelitas vivían en pecado,
deshonraban el nombre del Señor y los sacerdotes permanecían indiferentes ante
esta situación.
En lugar de ser líderes espirituales se convirtieron en piedras de tropiezo.
“En su boca había instrucción
fidedigna; en sus labios no se encontraba perversidad. En paz y rectitud caminó
conmigo, y aparto del pecado a muchos. Los labios de los sacerdotes atesoran
sabiduría, y de su boca los hombres buscan instrucción, porque es mensajero del
Señor Todopoderoso. Pero ustedes se han desviado del camino y mediante su
instrucción han hecho tropezar a muchos; ustedes han arruinado el pacto con
Leví –dice el Señor Todopoderoso–. Por mi parte yo he hecho que ustedes sean
despreciables y viles ante todo el pueblo, porque no han guardado mis caminos
sino que han mostrado parcialidad en cuestiones de la ley “.
Malaquías 2:6-9
Los sacerdotes del período del Antiguo Testamento tenían una doble
responsabilidad: representar al pueblo en santa adoración ante el Dios vivo, y
enseñar y aplicar la ley del Señor al pueblo. Eran responsables de ser ejemplo
en cuando a conducta y moral delante de Dios. Los sacerdotes tenían la verdad,
pero no la habían guardado y practicado, no habían amonestado al pueblo de su
pecado para que se acercaran a Dios porque ellos estaban igual, además, cuando
actuaban como jueces, mostraban parcialidad, haciendo su pecado peor. En lugar
de apartar a muchos del pecado y anunciar la palabra del Señor, se convirtieron
en piedras de tropiezo. En lugar de ser líderes espirituales para el pueblo se
hicieron “despreciables
y viles ante todo el pueblo”. Todos aquellos que le sirvamos a Dios en un ministerio debemos
comprender la gran responsabilidad que tenemos. Como testigos de su gracia
debemos conducirnos piadosamente cuidando nuestro buen testimonio en todo
momento. Debemos desempeñar nuestro ministerio responsablemente, haciéndolo lo
mejor que podamos ya que no le servimos a ningún hombre de esta tierra, sino al
Soberano Rey eterno. También debemos valorar lo que Él nos ha dado, ya que
nuestro llamamiento es especial y somos privilegiados al haberlo recibido.
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